Por Felipe Yapur y Eduardo Tagliaferro
Cuando Domingo Cavallo llegó
al Congreso, diputados y senadores del peronismo, la Alianza y varios
representantes del Gobierno intercambiaban sus propios borradores donde
se detallaban los alcances de los superpoderes que el Parlamento le otorgará
al ministro de Economía. Momentos antes Cavallo había bendecido
la negociación que al cierre de esta edición continuaba
en el despacho del presidente de la Cámara de Diputados, Rafael
Pascual, donde estaban las principales espadas del ministro, del Gobierno
y de ambas Cámaras. La letra fina de los superpoderes que le serán
otorgados ingresará hoy a la Cámara baja, por lo cual es
posible que luego de un domingo de trabajo, los mercados encuentren el
próximo lunes a Cavallo transformado nuevamente en Supermingo.
El encuentro de los representantes de los diferentes bloques fue impulsado
por el propio Pascual, quien respondía a las órdenes emanadas
del Ministerio de Economía. Cavallo había aceptado el desdoblamiento
de su proyecto original de la ley de Competitividad, pero se resistía
a esperar una semana para que se apruebe los poderes especiales que requería
para renovar la economía. La orden era una sola: Consensúen
los límites y alcances, pero debe estar aprobada por las dos cámaras
a más tardar el domingo. Pascual se puso manos a la obra.
La convocatoria sorprendió a todos los bloques que se encontraban
enfrascados en discusiones internas sobre los peligros y conveniencias
de otorgarle al ministro amplios poderes. Pero ya en lo de Pascual las
diferencias partidarias hacían peligrar el acuerdo a pesar de que
había algunos consensos como el de acotar las atribuciones solicitadas.
Los diputados cuestionaban lo genérico del proyecto original y
el plazo al que algunos consideraban excesivos, especialmente los hombres
de la Alianza.
Todo comenzó a destrabarse cuando el propio Cavallo llegó
hasta el Congreso acompañado por Horacio Tomás Liendo, Armando
Caro Figueroa y el jefe de Gabinete, Crhystian Colombo. Poco después
se sumó la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich. Allí
lo esperaban, además de Pascual, los legisladores aliancistas Darío
Alessandro, Jesús Rodríguez, Raúl Baglini y Pedro
del Piero. El justicialismo estaba representado por Miguel Angel Pichetto
y los senadores Carlos Verna y Eduardo Bauzá, quien cada tanto
se desplazaba hasta el recinto del Senado que continuaba deliberando para
aprobar la ley que grava las operaciones en cuenta corriente. Por el cavallismo
parlamentario participaba Alfredo Castañón.
Al cierre de esta edición se avanzaba sobre los límites
que tendrían los poderes pedidos por Cavallo, a saber:
Que la reforma del Estado no
produzca despidos.
Explicitar la imposibilidad
de privatizar el Banco Nación y las Universidades.
No modificar el sistema previsional
No modificar las leyes laborales
y los convenios colectivos de trabajo.
La imposibilidad de crear nuevos
impuestos. Sin embargo, detrás de este punto había consenso
en facilitar la posible privatización del cobro de los impuestos,
aunque esto no estaba dicho con todas las letras.
Creación de una comisión
parlamentaria de seguimiento de las facultades concedidas. Esta puede
solicitar al Parlamento la derogación de algunas de ellas.
Plazos limitados.
Cavallo se lanzó a negociar estos condicionamientos y a la vez
exigió que el texto acordado se incorpore a la ley que estaban
tratando en ese mismo momento los senadores. El ministro intentaba alcanzar
su objetivo de máxima y que era finalizar el día con la
sanción del proyecto. Peroencontró un escollo importante
en el justicialismo que se oponía a ser la llave de los plenos
poderes. El que explicitó esta posición fue el menemista
Carlos Corach: Respetemos la tradición democrática.
El oficialismo tiene la mayoría en Diputados y es allí donde
debería ingresar este proyecto, dijo. Los senadores sancionaron
la parte de la ley de Competitividad que llegó de Diputados. Ahora,
Cavallo va por su objetivo de mínima: consensuar el texto que a
más tardar el lunes debe estar aprobado por ambas cámaras.
Para alcanzar el primero, Cavallo permaneció en Senadores espiando
la sesión detrás de las cortinas mientras en el despacho
de Pascual continuaban discutiendo el trazo fino de la ley.
Para llegar al despacho de Pascual los bloques debieron superar antes
sus propias internas. Los superpoderes dividieron transversalmente a las
diferentes bancadas. En el justicialismo el jefe del bloque, el cordobés
Humberto Roggero, realiza un intenso trabajo para mantener a la tropa
encolumnada en la resistencia, aunque el fin de los mandatos de varios
legisladores, mucho de ellos menemistas, opera en su contra. Estos acompañan
sin restricciones las exigencias del ministro. A este grupo hay que sumarles
los bonaerenses que responden a Carlos Ruckauf, quien ayer dio su respaldo
a los superpoderes exigidos. Son nuestros judas, dijo a Página/12
un diputado integrante de la mesa de conducción.
En el Frepaso la situación es crítica. La amenaza de fractura
es concreta sobre todo si se otorgaran poderes incondicionales. Doce legisladores,
enrolados entre los rebeldes, habían manifestado a primera horas
de ayer su negativa a delegar facultades. Buscando el consenso, la conducción
del bloque proponía tres límites: no otorgar la suma del
poder público, oponerse a un reforma del Estado que provoque despidos
y a cualquier tipo de privatización. Con estos acuerdos llegó
Alessandro al despacho de Pascual. Antes, estuvo reunido con los radicales
Margarita Stolbizer, Raúl Baglini y Jesús Rodríguez
con quienes consensuó una posición para enfrentar el debate.
En el bloque de la UCR también hay tres líneas bien diferencias.
La primera, la más numerosa, está integrada por el alfonsinismo
y el grupo que le responde al ex ministro Federico Storani. La segunda,
la integran los diputados más cercanos al gobierno, los delarruistas
y los que responden a Enrique Coti Nosiglia. Además
de Pascual, se anotan Juan Pablo Baylac, Marcelo Stubrin y Cristina Guevara.
El tercer grupo incluye a los representantes de las provincias chicas
que no pertenecen a un línea interna nacional.
Claves
Anoche, una comisión
integrada por miembros del Gobierno y de los bloques de la Alianza
y el peronismo de Diputados y Senadores negociaba la letra fina
de los alcances que tendrán los superpoderes que el Legislativo
otorgará a Domingo Cavallo.
El ministro bendijo la
negociación y fue con sus principales espadas, Caro Figueroa
y Liendo, a defender sus intereses.
El principio de acuerdo
imponía restricciones en materia de reforma del Estado, previsional,
laboral, privatizaciones y plazos.
Ambas Cámaras
están autoconvocadas de urgencia para sesionar durante todo
este fin de semana.
Posiblemente, la sesión
de superpoderes se concretaría mañana: primero la
aprobaría Diputados y, horas más tarde, Senadores.
Así, darían
una fuerte señal a los mercados, tal como pidió ayer
Cavallo.
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El garante soy
yo
El presidente Fernando de la Rúa aseguró anoche
que él es la garantía de la utilización
racional de las facultades especiales que solicitó
al Congreso, a la vez que acusó a supuestos maniobreros
de ser los responsables de las versiones que perjudican a la economía,
entre la cuales se indicaba que pensaba renunciar. Soy la
garantía, somos la garantía de la utilización
racional de esto (por los poderes especiales) para dictar normas
correctas, rápidas y expeditivas que afronten y solucionen
la situación, dijo. De la Rúa indicó
que la medida solicitada al Parlamento es un proyecto de ley
para la ejecución por parte del Poder Ejecutivo, por parte
del presidente de medidas para afrontar una situación
que definió como difícil.
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