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UN REALITY SHOW EN VERSION CONDICIONADA SE FILMA EN UNA ISLA
El Robinson porno

�Expedición sex� se llama la serie planteada como una variante
porno del Robinson. Dieciséis participantes �hay argentinos, un brasileño, una uruguaya y hasta un jamaiquino� competirán en una isla del río Uruguay. La serie será vista en un canal codificado y también por Internet. Hay premio �una semana en el hotel Hedonism�, pero no es la recompensa lo que motiva tanto a estos Robinsons como el juego mismo. Aquí, las fotos del primer ensayo.

Una imagen del ensayo de �Expedición Sex� que tuvo lugar en el Tigre con los verdaderos participantes. En dos semanas, los 16 participantes partirán hacia la aventura.

Por Cristian Alarcón

¿Acaso es posible jugar a ser el survivor de una isla en la que el parámetro es el sexo desenfrenado? ¿Acaso existe una isla de la fantasía porno en la que todos contra todos, junto a otros, frente a otros, se disputan como premio una semana en el hotel jamaiquino Hedonism? ¿Acaso la concepción americana del reality show puede tener en la Argentina su correlato pornográfico? ¿Puede existir un concurso en el que 16 participantes compiten por el viaje motivados por participar, más que por ganar? En una de ésas todo ello sea posible. En la Argentina clase B en la que vivimos existe un director de cine condicionado, admirador fanático de Ed Wood, que se embarcó en el proyecto. Y lo más real es que en dos semanas el grupo integrado por una variedad de amantes del sexo en grupo se lanza a la convivencia dispuestos a ser filmados por Víctor Mayland en cada uno de sus encuentros falsamente furtivos. El resultado de “Expedición Sex” –tal el nombre de la serie en honor a la Robinson de Julián Weich– será visto por el codificado Afrodita, desde cualquier televisor argentino, por cualquier sobreviviente que lo pueda pagar. Si no, existirá el beneficio de Internet, donde estará a la vista hasta el más mínimo detalle de las aventuras sexuales ribereñas.
Sentados a un escritorio despojado, en una oficina de San Telmo, tres de los participantes ya se miran con cierto cariño. Ella, una castaña de prominencia, blanco permanente de la misoginia que reina, aparece durante la primera hora. Pero al hablar de lo suyo, hace de sus anécdotas casi el motivo de una película de Mayland.
–¡Es para un largo! Contale, dale, no tengás miedo. ¡Acá somos todos como somos! –la entusiasma él, el único argentino que ha hecho ya 20 películas XXX en el país de la crisis creciente.
–Bueno... –dice Thays, y se larga con los brazos cruzados al comienzo, después contando con una dulce voz y aspas, sus experiencias como “enfermera diplomada”–. La primera vez fue en la lavandería del sanatorio, con un traumatólogo y un técnico radiólogo. Habíamos llevado a un paciente. Terminamos sobre una montaña de sábanas que había listas para el planchado. Hasta que cayeron unas latas y salimos corriendo.

SUBT: El padre porno-peronista

Los dos profesionales de la salud que compartieron aquel momento con Thays se mueren por participar en un concurso como éste y concretar la archiconocida fantasía de la isla, los cocoteros, los tragos largos y las mujeres bien dispuestas, todo gratuitamente. “Pero no pueden”, lo lamenta la enfermera. No tienen la libertad que ella se regala, aunque sus padres, con los que vive, junto con sus dos hijos de 9 y 11, nunca se enteren de su paso por la TV codificada. “Sí lo saben mis primas y mis tías. En general, te confiesan que les encantaría tener coraje y ser desinhibidas”, dice la chica del guardapolvo, que además ya apareció contando una cama redonda en Confesiones íntimas, la revista de relatos porno que dirige el polifacético Mayland, de donde salieron varios de sus reclutas. Claro que la propaganda clave del proyecto fue por la Red. El portal El Sitio publicó a comienzos de año la noticia exclusiva sobre “Expedición Sex”. Luego invitó a sus usuarios a votar por sí o por no a una versión porno del programa de Weich. “Hubo 250 mil votos. El 93 por ciento quiso que lo hiciéramos”, se convence el realizador osado.
Oscar es un señor de metro noventa y tres, parecido al financista lavador Mariano Perel, pero con los bigotes de un Ricardo López Murphy, traje y maletín. Con esa pinta se dedica a venderles ropa de cuero a los turistas de los hoteles cinco estrellas. ¿Quién diría que Oscar está además a punto de convertirse en virtual actor porno? ¿Quién, si lo viera con su catálogo bajo el brazo? Sin embargo, es uno de los debutantes más debutados de la troupe. Su aficción por el sexo grupal data de las primeras acciones en la materia, allá por los setenta en una distante isladel Tigre. Es más, Oscar asegura que lo suyo es hereditario. “Yo traía el disco puesto”, resume.
Su historia familiar les da pasto a las fieras de su deseo. De padre empleado y sindicalista de la planta de YPF de Ensenada, cuando recién tenía treinta años se enteró de una historia que le resulta deliciosa. Como la huelga petrolera de la destiladora sur fue reprimida, siete de los dirigentes víctimas del antiperonismo se refugiaron en la isla Paulino, frente a Berisso. Pasaron allí largos día que acortaron con la compañía solidaria de la madama de Ensenada, dueña de la boîte Maravillas y de las chicas que laboraban en el tugurio. “Según gente de la isla, en esa época vivieron un par de semanas en una comunidad swinger –cuenta– y practicaban el nudismo como si nada.”
De aquella bizarra experiencia sexual peronista a esta mediática y prometedoramente rentable experiencia televisiva –ya suman cinco los auspiciantes– el asunto se ha transformado bajo la luz de los éxitos del dos mil. A “Expedición Robinson”, su inspiradora “Survivor”, el “Gran Hermano”, “Bar” y The tentacion island le sigue el desenfado programado de “Expedición Sex”. Mayland y los directivos del canal Afrodita, codificado de Cable Visión, ya tienen listo el eslogan: “Podés ver al gran hermano de Robinson sentado en el bar. Pero en ‘Expedición Sex’ vas a verlo todo”. Todo, según el director, es TODO.

SUBT: Guión con arroz al curry

El primer capítulo comienza con los 16 en un hotel de Buenos Aires, cada uno en su cuarto, duchándose, preparándose, acaso masturbándose los más ardientes. Luego subirán a un ómnibus, ya con las cámaras registrando el viaje. Tras un trayecto misterioso se hace la travesía en lancha. Serán por lo menos unas cuarenta personas: los concursantes, una veintena de técnicos, iluminadores, tres camarógrafos, asistentes, el fotógrafo –que en estas páginas muestra el registro de un ensayo en el Tigre–, un cocinero experto, un sexólogo y un médico, amigo de la enfermera Thays, por supuesto. Una vez en el terreno se instalarán en carpas. Las habrá para todos los gustos, con diferentes capacidades, incluida la “grupal”, donde “el que entra pierde”, según dice Mayland, “o gana”, según retrucan sus elegidos. En cuanto a las jornadas, también está todo pensado.
El primer día con el amanecer los 16 compartirán un desayuno. Luego tendrán dos horas para tomar el sol benéfico de la primera mitad de la mañana, sin que ello dificulte algún contacto en la playa. Antes del almuerzo será el primero de los “juegos sexuales”, en definitiva el gran gancho del producto Mayland. Sólo para dar un ejemplo, el director cuenta un par de ellos. Uno consiste en una especie de comilona sobre el cuerpo de las damas, donde el chef contratado deberá colocar juiciosamente una buena cantidad de tibio arroz al curry –sí!, arroz, y al curry!–. El varón, atado de manos, y con los ojos vendados deberá dejarla sin rastros de paella en el cuerpo. El que lo hace en menos tiempo, gana. Otro: las mujeres acosan a los hombres, cada uno a su turno, y el chiste está en quién consigue una erección primero. Tercero: ellas simulan un orgasmo como Meg Ryan en Cuando Harry conoció a Sally, pero metidas en la mata atlántica. Ellos juzgan la verosimilitud del goce y deciden cuál prefieren.
Al atardecer se viene una sección de “inserts” ya grabados intitulada Deseos, previa al obvio final del día que es el Consejo de la Isla. En Deseos cada competidor expresará el propio. En el caso de Oscar, el vendedor de cueros, sueña con una escena de sexo con Whitney Houston. Thays quiere ser una chica Bond. Vestida como Ursula Andrews se toqueteará con Sean Connery. Boby, que es el jamaiquino –por representar al continente también hay un uruguayo, una brasileña, una azafata ecuatoriana y un paraguayo estudiante de derecho–, quiere ser el primer presidente norteamericano negro. “No es un reclamo racial. ¿A quién no le gusta tener un poder como ése?”, dice, consultado por su pretensión política. Losgustos y las pretensiones son variadas. Si Picky quería ser una estrella de Pol-Ka, Pablo, desempleado de 24, quiere doce días de manutención asegurada y piensa que lo pasará a lo grande. Ya se los ve, en las oficinas de Mayland, mirándose con cariño. El director se marcha en busca de un anunciante y antes de dejarlos solos, los insta a no avanzar hasta que se enciendan las cámaras.

 

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