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La historia de los exiliados

El español Antonio Muñoz Molina presentó ayer en Madrid �Sefarad�, una novela sobre el exilio como una clave de la historia del siglo pasado.

Muñoz Molina es una de las grandes voces de la narrativa española.
Ganó el Premio Planeta y presidió
el jurado del premio Alfaguara.

Por Enrique Guzmán de Acevedo
Desde Madrid

El escritor español Antonio Muñoz Molina presentó ayer una de las novelas más esperadas por la crítica europea para este año, Sefarad, que considera un testimonio literario sobre los exilios que marcaron el siglo XX tanto en Europa como en América latina. “Existe un linaje permanente de persecución”, afirmó el autor, al explicar que hijos o nietos de los europeos que huyeron de la guerra mundial hacia América latina emigraron a fines de siglo desde América latina hacia Europa, perseguidos por las dictaduras militares y las políticas económicas. Presentado por la editorial Alfaguara como uno “de los grandes escritores españoles del siglo XX” por la contundencia de su narrativa y por el compromiso moral de sus obras, Muñoz Molina dedica su libro a los exiliados, a los acusados, a los perseguidos. “‘Es un testimonio literario propio del siglo XX, aunque el fenómeno de los exilios existió en otras épocas y puede caracterizar también al siglo XXI”, señaló el escritor, ganador en 1991 del Premio Planeta.
“Esta es una novela de novelas”, afirmó al explicar que fue “dibujando” su obra a partir de historias reales que se confunden con la ficción. Sefarad es una novela de persecuciones, exilios y desarraigos: un conjunto de historias que tienen como raíz común el éxodo, la huida, el viaje obligado. El fascismo hitleriano y el totalitarismo soviético stalinista, así como las dictaduras militares del general Francisco Franco (1939-1975), de Augusto Pinochet (1973-90) y de las juntas militares en la Argentina entre 1976-1983 constituyen los puntos neurálgicos de la novela.
“Creo que, cuando se produce el exilio, quien pierde es el país del que se va la gente y gana el país que la recibe”, dijo antes de criticar los obstáculos que se ponen actualmente en España y en otros países europeos a los inmigrantes. “Cuando circulan libremente los capitales pero no las personas, algo raro está ocurriendo”, señaló el escritor al subrayar que la “riqueza máxima que recibió Estados Unidos durante el siglo XX fue aportada por los emigrantes expulsados de todas partes.” Muñoz Molina está de acuerdo con las leyes que deben regir las migraciones, pero rechaza toda norma, por “ser contraria a la humanidad”, que impida el libre desplazamiento de las personas o que los perseguidos no puedan encontrar un hogar en otros países. “Siempre el que sale perdiendo es el país que expulsa, pues el que se va es el que tiene más iniciativa, el que se resigna menos”. La mayor tragedia de la Guerra Civil Española fue “perder tanta inteligencia de tanta gente que se fue” a otros países. “La ciudadanía” es la única vía que define la individualidad del hombre, y no su pertenencia a tal o cual grupo. “Por eso me gusta el camino marcado por la Revolución Francesa con ese reconocimiento a la ciudadanía, el derecho al suelo, y no el derecho a la sangre”.
“No se puede construir una convivencia a base de identidades rígidas, y una prueba del fracaso de tal sistema está en lo ocurrido en Yugoslavia”, añadió el escritor antes de subrayar que la única manera de hacer justicia al respecto “es abandonar el narcicismo de la diferencia menor y ser un poco adultos y resaltar aquello que podemos tener en común, en vez de aquello que más o menos imaginariamente nos separa”. Para el escritor, lo que define a una persona es su carácter de ciudadano. “A mí no me define el color de mi piel, ni mi orientación sexual, ni siquiera mi idioma”, remarcó.

 

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