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DOCUMENTO DE 36 DIPUTADOS DE LA ALIANZA
“No votar contra Cuba”

Diputados socialistas, del Frepaso y la UCR solicitaron al Gobierno �abstenerse de votar contra Cuba� en la ONU. El documento se leyó en el Congreso, con la presencia del embajador cubano.

El embajador cubano, Alejandro González Galiano, ayer, en el auditorio del edificio anexo del Congreso.

“El pueblo argentino no votará en contra de Cuba” fue la última frase del discurso que aplaudieron de pie ayer en el Congreso. El orador fue el embajador cubano en Argentina, Alejandro González Galiano, y el acto había sido organizado por unos 40 diputados de la Alianza y el Partido Socialista Democrático, quienes solicitan al Gobierno que se abstuviera de votar contra Cuba en la próxima reunión del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
El acto se efectuó en el auditorio del primer subsuelo del edificio anexo del Congreso con la presencia de numeroso público y de varios de los diputados firmantes, antes de que comenzaran las sesiones en el Parlamento para discutir la ley de competitividad que envió el flamante ministro de Economía, Domingo Cavallo.
“Los abajo firmantes –comienza el documento firmado por los legisladores–, diputados de la Nación Argentina, expresamos:
“Nuestra permanente solidaridad con el pueblo cubano que viene sufriendo desde hace ya cuatro décadas el injusto bloqueo por parte de los Estados Unidos.”
“Nuestra plena identificación con el principio de autodeterminación de los pueblos.”
“La solicitud del gobierno de nuestro país para que se abstenga de votar contra Cuba en la próxima reunión anual del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, modificando así el voto de Argentina.”
“Nuestro concepto de no ideologizar ni politizar en ningún caso el tratamiento de las cuestiones referidas a los derechos humanos.”
El documento lleva la firma, entre otros, de los diputados Jorge Giles, Ramón Torres Molina, Gustavo Galland, Bárbara Espínola, Margarita Stolbizer, Alicia Castro, Mabel Marelli, Alfredo Allende, Marcela Bordenave, Jorge Orozco, Elsa Quiroz, Eduardo Macaluse, Ricardo Vázquez, Federico Soñez, María América González, Irma Parentella, María Elena Barbagelata, Atilio Tazzioli, Héctor Polino, Graciela Ocaña, Alfredo Bravo, Jorge Rivas, Juan Farizano, Rubén Giustiniani, Silvia Vázquez, Cristina Guevara, María Elena Herzovich, Marta Silvia Milesi, María Teresita Colombo, Raúl Jorge Solmoirago, Fernando Melillo, Pablo Fernández, Rafael Horacio Flores, Isabel Foco y Gustavo Cardesa, entre otros.
Los organizadores del documento prefirieron no abrirlo a legisladores de la oposición para que quedara como un planteo desde un sector importante de la Alianza a lo que fue el gobierno que propusieron. “Realmente teníamos esperanzas de que la política hacia Cuba cambiara con el nuevo gobierno”, señaló uno de ellos.
Además del embajador cubano, hablaron el diputado Jorge Giles, quien aclaró que “no solamente impulsamos esta posición porque no estamos de acuerdo con los fundamentos del voto contra Cuba, sino también porque amamos profundamente a su pueblo”. En el acto a sala llena, que duró poco más de media hora, también hablaron en términos similares el diputado Ramón Torres Molina y el secretario general de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Antonio Las Heras.

 

OPINION
Por Blas de Santos *

Nos habíamos amado tanto...

La idea de que “sólo la verdad es revolucionaria” fue la fe laica que desde la modernidad ha guiado las voluntades de quienes desean cambiar el mundo y la vida. Nada en la historia contradice la ecuación de una política en que la razón sea un recurso de la ética. Sólo que el mundo y la vida resultaron más complejos y reacios que los impacientes impulsos por comprenderlos y transformarlos. El resultado de esta frustración es que pueda suceder que la verdad del amor desplace al amor a la verdad y que esta inversión sea la coartada de un espejismo en que la realidad es el eco de lo deseado. Un extravío que multiplicado, como en la unanimidad, lejos de corregirse, se potencia. Estoy hablando del automatismo masivo al que apela el repudio al aniversario del golpe del ‘76. Una convocatoria que el exceso de consenso vacía. La verdad no resiste otro consumo que el de su búsqueda. La repetición de la verdad, apta para otros entrenamientos, no altera lo establecido. La lucidez de la conciencia es inmune a la gimnasia.
No es que los hombres hablen para hacer política: hacen política porque su existencia se realiza –.se discute– en el habla. Por eso ese lugar, el habla, el de la ilusión y de la invención, es siempre el de la política. De esa potencia se sirve cuando usa la verdad para engañar/se y mentir/se.
¿Quién niega la urgencia por un nuevo pensamiento político? ¿Que otro mundo es tan necesario como posible? ¿Que la memoria histórica es esencial? ¿Quién duda del repudio que merece la dictadura militar del ‘76 y la criminalidad con que defendió un orden injusto ante una sociedad movilizada? Si el sujeto social dispuesto hoy a dar continuidad a esa fractura sufrida retoma los ideales del pasado, sin el lastre de sus designios revelados ¿por qué una convocatoria que más apela al deber ser que a la oportunidad colectiva de recrear los proyectos? Un acto cuya verdad está prefigurada pertenece a la moral y no a la política.
Mi preocupación es que el piso de los acuerdos políticos se convierta en el techo de toda interrogación sobre la realidad, pasada y presente. Que las perspectivas de porvenir se satisfagan y conformen al repudio de lo indefendible y condenado. El malestar ante las verdades probadas se deriva en la disputa por quién tiene la verdad más verdadera. ¿No es este el caso en que la verdad opaca una realidad que se resiste a las simplificaciones y las analogías regresivas? ¿La verdad festeja sus aniversarios? “Siempre lo supimos”, hay que celebrarlo. Para ello debe tratarse de verdades abstractas hasta la espiritualización. Sacralizadas y atemporales –la bondad de lo bueno, la justicia de lo justo, la maldad de lo malo–, o sea, la verdad de la verdad. Una verdad, con la eternidad de los héroes y de las epopeyas, instructiva para los modelos a seguir o los programas a dictar pero inoperante como instrumento de sujetos en situaciones concretas.
¿Alguien cree que el desahogo emocional, la embriaguez de la identificación masiva, la rotundez del unísono, agregará alguna verdad a la ya disponible? O, servirá de retroalimentación (en criollo, para morderse la cola) para que los así “movilizados” prolonguen la ficción de una remake, desmerecedora de la versión original, en el consuelo de un “volveremos”... a próximos aniversarios. Sin que otros jóvenes hayan renovado las ideas y las consignas, actuales en su momento, todos-ahora, otra vez identificados “con esos chicos ya no están”, cantando igual que dos décadas atrás, serán su remedo y su negación. Hace falta que una generación haya encontrado la forma de transmitir a las siguientes otra cosa que la impotencia de revisar su experiencia, para que en su legado pueda distinguirse la consecuencia principista con las tretas del amor propio. El “no nos reconciliamos”, de una de las convocatorias puede leerse como síntoma: a las contradicciones hay que expulsarlas. La Unidad es un valor que la diversidad no debe arriesgar, aunque empiece por la deotros y alcance la propia singularidad. ¿Cuál es el fundamento de una confluencia lograda en la demonización de los demonios? ¿Cuánto se deslegitima nuestra verdad cuando su defensa exime de saber la del enemigo? Sólo la mala conciencia teme que la responsabilidad de los genocidas pueda atenuarse si se analiza la propia. Por eso, a continuación del no nos reconciliamos, puede leerse un “no nos olvidamos” y un “no nos perdonamos”. Lo que nos condena a seguir amándonos tal como fuimos para seguir amándonos como somos. ¿Cómo se explica que la evocación histórica se detenga en el repudio al inicio de la dictadura y no repare que la misma tradujo la derrota de una política que carecía de más alternativa para enfrentarlo que ofrendar, a todo o nada, la potencia social de la época.
¿Qué hacer? Empecemos por repudiar cuánto de esta pregunta resuena como mandato o chantaje. No dejar que el ¿cómo no ir? seduzca al ¿por qué ir? Ensayar si no vale la pena faltar a la cita con la euforia o el triunfalismo. A la cita con esa memoria inculcada de gritos sagrados, tan cara a nuestra historia, para dar oportunidad a mejores laureles que los que sabemos conseguir jurando morir sin repensarnos. No sé si obtendríamos la gloria prometida, pero seguro sí el valor y alegría de animarse a enfrentar el horror del vacío, aguantando la tentación de cobijarse en el anónimo de la multitud, la embriaguez de las letanías y la monotonía de las verdades redoblantes.

* Psicoanalista, co-director de El Rodaballo.

 

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