Por Cledis Candelaresi
Al final de un día de
febriles negociaciones, y bajo la atenta mirada del ministro de Economía,
el Senado de la Nación aprobó el impuesto sobre las cuentas
corrientes impulsado por el flamante titular del Palacio de Hacienda,
quien a partir de la próxima semana podría comenzar a recaudarlo.
Es sólo el primer capítulo de la Ley de Competitividad impulsada
por Domingo Cavallo, quien para conseguirlo tuvo que garantizar a las
provincias que no se rebanarán ni siquiera los fondos específicos
que resultan tan antipáticos al poderoso funcionario.
En la madrugada del viernes, Diputados dio media sanción a los
diez primeros artículos del proyecto cavallista, que restituyen
un impuesto de hasta el 0,6 por ciento sobre débitos y créditos
en cuenta corriente, faculta a los bancos a rehabilitar a los libradores
de cheques sin fondos sancionados y reduce de 10 mil a sólo 1000
pesos el monto mínimo de operaciones que deben documentarse.
Según estimaba ayer el presidente de la bancada oficialista, José
Luis Gioja, la combinación del gravamen y esa exigencia de documentación
permitiría recaudar hasta 18 mil millones de pesos. Cálculo
en apariencia poco fundado, pero suficiente para que algunos hombres de
la bancada opositora levantaran su bandera a favor de esa iniciativa,
con el argumento de que se trataba de una receta salvadora.
Pero lo que verdaderamente conquistó la voluntad parlamentaria
fue el artículo que Diputados añadió en la madrugada
del viernes, con la anuencia del ministro de Economía. Bajo el
número 11, esa Cámara agregó el compromiso del Poder
Ejecutivo de que respetará los acuerdos y legislación vigentes
respecto de la coparticipación federal (las administraciones del
interior no podrán recibir menos que hasta ahora), así como
los fondos específicos y acuerdos especiales (por ejemplo el Fondo
del Tabaco). Verdadero paraguas para no tocar los intereses del interior.
Asesores del titular del Senado, el radical misionero Mario Losada, se
abocaron ayer mismo a la redacción de un proyecto de ley adicional
para disponer la intangibilidad del Fondo del Tabaco, es decir,
la imposibilidad de darle un destino distinto al original. Se trata de
una masa de 192 millones de pesos, que se prorratea entre productores
de siete provincias, incluida Misiones.
El destino de los fondos que van al interior fue tema de discusión
desde la propia madrugada del sábado pasado, cuando Cavallo definía
en Olivos su incorporación al gabinete nacional. A pesar de las
urgencias fiscales, el reincidente ministro de Economía sabía
que insistir con una poda a esos recursos condenaría al fracaso
cualquier intento para que los legisladores apoyen un proyecto y por eso
no dudó en ceder en este terreno.
Eso sí: las provincias quedarán excluidas de lo que se recaude
por el impuesto a las cuentas corrientes, ya que éste no se coparticipará.
Sin embargo, las objeciones planteadas ayer en público por los
senadores era sólo retórica. Por la mañana, algunos
hombres de la bancada mayoritaria planeaban introducir modificaciones
a los artículos votados por Diputados, por ejemplo, para imponer
a la Ciudad de Buenos Aires alguna obligación que hoy no tiene.
Pero finalmente triunfó la posición de dar batalla para
limitar las potestades especiales que pedía Cavallo.
Venimos a salvar la cabeza del presidente que no votamos,
se jactaba a media tarde el justicialista Carlos Verna al inicio de la
extensa sesión. Para eso no vamos a dar facilidad para destruir
al estatuto docente, ni para llevar a 100 años la edad jubilatoria,
ni para privatizar universidades, sentenció el senador, uno
de los primeros oradores de la extensa sesión de ayer.
Sin embargo, lo decisivo no ocurrió en el recinto, sino en los
salones contiguos, el Rosado y el de Lectura. Allí, aliancistas
y justicialistas intentaron coordinar una estrategia para votar los tres
artículos que quedaron pendientes de la votación en Diputados
y que permitirían al PoderEjecutivo ejercer facultades propias
del Parlamento. En esos espacios informales, Cavallo reiteró ante
legisladores de ambas bancadas que, de no estar sancionada esa parte de
su proyecto de ley antes del lunes, se podría producir una hecatombe
en el mercado.
Encarecería
las tarifas
Las empresas concesionarias de servicios privatizados podrían
trasladar la incidencia del nuevo impuesto a las operaciones bancarias
a sus tarifas. Ello es así en virtud del criterio de neutralidad
tributaria, que las cubre de sufrir sobre sus resultados los efectos
de cualquier cambio en las leyes impositivas. Mientras que otras
empresas del sector privado se verían limitadas de aumentar
sus precios para no quedar descolocadas en el mercado, el carácter
monopólico de las empresas prestatarias, sumado al hecho
de que trabajan con tarifa fija, las pondría en esa situación
ventajosa. A menos que el Gobierno contemple en la reglamentación
esta situación especial, serán los usuarios quienes
carguen con el tributo.
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