Por Roque Casciero y Fernando DAddario
La jornada desapacible que lastimaba
inoportuna, apenas alcanzaba a dejar testimonio de su crudeza frente al
clima de emotividad que abrazaba el estadio de Ferro. Eran las 24, la
hora que marcaba el inicio de un día nefasto para la historia argentina
y, sin embargo, pese a la bronca, a los insultos dirigidos hacia los militares,
las más de treinta mil personas que llenaron la cancha hacían
prevalecer una sensación de confraternidad, de mística envolvente,
lo cual, de por sí, bastaba para garantizarle un signo distintivo
a la noche. Palabras grabadas del Subcomandante Marcos, consignas del
tipo El que no salta es un militar (hizo temblar literalmente
el estadio), un video que mostró imágenes previas y posteriores
al golpe (y a partir de las cuales fueron abucheados Videla, Menem, Ruckauf,
Alfonsín, Cavallo y De la Rúa), una bandera con la foto
de los desaparecidos que recorrió todo el campo ante un aplauso
cerrado e interminable, ayudaron a constituir, con ese plus de épica
militante, una jornada que fue mucho más que un festival de música.
Para entonces, ya habían actuado Jaime Roos y Víctor Heredia.
Poco después lo hicieron Joan Manuel Serrat y Pablo Milanés,
y al cierre de esta edición se esperaba que los cuatro músicos
subieran nuevamente al escenario para entonar juntos el himno Todavía
cantamos. El lema del festival, A 25 años del golpe,
30.000 razones nos convocan - Por la memoria, la verdad y la justicia,
tuvo en cada momento su correlato en la actitud de la gente. Los que fueron,
de todas las edades, sabían por qué estaban allí:
en repudio a los militares golpistas, en homenaje a los desaparecidos
y, también, como una manera de ayudar a Madres de Plaza de Mayo
Línea Fundadora, que con lo recaudado anoche están mucho
más cerca de tener por fin su casa propia. Los más jóvenes
con banderas de H.I.J.O.S. o de diversas juventudes políticas,
con remeras blancas que lucían la inscripción ¿Dónde
están?, las fotos de los desaparecidos reflejadas a través
de una pantalla gigante, el telón de fondo del escenario (que fue
diseñado por ocho artistas plásticos) transmitiendo la lucha
de las Madres en la Plaza, generaron una sintonía unánime.
Y afuera, un clásico futbolero-musical en Ferro: la gente apostada
en los balcones de los dos edificios de avenida Avellaneda con vista a
la cancha, y una bandera alusiva a Maradona.
Jaime Roos le puso fuerza y calor rioplatense a la noche. Nos pueden
sacar muchas cosas, pero la alegría y el amor no, no lo lograrán
nunca, dijo antes de arremeter con Los futuros murguistas,
y después llegaron los clásicos Los olímpicos,
Amándote, Brindis por Pierrot y Colombina.
Porque la de ayer fue una jornada de clásicos. También Heredia
cantó los suyos (Sobreviviendo, Informe de situación,
Razón de vivir, entre otros), en un set que dejó
sobrevolar el recuerdo de María Cristina, su hermana desaparecida.
Los locutores Quique Pesoa y Liliana Daunes leían consignas y adhesiones,
la gente gritaba: El pueblo unido jamás será vencido.
Después llegaron Milanés y Serrat, y los gritos siguieron,
indefinidamente, como la memoria.
Las razones del catalán
Mi razón particular son las 30.000 razones juntas,
sintetizó Joan Manuel Serrat cuando se le preguntó
por qué había aceptado la invitación de Madres.
Antes de que comenzara el recital que cerraría, el catalán
afirmó que guardará las imágenes del show para
siempre en su memoria, por la alta dosis de emoción
que lo envolvía. El catalán fue un testigo privilegiado
de la evolución política argentina, en su condición
de español perseguido por la dictadura de Franco. Repudiamos
a los militares que iniciaron un proceso de oscuridad y horror para
la Argentina, pero también queremos decir que el camino del
terror y del crimen había sido diseñado unos años
antes, señaló al respecto, aludiendo a la Triple
A, organización que amenazó su vida en varias oportunidades.
Serrat llegó ayer por la mañana desde Madrid, hacia
donde partirá hoy, ya que al aceptar la invitación
de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, interrumpió
una gira que concretaba por España.
|
UN
PUBLICO PARTICIPATIVO COLMO LAS INSTALACIONES
Estoy como en un ritual
Algunos testimonios
del público que abarrotaba anoche el estadio de Ferro:
Esto es una manera de
decir que los Videla, los Massera, los Astiz, van a ser toda la vida,
y aún después de muertos, objeto de nuestro repudio. Y del
de nuestros hijos y nuestros nietos. Pero mucho más importante
que eso es que vinimos a reivindicar a los desaparecidos, no sólo
por su condición de tales sino porque marcaron con su lucha un
camino. Fueron parte de otra manera de entender la vida, que hoy parece
fuera de época. Acá estamos los que no tenemos nada que
ver con los milicos, ni con los que se dicen demócratas y matan
de hambre a la gente. Y somos muchos (Francisco Paz, 39 años,
Almagro).
La lluvia no me importa:
estoy aquí como si fuese un ritual, como lo va a ser mañana
(por hoy) en la marcha. Son citas ineludibles. Cuando fue el golpe, yo
tenía sólo dos años, en mi casa nunca tuve información
sobre lo que pasaba, y en la escuela tampoco. Y fue en gran parte a través
de artistas como Serrat, como Silvio, que me hubiese gustado que estuviera,
que me enteré de la masacre que habían hecho los milicos.
Después leí, me informé, pero la música, el
cine y el teatro son fundamentales para no olvidar (Silvina Paz,
26 años, de Flores).
Soy militante político
desde hace muchos años. No tengo familiares desaparecidos, pero
sí muchos amigos, y estoy acá por ellos, por los demás
y por mí. Me emociono cada vez que escucho que nombran a compañeros
desaparecidos y dicen presente, porque los imagino aquí,
cantando a su vez por otros, o cuando oigo hablar a algunas de las Madres,
que están viejitas y no se rinden. También quiero destacar
la actitud de estos músicos, que viajaron hasta acá sin
cobrar un peso, por solidaridad (Cristian Sayegh, 48 años,
Palermo).
A mí no me seducía
demasiado la programación artística, pero igual sentí
la necesidad de venir. Sabía que iba a haber mucha gente y que
eso iba a ser contagioso. Hay tan poca onda en la calle, todos los días,
que encontrarse con gente que todavía tiene un poco de dignidad,
da ganas de seguir adelante (Julieta Risso, 24 años, de Paternal).
|