La escena y los ribetes de la escena fueron una expresión clara
de la desesperación de los legisladores mexicanos ante la inminente
salida, hoy, de la marcha zapatista con destino a Chiapas. El Subcomandante
Marcos estaba hablando ayer por la noche frente al Congreso mexicano,
para responsabilizarlo por el fracaso en los contactos para lograr la
aprobación de la ley indígena. A toda velocidad, dentro
del edificio, la Cámara de Diputados aprobaba por 220 votos a favor
y 210 en contra que las comisiones implicadas en el tema de la ley indígena
recibiera en la sala de plenos a la comandancia zapatista para que exponga
sus argumentos. Los parlamentarios corrieron a hacerle la oferta al comandante
Germán, el enlace zapatista con el Congreso. Minutos después,
Marcos interrumpía su discurso para anunciar que en las próximas
horas haremos pública nuestra respuesta.
El gobierno y el Congreso ya no sabía qué hacer para evitar
la salida de los zapatistas del DF. En la medianoche del miércoles,
el negociador federal para la paz, Luis Alvarez, llegó hasta la
Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), donde se alojan
los zapatistas, para entregar una segunda carta del presidente Vicente
Fox llamándolo a aceptar un diálogo. Ayer mismo, el Congreso
envió otra misiva para evitar que los zapatistas se vayan. Marcos
rechazó ambas invitaciones aludiendo al racismo de
la clase política mexicana.
El EZLN parece hoy la novia más cortejada de todas. Quizás
porque no la verán más en el DF durante un tiempo. La escena
que se desarrollaba en la medianoche de ayer en el Congreso y sus alrededores
fue elocuente. El tema de los zapatistas estaba encerrado entre el gran
apoyo que obtuvo el EZLN en su marcha y la negativa de los legisladores
del oficialista Partido Acción Nacional (PAN) y de parte de los
del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a recibir a los zapatistas,
encapuchados como están, en la tribuna principal del Parlamento
ante el pleno de diputados y senadores para que expusieran la necesidad
de aprobar la Ley de Derechos y Cultura Indígena, cajoneada desde
1996. Ahora podrán acceder a la tribuna principal, pero en lugar
de todos los diputados y senadores estarán sólo los representantes
de las comisiones. Hoy se sabrá si los zapatistas aceptan. Si no
lo hacen, la nave pondrá proa a Chiapas.
Desde el lunes, cuando Marcos anunció la salida zapatista del DF
para hoy, el Poder Ejecutivo y el Congreso entraron en una cierta desesperación.
El martes, atendiendo a las demandas zapatistas, Fox dijo que estaba dispuesto
a liberar a los presos zapatistas que aún están tras las
rejas y a transformar los tres cuarteles militares que quedan en Chiapas
en centros de cultura indígena. El miércoles, legisladores
de todas las bancadas permanecieron reunidos ocho horas seguidas para
ver si el bloque del PAN y parte del PRI podían ceder al reclamo
zapatista de hablar ante el pleno del Congreso o si al menos podían
ofrecerle a Marcos una solución de compromiso. El resultado fue
una carta a los zapatistas donde sólo se los invitaba a una reunión
a efecto de hallar un formato de diálogo.
La comandancia zapatista respondió haciendo gala de unas relaciones
de fuerza que parecen favorecerles desde el inicio, el 26 de febrero,
de su marcha hacia el DF. Tanto el martes como ayer, Marcos aclaró
que no tenía ninguna razón para reunirse con Fox porque
el problema está en el Congreso. Ayer, el comandante Zebedeo le
dijo al presidente que el Ejército mantiene posiciones en
Chiapas y los presos zapatistas siguen en las cárceles y
al Congreso que no está bien que quienes se encandalizan
por nuestros pasamontañas (como argumento para que los zapatistas
no hablen en la tribuna del Congreso) escondan su voluntad guerrerista
detrás de todos los diputados y senadores. Y mientras lanzaba
sus no, la comandancia zapatista reunía anteayer 10.000
personas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
y una cantidad similar se esperaba ayer frente al Congreso. Hoy, las multitudes
quizás ya se vuelvan para Chiapas.
LAS
DISCUSIONES SOBRE LA INICIATIVA INDIGENA
Qué está en juego con la ley
La definición de los
conceptos pueblo, territorio y autonomía
contenidos en el proyecto de ley sobre derechos y culturas indígenas,
redactado hace cinco años por la parlamentaria Comisión
de Concordia y Pacificación (Cocopa), es el punto más complicado
de una iniciativa que, de ser aprobada, enmendará la Constitución.
Los cambios en la Carta Magna afectarían a 10 millones de indígenas
agrupados en 57 etnias, el 10 por ciento de la población total
de México.
El proyecto de ley tradujo los Acuerdos de San Andrés Larraínzar,
firmados en 1996 por delegados del gobierno de Ernesto Zedillo (1994 diciembre
del 2000) y del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN). El Ejecutivo, sin embargo, objetó varios artículos
del proyecto de ley que, en su opinión, desvirtuaban el espíritu
de los acuerdos y podían franquear el paso a reclamaciones independentistas
o causar conflictos civiles por la posesión de tierras. Los zapatistas
denunciaron burla e incumplimiento y se retiraron de las negociaciones.
Las imprecisiones técnico-jurídicas sobre los límites
de la autonomía y de la autodeterminación, sobre demarcaciones
territoriales, o sobre los usos y costumbres como referente legal en las
comunidades indígenas, enfrentan todavía a ambas partes.
Los defensores del proyecto argumentan que los Acuerdos de San Andrés,
recogidos en el documento de la Cocopa, establecen como marco de todos
los usos y costumbres el respeto de las garantías y los derechos
individuales fijados en la Constitución.
Por su parte, los adversarios señalan vacíos legales que
pueden ser llenados por interpretaciones diferentes. Mencionan como ejemplo
la posibilidad de que los indígenas reclamen como propias tierras
que hoy son propiedad de mexicanos no indígenas. Los derechos individuales,
protestan, se subordinan a los comunitarios.
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