El pueblo argentino no votará en contra de Cuba fue
la última frase del discurso que aplaudieron de pie ayer en el
Congreso. El orador fue el embajador cubano en Argentina, Alejandro González
Galiano, y el acto había sido organizado por unos 40 diputados
de la Alianza y el Partido Socialista Democrático, quienes solicitan
al Gobierno que se abstuviera de votar contra Cuba en la próxima
reunión del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
El acto se efectuó en el auditorio del primer subsuelo del edificio
anexo del Congreso con la presencia de numeroso público y de varios
de los diputados firmantes, antes de que comenzaran las sesiones en el
Parlamento para discutir la ley de competitividad que envió el
flamante ministro de Economía, Domingo Cavallo.
Los abajo firmantes comienza el documento firmado por los
legisladores, diputados de la Nación Argentina, expresamos:
Nuestra permanente solidaridad
con el pueblo cubano que viene sufriendo desde hace ya cuatro décadas
el injusto bloqueo por parte de los Estados Unidos.
Nuestra plena identificación
con el principio de autodeterminación de los pueblos.
La solicitud del gobierno
de nuestro país para que se abstenga de votar contra Cuba en la
próxima reunión anual del Comité de Derechos Humanos
de Naciones Unidas, modificando así el voto de Argentina.
Nuestro concepto de no
ideologizar ni politizar en ningún caso el tratamiento de las cuestiones
referidas a los derechos humanos.
El documento lleva la firma, entre otros, de los diputados Jorge Giles,
Ramón Torres Molina, Gustavo Galland, Bárbara Espínola,
Margarita Stolbizer, Alicia Castro, Mabel Marelli, Alfredo Allende, Marcela
Bordenave, Jorge Orozco, Elsa Quiroz, Eduardo Macaluse, Ricardo Vázquez,
Federico Soñez, María América González, Irma
Parentella, María Elena Barbagelata, Atilio Tazzioli, Héctor
Polino, Graciela Ocaña, Alfredo Bravo, Jorge Rivas, Juan Farizano,
Rubén Giustiniani, Silvia Vázquez, Cristina Guevara, María
Elena Herzovich, Marta Silvia Milesi, María Teresita Colombo, Raúl
Jorge Solmoirago, Fernando Melillo, Pablo Fernández, Rafael Horacio
Flores, Isabel Foco y Gustavo Cardesa, entre otros.
Los organizadores del documento prefirieron no abrirlo a legisladores
de la oposición para que quedara como un planteo desde un sector
importante de la Alianza a lo que fue el gobierno que propusieron. Realmente
teníamos esperanzas de que la política hacia Cuba cambiara
con el nuevo gobierno, señaló uno de ellos.
Además del embajador cubano, hablaron el diputado Jorge Giles,
quien aclaró que no solamente impulsamos esta posición
porque no estamos de acuerdo con los fundamentos del voto contra Cuba,
sino también porque amamos profundamente a su pueblo. En
el acto a sala llena, que duró poco más de media hora, también
hablaron en términos similares el diputado Ramón Torres
Molina y el secretario general de la Sociedad Argentina de Escritores
(SADE), Antonio Las Heras.
OPINION
Por Blas de Santos *
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Nos habíamos amado
tanto...
La idea de que sólo la verdad es revolucionaria
fue la fe laica que desde la modernidad ha guiado las voluntades
de quienes desean cambiar el mundo y la vida. Nada en la historia
contradice la ecuación de una política en que la razón
sea un recurso de la ética. Sólo que el mundo y la
vida resultaron más complejos y reacios que los impacientes
impulsos por comprenderlos y transformarlos. El resultado de esta
frustración es que pueda suceder que la verdad del amor desplace
al amor a la verdad y que esta inversión sea la coartada
de un espejismo en que la realidad es el eco de lo deseado. Un extravío
que multiplicado, como en la unanimidad, lejos de corregirse, se
potencia. Estoy hablando del automatismo masivo al que apela el
repudio al aniversario del golpe del 76. Una convocatoria
que el exceso de consenso vacía. La verdad no resiste otro
consumo que el de su búsqueda. La repetición de la
verdad, apta para otros entrenamientos, no altera lo establecido.
La lucidez de la conciencia es inmune a la gimnasia.
No es que los hombres hablen para hacer política: hacen política
porque su existencia se realiza .se discute en el habla.
Por eso ese lugar, el habla, el de la ilusión y de la invención,
es siempre el de la política. De esa potencia se sirve cuando
usa la verdad para engañar/se y mentir/se.
¿Quién niega la urgencia por un nuevo pensamiento
político? ¿Que otro mundo es tan necesario como posible?
¿Que la memoria histórica es esencial? ¿Quién
duda del repudio que merece la dictadura militar del 76 y
la criminalidad con que defendió un orden injusto ante una
sociedad movilizada? Si el sujeto social dispuesto hoy a dar continuidad
a esa fractura sufrida retoma los ideales del pasado, sin el lastre
de sus designios revelados ¿por qué una convocatoria
que más apela al deber ser que a la oportunidad colectiva
de recrear los proyectos? Un acto cuya verdad está prefigurada
pertenece a la moral y no a la política.
Mi preocupación es que el piso de los acuerdos políticos
se convierta en el techo de toda interrogación sobre la realidad,
pasada y presente. Que las perspectivas de porvenir se satisfagan
y conformen al repudio de lo indefendible y condenado. El malestar
ante las verdades probadas se deriva en la disputa por quién
tiene la verdad más verdadera. ¿No es este el caso
en que la verdad opaca una realidad que se resiste a las simplificaciones
y las analogías regresivas? ¿La verdad festeja sus
aniversarios? Siempre lo supimos, hay que celebrarlo.
Para ello debe tratarse de verdades abstractas hasta la espiritualización.
Sacralizadas y atemporales la bondad de lo bueno, la justicia
de lo justo, la maldad de lo malo, o sea, la verdad de la
verdad. Una verdad, con la eternidad de los héroes y de las
epopeyas, instructiva para los modelos a seguir o los programas
a dictar pero inoperante como instrumento de sujetos en situaciones
concretas.
¿Alguien cree que el desahogo emocional, la embriaguez de
la identificación masiva, la rotundez del unísono,
agregará alguna verdad a la ya disponible? O, servirá
de retroalimentación (en criollo, para morderse la cola)
para que los así movilizados prolonguen la ficción
de una remake, desmerecedora de la versión original, en el
consuelo de un volveremos... a próximos aniversarios.
Sin que otros jóvenes hayan renovado las ideas y las consignas,
actuales en su momento, todos-ahora, otra vez identificados con
esos chicos ya no están, cantando igual que dos décadas
atrás, serán su remedo y su negación. Hace
falta que una generación haya encontrado la forma de transmitir
a las siguientes otra cosa que la impotencia de revisar su experiencia,
para que en su legado pueda distinguirse la consecuencia principista
con las tretas del amor propio. El no nos reconciliamos,
de una de las convocatorias puede leerse como síntoma: a
las contradicciones hay que expulsarlas. La Unidad es un valor que
la diversidad no debe arriesgar, aunque empiece por la deotros y
alcance la propia singularidad. ¿Cuál es el fundamento
de una confluencia lograda en la demonización de los demonios?
¿Cuánto se deslegitima nuestra verdad cuando su defensa
exime de saber la del enemigo? Sólo la mala conciencia teme
que la responsabilidad de los genocidas pueda atenuarse si se analiza
la propia. Por eso, a continuación del no nos reconciliamos,
puede leerse un no nos olvidamos y un no nos perdonamos.
Lo que nos condena a seguir amándonos tal como fuimos para
seguir amándonos como somos. ¿Cómo se explica
que la evocación histórica se detenga en el repudio
al inicio de la dictadura y no repare que la misma tradujo la derrota
de una política que carecía de más alternativa
para enfrentarlo que ofrendar, a todo o nada, la potencia social
de la época.
¿Qué hacer? Empecemos por repudiar cuánto de
esta pregunta resuena como mandato o chantaje. No dejar que el ¿cómo
no ir? seduzca al ¿por qué ir? Ensayar si no vale
la pena faltar a la cita con la euforia o el triunfalismo. A la
cita con esa memoria inculcada de gritos sagrados, tan cara a nuestra
historia, para dar oportunidad a mejores laureles que los que sabemos
conseguir jurando morir sin repensarnos. No sé si obtendríamos
la gloria prometida, pero seguro sí el valor y alegría
de animarse a enfrentar el horror del vacío, aguantando la
tentación de cobijarse en el anónimo de la multitud,
la embriaguez de las letanías y la monotonía de las
verdades redoblantes.
* Psicoanalista, co-director de El Rodaballo.
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