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DIEZ MOMENTOS DEL SAN LORENZO-HURACAN
GRAN HERMANO

Ni padres ni hijos: el equipo de Boedo estuvo a punto de ganar, como hace casi siempre, pero Ríos y el travesaño se hermanaron para sostener la igualdad. Pese a no haber ganado, y por haber jugado mejor, los cuervos se reconciliaron con su hinchada; por no haber perdido, los quemeros festejaron largo rato.

Por J. José Panno y A. De Benedictis

1 La previa. Después de la derrota de River en Córdoba, San Lorenzo llegaba al clásico con la oportunidad de alcanzar a River en la punta de la tabla. Del otro lado, a pesar de no haber comenzado bien este torneo Clausura, Huracán llegaba con la ilusión de ganar por primera vez en el nuevo estadio de su eterno rival. Además contaba con la racha positiva de su técnico Carlos Babington, que nunca perdió con San Lorenzo en ninguno de los equipos que dirigió (Huracán, River, Racing y Platense). El cuadro local llegaba con todos sus titulares; Huracán sin uno de sus mejores jugadores, Chaparro. En los papeles todo parecía encaminado para que sonara fuerte una vez más el “hijos nuestros”. Pero no...

2 La bienvenida. En el recibimiento que ofrecieron las hinchadas a sus equipos no hubo un ganador claro. Exactamente a las 16.20, el sector más pesado de la hinchada local ingresó en la tribuna para colocarse en el medio de la cabecera. En Huracán, sus barrabravas llegaron recién a los 20 minutos del primer tiempo. Sin embargo, cuando los jugadores pisaron el césped, no se notó esa diferencia. Primero lo hizo Huracán, y cuando los futbolistas estaban posando para la clásica foto de conjunto, los jugadores de San Lorenzo asomaron por la manga encabezados por su capitán Horacio Ameli.

3 La avivada de Berti. Ocurrió a los 18 minutos, cuando San Lorenzo ya había empezado a exigir bastante a Ríos. En un tiro libre cerca del borde del área, el 10 de Huracán no pidió barrera y tocó suavemente para Gabrich, que fue a buscar la pelota en el punto del penal y no pudo definir porque Saja, a diferencia de sus compañeros, estaba muy atento y tapó el disparo. Fue la primera llegada de Huracán. Y la única. Es que con un solo delantero y atacando sin demasiado convicción a un rival que por lo general esperaba bien plantado, los ataques se diluían en la nada.

4 La trabada de Coloccini. El rubio marcador central que Argentinos y Boca no pudieron retener, y que el Milan espera pacientemente, se ligó más de un aplauso durante el juego, pero el más fuerte –casi un estallido– se dio cuando trabó espectacularmente con Morales, ganó, se quedó con la pelota y tocó hacia un costado con tanta clase que hasta pareció displicente. Ganó de arriba, cuando fue a anticipar, cuando esperó, cuando cruzó, cuando marcó en el mano a mano. En el inicio del segundo tiempo, en el momento en que los jugadores fueron a buscar su ubicación, desde la tribuna local cayó estruendoso el reconocimiento.

5 El gol de Estévez. Michelini recibió el rebote de un tiro libre en el círculo central, levantó la cabeza y apuntó al flanco derecho, tratando de evitar el offside. El balón llegó como un platillo volador (se recuerda que había sido impulsado por Michelini) y Romagnoli lo hizo aterrizar en colchón inflable con forma de botín. Muerta la pelota, el 10 de San Lorenzo enganchó para eludir a Gabrich y a la salida de la gambeta metió el centro pasado, a ras del piso, al segundo palo. Con tres cuartos de gol ya hecho, Romeo no llegó a tiempo para conectar y Estévez, que llegaba por detrás, metió el cañonazo y salió corriendo a festejar. Fue justicia, San Lorenzo merecía ir ganando, al menos por un gol de diferencia.

6 El canto de la muerte. Los antecedentes de violencia registrados en el clásico eran muy fuertes: la última vez que se habían enfrentado en el nuevo estadio de San Lorenzo, en diciembre de 1997, el simpatizante de Huracán, Ulises Fernández, murió como consecuencia de un choque entre hinchadas. Por eso, en el inicio del segundo tiempo y luego en otros pasajes, desde la tribuna visitante se pudo escuchar el “se siente, se siente, Ulises está presente”. Del otro lado, la respuesta no tardó y enun tono desafiante casi patético: “...No te olvidés/ lo que pasó la última vez”.

7 El empate. En el inicio del segundo tiempo, Huracán mostró una actitud un poco más atrevida. En desventaja, se paró un poco más adelante e intentó acercarse al arquero Saja. Pero ante la falta de profundidad, a los 11 minutos Babington mandó a la cancha al habilidoso Padra. El premio lo encontró tres minutos más tarde, cuando Padra metió la pelota de cuchara por arriba de toda la defensa de San Lorenzo y dejó a Berti solo ante el arquero. El ex volante de River definió con un toque suave después de eludir a Saja, que se asustó y no se animó a rechazar.

8 El cabezazo en el travesaño. No debe ser complicado para el que llega por un costado de la cancha, con la pelota al pie, meter el centro buscando a Abreu, cuya cabeza, pintada de amarillo huevo, ejerce una poderosa atracción. No debe ser difícil apuntarle a la cabeza de un compañero cuando el que intenta tirar el centro es alguien que le pega muy bien a la pelota, como Romagnoli. Sencillamente, entonces, a los 43 minutos del segundo tiempo, Romagnoli, encarando por la derecha, lanzó el centro a la cabeza de Abreu. Desde la punta de ese semáforo amarillo que es Abreu salió la pelota que destrozó todas las bombitas rojas que había sobre el travesaño de Ríos, anunciando el peligro inminente. De milagro se salvó en ésa Huracán.

9 El tapadón de Ríos. En la última jugada del partido, cuando los santos rogaban a todos los ídem por el golcito agónico y los de Huracán hacían votos de silencio y de susto; en la última jugada del partido, en el penúltimo de los mil centros que tiró San Lorenzo al final, Paredes lo buscó a Abreu, peligro de gol. La pelota sobró a Lobos, que llegó a destiempo una vez más, peligro de gol. Abreu bajó la pelota con el pecho, peligro de gol. Abreu se acomodó para pegarle, peligro de gol. Ríos parecía resignado, pero le puso el cuerpo a la realidad, al peligro, al tiro mortal de Abreu. Corner. ¿Corner? ¿Cómo que corner? Los hinchas de San Lorenzo no podían creer que la pelota hubiera rebotado en la pierna izquierda de Ríos y no en la red. Moner tampoco lo podía creer y por eso le dio un sincero abrazo a su compañero, sin reparar en que el espectáculo debía continuar.

10 La alegre despedida. El final de un partido más bien pobrecito mostró un principio de reconciliación entre los jugadores de San Lorenzo y su gente. Luego del final polémico la semana pasada en la cancha de Platense, donde después de vencer 1-0 a Almagro los jugadores se reunieron en el centro del campo y decidieron no saludar a sus seguidores, mientras éstos los despedían bajo un coro de silbidos, ayer la relación fue distinta. Después del empate, los futbolistas levantaron los brazos hacia la tribuna local, y desde allí bajaron los aplausos en reconocimiento al esfuerzo que habían realizado. Por el lado de Huracán, los jugadores armaron un scrum de festejo, mientras los hinchas revoleaban las camisas en señal de triunfo. Porque el empate en el Nuevo Gasómetro había costado precisamente eso, un triunfo.

 

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