Por Felipe Yapur y David Cufré
Negociando hasta último
momento y concediendo la posibilidad de desdoblar el proyecto original
de la ley de Competitividad, que envió al Parlamento el superministro
de Economía, Domingo Cavallo, la Cámara baja se aprestaba
a votar, al cierre de esta edición, la polémica norma. El
oficialismo descontaba la aprobación de los diez primeros artículos
del proyecto, que son los que imponen el nuevo impuesto a las operaciones
en cuenta corriente. Las facultades especiales pedidas por Domingo Cavallo
se tratarán recién el miércoles que viene, previo
pase por comisión.
La sesión empezó a las 22.30 pero no fue porque los legisladores
hayan estado de brazos cruzados. Desde temprano se sucedieron interminables
reuniones que abarcaron toda la jornada. Dos coincidencias signaron el
día: las divisiones internas en cada bloque y el acuerdo de todos
ellos de no votar al menos ayer las facultades especiales
requeridas por Cavallo.
El principal escollo fue el artículo 11, que le otorgaría
al Ejecutivo por un año la posibilidad de decidir la centralización
de entes autárquicos, modificar la Ley de Ministerios y, lo más
resistido, la potestad de modificar los convenios colectivos de trabajo.
Sólo este punto llevó a los bloques a discutir horas.
El Frepaso: Prefirió
debatir fuera del Parlamento. La mesa de conducción trasladó
a sus integrantes a la Casa del Frente. Allí los esperaba Carlos
Chacho Alvarez. Tras analizar artículo por artículo,
el ex vicepresidente coincidió con la mayoría
de sus legisladores en votar sólo hasta el artículo 10 (ver
asimismo página 9). Los argumentos de Chacho y de los integrantes
de la mesa de conducción no convencieron a los rebeldes
para acompañar los primeros diez artículos de la norma.
Están demasiados encolumnados con Cavallo y nosotros no lo
aceptamos, aseguró a este diario Jorge Giles.
La UCR: La situación
en el radicalismo tampoco fue cómoda. El presidente de la Cámara,
el delarruista Rafael Pascual, se negaba terminantemente a modificar una
coma del proyecto de ley: El Presidente la necesita. Estamos en
una situación crítica y no podemos jugar con fuego,
repitió ante cada pedido de alteración formulado por sus
correligionarios. Mientras Pascual resistía, el titular del bloque
radical, Horacio Pernasetti, negociaba junto al frepasista Darío
Alessandro en la Jefatura de Gabinete (ver nota aparte). El debate era
intenso. Los opositores más duros al proyecto eran la docena de
legisladores que responden al ex ministro del Interior, Federico Storani.
Una de las que llevó la voz cantante fue la bonaerense Margarita
Stolbizer quien, junto a Carlos Iparraguirre, intentó frenar la
intención de votar a libro cerrado el proyecto tal cual estaba
escrito. La delegación de facultades no puede ser un cheque
en blanco. Debe, en todo caso, ser absolutamente limitada. A los
storanistas se les oponían los oficialistas José Dumón
y Juan Carlos Passo. Este último dijo con marcado tono alarmista:
Estamos al borde del abismo. Si no hay ley el Presidente renuncia,
dijo casi a los gritos. Esa es una operación del grupo Sushi.
Eso lo tiró Antonio de la Rúa, le respondieron. Las
versiones sobrevolaron el bloque, algunos juraban haber visto a Raúl
Alfonsín en el Congreso reunido con los legisladores que le responden.
En teoría el ex presidente los convencía de no votar
el proyecto. Nadie pudo confirmar ese relato.
Finalmente, los ánimos radicales se calmaron cuando llegó
Pernasetti con la novedad: Se acordó desdoblar la ley.
Fin del debate interno, que insumió horas y a esperar el llamado
a sesión.
El PJ: También
en el justicialismo la sangre estuvo a un tris de llegar al río.
Quienes más se resistían a conceder poderes especiales eran
losdiputados sindicales como Alfredo Atanasof, Graciela Camaño
y Gerardo Martínez: No podemos darle poderes al Mingo. Ustedes
deben recordar lo que fue cuando estaba con (Carlos) Menem, dijeron.
En cambio el grupo de los ex gobernadores entre los que militan
el sanjuanino Jorge Escobar y el misionero Ramón Puertas
y algunos menemistas como Daniel Scioli, les respondían que era
imposible negarnos a ayudar al señor presidente si esos poderes
hasta se los dimos a Menem, se justificaban. Mientras tanto, el
jefe del bloque, Humberto Roggero, negociaba intensamente con los radicales
y frepasistas el desdoblamiento del proyecto y buscaba con desesperación
el consenso de su bloque para evitar la ruptura. Por ello consideró
como oportuna la idea de Martínez de convocar a la cúpula
de la CGT oficial que, presurosa, llegó hasta el Parlamento para
frenar la intentona acuerdista. Los gordos fueron claros: No cuenten
con nosotros para acompañar el proyecto oficialista. Cavallo quiere
hacer mierda los convenios colectivos de trabajo. ¿Eso piensan
bancar? ¿Piensan apoyar poderes especiales y que después
les cierren el Congreso?, los cruzó con dureza Rodolfo Daer.
En definitiva, los peronistas acordaron impulsar el desdoblamiento del
proyecto más algunas agregados justo en el momento en que regresaban
los oficialistas de la Jefatura de Gabinete con la buena nueva.
La sesión. Bien
entrada la noche, comenzó la sesión. El miembro informante
por parte de la Alianza fue el mendocino Raúl Baglini, quien sin
hacer una defensa irrestricta del proyecto, lo justificó a través
de un análisis de la situación económica internacional.
Son públicas las dificultades del país pese a los
esfuerzos del gobiernos para reactivar la economía, dijo
para agregar que hubo factores de inestabilidad que produjeron los
mercados emergentes como Turquía, que llevó a que el mundo
empiece a hablar del efecto Argentina. Frente a este contexto exterior
el gobierno amplió el frente en lo político para reforzar
las líneas centrales de su economía y lograr la reactivación.
Pero Baglini no olvidó la segunda parte del proyecto, el que posibilita
los poderes especiales, y aseguró que ésta es inescindible
de esta primera parte de medidas. No hubo aplausos ni felicitaciones.
Fue allí que el presidente de la Cámara baja, Rafael Pascual,
le otorgó la palabra al justicialista Oscar Lamberto. El justicialista
la emprendió con dureza: Estamos votando un impuesto por
la irresponsabilidad del gobierno que dilapidó en un año
el capital político que le dio la gente, indicó para
luego advertir que la gente es la que va a pagar el error de De
la Rúa. Y con oratoria fogosa comparó a De la Rúa
con Luis XVI (un rey al que no le gustaba gobernar) que delegó
todo su poder a su ministro de Economía Turgot. Y remató
el ministro murió de viejo, pero al rey lo guillotinaron
sugiriendo con alguna sutileza un futuro escenario ominoso. Más
allá de los ejercicios retóricos Diputados se encaminaba
al cierre de esta edición a aprobar el proyecto impositivo de Cavallo,
quien dio así un paso al frente. Pero las facultades especiales
quedaron stand by, a la espera de una discusión seguramente más
densa y larga.
UN
DIA DE NEGOCIACIONES PARA CONVENCER A LOS DIPUTADOS
Más que un equipo, una fuerza de tareas
Por
D.C.
El debate de fondo,
el de mayor trascendencia en este momento, es qué pasará
con los superpoderes que exige Domingo Cavallo. Las posturas iniciales
de los bloques de diputados del radicalismo, el Frepaso y sobre
todo el justicialismo fueron ayer denegar de plano las atribuciones
especiales. No le podemos dar un cheque en blanco a nadie,
fue el discurso compartido por los legisladores en una primera instancia.
La Constitución dice taxativamente que delegar la suma del
poder público es propio de infames traidores a la patria,
fue la postura más extrema, sostenida por los díscolos del
Frepaso, los socialistas y la mayor parte del bloque del PJ. Las negociaciones
para torcer la negativa parlamentaria fueron incesantes y generaron una
tensión mayúscula. Mientras los jefes de las bancadas del
radicalismo, Horacio Pernasetti, y el Frepaso, Darío Alessandro,
iban y venían del Congreso a la Jefatura de Gabinete, adonde estaban
Chrystian Colombo y los representantes de Cavallo, Armando Caro Figueroa
y Horacio Liendo, la CGT llegó a plantear que es preferible la
renuncia del ministro a soportar un golpe mortal a la democracia.
La controversia fue imposible de resolver ayer. Por tanto, la Alianza
y el justicialismo terminaron acordando desdoblar la ley de Competitividad.
Al cierre de esta edición la Cámara baja se aprestaba a
dar media sanción a los artículos que van del 1º al
9, por los cuales se crea el impuesto a las transferencias financieras
y se prohíbe que todos los pagos mayores a 1000 pesos puedan realizarse
en efectivo (ver página 2). La pelea por los superpoderes, que
constituyen el corazón de la ley, quedó sin resolución
y seguirá librándose hoy. El justicialismo se apuró
en elaborar un informe donde se puntualiza qué está en juego
con la concesión de facultades extraordinarias a Cavallo. Quedaría
habilitado para tomar las siguientes medidas:
Privatización de las
universidades y de la educación pública.
Privatización del Banco
Nación, la AFIP y la Aduana.
Modificar las leyes previsional,
laboral, de la seguridad social, de tarjetas de crédito, de defensa
del consumidor y de entidades financieras.
Intervenir los colegios profesionales
(de abogados, contadores, médicos ingenieros, etcétera.)
Poner activos del Estado como
garantía del pago de la deuda.
Modificar los códigos
Civil, de Comercio y Aduanero.
Derogación del estatuto
del empleado público y estatutos especiales.
La conducción de los bloques radical y del Frepaso, junto a Colombo,
Caro Figueroa y Liendo buscaron la forma de llegar a un acuerdo que permita
satisfacer el reclamo de Cavallo y hacer posible la aprobación
de los superpoderes en el Congreso. No les será fácil, debido
a que la casi totalidad de la bancada frepasista y un nutrido grupo de
diputados radicales se resisten a conceder facultades a libro cerrado.
Y el justicialismo llegó a una posición unificada después
de ácidas discusiones que llegaron a poner en cuestión la
unidad del bloque que no votarán los superpoderes, sino que
aceptarán tratar proyecto por proyecto, previo paso por las comisiones
legislativas correspondientes.
El intento del Gobierno, los cavallistas y las conducciones de diputados
oficialistas para destrabar esa resistencia llevó a la preparación
de diferentes fórmulas. Una de ellas consiste en crear una comisión
bicameral que monitoree las medidas que vaya tomando Cavallo, con facultad
para retirarle los poderes especiales en caso de oponerse a alguna de
ellas. El sentido último de la comisión es facilitar la
superación de una aguda crisis política, creando la ilusión
de que existe un contralor para Cavallo. El Gobierno y los diputados junto
a Marcos Makón, quien también participa de la negociación,
por su doble carácter de representante del Frepaso y ex funcionario
cavallista le pidieron a Caro Figueroa y Liendo bajar a tierra lo
más posible los proyectos que impulsa el ministro.
En ese sentido, existe un principio de acuerdo en que en materia previsional
se ratificará la reforma de Machinea, pero excluyendo elaumento
de la edad jubilatoria de las mujeres. En el tema laboral, uno de los
puntos que exige Cavallo es la derogación inmediata de la ultraactividad,
que en la reforma vigente tiene un plazo de dos años. En cuanto
al tema de la asistencia social, hay coincidencia en crear una Agencia
de Desarrollo que centralice los recursos para la asistencia. El punto
que genera mayores controversias es la anulación del estatuto del
empleo público, que Cavallo está empeñado en resolver.
En cambio, existe un posible acuerdo sobre el mecanismo de reforma del
Estado. A la par de la presión de los legisladores, Cavallo sigue
sin conformar su equipo y deja latente su amenaza de renunciar si no le
dan los poderes que exige.
Un
impuesto contra pymes y consumidores bancarizados
El tributo a las cuentas corrientes es tan distorsivo e
inequitativo como los más repudiados por el empresariado.
Rendiría unos 3000 millones el año.
Emitir
cheques será más caro. Pero también el
depósito para cubrir el saldo.
El impuesto también alcanza a los débitos
automáticos en cuenta corriente.
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Por
Raúl Dellatorre
El pago de la tarjeta
de crédito, de servicios públicos, de la TV por cable y
cualquier otro que se haga por débito automático en cuenta
corriente bancaria deberá abonar un nuevo impuesto, una vez que
se sancione la ley promovida por Domingo Cavallo para financiar las medidas
de impulso a la actividad económica que prometió aplicar.
La amplitud del gravamen, que grava tanto a los créditos (depósitos)
como débitos (pagos), bancarios en cuentas a la vista hace que
en la práctica la tasa a tributar se eleve al 1,2 por ciento, ya
que a cada pago le deberá corresponder un depósito para
cubrir el saldo y ambas operaciones están gravadas con un 0,6 por
ciento. Para comisionistas y otros agentes económicos que utilizan
cuentas propias para operaciones de terceros, el gravamen puede convertirse
en una barrera a su actividad, lo cual permite presumir que las exenciones
no serán pocas ni simples de definir.
El proyecto de ley establece que el Ejecutivo determinará la alícuota
del impuesto, que podrá ser de hasta el 6 por mil,
y se aplicará sobre todo movimiento bancario en cuenta corriente
(débito o crédito). Como el tributo será debitado
directamente por el banco (se descontará del saldo de la cuenta),
es de fácil percepción para el fisco y no requiere presentación
o liquidación por parte del contribuyente, ni le da posibilidad
de evadirlo. El Poder Ejecutivo también podrá disponer
que el impuesto sea tomado como pago a cuenta del IVA y de Ganancias.
Pero esa posibilidad no está al alcance de todo titular de cuentas
corrientes.
Comisionistas de bolsas, promotores de seguros, encargados de registros
automotor, corredores de granos y otros intermediarios que operan en compra
y venta por cuenta de terceros (pero a su propio nombre) son candidatos
a ser eximidos del impuesto, al quedar encuadrados como actividades
específicas (que) por las modalidades de sus operaciones hacen
habitualmente un uso acentuado de cheques y cuyo margen de utilidad sea
reducido en comparación con el tributo, como establece el
artículo que faculta al Ejecutivo a dictar las exenciones.
En cambio, va a ser más dificultoso que las pequeñas y medianas
empresas logren la exención, aunque el impuesto encarezca el uso
de fondos en descubierto (para muchas, la única forma de financiación
posible) o el descuento de cheques diferidos. Y entre los más castigados
también se anotan aquellos consumidores de recursos medios, titulares
de tarjetas de crédito, a la que el banco emisor le asoció
una cuenta corriente para debitarle mensualmente el saldo. Estos forzados
contribuyentes, por lo general, no tendrán oportunidad de descontarlo
de otro tributo.
Lo que va a provocar este impuesto es que se vuelva a la práctica
de una larga lista de endosos; van a empezar a circular cheques de emisores
desconocidos con todo el riesgo que ello implica para la cadena de pagos,
comentó un consultor muy empapado en el negocio financiero. Es
una doble imposición, sin duda, porque el depósito es la
contrapartida del pago en cheque, y además es fuertemente distorsivo
porque castiga en forma muy desigual a quienes utilizan la cuenta con
habitualidad y no sólo para la percepción de sus ingresos,
agregó.
Los analistas más objetivos aseguran que este tributo a las operaciones
bancarias no es menos distorsivo o menos inequitativo que otros que el
empresariado suele condenar, como el que grava a la renta mínima
presunta o a los intereses de los préstamos. Sin embargo, Cavallo
se orienta a asestar su primer éxito con la aprobación sin
mella a su proyecto.
Un paso más
cerca del cetro
Por R.D.
Sin demasiado debate ni gran oposición, Domingo Cavallo
logró hacer pasar por la Cámara baja su proyecto de
gravar todas las operaciones bancarias en cuenta corriente y de
otorgar a los bancos la facultad de decidir quiénes pueden
ser habilitados para seguir siendo titulares de cuenta aunque pese
sobre ellos una sanción por girar cheques sin fondos. En
otro contexto, hubieran merecido una dura condena en los ámbitos
políticos y de las entidades empresarias. Pero Cavallo supo
capitalizar el vacío de poder y presentar estas medidas encubiertas
en la solución para sacar la economía
del pozo. Hace apenas cuatro días, Fernando de la Rúa
insistía en que el programa de ajuste de López Murphy
era la mejor opción para un contexto en el que es imposible
recurrir a mecanismos como la suba de impuestos para equilibrar
las finanzas públicas. Esa misma noche, Cavallo se
hizo cargo del Ministerio de Economía y desterró ese
concepto. Hoy, su impuestazo ya está en marcha. La facultad
que Cavallo pretende otorgarles a los bancos para condonar
la inhabilitación por defraudación con cheques no
sólo pasa por encima de las atribuciones conferidas al Banco
Central cuya autarquía parece valer sólo cuando
se trata de cuestionar a su presidente, sino que además
representa una actitud clientelista. Serán los
bancos, según sus propios criterios, los que determinen quién
es merecedor y quién no del perdón. La consecuencia
será una selección de clientes en la que, independientemente
de su conducta anterior, las entidades optarán por los que
les resulten más atractivos. Para las pymes, mejor abstenerse.
Estos clientes poco atractivos seguirán atados
a operar a través de las mesas de dinero que descuentan cheques
a tasas exorbitantes y que, según los expertos, hoy tienen
un giro de negocios casi equivalente a la operatoria legal.
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