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OPINION
Por M. Vázquez Montalbán

Marcos y el estado de sitio

Quien para el poder vale en nuestras tierras no somos nosotros, sino los recursos que hay en ella. Así el árbol se hace muerte para hacerse madera, y la madera se hace dinero y el dinero bonanza para el poderoso y desgracia para nosotros.
(Del comunicado del Ejército Zapatista de Liberación en el Congreso Indígena de Nurio, marzo de 2001)

La larga marcha de los zapatistas desde San Cristóbal de las Casas a México DF ha marcado el increscendo radical del discurso del subcomandante Marcos. Las derechas nacionales e internacionales señalan con el dedo al presidente Fox y le preguntan: ¿Cómo has permitido que un insurgente se convierta en mesías de indígenas a lo largo de los más de 3000 kilómetros y con todas las cámaras de televisión enfocándole? Marcos ha creado en todo México una esperanza de protagonismo popular difícil de ultimar, pero que impide describir este viaje como un simple Zapatour, un ejercicio de folclore revolucionario encapuchado. Fox sabe que debe solucionar este pleito para que no sea la perpetua quinta columna que salte de Chiapas a Michoacán, a cualquier lugar donde el indigenismo y la pobreza creen una desestabilización cuestionadora de su proyecto de modernización. La incógnita consiste en saber cómo se puede solucionar la miseria de 11 millones de indígenas y la dura pobreza de un 50 por ciento de la población tirando adelante al mismo tiempo una implacable reforma neoliberal y una política de desarrollo hacia el sur que afecta negativamente a la cosmogonía indígena.
Sobre la depauperización realmente existente en el México moderno, cito los datos aportados por una revista desarrollista, Expansión, en el número de noviembre de 1998: México ocupa el 49º lugar en el desarrollo humano global, en el gasto social en relación con América latina está en el lugar 13º; el porcentaje del PIB en el gasto social ha decrecido progresivamente hasta llegar al 7,9 por ciento en 1998; el porcentaje de población que vive con menos de un dólar diario en México 15 por ciento y América latina 24 por ciento; porcentaje de población por debajo del límite de pobreza 34 por ciento; población que vive en pobreza extrema 26 millones; sin agua potable 17 por ciento; sin asistencia sanitaria 7 por ciento; sin acceso a educación en México 33 por ciento y en América latina 31; déficit de viviendas 7 millones; hogares que no consumieron carne en 1996, 3,5 millones; muertes diarias causadas por la desnutrición 350; porcentaje de población infantil con problemas de desnutrición 43 por ciento; entidades con déficits de talla causadas por la desnutrición Chiapas 44 por ciento, Oaxaca 43 por ciento, Yukatán 37 por ciento; porcentaje de desnutrición como causante de la mortalidad infantil 5 por ciento; porcentaje de población mayor a 12 años que trabaja en la economía sumergida 36 por ciento.
A comienzos de diciembre de 2000 pude presenciar y escuchar desde Guadalajara, en ocasión de la Feria del Libro, el discurso de investidura del presidente Fox y lo aguanté entero a pesar de que el electo presidente consiguió casi igualar a Fidel Castro en la pulsión expresiva. Era interesante conocer el sentido de prioridades manifestado por un líder de la derecha neoliberal, ranchero y ex presidente de la Coca Cola mexicana, que subía al poder tras más de setenta años de ceremonia de la confusión priísta y se encontraba con todos los déficits y contradicciones a manera de incógnitas por despejar. El discurso fue un memorial de las insuficiencias del país, así como una afirmación de la confianza casi teológica que los liberales tienen en su doctrina para solucionar, al menos, los problemas de la tierra y el cielo habitable. Y una de las prioridades claramente expuestas por Fox fue terminar con el conflicto del Estado con el zapatismo y por extensión el problema de la real integración de los 10 millones de indígenas mexicanos, que se proclaman a la vez indígenas y cien por cien mexicanos. No se trata de un problema autonómico o separatista convencional, ni de una balcanización como ha proclamado la derecha, argumento que me rebatió Carlos Fuentes en persona: Zedillo habló de balkanización, pero no es ése el propósito indígena, al contrario. La balkanización la han intentado los caciques y sus organizaciones paramilitares. Los indígenas reclaman ser tratados como mexicanos y no ser los constantes perdedores: de la conquista y colonización española, de la hegemonía prácticamente totalitaria criolla, del abandono padecido después de la Revolución y de la política de marginación, a la espera de la autoliquidación, que el PRI ha aplicado muy especialmente en los últimos cincuenta años.
Pasar por encima del PRI fosilizado abría la caja de Pandora y en nuestro encuentro en la selva Lacandona en febrero de 1999 le dije a Marcos que la capacidad de presión casi simbólica que podía ejercer su grupo armado era muy frágil: A no ser que podáis dar un salto cuantitativo y cualitativo, más allá que el de una lentísima reeducación ética de la sociedad. ¿Tenéis ya un diseño de lo que no puede hacer una formación política convencional afín y en el poder para cumplir esa nueva forma de entender la participación democrática, ese objetivo de la Constitución y la Democracia para todos? (Marcos, el señor de los espejos, Editorial Frassinelli) Marcos me contestó:
Eso llegará como consecuencia de un encuentro entre sectores sociales y movimientos sociales políticos y nosotros. Cada parte no conseguirá imponer su tesis. Será forzosa la síntesis.
A la luz de faroles de gas y de linternas, en presencia de su esposa también encapuchada, del comandante Tacho, el mayor Moisés y de la periodista barcelonesa Guiomar Rovira, le planteé en qué condiciones sociales y políticas se producirá esa síntesis, porque aún era posible una victoria del PRI y de su ceremonia de la confusión y de desgaste del zapatismo. El sub lo tenía muy claro: Podemos resistir, pero nuestra apuesta no es ver quién se desgaste primero, sino movilizar esos sectores y producir un nuevo espacio. Aunque el PRI se mantenga, gane quien gane si es más de lo mismo, eso el país no lo resiste, porque puede cambiar de nombre el ganador y ser más de lo mismo. Ese proyecto político, económico y social que mantiene la clase en el poder está liquidando la nación.
Perdió el PRI y la larga marcha ha desbloqueado a los insurgentes y les ha proporcionado formidables plataformas propagandistas, pero lo cierto es que tampoco ha debilitado en nada a Fox que puede exhibir su inocencia histórica, habida cuenta de que hereda del PRI el problema del zapatismo. Fox y el ministro de Exteriores, el ex izquierdista Jorge Castañeda, esperaban en México el final de la larga marcha y digerían las noticias sobre el apoteosis marquista allá donde se diera. Castañeda llegaba a declarar a El País que Fox tenía los mismos objetivos que la marcha zapatista: Lo importante es la voluntad muy clara del gobierno no sólo de permitir la marcha, sino de apoyarla. Porque es una marcha cuyos objetivos son los del gobierno: la aprobación de la Concordia y la Paz (Cocopa) y la transformación del zapatismo en un movimiento político que participe en la vida política del país.
El espectáculo es formidable y a la vez naïf. Los autocares que llevan a los zapatistas empezaron renqueantes y de pronto desaparecieron en Oaxaca por las presiones contra la marcha que ha ejercido el doble poder mexicano que ha llegado a amenazar de muerte a cuantos colaboren con Marcos. Mientras Fox se reunía con economistas y empresarios hipermodernizadores en el World Economic Forum de Cancún, reunión contestada por los antiglobalizadores que fueron duramente reprimidos por la policía, Marcos parecía ratificar su liderazgo en la clausura del Congreso Nacional Indígena, en Michoacán, el punto culminante de la marcha antes de que su entrada en México Distrito Federal y la plaza del Zócalo ejerza el papel simbólico de La Bastilla conquistada sin sangre. Fue en la clausura del congreso donde Marcos dijo: Marcharemos de nuevo, pero los días que nos faltan harán que tiemble la tierra que se crece para arriba (la ciudad de México) temblará con todos los indígenas que somos. Si el dolor nos unió, si nos une la esperanza, nada tendrá sentido si no nos une el mañana.
El mensaje que me envió y que me puso en marcha para asistir al gran auto sacramental del neozapatismo y el neoliberalismo, entre la Teología Indígena y la Teología Neoliberal, respondía al Marcos lúdico y parabólico que recordaba los cinco kilos de chorizo que le llevé al encuentro que hizo posible mi libro: Marcos: el señor de los espejos:
Aunque ya tiene tiempo que no intercambiamos epístolas, aprovecho esta invitación formal que le hacemos para saludarlo y para recordarle que las butifarras que tuvo a bien traer en aquella ocasión ya se terminaron. Ni modo, a la hora del hambre uno no se detiene a leer el menú. Como quiera que sea sabemos que Vd. ha seguido de cerca todo lo que acá está sucediendo y que si su salud se lo permite, vienen tiempo y vientos que favorecen una nueva visita a las tierras mexicanas. Por eso queremos invitarlo a Vd. para que viaje a la Ciudad de México en las fechas en que una delegación de la dirigencia zapatista estará en la capital del país.
Aquí estoy.
Aquí estoy presenciando la milagrosa entrada de los zapatistas en la capital y la conversión de la plaza del Zócalo, la mayor de América, en escenario de una manifestación de fe. Pero ya no se trata de la fe de los adoradores de la virgen de Guadalupe avanzando sobre sus destrozadas rodillas hacia la experiencia místico-mariana, sino de cientos de miles de seguidores del zapatismo. ¿Qué va a pasar? Le pregunto también a Cárdenas, el líder del izquierdista PDR, cuyos militares, especialmente los jóvenes, a veces también son militantes zapatistas. Cárdenas ve deseable que el zapatismo cambie la política, pero haga definitivamente política. La capacidad de movilización y complicidad social demostrada han dejado al gobierno estupefacto y el presidente Fox ha invitado, sin éxito, a Marcos y los comandantes en su estancia de Los Pinos antes de encontrar la forma de pasar el debate al congreso.
Una cuestión formal previa preocupa a los especuladores. ¿Entrarán en el Congreso con capucha o sin capucha? Una cuestión de fondo: ¿Con capucha o sin capucha, tratarán los criollos de tomarles el pelo o esta vez irán en serio?
De momento la capucha no ha sido obstáculo para que el papel de Marcos fue ratificado por todos los delegados del congreso indígena de Nurio y por lo tanto amplía su función más allá de los límites étnicos de Chiapas: más de 10 millones de indígenas, 57 etnias le respaldan. Los que han seguido la marcha desde el comienzo, me hablan de la curiosidad siempre y la fiebre casi siempre suscitada por la caravana y muy especialmente por Marcos que ha heredado el papel simbólico del esperado emancipador. Es como la respuesta al comentario final de la película Viva Zapata, cuando el caudillo popular está acribillado a balazos, muerto, y sin embargo un campesino dice que no, que su caballo ha escapado y algún día Zapata volverá. Marcos también llena este vacío mitológico y se habla de una marcosmanía más o menos generalizada en todo México y las mujeres gritan a su paso, muchas como si fuera un héroe revolucionario, otras como si fuera un héroe del rock. En los periódicos se utiliza la estampa de Marcos para hacer propaganda de tal o cual escuela para triunfadores y unas muchachas han hecho streaking sin otro ropaje que los pasamontañas zapatistas. Camisetas, carteles, fotos, mecheros, almanaques (por cierto, impresos en Barcelona), vasos, pañuelos, paliacates, dan culto a la imagen de este hombre que perpetuo fumador de pipa, tan perpetuo que a veces diríase que pronuncia los mitines con la pipa puesta o que se la saca encendida de los bolsillos. Las multitudes se han echado a la calle para verle pasar en un plebiscito de inocencia rebelde que cohabita con el resabiado México del capitalismo avanzado, implacables las multinacionales y los rascacielos como halcones sobre la fragilidad enmascarada de los comandantes indígenas. Los zapatistas sitiadores sitiados y los empresarios como si revolotearan a la espera del zarpazo.
Tras la experiencia de una mesa redonda compartida por los comandantes zapatistas, Marcos incluido, intelectuales mexicanos y extranjeros (Monsivais, González Casanovas, Montemayor, Elena Poniatovska, Alain Touraine, José Saramago, Bernard Cassin, ¡el dirigente de Attack! y un servidor) en la que Marcos explicó la parábola del indio que quiere jugar con los blancos y como no le dejan pone una bota encima de la mesa de juego y grita ¡Jaque! Precisamente arranco de esa imagen de la bota zapatista sobre el tablero de juego en la entrevista que sostengo con Marcos en su refugio capitalino. El sub está cansado y algo desilusionado de cómo van las conversaciones con los representantes gubernamentales. Pero recurre al sentido del humor y a la metáfora para decirme que hay una dificultad previa de lenguaje cuando los zapatistas hablan con los políticos.
–Ellos utilizan el lenguaje para no decir lo que quieren decir.
–El doble lenguaje. Pero vosotros los zapatistas habéis utilizado el nuevo lenguaje como elemento de ruptura. ¿Cómo pueden cohabitar y coincidir los dos códigos?
–Fox utiliza un reloj convencional lleno de urgencias. Nosotros un reloj de arena. No tenemos prisa. Los indígenas han aguantado quinientos años de doble o triple explotación. Su sentido del lenguaje y del tiempo es radicalmente diferente.
Para Marcos el éxito del zapatismo hay que considerarlo un síntoma más junto a las revueltas de Seattle o Praga, a la réplica que significó el encuentro de Porto Alegre frente a la reunión de los sabios y ricos del sistema en Davos, junto al movimiento indígena generalizado o los movimientos migratorios en busca de mercado de trabajo en Europa o USA. La globalización es una fase del desarrollo capitalista y está creando sus propias contradicciones globales. Le explico que por la mañana he participado en un foro con eminentes politólogos, académicos, antropólogos, algunos como González Casanovas para zapatistas por lo que tiene el neozapatismo de elemento de ruptura de la doble verdad y el doble lenguaje del sistema y otros preocupados porque el zapatismo encaje en el marco legitimista de las instituciones democráticas.
–Un ejército de liberación alzado contra el estado, llega a la capital de ese estado y es invitado por el presidente de la República a su palacio de Los Pinos. Estáis viviendo una orgía surrealista.
–O estamos demostrando la insuficiencia de la realidad para dar sentido a lo que ocurre.
–Queréis un nuevo estatuto para el indígena que se enfrenta al desarrollismo capitalista, pero también proponéis cambiar los códigos y el sentido de hacer política. Pedís que el poder mande obediencia a los súbditos. ¿Vais a ser una fuerza política alternativa?
Marcos lo niega. Evolucione como evolucione el zapatismo, siempre será una mirada vigilante de la ética política y generará movimientos sociales para la profundización democrática y la garantía del respeto a toda clase de pluralidades, desde las étnicas a las que afectan a la conducta sexual. Le digo que el presidente Fox me va a recibir, como ha recibido a Saramago, en su afán por explicar a los extranjeros sus buenas intenciones. Les preocupan los extranjeros. En una entrevista televisiva que compartí con Saramago y Danielle Mitterrand, tuve que recordarle a una reticente entrevistadora que en el encuentro del Zócalo había muchos más mexicanos que extranjeros.
Ya tengo a Fox delante. Es un buen comunicador con un sistema de señales opuesto al de Marcos y se le supone influido por un grupo de asesores llamados: El Grupo Chiapas, los especialmente empeñados en una solución pactada. Ahí está el ministro de Exteriores Castañeda, pero también los generales Vega García o Rodolfo Elizondo. Fox me trasmite cordialidad y confianza liberal en que debe pactarse con los zapatistas y ese pacto implica acabar con un conflicto e iniciar planes de expansión, asegura, también pactados. Le planteo la impotencia neoliberal para solucionar las diferencias sociales de México y el mundo y no le hace ascos a la idea de hacerse keynesiano, diga lo que diga su partido y los grupos de presión que le apoyan. Lo importante es eliminar la pobreza, me asegura y cuando le pregunto si a él también le preocupan los extranjeros, dos metros de presidente de la República que lleva botas diferentes de la de Marcos, botas de “corrido” agrario, me miran sorprendidos.
–Al fin y al cabo hemos venido a aprender.
Le tranquilizo, pero no le digo qué hemos aprendido de estos sitiados zapatistas que son a su vez sitiadores no sólo del estado mexicano, sino también de la globalización. Vamos a asistir al choque de dos supuestas inocencias. La del buen salvaje neoliberal, el señor Fox y la de los perdedores de la Historia. Los dos no pueden ganar. Pero los dos pueden perder.


 

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