Por
Fabián Lebenglik
La
directora de la galería Arcimboldo, Pelusa Borthwick, que viene
peleando por la difusión y el mercado de las artes plásticas
desde hace muchos años y en distintos frentes, organizó,
con el auspicio de la Secretaría de Cultura y de la Dirección
de Museos de la Ciudad de Buenos Aires, la muestra Autorretrato, a propósito
del Día de la Mujer y del tema de género en el que se enmarca
la reflexión cultural y artística, así como la lucha
política y social de las mujeres.
En este sentido, el Día de la Mujer instituido hace 24 años
por las Naciones Unidas para recordar la masacre perpetrada contra un
grupo de luchadoras obreras no es un día que se festeja,
sino un motivo de conmemoración y reivindicación, en el
camino de las conquistas y estrategias de una minoría política.
La exhibición Autorretrato tiene la intención doble de proponerse
no solo como una investigación de la subjetividad y la intimidad
de la imagen femenina, sino también como una expresión objetiva
y propositiva del imaginario de la mujer.
Para la muestra, que se presenta en varios espacios del Centro Cultural
Borges, la galerista convocó a 24 mujeres de distintos campos relacionados
con las artes plásticas para que cada una eligiera a un grupo de
cinco o seis artistas plásticas alrededor de su propia concepción
del género del autorretrato.
Las veinticuatro curadoras llevadas a la posición
de seleccionadoras provienen de la crítica de arte, la docencia,
la investigación, la curaduría, el periodismo especializado
y la teoría del arte: Irma Arestizábal, Ana María
Battistozzi, Mercedes Casanegra, Alicia de Arteaga, Rosa Faccaro, Sara
Facio, Laura Feinsilber, Valeria González, Eva Grinstein, Sarah
Guerra, Elda Harrington, Adriana Lauría, Martha Nanni, Susana Negri,
Martha Nogueira, Nelly Perazzo, Elba Pérez, Rosa María Ravera,
Patricia Rizzo, Corinne Sacca Abadi, Graciela Taquini, Alina Tortosa,
Ana van Raap y Victoria Verlichak.
De la selección que hizo este grupo de curadoras quedó
un enorme conjunto de 170 artistas plásticas seleccionadas que
participan con sus obras desde las más diversas prácticas
y técnicas de las artes visuales.
Pero las loables intenciones que funcionaron como coordenadas teóricas
de la exposición se diluyen casi por completo en la muestra. En
parte por las típicas condiciones de precariedad que suelen imponer
de los usualmente bajos estándares argentinos, en parte porque
se ha intentado abarcar demasiado, pero fundamentalmente porque la organización
desmembró el propio guión y la estructura que se había
propuesto, separando y dispersando los 24 conjuntos que funcionaban como
hilos conductores y ejes de lectura.
En la exposición del Centro Borges parece pesar más el carácter
cuantitativo que el conceptual y cualitativo. Por lo tanto se transforma
en una muestra maratónica en la que la suma de las partes no constituye
un todo o, en todo caso, la suma se neutraliza. Su misma hipertrofia por
otra parte injustificada, ya que hubiera sido más fuerte una muestra
acotada y que fuera más a fondo hace indispensable que el
espectador cuente con una guía de lectura, con un grupo de ideas
fuerza que fundamente la selección. Seguramente eso es lo que se
proponía la organizadora cuando convocó a un equipo de curadoras.
Pero 24 curadoras es una enormidad si se tienen en cuenta las condiciones
de la muestra. Al haberse dispersado cada núcleo de selección,
la exposición confunde la labor de curaduría con la de selección,
cuando la selección es solo una parte de la tarea de curaduría.
En el propio esquema curatorial inicial, ya se advierte una
suerte de hiperinflación propositiva. Más bien todo parece
ser el resultado dequerer convocar a todas o casi todas las mujeres que
actúan en el medio, homogeneizando discursos que se neutralizan
y contraponen.
Si se toma el total de las mujeres que puso en marcha esta muestra (cerca
de 300, entre artistas, curadoras, organizadoras y colaboradoras) pareciera
que se intentaba dar un panorama exhaustivo, con lo cual las exclusiones
resultan más evidentes. La exhibición se transforma en un
híbrido que no tiene la fuerza de una propuesta coherente, ni el
valor de una investigación a fondo, ni el resultado de un cuestionamiento,
ni la denuncia de un estado de cosas.
Lo que en los papeles se presentaba con un sentido determinado, en la
práctica se vuelve un paseo confuso donde las obras se interfieren
o se eclipsan mutuamente.
Al producirse la diáspora de los 24 grupos elegidos, el montaje
se limita a un criterio distributivo más o menos arbitrario. Lo
que se ve es que a lo largo de grandes espacios se convocó a todas
las que se pudo y se colocó como se pudo muchas piezas nuevas
o ya vistas hechas por mujeres. Por supuesto que a lo largo de tan
maratónica exposición los espectadores pueden encontrar
de todo, no sólo buenas intenciones y un gran esfuerzo (en parte
desperdiciados), sino también obras y artistas interesantes, que
asoman como datos de calidad detrás del dominio de la cantidad.
El interés previo que despertó una exposición de
la magnitud de Autorretrato se evapora en los altares de la cuantificación,
la retórica y la falta de rigor estético y organizativo
erróneamente sustentado en la condescendencia con las buenas causas,
que no necesariamente son un paraguas blindado. (En el Centro Cultural
Borges, Viamonte esquina San Martín, hasta el 26 de marzo.)
Memoria
de las Abuelas
Hoy a las
19, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Corrientes 2038), en el
marco del 180º aniversario de la UBA, se inaugura una muestra
con entrada libre y gratuita sobre el trabajo de las Abuelas de
Plaza de Mayo. La exposición se divide en tres capítulos.
Por una parte Memoria Gráfica, 500 chicos, 260 denuncias,
70 encuentros... que representa la visualización que
dan los jóvenes docentes y estudiantes de la Facultad de
Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la UBA, sobre
el doloroso tema que compromete a las Abuelas y a toda la sociedad.
La segunda parte de la exposición, inaugurada el mismo día,
consiste en una muestra de fotografías de Martín Zabala
que documenta distintas actividades desarrolladas por las Abuelas
de Plaza de Mayo. La tercera parte, Los desaparecidos de la
FADU, es un video documental que se presenta el 26 de marzo
a las 20.30. El trabajo se concentra en los sucesos ocurridos en
la Facultad de Arquitectura a principios de la década del
70, cuando en la UBA comenzó a darse el fenómeno de
la masividad estudiantil.
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