Por Maximiliano
Montenegro
Domingo Cavallo, el Supremo.
El flamante ministro de Economía envió anoche un proyecto
de ley al Congreso para que éste delegue funciones legislativas
durante un año en el Ejecutivo que le permitiría, entre
otras cosas, eliminar o modificar organismos públicos, quedando
su personal bajo normas de la actividad privada; privatizar organismos
como la AFIP; crear o suprimir ministerios; crear o eliminar exenciones
impositivas y disminuir tributos y tasas; y hasta modificar la legislación
laboral y previsional. En el mismo proyecto coló la creación
de un impuesto a todos los movimientos de cuenta corriente y la obligación
de que todas las operaciones de superiores a 1000 pesos pasen por los
bancos (ver aparte). El superministro envolvió el paquete bajo
el atractivo nombre de ley de competitividad que, dijo, permitiría
sacar al país de la depresión económica.
En tanto, aseguró que la iniciativa que empezará a tratarse
hoy mismo en el Congreso, que había tenido buena recepción
entre gobernadores y legisladores, y que tenía esperanza de que
pudiera aprobarse con rapidez.
Sin embargo, las reacciones fueron diversas. Los gobernadores, conformes
con la promesa de que no se tocarán los subsidios regionales ni
el fondo de incentivo docente, se mostraron permeables siguiendo un axioma
básico de la política argentina de la última década
que López Murphy desconoció y Cavallo sabe de memoria. Si
a los gobernadores no les tocás sus fondos apoyan cualquier cosa,
hasta las reformas más profundas, explicó a este diario
un ex funcionario menemista, devenido en asesor de gobiernos provinciales.
En cambio, los legisladores, tanto del PJ como de la Alianza, se resisten
a otorgarle semejante poder y evalúan alternativas para no entorpecer
la gestión de el salvador.
Si Cavallo, que ayer se cuidó durante toda la conferencia de prensa
de no mencionar ni una vez al presidente ni a la Alianza, logra los superpoderes
que solicita, De la Rúa en lo que resta del año tendrá
tiempo de sobra para abocarse a la jardinería en Olivos y muchos
legisladores también dispondrán de tiempo libre para acompañarlo.
El proyecto redactado por Cavallo delega en el Ejecutivo la facultad de
sacar por decreto medidas que, de otra forma, inexorablemente seguirían
un largo trámite parlamentario. Del listado de esas medidas, se
desprenden algunas altamente conflictivas. Así, se declararía
la emergencia pública por el lapso de un año,
período en el cual el Ejecutivo podría:
Modificar la legislación
laboral y previsional. Este es, tal vez, el punto más conflictivo.
Porque es sabido que Cavallo le gustaría quitar la PBU (Prestación
Básica Universal) de las jubilaciones futuras, tal como constaba
en el proyecto original que impulsó José Luis Machinea y
luego tuvo que revisar. Además, plantea seguir avanzando en la
reducción de los aportes patronales iniciada en su gestión
anterior, que acentuó el desfinanciamiento de la seguridad social,
y la eliminación de convenios colectivos de trabajo.
Introducir una profunda reforma
del Estado, concentrando, descentralizando y suprimiendo organismos públicos.
Según Cavallo, éste es un instrumento para luchar
contra la burocracia y la corrupción. Pero hay quienes temen
que esto habilite despidos de personal.
Asimilar las normas del empleo
público a las del empleo privado, de modo tal disponer de una reorganización
del personal, sin más limitaciones de las que determinen
las necesidades de un mejor funcionamiento y eficiencia de su gestión.
En la práctica implicaría la pérdida de estabilidad
del empleo público.
Privatizar o convertir en sociedades
anónimas organismos con la AFIP, una propuesta que el ministro
vienen sosteniendo desde hace tiempo, de modo de ofrecer un nicho más
de negocios a potenciales inversores.
Garantizar el pago de la deuda
externa con recaudación futura o activos públicos. En este
último caso, hay quienes especulan que se podría incluir
hasta el mismo Banco Nación, además de privatizaciones en
la mira como la Casa de la Moneda y la Lotería Nacional.
Crear recursos de afectación
específica (tasas, impuestos, peajes) para financiar obras
de infraestructura.
Eliminar exenciones impositivas
y disminuir impuestos. Esto le permitiría a Cavallo generalizar
el IVA (a la TV por cable, espectáculos deportivos, culturales
y cine, entre otros sectores), además de extender el impuesto a
las Ganancias a áreas hoy exentas como ser las actividades de las
fundaciones. Aunque no lo tiene en carpeta en el corto plazo, si quisiera
podría también gravar con Ganancias la compra y venta de
acciones y títulos públicos, intereses de los plazos fijos,
etc. Entre los impuestos que Cavallo planea bajar están el impuesto
a la renta mínima presunta y a los intereses, lo que sería
bienvenido por los empresarios.
Crear o suprimir ministerios,
según lo estime conveniente. En Economía admiten
que el presidente estuvo hasta último momento reacio a aceptar
que este punto se incluyera en el proyecto por temor a que el ministro
quisiera barajar y dar de nuevo en el organigrama del Gabinete nacional,
de acuerdo a las nuevas alianzas políticas que vaya tejiendo.
En el año electoral, qué duda cabe, reinaría Domingo
II.
PROMETE
BAJAS DE HASTA 20 POR CIENTO EN LOS COSTOS
La apuesta es a todo o nada
Un día después
de haberse cumplido el décimo aniversario de la elevación
al Congreso de la Ley de Convertibilidad, Domingo Cavallo que recordó
el hecho en conferencia de prensa hizo público el proyecto
de Ley de Competitividad, una ley marco que otorga los instrumentos
para sacarnos de la recesión, hoy convertida en depresión,
resaltó. Según señaló el mediterráneo
en su retorno triunfante al Palacio de Hacienda, a través de este
instrumento será posible inducir a una baja de hasta el 20
por ciento en los costos de producción de los sectores exportadores,
en una primera etapa, y de otros productores de bienes transables que
compiten con importaciones después. Hoy, la gran duda de
quienes nos observan es si es posible salir de esta depresión sin
tocar la convertibilidad: venimos a responder que sí, es posible,
con este instrumento, afirmó Cavallo frente a las cámaras
de los noticieros, un nutrido número de periodistas y a los funcionarios
más cercanos o que lo acompañarán en su equipo, aún
no designado.
Las herramientas reclamadas por Cavallo le permitirán al Ejecutivo,
señaló, eliminar impuestos a los bienes de capital,
los insumos, el crédito y otros costos regulatorios, facultades
que sin una ley especial son privativas del Congreso, pero que no
las podría instrumentar con la velocidad que se necesita,
mencionó. Cavallo refirió que dichas atribuciones le permitirían
actuar sobre la reestructuración del aparato del Estado, la legislación
laboral, las exenciones y tasas impositivas, y crear contribuciones destinadas
a obras de infraestructura, entre otros puntos. Apenas lo sancione
el Congreso, todos los días se conocerán medidas,
aseguró.
Ustedes se preguntarán cómo se financia todo esto,
preguntó el ministro para dar pie a la presentación del
proyecto de impuesto a la transacción financiera (ver aparte).
Nos permitirá inaugurar un método de recaudación
que ya probó su eficacia en Argentina en el 91 y en los últimos
dos años en Brasil, refirió. Se podrá
tomar total o parcialmente a cuenta del IVA o del impuesto a las ganancias,
y tiene la ventaja de que se cobra en el momento en que el contribuyente
tiene liquidez, que es cuando paga un cheque o realiza un depósito
en cuenta corriente, agregó el ministro.
Cavallo señaló que estaba convencido de que, con estos
instrumentos, vamos a revertir la situación económica, y
la gente va a percibir muy rápidamente el cambio de tendencia.
En cuanto a los operadores económicos en general, pronosticó
que ya nadie sospechará que pueda haber devaluación
o cambio de moneda y que, a partir de allí, será
sencillo recuperar el crédito público para seguir
financiando los compromisos de la deuda.
El ministro se refirió a los contactos con legisladores de distintos
bloques y gobernadores realizados durante la jornada, en los que aseguró
que tuvo muy buena receptividad hacia las medidas propuestas
en el proyecto y se manifestó optimista en poder contar con
la ley en pocos días. Señaló que, con ese objetivo,
a partir de mañana (por hoy) prácticamente me voy
a instalar en el Congreso, para trabajar en la explicación y la
discusión una vez que se constituyan las comisiones de las cámaras.
Pero anticipó que espera el respaldo de todos los sectores
políticos, sin banderías, porque a todos les interesa la
recuperación económica.
Durante el diálogo con la prensa, Cavallo admitió haber
mantenido contacto con el ministro de Hacienda de Brasil, Pedro Malan,
a quien le anticipó que las medidas en marcha requerirá
el incremento de aranceles a las importaciones de bienes con destino al
consumo final, pero aclaró que ello de ninguna manera
supone romper el Mercosur, sino vigorizarlo, porque vamos hacia un área
de libre comercio más eficiente. Advirtió que, en
caso de que Brasil no lo acepte, Argentina pedirá un waiver
(perdón excepcional) para salirse temporalmente de las obligaciones
del acuerdo regional. Este no es el paquete de ajuste tradicional,
no es un plan; cuando se quitan las trabas al accionar del sector privado,
responden, y se genera un vigoroso crecimiento, y también se dan
las condiciones para la creación de empleo, señaló
Cavallo al explicar cómo espera que reaccione la economía
con estas medidas. La eliminación de impuestos distorsivos
y rebajas de aranceles de importación para bienes de capital e
insumos sólo alcanzará al sector transable (productos
que se intercambian con el exterior), comenzando por los sectores y regiones
más afectados por la sobrevaluación del peso. Pero
aclaró que este desvío se va a terminar corrigiendo
sólo, cuando se aprecie el euro y otras monedas con respecto al
dólar.
Con referencia a la posibilidad de un cambio del dólar por una
canasta de monedas, señaló que dependerá de
las circunstancias, es una decisión de los agentes económicos,
pero si la adoptáramos hoy, agravaríamos el problema de
sobrevaluación.
ASESOR
DE IMAGEN PARA TV Y MAQUILLADORA PERSONAL
Salió el modelo Cavallo 2001
Por Raúl
Dellatorre
Domingo Cavallo ya no es el
que era hasta 1996. No apabulla con argumentos, fundamentados o falaces,
disparados a gran velocidad para que fuera difícil seguirlo o refutarlo.
Ahora habla pausado, en lenguaje sencillo. En la década anterior,
cada presentación suya era condimentada con alusiones reiteradas
al respaldo del presidente Menem, mientras que ayer no mencionó
una sola vez, ni aludió siquiera, a Fernando de la Rúa o
a la Alianza. Sabiéndose en el centro de la escena política,
les habla a las cámaras y no a los periodistas presentes en la
conferencia de prensa, bajo evidente influencia de su flamante asesor
de imagen televisiva, Hugo Moser. Les hablo a los que producen,
los que invierten, los que trabajan, a los golpeados por tres años
de recesión, a las familias de los desocupados..., actuó
ante las cámaras para cerrar la conferencia de prensa, perfectamente
maquillado por una profesional que ingresó a su despacho, convertido
en camarín, minutos antes de presentarse ante los periodistas.
El Cavallo 2001 que irrumpió en un gobierno que le era ajeno se
plantea objetivos inmediatos, paso a paso, consistentes con su meta de
mediano plazo. Lo que ayer llevó preparado para su anuncio no
es un plan, ni un paquete de medidas. El objetivo de ayer era otro:
entrar en los hogares, dar un golpe de efecto para granjearse la confianza
de la gente. No era el espectro político, con el que estuvo lidiando
todo el día, ni los rebeldes mercados, el destinatario
de su mensaje de ayer. Ya llegará el tiempo en el que utilice los
medios de comunicación para dirigirse a aquéllos. Ahora
necesita que la gente descorazonada vuelva a creer, no en la clase política
ni en el gobierno en general, sino en él.
En su primer quinquenio como ministro (1991/96), Cavallo buscaba mostrarse
como un técnico solvente, el más capacitado para el cargo,
dotado de las herramientas, el conocimiento y la decisión necesaria
para inducir el comportamiento de los agentes económicos (empresarios,
banqueros, inversores). Hoy es el político que comprende la angustia
de la gente, que tiene la solución a sus problemas, que promete
llevar a los empresarios a regenerar el crecimiento. Nunca voy a
hablar de números, no va a hacer mi estilo ese de los mensajes
llenos de cifras y previsiones para que la gente después se comporte
como inspectores del FMI, dijo ayer. No me van a escuchar,
en los próximos meses o años, hablar de medidas macroeconómicas,
dijo sobre el final de su conferencia, augurando una prolongada relación
entre la gente y él que no será la de un ministro de Economía
y la población. Ayer empezó a hablar desde un lugar distinto.
El Cavallo 2001 apela a la memoria de la gente de manera selectiva: quiere
que se acuerden de que fue el autor de la convertibilidad que erradicó
la inflación que había azotado al país durante 45
años, pero no de que aquél fue el principio de un
proceso de desmantelamiento del aparato productivo y de desocupación
masiva. Le refresca a su audiencia que ya van tres años de recesión
para que confíen en que él tiene los instrumentos, como
hace 10 años, para revertir la situación.
Nunca fue humilde, pero en su anterior gestión admitía errores,
como cuando en público dijo me equivoqué cuando
bajó los aportes patronales para combatir la morosidad y el resultado
fue una baja en la recaudación previsional. Hoy no puede hacerlo,
porque es el momento de mostrarse infalible. Se exhibe superpoderoso,
y tan sólo reclama que ese súper poder se refleje en los
instrumentos legales, para poder cumplir el rol de Salvador que, según
cree, la historia le ha asignado.
OPINION
Por Alfredo Zaiat
|
Jugar con la devaluación
Nombró dos veces la palabra prohibida para un ministro
de Economía en los últimos diez años y la que
nunca mencionó cuando fue dueño y señor del
Palacio de Hacienda y alrededores versión I. Devaluación,
dijo al prometer que se necesita bajar un 20 por ciento los costos
de la economía para evitar caer en esa ciénaga.Devaluación,
afirmó al insistir que la Ley de Competitividad servirá
para sacar a la economía de la depresión, lo que permitirá
que nadie sospeche de que habrá un ajuste cambiario. O sea,
que para Domingo Cavallo parte II, si el Congreso no aprobara su
proyecto de ley, que le delega a él (para ser precisos) facultades
extraordinarias, el camino a transitar sería el de la ruptura
del 1 a 1. Como estrategia de presión a los legisladores
es lo suficientemente fuerte y arriesgada, teniendo en cuenta la
sensibilidad que provoca el tema cambiario. También mencionó
dos veces la sobrevaluación del peso, que en cualquier otra
economía se resuelve depreciando la moneda doméstica.
No es poca cosa que Cavallo se refiera al atraso cambiario, que
es otra forma de decir sobrevaluación o debilidad del peso,
cuando él mismo no se ha cansado de promocionar la Convertibilidad
como la vía para tener una moneda fuerte. Incluso ha llegado
a pronosticar que la salida del 1 a 1 no será por el techo,
sino por el piso. Esto es que, por el aumento de la productividad
de la economía, el peso se ha de revaluar en lugar de devaluar.
Tampoco resulta irrelevante que haya planteado las dos formas que
imagina como etapa superior al 1 a 1. La primera, traumática
e impuesta por el mercado, es la devaluación de por lo menos
el 20 por ciento, según estimó Cavallo, para que la
economía recupere la competitividad perdida en los últimos
años. Para evitar esa alternativa no deseada aplicó
su estrategia preferida: mostrar el rostro del caos para hacer entrar
en pánico a los legisladores con el objetivo de conseguir
las facultades extraordinarias. Poderes que le permitirían
hacer y deshacer en áreas tan sensibles como la laboral,
previsional e impositiva. La segunda opción de devaluación,
ordenada y elegida, es la canasta de moneda. Cavallo intentó
aclarar que cuando él hablaba de esa posibilidad formaba
parte de especulaciones académicas que no tienen
nada que ver con decisiones políticas. Pero destacó
que las circunstancias, en algún momento del futuro,
pueden ligar el peso a otras monedas (euro y yen, precisó)
además del dólar. Cavallo, otro no podía ser,
convocó así al fantasma más temido de los últimos
diez años. Le dio entidad a lo que muchos no se animaron
ni a pronunciar. Dijo devaluación. Y corrió
así el riesgo de que su placer por jugar al extremo termine
por arrastrarlo también a él.
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Heterodoxia y empuje,
pero de magia poco
Por Julio
Nudler
Domingo Cavallo
citó anoche dos causas de la depresión económica.
Una, la existencia de regulaciones y trabas que no permiten liberar
las energías creativas de la sociedad. Otra, la sobrevaluación
del peso, que él no piensa corregir con una devaluación.
Omitió otras posibles causas, como el peso asfixiante de
la deuda y sus servicios, o los efectos de la redistribución
regresiva del ingreso, vía menores salarios y mayor desempleo
(incluso en etapas de bonanza), además de la absorción
sin anestesia de los shocks externos por parte de una economía
metida en el chaleco de fuerza de la convertibilidad.
La primera pregunta que surge ante su planteo es si realmente perduran
regulaciones y trabas tales que al ser removidas darán paso
a una eclosión de iniciativas e inversiones. Parece, en principio
y en cuanto a lo primero, una verdad a medias, cierta en algunos
casos, falsa en otros. En cuanto al poder movilizador de una supresión
generalizada de barreras, ¿quién puede calcularlo
de antemano? También hay que saber que las desregulaciones
suelen a su vez generar costos, económicos y sociales, como
se ha visto abundantemente en la Argentina de los últimos
diez años.
Esta fue, con todo, la parte esperable del discurso con que el Mingo
volvió a la liza. Más llamativo resultó su
hincapié en la sobrevaluación del peso, gran defecto
del régimen de tipo de cambio fijo por él implantado,
y su audaz pronóstico de que esa sobrevaluación se
corregirá sola, dando por seguro que el dólar va a
depreciarse y que las monedas devaluadas se apreciarán. Lo
cierto es que sobre el recorrido futuro del dólar sólo
puede haber conjeturas, y que prácticamente todas las monedas
flotan contra la estadounidense y pueden tanto apreciarse como volver
a depreciarse. Es, sin ir más lejos, el ejemplo del real
y también del peso chileno. Mientras tanto, el peso argentino
sigue atado por el 1 a 1.
Un elemento novedoso en Cavallo fue la diferenciación entre
los sectores de bienes transables (los que entran en el comercio
internacional) y el resto, consecuencia lógica de admitir
la sobrevaluación cambiaria. Por tanto, su estrategia de
baja de costos (vía menores impuestos) y de mayor protección
en el mercado interno (elevando aranceles para la importación
de bienes de consumo) excluye obviamente a los no transables (básicamente
servicios). Sin embargo, aunque calculó que la sobrevaluación
del peso es del 20 por ciento, concedió que el fisco no está
hoy en condiciones de compensarla para todos, por lo que sólo
atendería a las regiones y los sectores más afectados.
A diferencia de Ricardo López Murphy, para quien cortar gasto
público es en sí mismo el fin perseguido, para Cavallo
es más que nada un medio de retirar al Estado de ciertas
funciones y atraer hacia ellas capital privado. Sus poco veladas
alusiones a Impositiva y Aduana son entendibles bajo esta clave.
Esto no significa que el cordobés va a privarse de suprimir
si puede también otra clase de gastos, pero él no
elegiría de entrada rebanar el incentivo docente porque ese
recorte no da lugar a un negocio que pueda licitarse en el mercado.
Que, llegado el caso, no tiene problema alguno en borrar con el
codo y en contradecirse quedó anoche otra vez de manifiesto.
Urgido por conseguir plata como sea, anunció un impuesto
a las transferencias financieras, que percutiría sobre las
dos columnas de los resúmenes de cuenta bancarios: tanto
en los débitos como en los créditos. Aclaró
que será considerado como pago a cuenta de Ganancias e IVA.
De hecho, implica extremar el régimen de anticipos, cobrando
el gravamen en tiempo real.
Se trata, en cualquier caso, de un impuesto que, en otras circunstancias,
el propio Cavallo suprimiría (como ya hizo una vez) por distorsivo
(y mucho más ahora, en que se lo reimplanta por partida doble,
incluyendo también las acreditaciones, y con una alícuota
del 6 por mil).No guarda ninguna relación con la capacidad
contributiva: para unos puede resultar intrascendente, y para otros
muy gravoso, dependiendo del tipo de actividad. Como lo que asegura
su base imponible es la bancarización forzosa, obliga a despenalizar
la emisión de cheques sin fondos, y replanteará el
problema de los endosos. Porque el hecho de que un impuesto sea
rústico y simple, como éste, no excluye que provoque
muchas complicaciones.
Cavallo se mostró de nuevo como una arbitraria mezcla de
ortodoxo y heterodoxo. Es un privatista obsesivo, pero no le hace
ascos a subir derechos de importación para proteger el mercado
y/o recaudar. Cree en el ejercicio desmesurado del mando, y por
eso está en su elemento cuando un gobierno pierde la brújula.
Su gran arma para revertir las expectativas es la sensación
de autoridad que le transmite a la gente y la confianza que deposita
en él el establishment.
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