El gran poeta peruano Emilio
Adolfo Westphalen solía decir que una lengua es un mundo complicado,
diverso, dilatado, en movimiento constante, con rupturas, cicatrices,
eminencias, llanuras y abismos. La compararíamos comparó
a un animal camaleónico y comestible del cual nos servimos parca
o glotonamente con arreglo a necesidades u obsesiones. Con glotonería
se sirvió del griego ese otro gran poeta que se llamó Odysseus
Elytis, fue Premio Nobel 1979 y falleció en 1996, a los 85 de edad.
Su magnífica obra va ocupando poco a poco en Occidente el lugar
que le corresponde junto a la no menos magnífica de pares compatriotas
como Cavafis, Yannis Ritsos y Georges Seferis, también Nobel en
1963.
No faltan críticos que consideran a Elytis el poeta de mayor estatura
del medio siglo pasado, así como otros otorgan esa jerarquía
a Paul Celan. Son afirmaciones hijas de la actividad etiquetante que algunos
suelen frecuentar. ¿Qué es un gran poeta? se
preguntaba el nicaragüense José Coronel Urtecho. Si
escribió un gran poema, uno solo, es un gran poeta. Elytis
lo es: las casi 600 páginas de su obra reunida ofrecen una despliegue
lírico de vasta respiración, una capacidad imaginativa que
convierte la vivencia en resplandores y, casi siempre, un extremo rigor.
Este hijo de una familia adinerada de Creta no vaciló en sumarse
a las filas de la resistencia cuando los nazis invadieron Grecia en 1941.
Peleó contra el fascismo italiano en Albania ocupada y allí
escribió la Oda heroica y elegíaca por la muerte del
segundo teniente de la campaña albanesa, vigoroso himno a
la libertad que resonó mucho tiempo todavía. Se instaló
luego en un silencio de 15 años que interrumpió en 1959
con Axion Esti, un largo poema de aliento whitmaniano, tal
vez su mejor libro. La dictadura de los coroneles lo llevó al exilio
en París en 1967.
Se ha afirmado que la obra de Elytis, escrita a lo largo de seis décadas,
es despareja. ¿Qué obra no lo es, aun la más cargada
de excelencia? Despareja es la obra de Pablo Neruda. O la de Ezra Pound.
O la de Yannis Ritsos, más prolífica y más desigual
que la de Elytis. Esa opinión recuerda las líneas irónicas
que Ovidio estampó en uno de sus libros a modo de dedicatoria a
un amigo: Te envío estos poemas, algunos buenos, otros mediocres,
no faltan los malos, pero ¿de qué otro modo se compone un
libro de poesía?. Lo cierto es que el crítico más
severo de Elytis fue Elytis, con exceso a veces. El helenista Edmund Keeley
registró que el poeta, a unos años de morir, le pasó
a Mario Vitti, un admirador temprano, dos juegos de sus tres primeros
libros. En el primer juego el autor había subrayado los versos
que todavía consideraba válidos con tres colores: el rojo
indicaba que los pensaba excelentes, el verde menos, el marrón
pasablemente buenos y los no subrayados la mayoría
versos malos, versos mediocres, versos incluso buenos, pero superfluos.
En el segundo juego Elytis comentaba ásperamente sus poemas. Por
ejemplo: de su famosísimo texto que comienza Bebiendo el
sol corintio opinó que el comienzo es algo turístico,
tal vez por eso gusta a los extranjeros. De sus primeros poemas
exuberantes como El granado loco dijo que no eran
serios. Esa distancia crítica con los comienzos evoca
la no menos severa de Borges, que en algún momento llegó
incluso al repudio de sus libros iniciales. ¿Qué alimenta
esos rechazos? ¿Unicamente la conciencia de inmadureces expresivas
de la juventud? ¿La nostalgia de la juventud perdida?
Los últimos libros de Elytis Las elegías de
Oxopetra, Los entenados, El marinerito
poseen una cristalinidad de vuelta de cualquier retórica y experimentalismo.
En el primero impetra a la Belleza así: Una esencia ha pasado
a través de todos los destellos de la ira de Dios/o ha pasado dentro
mío por un instante porque tú/lo No Visible no has permanecido
algo visible. Pero que se me permita aventurar la traducción
de ese poema turístico que amo, hecha sobre la versión
inglesa quepropusieron Jeffrey Carson y Nikos Sarris en su edición
de la obra completa de Elytis: Bebiendo el sol corintio/leyendo
los mármoles antiguos/cruzando a zancadas los mares de viñedos/lanzando
el harpón/a un pez votivo que huye/encontré las hojas que
los salmos del sol aprenden de memoria/la orilla viva que el deseo se
alegra/de abrir./Bebo agua corto fruta/hundo mi mano en el follaje del
viento/limoneros irrigan el polen del estío/pájaros verdes
rasgan mis sueños/me voy con una mirada/una vasta mirada en que
el mundo se torna otra vez/hermoso desde el comienzo por las medidas del
corazón.
REP
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