Luis Brandoni*
Estaba filmando Juan que reía, con Dora Baret y dirección
de Carlos Galletini. Las versiones sobre las claves del golpe eran por
demás inquietantes, por eso estuve dos días durmiendo fuera
de casa. Recuerdo la sensación de angustia que me produjo oír
los comunicados oficiales, con su música. Yo había vuelto
del exilio unos meses antes. Estuve en México desde setiembre del
74 hasta julio del 75. Había recibido amenazas de la
Triple A por mi trabajo gremial en Actores. Había una elección
en la Asociación de Actores, fue en noviembre, y la gano estando
ya en el exilio. Así que tampoco me extrañó que el
26 de marzo me prohibieron en Canal 9. Hacía un personaje en la
tira La Aventura de Vivir, con Martha González, y me
lo mandaron a Japón. Comenzaban a funcionar las listas negras en
la Argentina.
* Actor y diputado nacional.
Juan Pablo Cafiero*
Ese día fui a la Plaza de Mayo y estuve junto a un grupo de
mujeres trabajadoras del Ministerio de Acción Social que ubicadas
sobre un vallado pedían por Isabel Perón. Pensando
que era estéril mi presencia allí, fui a mi trabajo. Busqué
por teléfono a mi esposa, y cuando me dijo que empezaba con el
trabajo de parto, me fui en tren hasta mi casa. A las pocas horas nació
mi hija. Cuando salí de la maternidad todo estaba trágicamente
cambiado. Hubo un cambio drástico particularmente para la militancia
política y social. Si bien ya se vivían episodios de violencia
paramilitar, con el golpe, con la complicidad civil y empresarial, se
organizaron las bases de un estado terrorista. Allí cambiaron las
formas de acción política y de relación entre los
compañeros. Creció la solidaridad, se evaporó el
sectarismo, se ganó un singular respeto por la institucionalidad,
canalizando la lucha política en el debate democrático y
el repudio a la violencia.
* Diputado nacional Frepaso.
Leonor Manso*
Recuerdo claramente que ese día teníamos que entrar
a Canal 13, donde estábamos haciendo un unitario, La Batalla
de los Angeles, que protagonizábamos con Pepe Soriano, y
no nos dejaron entrar. Yo no llegué hasta la puerta del canal porque
ya mis compañeros me habían avisado, y nos juntamos en un
bar de la esquina. Estaban María Rosa Gallo y Miguel Angel Solá,
entre los actores de ese elenco espectacular que tenía el programa.
Estábamos muy tristes. Y consternados porque mucha gente estaba
feliz con el golpe. Pienso en eso y pienso en lo que vivimos hoy. En este
golpe que es la vuelta de Cavallo. Y todo me parece un eterno retorno.
* Actriz y directora de teatro.
Luis Farinello*
Se veía venir, era un hecho, uno tenía una visión
clara de lo que iba a pasar. Que la democracia iba a durar poco, que había
que defenderla. Ese día me fui a la Plaza de Mayo, esperaba encontrar
a mucha gente, pero no, la Plaza estaba vacía. Sentí que
se acrecentaba el miedo. Antes del golpe sabíamos lo que estaba
pasando con las Tres A, pero en democracia uno se sentía más
seguro. Después vino la indefensión, uno estaba regalado,
frágil. Me fui a vivir cerca del Obispo, casi al lado. Por la noche
todo se agudizaba, me vigilaban. No sé... todo era un sobresalto;
una frenada, un ruido eran suficientes para estar en estado de alerta.
Muchos me aconsejaron para que me fuera del país, que no estuviera
tan expuesto, pero me quedé. El golpe trajo eso desolación,
angustia, incertidumbre.
* Religioso, candidato a senador por el Polo Social.
Carmen Argibay*
El mismo 24 de marzo a las 3 de la madrugada me fueron a detener
a mi casa. Tenía 34 años y era secretaria de la Secretaría
General de la Cámara del Crimen. Tiraron la puerta abajo a culatazos
y me llevaron detenida a la cárcel de Devoto. A fines de marzo
salió un decreto ómnibus por el cual quedé a disposición
del Poder Ejecutivo. Salí en libertad, por otro decreto, el 22
de diciembre de 1976. Afuera me encontré con que había sido
dada de baja en mi trabajo en Tribunales y en la Facultad de Derecho donde
era profesora, por supuestas conexiones con la guerrilla. Por mi función
en el Poder Judicial yo no militaba en ninguna organización política.
Nunca, durante el tiempo que estuve en prisión, me interrogaron.
Pero adentro sufrí serios problemas de salud; incluso, llegué
a tener un espasmo de coronarias. Al salir me fui tres meses a Europa,
donde vivía un hermano, pero aunque me ofrecieron quedarme allí
resolví volver y empezar a ejercer mi profesión de abogada.
Di clases de francés e inglés para reforzar mi presupuesto,
hasta que en 1984 me nombraron jueza de sentencia. Mi paso por la cárcel
me marcó profundamente. Mi primera reacción cuando me ofrecieron
ser magistrada fue decir que no. Pero varios amigos me convencieron: por
haber estado detenida iba a poder ofrecer más garantías
que ninguna otra persona a los procesados. Desde ese momento, pienso mucho
antes de mandar a alguien a la cárcel. Sé cómo lo
va a pasar adentro.
* Jueza de Cámara del Tribunal Oral Nº 2 de Capital Federal
y fundadora y ex presidenta de la Asociación de Mujeres Jueces
de la Argentina.
Alejandro Borensztein*
Tengo en mente la tapa de La Razón del día anterior:
hablaba de un final inminente en su titular. Había
tipos armados en las esquinas de mi barrio. Camiones avanzando por la
avenida Figueroa Alcorta, y mucha gente aplaudiéndolos. La sensación
era que uno escuchaba la voluntad de que eso ocurriera, pero yo sentía
que eso estaba mal. Tenía 17 años y entraba a la Facultad
de Arquitectura. El gobierno de Isabel me parecía un bochorno pero
lo que venía con el golpe me parecía peor. Y sin embargo
la gente lo pedía y lo aplaudía. Esa es la historia de la
Argentina. Por eso, cuando unos años después con un amigo
conseguimos entradas para ver ArgentinaHolanda en la cancha de River,
ya no me asombró escuchar cómo todo el estadio ovacionó
la entrada de la Junta Militar al Monumental.
* Productor de televisión.
Daniel Goldman*
Recuerdo el sonido de los tanques pasando por la esquina de mi casa,
por la avenida Gaona. A los dos días me detuvieron, junto con mi
hermana y unos amigos, y nos llevaron a la Comisaría 37ª.
Ese día me cambió la vida para siempre: a partir de ahí
cargué con un miedo muy grande, con una soledad atroz. No volví
a ser el mismo que era antes del golpe, vivía en un estado permanente
de vértigo, con una paranoia que no tenía antes, y que sólo
la puedo comparar con la sensación que me invadió el día
del atentado a la AMIA, esa sensación de que hay momentos en que
la vida humana no vale nada. Creo que lo único que me devolvió
a lo que había sido antes de esa época fue el nacimiento
de mi hija, hace trece años, que fue lo mismo que me impulsó
a luchar por los derechos humanos. Recuerdo también una tarde de
1977: salíamos del cine con un amigo y de un patrullero bajaron
dos policías que nos obligaron a ponernos contra la pared. Uno
me puso una ametralladora en la espalda y me dijo: Si te das vuelta,
te mato. Tardaron un minuto en irse, pero nosotros estuvimos media
hora ahí parados, sin movernos; la gente pasaba al lado nuestro
y no hacía nada. Hay noches en que sueño con ese día,
siento de nuevo el fríodel caño en la espalda. Y me acuerdo
de lo que siempre decimos con un amigo: cómo nos jodieron la vida...
* Rabino.
Jorge Yoma*
Esa noche volví tarde a mi casa. Había ido a una peña
en el club Newells Old Boys de Chilecito con unos compañeros
de la JP y del Partido Peronista Auténtico. La peña era
para recaudar fondos para las tareas sociales en barrios humildes que
hacía el Partido Peronista Auténtico. Nos habíamos
ido con cierta tranquilidad porque Lorenzo Miguel había dicho que
no había golpe, pero luego escuchamos al radical Ricardo Balbín
decir en un mensaje al país que un enfermo tiene cura hasta
cinco minutos antes de su muerte. Nos fuimos a dormir bastante preocupados.
Unas horas después me fue a buscar la Gendarmería. Así
me enteré, por los gendarmes en mi casa en Chilecito, a las 7 de
la mañana del 24 de marzo. Yo era del Partido Peronista Auténtico.
Me llevaron al Escuadrón, donde estuve detenido los primeros tres
días. Después me llevaron a La Rioja, allí estuve
unos días en la unidad del Ejército. Recién me blanquearon
a los diez días, me llevaron a la cárcel de La Rioja, comunicaron
al juzgado mi detención y me pusieron a disposición del
Poder Ejecutivo y del área 3.14, que por entonces comandaba Luciano
Benjamín Menéndez, jefe del tercer cuerpo de Ejército
con sede en Córdoba. Después de la cárcel, la represión,
la muerte y desaparición de muchos compañeros, el exilio
de mi hermano mayor en Venezuela, mamá que iba de cuartel en cuartel
tratando de que yo no desaparezca... Todo eso me marcó definitivamente.
Me marcó, además, en la lucha por las libertades públicas,
la libertad de expresión, el sufragio, que hasta ese momento en
el peronismo despreciábamos: considerábamos que eran pequeñoburguesas.
La experiencia en la cárcel me llevó a revalorizar esas
cosas. Revaloricé también la vida, a partir de la muerte
de muchos compañeros.
* Senador, PJ.
Fabio Posca*
Vivía en La Falda, en las sierras de Córdoba. No teníamos
televisión porque la señal no llegaba, problema de antenas.
Pero me acuerdo cómo la radio contaba sobre las protestas y la
represión, con esa urgencia que transmitía el clima revolucionario
de la época. Y recuerdo también la angustia y la impotencia
de mi viejo, y sus discusiones con mi abuela que pensaba un poco diferente.
Eran pesadas y terminaban siempre mal. Como mi paso por el colegio, donde
la represión se daba en nimiedades, pero con un rigor desmesurado
y bajo un sistema de castigos que no contemplaba ningún tipo de
contención.
* Actor.
Carlos Ulanovsky*
Ese día comprendí la sensación verdaderamente
aciaga de que la historia se repite, pero si durante la época de
Isabel había sido como farsa ahora era en forma de tragedia. Con
mi mujer veníamos de vivir en México esquivando el clima
que imponía la Triple A, y volvimos, desoyendo las voces que vaticinaban
el golpe. Y el 24 de marzo prendimos la radio y escuchamos la marchita
de los comunicados. Recuerdo además dos cosas: un terror persistente
y continuo, realimentado por lo que se vivía en los lugares que
frecuentábamos, donde las conversaciones en voz baja eran: ¿Viste
a quién se chuparon? ¿Viste a quién reventaron? Y
la certeza de que el exilio era la única manera de no caer en algún
acto de indignidad. Nos volvíamos a México. Y fui, así,
un exiliado del miedo.
* Periodista.
José Nun*
El golpe me encontró dando clases en el Departamento de Ciencia
Política de la Universidad de Toronto (Canadá). Recuerdo
que, al día siguiente, desfilaron por mi oficina varios colegas
para expresarme sus condolencias por la caída de la democracia
argentina y, en cada caso, debí esforzarme por explicarles que
era un horror que seguía aotro horror porque, a esa altura, cualquier
parecido del gobierno derrocadocon la democracia era ya puramente formal.Desde
luego, no pude regresar al país. Participé activamente en
diversas tareas solidarias pero el mío fue un exilio de los llamados
dorados porque desde 1970 yo ya era profesor titular de Ciencia
Política en Toronto, a lo cual agregué después viajes
periódicos a México para enseñar en Flacso. La desesperación
que uno sentía era cómo poder ayudar muy concretamentea
tantas víctimas de la dictadura y creo que conseguimos hacer algo
gracias al esfuerzo mancomunado de ungrupo importantede amigos argentinos,
canadienses y latinoamericanos con los cuales decidimos no limitarnos
a sufrir a distancia.
* Politólogo.
Vilma Ripoll *
Yo vivía y militaba en Rosario. Había sido presidenta
del centro de estudiantes de enfermería de la Universidad, trabajaba
en el PAMI I, donde hacía docencia y era delegada. Estaba identificada
como activista estudiantil y gremial. En 1974 había ingresado al
Partido Socialista de los Trabajadores, que casi un año antes del
golpe ya funcionaba en la clandestinidad porque las Tres A nos habían
asesinado varios compañeros. El golpe no significó un cambio
sustancial desde el punto de vista de la actividad militante, pero sí
de los riesgos de las relaciones cotidianas. Empezó a instalarse
un miedo en la sociedad, que a veces hasta ponía en riesgo la seguridad
y la vida. Por ejemplo en mi pueblo, Firmat, Santa Fe, se decía
como de militantes de otras corrientes que yo era guerrillera,
siendo que desde el PST siempre criticamos esa metodología. En
agosto del 77 un grupo de tareas allanó mi departamento.
A los pocos días fueron a buscar a una compañera de trabajo
en el PAMI, diciéndole que la próxima era yo. A mí
pudieron avisarme. A ella no, y la secuestraron, llevándosela de
adentro del sanatorio después de haberlo rodeado. Frente a esta
persecución, y que a otras militantes del PST también trabajadoras
de la Salud y que vivían conmigo las habían secuestrado
en Córdoba, en el partido decidimos que saliera del país.
Así comenzó mi exilio en Colombia, que duró cuatro
años. Allá también trabajé como enfermera
y ayudé a formar el sindicato del sector. Lógicamente, milité
en un partido trotskista hermano, desde donde hicimos campañas
contra la dictadura y reclamamos la libertad de los presos en Argentina.
En el 79, cuando la revolución nicaragüense, desde Colombia
organizamos la Brigada Simón Bolívar que combatió
contra Somoza. Volví al país antes de la Guerra de Malvinas.
Entré al Sanatorio Güemes y luego al Hospital Italiano, donde
trabajé y fui delegada general hasta ser electa diputada.
* Legisladora porteña de MST-Izquierda Unida.
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