Por
F.M.
Cuando a fines del año pasado Carlos Bianchi abrió el paraguas
y vaticinó un 2001 de transición, nadie imaginó la
rapidez con la que esa idea profética iba a concretarse. Boca está
hoy último en la tabla y no da muestras de mejoría, al menos
en lo inmediato. Sigue con titulares, suplentes, juveniles y todo, sin
jugar bien y sin encontrar claridad para el gol, porque no tiene todos
los elementos que conformaban su fórmula del éxito. El entrenador
dijo que la gente debe acostumbrarse a ver a los juveniles porque
la institución no está para comprar, y aseguró
que en la Libertadores los jugadores estarán más enchufados
porque no es lo mismo un partido local que uno internacional.
Desorientación, indecisión, falta de sorpresa, son algunos
de los males que están atacando a este Boca, que sale a la cancha
eufórico, esperando la oportunidad de resurgir, y se va arrastrando
los pies y con la cabeza baja, por más que su hinchada se desarme
en gritos y aplausos consoladores. Pasa que a Boca le falta algo, llenar
las ausencias que quedaron en eso, porque a Bianchi le falló el
experimento de la rotación de sus promesas y no encontró
aún ningún sustituto de ley.
Mientras, los dirigentes están alertas y buscan un reemplazo para
Bianchi, que termina su contrato a fin de año y de tener una oferta
del Barcelona podría irse antes. Se habla de Miguel Brindisi, de
una dupla conformada por Mario Zanabria y Carlos Veglio, y hasta de Carlos
Ischia, si es que Bianchi no encuentra club y decide descansar alguna
temporada. Pero por el momento no hay nada seguro.
Esta es una situación que no nos gusta. Estar últimos
no le da placer a nadie. Pero tenemos que ser realistas porque aquí
hubo muchos cambios, y se incorporaron muchos chicos nuevos que son el
futuro de Boca, comentó el entrenador tras la derrota ante
Almagro. Y enseguida le tiró la pelota a los dirigentes: El
hincha debe comprender que estos chicos son el futuro y que la institución
no está para comprar un jugador que vale 5 millones de dólares,
porque no los tiene y esto es así de simple.
A Boca le falta gol y le falta también gracia. Ni Barijho ni Pandolfi,
ni el juvenil Herrera, andan derechos. Al primero cuesta entenderlo, el
segundo no encuentra su lugar en la cancha y el tercero, que está
mejor parado que los otros dos, desperdicia situaciones increíbles,
quizás debido a los nervios o a la presión. El problema
es que a Boca le cuesta generar juego y no crea muchas situaciones por
partido, lo que hace que se extrañe mucho más la efectividad
en el área rival. Riquelme está muy solo en el medio, porque
sus compañeros por los laterales, Pérez y Marchant, no logran
asociarse con él y encima dejan espacios en el medio, que Serna
logra cubrir exigiéndose más de la cuenta, lo que provoca
que después reaccione mal o violentamente ante situaciones menores.
Y cuando esta maquinaria del error se pone en marcha, Riquelme parece
sentirse a disgusto y se entrega a la desidia, y Boca desaparece.
Tampoco se salvan de este momento los defensores, aunque estén
mejor que las otras líneas, quienes se muestran confundidos cuando
los rivales los atacan con insistencia, algo a lo que Boca se había
desacostumbrado.
Ultimo en la tabla y sin chances reales, el equipo apostará lo
poco que tiene a la Libertadores. Bianchi, por su parte, volvió
a cargarse al grupo sobre los hombros. La discusión que tuvo con
Burdisso tras la derrota es demostrativa. El defensor se equivocó
en el gol de Almagro, y cuando se iba al vestuario Bianchi lo obligó
a salir nuevamente para saludar a los hinchas, aunque el jugador se resistía.
En el certamen internacional, dice Bianchi, los jugadores cambian la mentalidad.
Habrá que ver hasta cuándo Boca puede sostener su mística
ganadora en estas condiciones
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