Por Bernardo
Neustadt
Uno es persona. La lidad se la dan los demás. Que entonces
suelen decir es una personalidad. Es lo que el otro
pone en el protagonista. La opinión pública, tan escasamente
requerida en la Argentina carente de encuestas, plebiscitos, referendos,
sondeos, otorga, desde su silencio, categorías distintas
de los hombres que pasan por el poder. Hoy voy a intentar después
de 130 días de gobierno traducir la imagen que tiene el Presidente
de la República en el seno de la sociedad que lo ha recibido sin
ningún prejuicio. Llamativo, en un país considerado de los
más ingobernables del mundo, los argentinos incluso
los justicialistas desplazados del gobierno han admitido en privado
una expresión que ahora se usa con frecuencia: Videla es
lo mejor que nos pudo pasar.
Veamos cómo era Videla, el soldado en estado puro. Hermético,
buen oidor, firme, profesional sin un solo rasguño
en su legajo, con el vocacional concepto militar de actos de servicio,
sin ambición política, tenso a veces, prolijo siempre en
sus decisiones, nunca apresurado, con una gran capacidad de observación.
Católico, practicante, sin cielos cerrados, sin dogmatismos trazados,
convencido, sí, de sus profundas convicciones.
Veamos cómo es el presidente Jorge Videla. Todos los rasgos señalados
permanecen en pie. Inalterables. El no ha cambiado. Su vida, sí.
No deseó el poder, pero lo ejerce. Está convencido de que
la firmeza es mucho mejor que la dureza. Que la moderación es más
inteligente que la rigidez. Que a la Argentina para modificarla hay que
admitirla primero como es. Y no desconocer su rostro, sus individualidades,
sus virtudes, sus defectos. Escucha. Escucha mucho. No cree que sea un
complejo corregir un error si lo hay. De-tes-ta la demagogia. No le agrada
la promoción personal. Cree en el conjunto, no en el salvador.
Su tesis favorita es simple: Si comprenden, aceptan; si aceptan,
adhieren; si adhieren, participan. Es austero, ascético,
pero no es un solitario como alguna vez lo fue Juan Carlos Onganía.
Cuando en la Sociedad Rural, el domingo último, la ovación
resultó clamorosa, mantuvo su sobriedad sin una alteración
de sus facciones. Cree en la concepción de las Tres Fuerzas Armadas
marchando juntas hacia el objetivo. Nunca ha resistido el famoso 33% que
entronca con su modalidad participativa.
Cómo lo ven a Videla los distintos componentes de la comunidad:
1) El hombre común le tiene una simple simpatía y reza por
que le vaya bien. 2) Los partidos políticos en el temporario
destierro creen en la línea Videla. Cada vez
que algún rumor de ocaso circula, las figuras políticas
del elenco estable tiemblan. En Videla ven puerto (objetivo)
y estrella (futuro). Esta temperatura es fácilmente advertible
en la investigación que realizamos, donde esa apreciación
arranca de labios que van desde Ricardo Balbín hasta Arturo Frondizi,
pasando por Raúl Matera, Alfredo Gómez Morales, las entidades
empresarias intervenidas o no, los sindicalistas esterilizados
o no. En esa unanimidad se hace visible la frase de ocho palabras: Videla
es lo mejor que nos pudo pasar. La Iglesia, tan herida íntimamente
en estos últimos tiempos, ve al jefe del Estado, en su comportamiento,
como garantía máxima del proceso de reorganización.
No puede manifestarse en pro, públicamente, pero en
rueda de obispos es casi una consigna. Los intelectuales que lo visitaron
y los intelectuales siempre son difíciles de conformar
quedaron muy bien impresionados. Los científicos Leloir,
Lanari, Favaloro admitieron públicamente que la claridad
presidencial los conmovió. Los periodistas, analistas políticos
y económicos que mantuvieron dos horas de charla privada usaron
también en la intimidad una expresión admirativa:
Reconfortados. No faltó quien, después de escucharlo,
reconociera que salió oficialista. Es decir, seducido
por las ideas. No por el magnetismo. Vamos a la inversa: ¿quién
prefiere a otro? No hay una sola respuesta a favor, ni un
nombre de reemplazo. ¿Objeciones?; un 20% ha señalado su
deseo de verlo más presidente. La asunción más
patética del poder. Francisco Manrique acaso cuando se abra
la convocatoria para dialogar con hombres políticos resulte el
primero en ser llamado afirma que la imagen presidencial se
va destiñendo porque la organización del régimen
es a todas luces confusa (Correo, Nº 2049, julio 1976). En
estos cuatro meses y algunos días creemos que no hay rasguño
en la piel presidencial y su presencia no es sólo más gravitante
sino más naturalmente aceptada y casi requerida.
En Videla no hay seducción: hay honestidad. No hay promesas fáciles:
Procesar el nuevo tiempo político será tarea larga,
riesgosa y difícil. No quiere venganza, sino justicia. Al
final, entre todos, deberemos perfilar el país que queremos, construido
sobre el país que tenemos, le dijo en el primer reportaje
nacional de persona a persona al enviado de La Nación,
actitud que valoramos muchísimo, porque nunca entendimos por qué
los presidentes argentinos y vitalmente de origen militar tenían
que anunciarle al New York Times que habría elecciones en la Argentina
en 1958 (Pedro Eugenio Aramburu) o conocer el pensamiento resurreccional
de Perón al volver al poder, exclusivamente en una conferencia
de prensa de corresponsales extranjeros. Videla parece romper con la manía.
Nada será gratis: hay quienes temen todo lo que tenga
que ver con el retorno de la partidocracia; otros se aterran de pensar
que subsistirán los sindicatos; los hay quienes creen posible que
los militares se queden 20 años en el poder sin consulta
alguna, hay quienes entienden que innovar, proponiendo nuevos movimientos
de opinión, es apresurado. Los hay cómodos,
que sin arriesgar nada sólo saben exigir más rigor, menos
contemplaciones y mano dura. Si Videla y, claro está,
la Junta Militar, fuente del poder, se dan cuenta de que no están
solos; si advierten que tarde o temprano la subversión siniestra
será derrotada, que la economía, en un plazo más
lejano o más cercano, pero con seguridad, se recompondrá,
sólo les quedará una tarea mayor: designar un laboratorio
conformado por lúcidos pensadores de sistemas institucionales,
que lejos del ruido y de las voces ásperas o camufladas intenten
describir, políticamente, en 4 o 5 alternativas, cómo debe
ser la Argentina de los próximos 24 años, es decir, para
llegar al 2000 sin otros 15 presidentes, 28 ministros de Economía
o 200.000 millones de dólares perdidos en 30 años por maltratar
al campo. Y agregaría, al oído, para terminar, algo que
es la novedad para los hombres de 50 años (Videla, Massera, Agosti,
Martínez de Hoz, Harguindeguy, Klix, Suárez Mason, Menéndez,
Díaz Bessone, Uricarriet, Lambruschini, Cabrera, Mariani, Villarreal):
Perón ya no está. Definitivamente. Si esta vez fracasamos,
ya no le podremos echar la culpa a Perón.
Acotación:
el firmante del editorial también tiene 50 años.
(Publicado
en la revista Extra, dirigida por Neustadt, en agosto de 1976.)
El
pájaro
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Por Juan Gelman
Alma/¿alzás tu soñar?/¿maldito por
los que sufrieron por soñar?/¿y palos
te dan para que calles?/¿y
dicen que estás equivocada?/¿que
no vengás con tus sueños?/
¿que hay bastante dolor?/¿que mirés el
pájaro que tranquilo cruza el cielo?/
¿pone su huevo en el olvido?/
(De Eso, 1986)
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