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�La belleza tiene que estar al lado de la verdad y la justicia�

En la Universidad de las Madres, Hebe de Bonafini y Vicente Zito Lema encabezaron el acto de repudio al 25º aniversario del golpe militar en un homenaje denominado �Mil poemas para los compañeros�.

En el auditorio de la Universidad de las Madres, los pañuelos blancos acompañaron los discursos.

Por Mariano Blejman

“El arte debe y puede ser un instrumento de lucha y crítica, porque la belleza tiene que estar del lado de la verdad”, aseguró a Página/12 Hebe de Bonafini, la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, y rectora de la flamante Universidad Popular, al inaugurar el acto de repudio al 25º aniversario del último golpe militar. La palabra –y su poder de resistencia como elemento político– se hicieron presentes, en una húmeda y oscura noche, en el Auditorio de las Madres, bajo el homenaje denominado “Mil poemas para los compañeros”.
Es que justamente el ejercicio de la palabra como crítica voraz les costó la vida durante la dictadura a deliciosos trabajadores de la palabra como Francisco “Paco” Urondo, Miguel Angel Bustos, Haroldi Conti, Roberto Santoro y Rodolfo Walsh, cuyos relatos fueron contados ayer, en homenaje a sus voces silenciadas. “Hay un montón de manos, de cuerpos y cabezas, soñando con este lugar enorme y precioso que es nuestra Universidad. ¿Quién puede decir que Víctor Jara ha muerto, si cada vez se cantan más sus canciones? Cuando leemos a nuestros poetas caídos, los hacemos vivir un poco de nuevo”, se ilusionó Hebe de Bonafini, quien luego intimó al auditorio con un comentario sarcástico “los suizos nunca podrían hacer un poema, porque ellos sólo piensan en la guita” y desafió al público a que –si encuentran alguno– le presenten un poeta del país de los bancos, los relojes y los chocolates, porque lo quiere conocer.
La presentación fue hecha por Vicente Zito Lema, quien ahora oficia de director académico de la Universidad de las Madres y también es director periodístico de la revista Locas, cultura y utopía, con un formato que recuerda a la mítica revista Crisis, cerrada en su número 40 unos meses después de la llegada del golpe y vuelta a abrir en la primavera alfonsinista, donde escribían Eduardo Galeano y Osvaldo Soriano, entre otros. “Cada vez que hablamos de nuestros caídos los reivindicamos en la totalidad de su conducta. En la verdad de su lucha y la verdad de su propuesta, sin cambiar lo que fueron en realidad”, explicó Zito Lema, ante una sala repleta de pañuelos blancos, y excusándose ante sus alumnos que habían suspendido una clase que él mismo tenía que dar, para acudir al acto, que él mismo tenía que presentar. Fue entonces cuando los homenajeadores tomaron la palabra. El poeta Daniel Acosta aseguró “no podemos vivir sin un sueño, aunque sea pequeño”, mientras que Manuel Barcia fue claro, al presentar su homenaje a Rubén Galleta, militante de la JUP, desaparecido: “Rubén fue un ejemplo en todo sentido, no era un aparato, no era un cobarde, y si hoy yo estoy acá, es gracias a que él no dijo nada”. Luego leyó, emocionado, el poema “La Flor” de Rubén Galleta (ver recuadro), y siguieron su turno escritores como Javier Cófreces, León Ferrari, Sergio Kisielewsky, Carlos Patiño, Arturo Vázques y ya sobre el final, el mismo Zito Lema, quien citó a Walsh: “La historia no nace con nosotros, hay otros que ya la hicieron”, dijo.
No sólo la palabra se hizo presente, en la lluviosa noche de Hipólito Yrigoyen al 1500, en la confortable y luminosa sede de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. También fueron parte de la muestra unos cuadros unidos bajo el título Pintura por la vida, donde se vieron las creaciones de Paula Abalos, Daniel Acosta, Juliano Borobio, Jorge Meijide, Marcia Kuperman, Mirtha Rosemberg, Mirta Narosky y Pedro Roth, que ilustraron la sala de imágenes dolorosamente bellas.

 

Ternura invencible

“Para que yo no me lo olvide/ para que el tiempo no se pierda/ me dejaste un recuerdo/ esa huella candorosa de tu adolescencia inamovible/ es decir ese reflejo íntimo de motivo/ y un poco de ternura invencible/ dejaste una flor metálica/ almita que reside en floreros pequeños/ blasones entre blasones que legila/ atrincherada en la repisa materna / una flor de perenne tallo/ mis dedos cobardes laten trémulas al sostenerla/ una flor metálica / le hablo para que no se marchite / para que no desfallezca / (...) / pusiste en ella, una señal / indicio evocador de tu edad que no es guarismo / de tu cuerpo que ayer escondieron la furia/ me dejaste una flor con lengua / que me habla para que no mueras.”
(Fragmento de “La Flor” de Rubén Galleta)

 

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