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El despertar de Borges

En agosto de 1983, después de Malvinas y en pleno derrumbe del régimen, la revista �El Porteño� sufrió un atentado. Jorge Luis Borges, el mismo que había aceptado una condecoración de Pinochet y definido a la democracia como �un abuso de la estadística�, condenó el ataque. Este reportaje muestra el impacto de lo que se ya se sabía del Proceso y cómo hasta Borges estaba entendiendo su verdadera naturaleza.

Por Gabriel Levinas

–El reportaje muestra en manos de quién estuvimos.
–Bueno, yo no diría estuvimos; de hecho estamos. Estamos con facsímiles, con variantes... Están arrepentidos de que haya salido mal, pero no de que hayan ocurrido estas cosas; están arrepentidos de las consecuencias, pero no de los actos.
–Pero esta Ley de Amnistía...
–Bueno, pero es para salvarse ellos.
–De alguna manera es un reconocimiento de que hubo delito.
–Cuando una amnistía está propuesta por la delincuencia, es muy sospechosa...; si temo que me arresten, soy partidario de la amnistía... Eso empobrece nuestra imagen.
–La cuestión es que nosotros le hemos dado espacio al tema de los derechos humanos.
–¡Con toda razón! Ellos hablan tanto de la imagen argentina; la imagen que de Argentina se tiene en todo el mundo es la de un país donde es frecuente la violación de los derechos.
–Su respuesta no se hizo esperar; la otra noche pusieron una bomba en la redacción.
–La verdad que uno siente nostalgia del tiempo de Rosas... la edad de oro. Ahora disponen de un instrumental más adelantado. Antes, los puñales de parra, de troncoso...
–Hemos tenido bastante apoyo; por supuesto la gente del gobierno no mandó su repudio.
–Claro que no.
–Aunque sea para guardar las apariencias. Me imagino que un gobierno tiene la obligación de proteger a sus ciudadanos y la libertad de prensa.
–La libertad de prensa no existe. La autocensura ha agravado las cosas, claro. Si todo el país está acobardado... ¿Qué puedo hacer yo por ustedes?
–El motivo por el cual nos interesó hablar de los derechos humanos...
–¡Es que es una cosa terrible! ¿Cuánta gente ha sido secuestrada y luego asesinada? Creo que 27.000 ¿no?
–Dicen que alrededor de 30.000
–Aunque fueran tres, estaría mal.
–Estaría mal uno.
–Estaría mal uno, claro. Hay otra cosa que sería peor aún: que fueran menos y ellos se jactaran de que son más. Quizás no son 27.000 sino 27, pero a ellos les gusta mostrarse así, como terribles. La imagen que ellos tienen clara es ésa.
–Si ellos hubieran sido certeros en lo que buscaban, mucha gente no hubiera tenido miedo, pero como no eran certeros, daban miedo.
–No, porque eso se hace indiscriminadamente. A mí me dijeron esto, no sé si es cierto: que cuando arrestaban a alguien, en poder de ese alguien había en general una libreta con direcciones, con números de teléfono, y entonces esas personas eran secuestradas también. Me dijeron que en Rosario había una especie de rivalidad entre el Ejército y la policía, a quién se llevaban primero, a quién secuestraban, quién se llevaba la radio, el saqueo de la casa... Y eso ocurrió en Rosario, habrá ocurrido aquí también, en todo el país.
–Lo que motivó este atentado –aparentemente, yo no puedo meterme en el cerebro de esta gente– fue...
–Hablar de cerebro... es una metáfora muy arriesgada.
–... fue una nota sobre niños desaparecidos. Narramos historias en que habían torturado a niños para que los padres hablaran.
–La verdad que realmente es persuasivo eso. Es horrible. Y pensar, señor, que su destino personal y el mío está en manos de esos insensatos, ¿no? Nosotros y tanto millones de argentinos... Y no se arrepienten de nada; han pasado 6 años, 7 y no se han arrepentido de nada de lo que han hecho, no han confesado un solo error. Y además, como hay complicidadentre ellos... lo que hace un aviador será acordado por todos los marinos y militares, aunque sin duda es un mundo de rivalidades.
–Lo más extraño del atentado es que yo estoy a 20 metros del Comando de Inteligencia del Ejército. Que un cobarde tenga la valentía de poner una bomba a 20 metros del Comando, con tres comisarías cerca, es una contradicción rara.
–Bueno, cuenta con la complicidad general. Es lo más terrible de todo, si se cuenta con que hay comisarías y comandos de inteligencia, y todo eso... Bueno, el hecho de colocar una bomba es inverosímil.
–Lo que me parece terrible es que una cosa que sale escrita sea contestada con una bomba, en lugar de ser contestada con tinta.
–Si usted afirma la realidad de esos actos violentos, el hecho de arrojar una bomba es más una confirmación que una refutación, una lógica muy rara. Es como darle la razón de un modo terrible. ¡Qué horror! ¿Qué reacciones hubo, señor?
–En Estados Unidos esto salió en el Washington Post, en el New York Times, en la CBS, en toda la cadena de radio de allá. Salió también en la televisión para la United Press para Europa... en México también se le dio amplia difusión. Acá salió en todos los diarios. Clarín inclusive editorializó netamente a favor de la libertad de prensa...
–La Nación ha sido como siempre bastante floja ¿no?
(Publicado en El Porteño en setiembre 1983.)

 

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