Por Roque Casciero
A Mark Knopfler no le gustan
las estridencias. Tampoco le sientan bien, ni siquiera las de algunas
ropas que usaba en los años 80, cuando lideraba Dire Straits
y cantaba éxitos con destino de clásicos como Money
for Nothing o Sultans of Swing. Por eso, no llama la
atención que este vocalista, guitarrista y compositor que
el 31 de marzo y el 1º de abril tocará en el Luna Park, en
sus primeros shows en la Argentina reconozca que la disolución
de aquel grupo tuvo que ver con bajar los decibeles en su carrera. Es
que se había convertido en algo tan grande... Me encantaba la banda
y la pasaba bárbaro pero, por ejemplo, entraba a la carpa del catering
cuando estábamos de gira y había unos camioneros a los que
nunca había visto antes, porque teníamos varios escenarios
y había que moverlos. Entonces pensé que eso era demasiado
grande para mí. Quería volver a ser el tipo que escribe
canciones sentado en un sofá, cuenta en una entrevista telefónica
con Página/12.
¿No extraña tocar frente a un estadio repleto de gente,
como cuando participó del festival benéfico Knebworth?
(Duda.) No. Creo que tenés que ser el tipo adecuado para
hacer eso. Además, siento lo mismo en un teatro o en un club. Me
gustan todos los tamaños de conciertos, no sólo hacer estadios
todo el tiempo. Probablemente mis shows favoritos sean en teatros, son
muy divertidos. Me gustan todos los escenarios, porque me siento muy feliz
cuando todo sale bien.
Su primer álbum como solista, Golden Heart, apareció
en 1996 y recién el año pasado publicó el segundo,
Sailing to Philadelphia. ¿Por qué le tomó tanto tiempo?
Porque hice cuatro bandas sonoras de películas (la más
conocida y la mejor es la de Wag The Dog, aquí conocida como Mentiras
que matan). Simplemente estuve distraído. Ese es mi gran problema,
me distraigo. Soy terrible, incurable.
¿Qué lo atrae del trabajo de componer bandas sonoras?
¡No lo sé! Me gustaría no hacer tantas, no es
tan bueno. Supongo que es una forma de mantenerme ocupado, de que los
músculos sigan funcionando, pero realmente debería hacer
más canciones. Siempre pienso que tengo que parar de hacer bandas
sonoras, pero después termino aceptando otra (risas). Y realmente
no sé por qué lo hago.
Hace muchos años usted dijo que no podía entender
por qué su música era tan popular. ¿Ya lo descubrió
o dejó de preocuparle el tema?
No lo sé, no tengo idea (se ríe). Eso es demasiado
inteligente para mí, no tengo ninguna teoría al respecto.
Creo que tengo suerte de despertarme cada mañana y seguir en esto.
Estoy muy metido en lo que hago y trato de respetar mi talento, cualquiera
que sea. Trato de hacer lo mejor que puedo con ese talento y tengo la
suficiente suerte como para que grandes tipos toquen conmigo. Ellos hacen
que yo suene bien. Siempre me he vuelto loco por conseguir una grabación
decente y recién ahora, con Sailing to Philadelphia, lo he conseguido.
Me gustaría seguir en ese camino, si es que puedo, y hacer un par
de buenos discos.
¿Un par de buenos discos que vendan otros 105 millones de
copias, que es lo que llevan facturados sus trabajos solistas más
los de Dire Straits?
No, un par de discos que pueda escuchar. Sailing to Philadelphia
es el primer trabajo mío que realmente puedo escuchar. Debo de
estar aprendiendo... Creo que me acerco al lugar donde quiero estar.
¿Alguna vez considera la posibilidad de reagrupar Dire Straits?
No. Todavía toco con Guy (Fletcher, tecladista)... Pero realmente
no pienso en eso. Nos juntamos para el cumpleaños de Nelson Mandela
en 1996 y la pasamos muy bien. Y después tocamos en la boda de
John (Illsley, bajista), hace dos años.
Eso fue más íntimo...
Sólo había un centenar de personas. La reunión
anterior la habían visto 700 millones. Eso sí, tomé
más tragos en la boda de John (risas). Siempre es divertido tocar
con John, con Alan Clark (tecladista)...
¿Tocará canciones de Dire Straits en Buenos Aires?
Sí, sí. Sería bueno que la gente pudiera llevarse
algo de comida porque, si nos dejan, vamos a tocar durante un largo rato.
Habrá canciones de mis discos solistas y también muchas
de Dire Straits. Siempre las toco, porque le gustan al público
y porque amo cantarlas. Me hace muy feliz que alguna gente se acerque
y me diga que algunas canciones mías forman parte de su vida. Es
fantástico que haya canciones que sirven para curar heridas o para
inspirar a otros a continuar viviendo. Cuando eso sucede, te das cuenta
de que estás prestando una especie de servicio. Entonces te sentís
útil.
¿Cómo desarrolló su estilo para tocar la guitarra?
Porque usted tiene una forma de tocar que cualquiera puede reconocer al
instante.
Supongo que es porque soy bastante malo.... Mi estilo es una mezcla
de varias cosas ejecutadas mal y que terminan saliendo bastante bien.
Desarrollé un estilo básico rompiendo reglas y una vez que
empecé a tocar con los dedos, en lugar de hacerlo con púa,
avancé un poco. De todos modos, antes me la pasaba perdiendo las
púas (se ríe). En aquel tiempo yo vivía en el departamento
de alguien y dormía en el piso. Y tocaba con una guitarra barata
prestada, que sonaba muy mal. Debe haber sido bastante horrible de ver,
aunque yo estaba muy excitado... Supongo que será cierto que las
cosas pequeñas complacen a las mentes pequeñas.
La historia con Van
Morrison
Cuando Mark Knopfler compuso la canción The Last
Laugh, incluida en su último trabajo, tenía
en mente invitar al legendario Van Morrison a compartir las voces.
Y lo de en mente es literal: Apenas empecé a escribirla
escuchaba mentalmente a Van cantándola, así que no
me quedó más que preguntarle si quería hacerlo
en el disco, cuenta en la entrevista con Página/12.
Creo que la canción le sienta bien. El siempre se ha
mantenido fiel a su estilo, no ha cambiado demasiado. Habíamos
trabajado juntos en los 80, en San Francisco, y seguimos hablando,
de cuando en cuando, de hacer algo nuevamente. Me siento muy afortunado
de haber podido pedirle que cantara mi canción y de que él
captara su espíritu. Lamentablemente, esta vez no pudimos
juntarnos para grabar, porque yo estaba en Estados Unidos y él
en Inglaterra. Entonces, grabé el tema con el espacio para
que Van cantara encima y se lo mandé por correo, para que
él pusiera su parte. Van es genial: podría cantar
la guía telefónica y sonaría fantástico
igual. Empezaría por la A... Sería grandioso. (risas).
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