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TORMENTA, VIENTOS Y LA CRECIDA DEL RIO: INUNDACIONES Y TERROR
Una pesadilla que llega desde el Este

Los vientos soplaron con furia y la crecida inundó algunas zonas de la ciudad –Núñez y River– y parte del conurbano, donde casi 800 personas debieron ser evacuadas. Pero aunque no se llegó a la catástrofe anunciada, la psicosis dominó Buenos
Aires. Hoy sigue el alerta.

Por Cristian Alarcón

La caja cuadrada de cemento que es el local de Pizza Cero, en la Costanera Norte, de lejos parecía el barco maltratado por la tormenta en Cabo de Miedo. Faltaba el perverso aferrándose a la popa, pero la ola de agua marrón que se levantaba con ráfagas de hasta 75 kilómetros sobre el río llegaba al techo, dándole una apariencia perturbadora al asunto. Por suerte los pronósticos de caos, y cierta psicosis porteña que se vivió a través de los anuncios precautorios de los medios, no se cumplieron. El Gobierno de la Ciudad, quemado con leche hervida después de las inundación de enero, puso ayer en funcionamiento un auténtico plan de emergencias desde temprano. Temía la “mezcla explosiva” del paro, el anuncio de lluvia para toda la jornada y la crecida del río hasta los 3,13 metros. Esa cifra provocó 700 personas evacuadas en el Conurbano. En la ciudad de Buenos Aires cayeron 80 árboles y hubo semáforos fuera de servicio, lo que sumado a los estudiantes en clases públicas provocó un caos de tránsito durante la mitad del día. Pero sólo se inundaron dos zonas –parte de Libertador y siete manzanas del barrio River– sin que el agua llegara a entrar en las coquetas casas del Norte. El alerta rojo continúa hoy. Podrían subir los vientos, crecer el río, y otra vez, empeorar las cosas.
Los truenos, los mismos que como una concatenación política del cismo gubernamental se desatan desde días pasados, ayer dieron el clima perfecto para que la ciudad se preparara para el desastre. No es difícil ponerse pesimista y creer que para colmo, la naturaleza, profundizará las malas condiciones. Así lo expresaba ayer por radio Nilda Raggi, la mamá de Florencia. Contaba lo que le pasó en plena precipitación de los infiernos. Estaba por entrar a su casa, sobre la calle Bulnes, cuando quedó absorta ante un joven que luchando contra el agua, hundido un metro en ella, rebuscaba en las bolsas de residuos de su cuadra. Fue la distracción suficiente para que la abordara un chorro. “Dame la plata o te tiro”, le dijo. Ella se mostró tranquila, comprensiva con la “situación terrible que vive la gente”. La imagen que la conmocionó se repetía en toda la ciudad. Más allá del paro, del asueto dado por el gobierno local desde las 17 y de las precauciones de los porteños, la calle seguía habitada por los mismos que ya no tienen qué se les inunde. El 70 por ciento de la basura fue sacada a las veredas. El 30 por ciento de cumplidores fue considerado un buen índice para una ciudad tan poco educada. El miedo había calado hondo: los avisos del gobierno porteño en los medios aconsejando no usar el auto por la posible caída de árboles, evitar zonas peligrosas y, en suma, salir sólo “en caso de extrema necesidad” alimentaron un terror que llevó a muchos a encerrarse bajo llave.
Al norte, sobre la calle Solier del barrio River, este cronista confundió por un momento a tres chicos del lugar con chicos de la calle. Uno de ellos iba en patas. Llevaban en las manos bolsas blancas, pero eran las compras que la madre de uno les había encargado. Chapoteban felices en la cuadra convertida en laguna, acostumbrados ya a la escena. Ella, la abogada Isabel Trapani, se alegraba de que esta vez Defensa Civil hubiera tocado a su timbre para avisarle que la máxima crecida era a las 19.30. De hecho el personal de DC, vestido con ese impermeable amarillo que hizo famoso Abel Fatala, patrullaban las calles. También había bastante policía. El partido de la noche, entre River y El Nacional de Eduardo, por la copa Libertadores, no se suspendió ni en el máximo nivel de paranoia. El gran problema de ayer no fue exactamente la lluvia que cayó hasta llegar a los 80 milímetros sino la crecida del río, esta vez no técnicamente una sudestada, sino el efecto del viento del Este.
Con una altura normal de 1,80, su aproximación a los tres metros hace inevitable por ahora que el agua suba hacia el asfalto por las tareas inconclusas del arroyo Vega. Lo hace por las “tapas de registro”, de hierro y redondas tal como las que le dan salida a los ladrones en las películas viejas. El río también trepa por los sumideros, las rejillas alcostado de las veredas para desagotar el agua de lluvia. Los dos casos se dan en la esquina de Libertador y Guayra. Ayer ése fue “el” lugar de los acontecimientos. Durante dos cuadras el agua se acumulaba hasta más allá de los bordes de la vereda. Frente al complejo deportivo del Cenard y rodeando la estación de servicio y el local de McDonald’s, atravesar la calle implicaba mojarse hasta más arriba de las rodillas.
En una de las mesas se refugiaba un grupo inverosímil de fans de los Backstreet Boys. Cinco chicas y un chico. Hace cuatro días que acampan en la puerta de River. Los chicos lindos de la banda tocarán recién el 28 de abril. Piensan estar en la puerta casi 40 días. Una de ellas ya asume que quedará libre. Ayer empezaron echados de la puerta por el club, luego autoevacuándose por el agua que entró a sus carpas, después expulsados de un garage privado, más tarde acosados “por unos chabones que llegaron a un lugar abandonado donde nos metimos”. Al final cruzaron los riachos urbanos con sus bolsas de dormir y sus implementos, siempre abanderados con la imagen de los pésimos cantantes. Pero se los veía con un ánimo envidiable sentados en la mesa de “lo más grande de lo grande”, el local de McDonald’s.
A pocos metros, cuando la luz se iba esfumando, se erigía el centro mediático. Primero llegó el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra, de traje y elegante sobretodo, como quien no quiere la cosa. Después Fatala, que abandonó el pilotín hace rato. Estaba Norberto Laporta, secretario de Medio Ambiente. Y al final llegó Cecilia Felgueras, vestida, ella sí, con todo el uniforme amarillo, y una recién estrenada camisa de Grafa. Estaba todo controlado. Nada había que temer, así que se los vio sonrientes. Claro que este país nos colma de sorpresas. El alerta sigue para lo que resta de este día. Y aún el sábado. Veremos nuevas tormentas, amigos.

 


 

CASI 800 EVACUADOS EN EL CONURBANO
El agua a la cintura

“Vivimos en el camping y nos agarró el agua de sopetón: perdimos la carpa y yo pude agarrar algunas pocas cositas de mis nenes.” El camping de Marisa Bello no es un recreo sino uno de los terrenos más bajos de Quilmes, donde hasta ayer vivían trece familias. Ellas, como otros casi 800 habitantes del conurbano, fueron corridos desde ayer al mediodía por la sudestada y la lluvia. Aunque Quilmes fue uno de los puntos más críticos, hubo barrios privados inundados y evacuados en Ensenada, Florencio Varela y la costa ribereña del Dock Sud y Wilde, entre otros sectores. A lo largo del día se repitieron las dificultades en Ezeiza, Campana y José C. Paz.
Desde el martes, las organizaciones de Defensa Civil del conurbano esperaban la crecida del Río de la Plata. Estaba anunciado que el pico máximo llegaría a 3,20 metros, superando en casi un metro la altura habitual de río. Al mediodía comenzaron las primeras evacuaciones. Cuando el río llegaba a 2,70, el agua entraba en Quilmes. No sólo llegaba a la costa sino a algunos de los barrios internos surcados por arroyos cuyo cauce rebalsaba, impedido de llegar al río. Hubo setenta socorristas asistiendo a los inundados junto a bomberos y Prefectura Naval. “Estábamos durmiendo –dice Bello– y agarramos lo que teníamos puesto y poquitito más que pude manotear: perdimos todo.”
La mujer y sus cuatro hijos de entre 8 y 14 años estuvieron alojados en el club San Martín, uno de los tres centros habilitados para evacuados en Quilmes. Con dificultades, los operativos se fueron repitiendo en varios partidos del conurbano. En Avellaneda el polideportivo Gatica, con capacidad para cinco mil personas, se recicló rápidamente como centro de evacuación. Hasta allí fueron llegado camiones con colchones enviados por Desarrollo Social de Nación y las doscientas personas en situaciones de emergencia detectadas por Defensa Civil. Raúl Gómez, director del área, explicó que de acuerdo a los pronósticos tendrían tres días por delante con la asistencia a evacuados, “pero dependerá todo de la dirección del viento.”
La dificultad para el traslado de la gente fue uno de los problemas más graves del conurbano. En la mayor parte de los centros asistenciales de Florencio Varela, la proporción de adultos alojados era reducida. “En uno de los comedores hay 80 personas, 68 menores y 12 adultos”, explicó Teresa Leguila encargada del área. “Los padres se quedan en las casas –siguió– con el agua a la cintura y prefieren que los chicos se protejan.”

 


 

UN DIA DE PSICOSIS EN CABILDO Y BLANCO ENCALADA
Belgrano, con más miedo que agua

“Cabildo y Blanco Encalada, por favor”, indica la cronista. “¿Qué, de nuevo está inundado? ¡A ver si termino saliendo en la nota!”, responde el taxista, mirando por el espejito. La asociación es inevitable y ya roza la paranoia: decir “Cabildo y Blanco Encalada” equivale a decir “inundación”. A las cuatro de la tarde del miércoles, con un alerta meteorológico por sudestada pesando sobre las cabezas de los vecinos, la escena en una de las esquinas más comerciales del barrio de Belgrano es desoladora: una veintena de negocios esperan, con las persianas bajas y las compuertas puestas, el anunciado desastre acuático que hasta anoche no sucedió.
Luján y Abel pertenecen al reducido grupo de valientes que han decidido quedarse en su local para darle lucha al agua. Mate en mano, Luján señala que, a fuerza de inundaciones, ella y su marido se han convertido en expertos meteorólogos: “Cuando vemos que saltan las bocas de tormenta de la esquina, sabemos que, en un par de minutos, vamos a tener el agua a la altura de la compuerta”. “Lo que más cansa es tener que desarmar el negocio completo cada vez que se viene la lluvia”, resopla Luján.
A eso están dedicados los empleados de Feriblanc, un comercio de ropa de cama y mantelería ubicado en la esquina de Blanco Encalada y Cabildo. La precaución es comprensible: el temporal de enero hizo subir el agua hasta la mitad de la vidriera, y obligó a rematar acolchados, manteles y toallas. Ahora, para evitar la catástrofe, han organizado una cadena, y en cuestión de minutos la mercadería desaparece de la vista del público, rumbo al depósito del primer piso.
A pesar del entrenamiento que parecen haber adquirido para desplazarse en el agua, los vecinos de la zona decidieron no cortar el tránsito en Cabildo, “porque nos parece que los ánimos ya están bastante caldeados”.

 


 

HABRA MUCHA LLUVIA Y SUDESTADA
Otoño pasado por agua

Habrá que irse acostumbrando. Los pronósticos de los especialistas indican que este otoño quedará pasado por agua. El dato más preocupante es que las sudestadas en el Río de la Plata, que afectan a la capital y alrededores, serán más importantes que en otros años.
El Servicio Meteorológico Nacional detalló que las fuertes lluvias declinarán su intensidad recién mañana, aunque se prevé que el agua siga cayendo durante todo el fin de semana. El SMN explicó que la tormenta se debe a la existencia de un centro de alta presión y a un frente caliente con aire inestable, que generan vientos persistentes del sector Este y lluvias con tormentas aisladas. El sistema frontal interactúa con el aire frío formando una zona de baja presión, que continuará generando lluvias y tormentas, algunas intensas, y vientos del este con una intensidad de hasta 75 kilómetros por hora.
Yendo más allá en el tiempo, el Centro de Análisis Climático del SMN informó que en el otoño, si bien las lluvias tendrán menor intensidad que las sufridas durante el verano, se prolongarán por más tiempo. Además, los niveles de humedad estarán por encima de la media histórica y las temperaturas serán levemente superiores en la Capital Federal y el conurbano bonaerense, aunque no se esperan olas de calor ni frío excesivo.

 


 

Para no inundarse, River tendrá que imitar a Boca

Por Eduardo Videla

La solución para la gente de Núñez es seguir el modelo de la Boca. No se trata de una metáfora futbolera sino de la respuesta a las inundaciones en la zona norte de la ciudad, que ya son un recuerdo para la mayoría de los vecinos del sur. La instalación de defensas costeras y una estación de bombeo en la salida del arroyo White –a la altura de Ciudad Universitaria–, una obra similar a la realizada en la Boca, más la construcción de un reservorio de 40.000 metros cúbicos, debajo de una plaza del barrio de Núñez, pondrán fin a las inundaciones –como las de ayer– en Avenida del Libertador y en el Barrio River, aseguró a Página/12 el secretario de Obras y Servicios Públicos, Abel Fatala. La solución definitiva para el problema llegará con la construcción de una gran laguna reguladora, de unas 500 hectáreas de superficie, sobre la Costanera Norte, capaz de soportar tanto el caudal que traen los arroyos subterráneos en los días de grandes lluvias como el reflujo de agua que se produce cada vez que hay sudestada. Esa obra estaría terminada en 2004.
La sudestada, que años atrás obligaba a la evacuación de centenares de vecinos de la Boca, hoy afecta al otro extremo de la ciudad. La crecida del Río de la Plata por efecto del viento no sólo impide que los arroyos subterráneos descarguen su caudal: el propio río se mete por las tuberías y fluye descontrolado por alcantarillas y bocas de tormenta.
Ese desborde del arroyo White es el que provoca el anegamiento en Libertador y Campos Salles. Su vecino, el ya célebre arroyo Vega, es el responsable de la inundación en el Barrio River.
El proyecto para resolver el primer problema ya está aprobado: se trata de la instalación de una bomba reguladora y una defensa costera en la desembocadura del White. “Esa obra estará terminada a fin de año”, aseguró Fatala. Su costo es de 1,6 millones de pesos.
La solución en el Barrio River es algo más compleja. “Consiste en independizar los desagües de ese barrio, que están conectados al Vega, hoy saturado. Y construir un tanque reservorio de unos 40.000 metros cúbicos debajo de la plaza ubicada en Figueroa Alcorta y Basabilvaso”, explicó el funcionario. Aunque el proyecto aún no tiene evaluación económica, se estima que costará unos 6 millones de pesos.
El fenómeno, esta vez, no afectó a Belgrano, que se inunda con lluvias intensas por saturación del arroyo Vega. El canal aliviador prometido por el gobierno porteño comenzará a construirse recién en 20 días. “Hasta ahora se ha trabajado en la remoción de cañerías de gas, agua y luz”, explicó el subsecretario de Obras y Mantenimiento, Gabriel Ciribeni. El funcionario aseguró que estas demoras no afectan el cronograma inicial, que preveía la finalización para principios del año que viene.
Otra fuente de conflicto es el arroyo Maldonado, que corre bajo la avenida Juan B. Justo, con graves problemas de escurrimiento. La situación podrá aliviarse con la construcción de reservorios debajo de las canchas de tres clubes de fútbol, ubicadas en la zona. “Ya firmamos un convenio con Atlanta y ahora se están discutiendo las propuestas económicas: el club, a cambio, pide que el gobierno construya tribunas de cemento en lugar de las de madera”, dijo a este diario un vocero de Obras Públicas.
Los otros clubes interesados son All Boys y Argentinos Junios.
De todas formas, para escurrir sin problemas, el Maldonado necesita de un ensanchamiento de su cauce. Su desembocadura, a la altura del aeroparque, coincidirá con la futura laguna reguladora, el proyecto más ambicioso del Plan Hidráulico porteño. El estudio estará terminado en agosto y la obra podría comenzar recién a fines del 2002. Se trata de un lago que irá desde el Muelle de Pescadores hasta la avenida General Paz, en un espacio ganado al río, que estará limitado por una defensa superior a los 4,75 metros.

 

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