Por
Karina Micheletto
Yo
le sigo cantando a la lucha de los desesperados. Sigo cantando a favor
de los derechos de los hombres y en contra de este sistema que todo lo
corrompe, que desaparece a grandes sectores sociales y saca lo peor de
las personas. Víctor Heredia sostiene que aún hay
cosas para decir y esta época del año lo sensibiliza aún
más. El próximo viernes se presentará junto a Joan
Manuel Serrat, Pablo Milanés y Jaime Roos en el estadio de Ferro
Carril Oeste, en un show que intentan refrescar la memoria sobre los 25
años del golpe militar que inauguró la sangrienta dictadura
concluida en 1983.
La participación en el festival del autor de El viejo Matías
y Sobreviviendo suena casi lógica. A despecho de su
target de cantautor comprometido, hay un hecho en su vida que lo marcó
para siempre: su hermana María Cristina desapareció ese
mismo año, 1976, un 17 de junio. Un comando del Ejército
entró a la casa donde vivía y la secuestró, junto
a su pareja, ante la mirada de su hija, una pequeña de dos años.
Por supuesto, preferiría escribir sobre otras cosas, pero
estoy parado en este mundo, pasé lo que pasé y veo lo que
veo, no tengo otro remedio, señala, en una entrevista con
Página/12.
Heredia aclara que para él actuar en este tipo de eventos es casi
un imperativo moral. Hay que apoyar estas luchas porque la memoria
colectiva pasa por allí. Si las Madres no estuvieran, ¿qué
nos quedaría, en que podríamos creer hoy?, pregunta.
El recuerdo de María Cristina surge con naturalidad: Era
una gran luchadora. Enseñaba en una escuela rural, en Moreno. Todos
la querían porque se preocupaba mucho por los chicos y también
por el gremio docente.
¿Cómo resumiría aquellos primeros momentos
de la dictadura?
Con la desaparición de María Cristina, mi madre en
un año se quedó sin su hija, sin su cuñado y sin
su marido, porque mi papá falleció al poco tiempo, de puro
dolor. Mi viejo era bancario, a mi mamá le quedó una pensión
mínima y la familia destrozada. Eran las primeras desapariciones
y andábamos de aquí para allá, con abogados, hábeas
corpus, reuniones con la Iglesia, con los militares. Hasta llegamos al
Vaticano, pero en ningún lado nos ayudaron.
Heredia había escrito una canción dedicada a su hermana,
Carta a María Cristina, que fue editada en 1973, en
el disco Razones. Era como un saludo, después de la primera
manifestación en la que participó, en la que le pegaron
balazos de goma. Con el tiempo escribí otras canciones dedicadas
a su memoria, como Todavía cantamos y Mandarinas,
esta última más íntima, porque el dolor fue haciendo
su trabajo.
El cantautor
que alguna vez fue icono de la canción de protesta hoy mantiene
su perfil, pero en su condición de clásico. A fines del
año pasado editó Heredia en vivo 1 y 2, dos volúmenes
que aúnan gran parte de su obra más conocida, y que cuentan
con la participación de artistas como Silvio Rodríguez,
Víctor Manuel, Ana Belén, Mercedes Sosa, Fito Páez,
Peteco Carabajal y Lito Vitale. Se trata de una recopilación de
temas grabados en diferentes actuaciones, entre los que hay algunas canciones
menos conocidas, como Arrabal azul, que el artista presenta
como su último Informe de situación. El disco
fue editado por el sello que Heredia conduce junto a Fernando Iborra,
Alter-nativo Americano, una propuesta independiente que también
ha dado cabida a artistas como Javier Lencina, Alberto Cortez y Raly Barrionuevo,
el santiagueño que triunfó en el último festival
de Viña del Mar con el tema Nación de amor,
compuesto por Heredia.
Hoy, en democracia, ¿qué espacio tienen los músicos
populares?
Los autores y los compositores están, pero las compañías
sólo manejan la variable del número, y si un artista no
deja catálogo no sirve. Alguna vez dije que sentía que a
mi generación la querían hacer desaparecer.
¿Qué le ocurrió puntualmente a usted?
Es doloroso cuando te dicen que no cumplís con los requisitos
de la compañía y te estás yendo con dos discos de
oro. Esto está agravado por la circunstancia de que tengo cuatro
paredes cubiertas por discos de oro, doble y triple platino, entregados
por la compañía. Es lógico que no todos lo que uno
graba puede llegar a ser éxito, pero creo que he vendido más
de un millón y medio de discos para ellos. No sé con qué
visión descartan a un artista de catálogo como Mercedes
o yo, pero evidentemente no es una actitud que responda a una lógica
comercial. Hay algo que no cierra. Intuyo que hay una decisión
de las cabeceras de las multinacionales de usufructuar el mercado con
música melódica y rock importado. Es devastador, porque
los medios de comunicación sólo pasan el repertorio señalado
por las multinacionales. Uno debe recibir con alegría, hasta hacer
una reverencia, cuando le pasan un tema en alguna FM. Así es como
van borrando a toda una generación de cantautores argentinos, y
se va perdiendo la posta.
¿Cuáles son para usted las figuras que hoy abren el
camino, que tienen cosas para decir?
Hay muchos, los que yo más admiro son Chico Buarque, Silvio
Rodríguez, el Nano Serrat. Los nombro a ellos porque me parece
que son verdaderos artistas. Admiro el lugar desde el que arrancan y el
lugar desde el que ven las cosas. Tienen una agudeza estética y
una investidura humana muy profundas. Cuando aprecio la obra de otros
compañeros lo hago desde el punto de vista artístico, estético.
Admiro a quienes proponen desde la belleza la recuperación de cosas
que el ser humano ha perdido. Tengo la sensación de que a veces
algunos autores, en el afán de señalar estas crueldades
por las que atraviesa el planeta, lo hacen desde un lugar demasiado directo.
Y nosotros como artistas tenemos la obligación de tener un punto
de vista estético sobre lo que pasa, y transmitirlo de esa manera.
Para mí el panfleto no sirve.
¿Cuál es esa línea divisoria dentro de su obra?
Yo no me puedo poner a pintarrajear paredes, a hacer panfletos en
grafittis. Mis armas son la palabra, la música y el canto. En muchas
oportunidades se me he acusado de ser coyuntural. Yo soy un hombre coyuntural,
no puedo evitar estar metido en este planeta. Pero veo las cosas como
un artista, cuando las transmito desde mi guitarra o desde un poema soy
absolutamente consciente de que estoy haciendo música y poesía
sobre algo que me acaba de conmocionar. No pierdo nunca de vista que soy
un artista y creo profundamente en la belleza. No soy un político,
ni un guerrillero, ni un hombre de barricada, aun cuando mis canciones
hayan servido en determinadas circunstancias para eso. Y creo que las
canciones, por cruentas que sean, como Todavía cantamos
o Mandarinas, la que le dediqué a mi hermana desaparecida,
tienen que ser inexorablemente bellas. Si perdemos ese punto de vista,
estamos derrotados.
Recuerdos
de los años de plomo
Cuendo secuestraron
a mi hermana y a mi cuñado yo no sabía qué
les estaba pasando. Buscando noticias sobre ellos me entrevisté
con militares, y más de una vez me tiraron una carpeta
en la que estaba detallado quién era yo y me decían
ve, por eso está prohibido usted. Si ni siquiera
estuve en el festival ese que hicieron por lo de Malvinas...
Las primeras amenazas
fueron de la Triple A. La primera vez me dieron 7 días para
irme del país. La segunda, 14. Como no me fui, empezaron
a amenazar a los empresarios que me contrataban. A algunos los metían
presos cuando organizaban algún recital. A veces tocábamos
igual, con amenazas de bomba, pero avisándole al público.
Entonces, de 200 personas quedaban 50.
Como estábamos
prohibidos en todos lados, había pequeños productores
o compañeros relacionados con el ambiente artístico
que se transformaban en anfitriones. Ponían la casa, se corría
la noticia boca a boca, y a la hora del show ponían
50, 60 sillas y uno salía a cantar. Se recaudaba dinero,
que servía para traer a algún exiliado chileno, o
para hacer algún panfleto, para pagar un abogado, y también
para darle de comer al artista que cantaba. A veces había
alguna denuncia de vecinos, por el ruido, el portero nos avisaba
y en prevención de que viniera la cana, hacíamos que
el recital se convirtiera en cuestión de minutos en una reunión
de amigos. Cuando pasaba el susto, armábamos todo de nuevo,
pero hacíamos un show unplugged...
Después
del golpe pensé en dedicarme a otra cosa. Uno no sabía
cuánto podía durar la dictadura. Si era como en España
con el franquismo, me iba a pasar 40 años sin poder cantar.
Hice de todo. Vendí flores de plástico, chacinados,
chorizos secos, libros, fui marchand. Hice música para jingles,
no me quedó trabajo por hacer.
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Sólo
quedan 2 mil entradas
La
expectativa del público se manifiesta acorde con la convocatoria.
Sólo quedan dos mil entradas para el festival del próximo
viernes en la cancha de Ferro, que Madres de Plaza de Mayo Línea
Fundadora organizó con la consigna 30.000 razones nos
convocan, por la memoria, la verdad y la justicia, y que tendrá
como protagonistas a Joan Manuel Serrat, Pablo Milanés, Jaime
Roos y Víctor Heredia. Ya se han agotado todos los sectores
de platea y los remanentes corresponden al campo de juego. Las localidades
están a la venta en el teatro Gran Rex, o llamando al 4323-7200
y distintos puntos de venta de Musimundo.
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