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La pelea del año

Hacía tiempo que un combate de entrecasa no concitaba tanta atención, y esa expectativa se vio retribuida por lo que sucedió en el ring, donde Raúl Balbi venció por nocaut técnico a Alberto Sicurella y ganó el derecho a pelear por el título mundial.

Por Daniel Guiñazú

La pelea del año fue ni más ni menos que eso: la pelea del año. Alberto Sicurella (61,200 kg), el campeón argentino de los livianos, y Raúl Balbi (61,050 kg), el campeón sudamericano de la categoría, no defraudaron ninguna de las expectativas que habían despertado en una semana en la que se habló de boxeo como pocas veces en los últimos tiempos. Y protagonizaron en la medianoche del domingo, sobre el ring caliente del Centro de Educación Física Nº 2 de Caseros, en la provincia de Buenos Aires, algo menos de media hora de acción en la que hubo de todo: pasión y entrega, guapeza y talento, creatividad y potencia, gloria y drama. Ganó Balbi por nocaut técnico en el 10º round cuando el combate estaba parejo, y el triunfo a igual distancia de uno y de otro. Perdió Sicurella en la mejor de sus 58 salidas profesionales, pero el resultado es lo que menos importa: el que terminó victorioso fue el boxeo, reivindicado arriba y abajo del cuadrilátero, después de tantas noches olvidables, por una pelea como las de antes, esas que daba gusto ver y contar, esas que emocionan cada vez que trepan al tinglado de la memoria.
Terminó privando el mayor vigor de Balbi. Pero no por la vía que se suponía. La previa del combate imaginaba a Sicurella haciéndose fuerte en su esquema habitual de retroceso y contraataque y a Balbi yendo al frente, tratando de cerrarle el paso y de frenarlo con golpes duros a los planos bajos. Era Balbi quien tenía las mejores chances en la primera mitad del pleito. Y era Sicurella a quien se suponía dominando en los tramos finales. Pero nada de eso sucedió. Sicurella se plantó como nunca en su carrera, a Balbi le costó más de la cuenta darle alcance y fue Balbi quien acabó quebrando en el último tercio, cuando de energía a ninguno de los dos les quedaba nada, y sólo su orgullo y su coraje los mantenía en pie.
¿Por qué Sicurella, en una pelea clave para su futuro, quemó sus libros, burló su historia e hizo lo que casi nunca había hecho? A la hora de intentar explicar semejante cambio estratégico, quizás tenga que ver un desafío interno que quería ganarse a él mismo y ganarle al ambiente: nadie jamás puso en duda su habilidad y la pulcritud de su estilo contraofensivo. Pero se miraba con desconfianza su agresividad y el aguante de su quijada. “Boxea lindo y bien, pero no pega y hay que ver qué pasa el día que le peguen”, decían de Sicurella. Y él quiso desmentirlos a todos. Por eso salió a sorprender y lo consiguió. En los tres primeros rounds, de los dos fue el más activo. Peleó de la mitad del ring en adelante, nunca dio un paso atrás, lo llevó a Balbi contra las cuerdas y lo anticipó casi siempre con su izquierda en punta y su derecha detrás. Asumió riesgos Sicurella. Se prendió en la pelea pura, una especialidad que no es la suya. Y quizás allí estuvo la clave última de su derrota.
Porque está claro que a sus puños elegantes les falta el vigor que sí tienen los de Balbi. Y una prueba concluyente la tuvo en el tercer round: Sicurella colocó muy buenas izquierdas y perfectos uppercuts de derecha para frenar el avance de Balbi. Pero una zurda descendente de Balbi lo conmovió y puso en evidencia que tres o cuatro manos suyas equivalían en poder a una sola de Balbi. Era más vistoso lo de Sicurella. Pero más efectivo lo de Balbi. Y así fue siempre hasta el final.
En el sexto asalto, Sicurella volvió a prenderse. Y volvió también a llevar la peor parte: Balbi lo pescó en la punta de la pera con una sucesión de derechas e izquierdas y la cuenta de protección del árbitro Fernando Peyrous lo salvó de un nocaut inminente. Balbi se ahogó intentando definir. Y Sicurella se repuso a tal extremo que ganó los rounds 8º y 9º apelando a su vieja receta de caminar y tocar desde afuera con su izquierda rápida en cross. Al comienzo del 10º round, cada uno ganaba en una tarjeta por un punto, en la restante estaban igualados y el público, de pie en el ring side y en las populares, bramaba de placer y asombro por el peleón que los dos muchachos de Moreno le estaban entregado en el centro de una hoguera en la que sobraban el calor y las emociones.
Sicurella apuró otra vez. Pero fue Balbi el que terminó definiendo.Le acertó a la mandíbula de Sicurella con una derecha y las piernas del campeón argentino flamearon como si el ring se estremeciera debajo de ellas. Después le pegó otra derecha en la frente y Sicurella empezó a pestañear como si su mente hubiera entrado en cortocircuito. Con el último hilo de fuerzas que le quedaban, exhausto pero no derrotado, Sicurella se amarró con desesperación. Quizás había espacio para una nueva cuenta de protección. Pero el árbitro Peyrous lo vio tan mal que se apresuró en decretar el nocaut técnico para satisfacción de la mayoría de los 2800 espectadores, que llevaron en andas a Balbi, empleado de la Secretaría de Deportes de la Municipalidad de Tres de Febrero y, por eso, candidato de la gente del lugar.
¿Cómo sigue la historia? Balbi –hasta ayer, 7º en el ranking de los livianos de la AMB y hombre de Osvaldo Rivero, promotor de la velada– quedó en línea para enfrentar antes de fin de año y por el título al ganador del combate entre el campeón japonés Takenori Hatakeyama y el retador francés Julien Lorcy. Y Sicurella –hasta ayer, 3º en el mismo escalafón y obligado injustamente a la eliminatoria– quedó postergado por el momento. “Me gustaría que me den la revancha, pero me parece que voy a tener que buscar el título por otro lado”, dijo con no poco realismo, mientras a las dos de la madrugada firmaba autógrafos y se sacaba fotos como si él, y no Balbi, hubiera resultado ganador. Estaba satisfecho, en paz consigo mismo. Había hecho la mejor pelea de su vida. Pero no fue suficiente. Balbi tuvo el vigor que a él le faltó para pegar y para aguantar, y por eso fue quien terminó con los brazos en alto al final de la mejor noche que en años tuvo el apaleado boxeo argentino.

 

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