Por Cristian Alarcón
¿Acaso es posible jugar
a ser el survivor de una isla en la que el parámetro es el sexo
desenfrenado? ¿Acaso existe una isla de la fantasía porno
en la que todos contra todos, junto a otros, frente a otros, se disputan
como premio una semana en el hotel jamaiquino Hedonism? ¿Acaso
la concepción americana del reality show puede tener en la Argentina
su correlato pornográfico? ¿Puede existir un concurso en
el que 16 participantes compiten por el viaje motivados por participar,
más que por ganar? En una de ésas todo ello sea posible.
En la Argentina clase B en la que vivimos existe un director de cine condicionado,
admirador fanático de Ed Wood, que se embarcó en el proyecto.
Y lo más real es que en dos semanas el grupo integrado por una
variedad de amantes del sexo en grupo se lanza a la convivencia dispuestos
a ser filmados por Víctor Mayland en cada uno de sus encuentros
falsamente furtivos. El resultado de Expedición Sex
tal el nombre de la serie en honor a la Robinson de Julián
Weich será visto por el codificado Afrodita, desde cualquier
televisor argentino, por cualquier sobreviviente que lo pueda pagar. Si
no, existirá el beneficio de Internet, donde estará a la
vista hasta el más mínimo detalle de las aventuras sexuales
ribereñas.
Sentados a un escritorio despojado, en una oficina de San Telmo, tres
de los participantes ya se miran con cierto cariño. Ella, una castaña
de prominencia, blanco permanente de la misoginia que reina, aparece durante
la primera hora. Pero al hablar de lo suyo, hace de sus anécdotas
casi el motivo de una película de Mayland.
¡Es para un largo! Contale, dale, no tengás miedo.
¡Acá somos todos como somos! la entusiasma él,
el único argentino que ha hecho ya 20 películas XXX en el
país de la crisis creciente.
Bueno... dice Thays, y se larga con los brazos cruzados al
comienzo, después contando con una dulce voz y aspas, sus experiencias
como enfermera diplomada. La primera vez fue en la lavandería
del sanatorio, con un traumatólogo y un técnico radiólogo.
Habíamos llevado a un paciente. Terminamos sobre una montaña
de sábanas que había listas para el planchado. Hasta que
cayeron unas latas y salimos corriendo.
SUBT: El padre porno-peronista
Los dos profesionales de la salud que compartieron aquel momento con
Thays se mueren por participar en un concurso como éste y concretar
la archiconocida fantasía de la isla, los cocoteros, los tragos
largos y las mujeres bien dispuestas, todo gratuitamente. Pero no
pueden, lo lamenta la enfermera. No tienen la libertad que ella
se regala, aunque sus padres, con los que vive, junto con sus dos hijos
de 9 y 11, nunca se enteren de su paso por la TV codificada. Sí
lo saben mis primas y mis tías. En general, te confiesan que les
encantaría tener coraje y ser desinhibidas, dice la chica
del guardapolvo, que además ya apareció contando una cama
redonda en Confesiones íntimas, la revista de relatos porno que
dirige el polifacético Mayland, de donde salieron varios de sus
reclutas. Claro que la propaganda clave del proyecto fue por la Red. El
portal El Sitio publicó a comienzos de año la noticia exclusiva
sobre Expedición Sex. Luego invitó a sus usuarios
a votar por sí o por no a una versión porno del programa
de Weich. Hubo 250 mil votos. El 93 por ciento quiso que lo hiciéramos,
se convence el realizador osado.
Oscar es un señor de metro noventa y tres, parecido al financista
lavador Mariano Perel, pero con los bigotes de un Ricardo López
Murphy, traje y maletín. Con esa pinta se dedica a venderles ropa
de cuero a los turistas de los hoteles cinco estrellas. ¿Quién
diría que Oscar está además a punto de convertirse
en virtual actor porno? ¿Quién, si lo viera con su catálogo
bajo el brazo? Sin embargo, es uno de los debutantes más debutados
de la troupe. Su aficción por el sexo grupal data de las primeras
acciones en la materia, allá por los setenta en una distante isladel
Tigre. Es más, Oscar asegura que lo suyo es hereditario. Yo
traía el disco puesto, resume.
Su historia familiar les da pasto a las fieras de su deseo. De padre empleado
y sindicalista de la planta de YPF de Ensenada, cuando recién tenía
treinta años se enteró de una historia que le resulta deliciosa.
Como la huelga petrolera de la destiladora sur fue reprimida, siete de
los dirigentes víctimas del antiperonismo se refugiaron en la isla
Paulino, frente a Berisso. Pasaron allí largos día que acortaron
con la compañía solidaria de la madama de Ensenada, dueña
de la boîte Maravillas y de las chicas que laboraban en el tugurio.
Según gente de la isla, en esa época vivieron un par
de semanas en una comunidad swinger cuenta y practicaban el
nudismo como si nada.
De aquella bizarra experiencia sexual peronista a esta mediática
y prometedoramente rentable experiencia televisiva ya suman cinco
los auspiciantes el asunto se ha transformado bajo la luz de los
éxitos del dos mil. A Expedición Robinson, su
inspiradora Survivor, el Gran Hermano, Bar
y The tentacion island le sigue el desenfado programado de Expedición
Sex. Mayland y los directivos del canal Afrodita, codificado de
Cable Visión, ya tienen listo el eslogan: Podés ver
al gran hermano de Robinson sentado en el bar. Pero en Expedición
Sex vas a verlo todo. Todo, según el director, es TODO.
SUBT: Guión con
arroz al curry
El primer capítulo comienza con los 16 en un hotel de Buenos Aires,
cada uno en su cuarto, duchándose, preparándose, acaso masturbándose
los más ardientes. Luego subirán a un ómnibus, ya
con las cámaras registrando el viaje. Tras un trayecto misterioso
se hace la travesía en lancha. Serán por lo menos unas cuarenta
personas: los concursantes, una veintena de técnicos, iluminadores,
tres camarógrafos, asistentes, el fotógrafo que en
estas páginas muestra el registro de un ensayo en el Tigre,
un cocinero experto, un sexólogo y un médico, amigo de la
enfermera Thays, por supuesto. Una vez en el terreno se instalarán
en carpas. Las habrá para todos los gustos, con diferentes capacidades,
incluida la grupal, donde el que entra pierde,
según dice Mayland, o gana, según retrucan sus
elegidos. En cuanto a las jornadas, también está todo pensado.
El primer día con el amanecer los 16 compartirán un desayuno.
Luego tendrán dos horas para tomar el sol benéfico de la
primera mitad de la mañana, sin que ello dificulte algún
contacto en la playa. Antes del almuerzo será el primero de los
juegos sexuales, en definitiva el gran gancho del producto
Mayland. Sólo para dar un ejemplo, el director cuenta un par de
ellos. Uno consiste en una especie de comilona sobre el cuerpo de las
damas, donde el chef contratado deberá colocar juiciosamente una
buena cantidad de tibio arroz al curry sí!, arroz, y al curry!.
El varón, atado de manos, y con los ojos vendados deberá
dejarla sin rastros de paella en el cuerpo. El que lo hace en menos tiempo,
gana. Otro: las mujeres acosan a los hombres, cada uno a su turno, y el
chiste está en quién consigue una erección primero.
Tercero: ellas simulan un orgasmo como Meg Ryan en Cuando Harry conoció
a Sally, pero metidas en la mata atlántica. Ellos juzgan la verosimilitud
del goce y deciden cuál prefieren.
Al atardecer se viene una sección de inserts ya grabados
intitulada Deseos, previa al obvio final del día que es el Consejo
de la Isla. En Deseos cada competidor expresará el propio. En el
caso de Oscar, el vendedor de cueros, sueña con una escena de sexo
con Whitney Houston. Thays quiere ser una chica Bond. Vestida como Ursula
Andrews se toqueteará con Sean Connery. Boby, que es el jamaiquino
por representar al continente también hay un uruguayo, una
brasileña, una azafata ecuatoriana y un paraguayo estudiante de
derecho, quiere ser el primer presidente norteamericano negro. No
es un reclamo racial. ¿A quién no le gusta tener un poder
como ése?, dice, consultado por su pretensión política.
Losgustos y las pretensiones son variadas. Si Picky quería ser
una estrella de Pol-Ka, Pablo, desempleado de 24, quiere doce días
de manutención asegurada y piensa que lo pasará a lo grande.
Ya se los ve, en las oficinas de Mayland, mirándose con cariño.
El director se marcha en busca de un anunciante y antes de dejarlos solos,
los insta a no avanzar hasta que se enciendan las cámaras.
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