Los descendientes de españoles deseosos de emprender una nueva
vida en la Madre Patria tendrán, próximamente, otra oportunidad
de conseguir trabajo en la península. La condición, sin
embargo, será calzarse el uniforme militar. Según trascendió,
el Ejército de España lanzará un plan piloto en la
Argentina para reclutar de 200 a 300 jóvenes de entre
18 y 27 años, con el objetivo de superar de ese modo el déficit
de soldados profesionales de aquel país, en momentos en que el
presidente José María Aznar acaba de firmar el acta de defunción
del servicio militar obligatorio, en cumplimiento con uno de sus compromisos
electorales. En realidad, la convocatoria no se limitaría a los
argentinos sino que sería extensiva a otros inmigrantes latinoamericanos.
El argumento es que, del mismo modo que en la agricultura o determinados
servicios los extranjeros cubren los puestos de trabajo que no quieren
los españoles, también podrían ocupar los huecos
en las tropas ibéricas. Lo que todavía no está claro
es si la propuesta garantizará la obtención de la ciudadanía.
Meses atrás, una convocatoria española para cubrir 13 puestos
vacantes de labriegos en la región de Aragón recibió
miles de solicitudes de familias del interior del país y de la
Capital Federal (ver aparte).
El operativo para reclutar uniformados estaría dirigido, en principio,
a los 13.500 hijos de inmigrantes españoles que están inscriptos
en el registro de los consulados de España en la Argentina. El
plan incluiría la visita de militares españoles al país
para tomar una prueba de ingreso a los aspirantes, que si son incorporados
al ejército ibérico cobrarán un salario y tendrán
beneficios sociales. Se trata de un proyecto del Ministerio de Defensa
español, que todavía no fue anunciado oficialmente. Una
fuente del Ejército argentino consultada ayer por Página/12
indicó que en las Fuerzas Armadas desconocían los alcances
de la iniciativa.
El Ministerio de Defensa español estima que las fuerzas armadas
de ese país necesitan cubrir alrededor de 2 mil vacantes de soldados,
a raíz de la renuencia de los jóvenes ibéricos a
integrarse a las filas castrenses. La convocatoria para vestir el uniforme
militar español se pondría en marcha dentro de dos semanas
a través de las embajadas y consulados, que harían llegar
cartas con la propuesta a los hijos de españoles censados en la
Argentina. Pero no sería para todos los puestos: sólo para
marineros y soldados, sin posibilidad de acceder al grado de oficial,
es decir, se les vedarían las posiciones de mando. En Buenos Aires
están registrados 11.632 hijos de emigrantes españoles;
en Rosario, 1995; en Córdoba, 1242; y en Mendoza hay 372.
Las autoridades españoles ansían que hacia mediados de año
se produzcan las primeras incorporaciones. El viaje a España sería
pagado por ese país. No trascendió el sueldo que cobrarían
los elegidos. Actualmente, un soldado raso gana alrededor de 70 mil pesetas,
algo más de 360 dólares mensuales.
La imperiosa necesidad de conseguir soldados surge a raíz de la
supresión del servicio militar obligatorio a partir del 31 de diciembre
próximo. El decreto, firmado días atrás, puso fin
a 231 años de vigencia de la milicia en España. De esta
forma, a partir del 1º de enero de 2002, todos los soldados y marineros
serán profesionales. El problema es que las fuerzas armadas de
ese país tienen un gran déficit de aspirantes: en la última
convocatoria para convertirse en militar profesional hubo 0,6 por ciento
de solicitudes por plaza. Informes enviados al Congreso español
indican que en la carrera militar hay ahora poco más de 76 mil
efectivos contra 85 mil previstos. Y se espera que la tendencia siga en
baja.
Haciendo cola para
irse
La desesperación de miles de argentinos por escapar de la
recesión quedó en evidencia en los últimos
meses con las interminables colas frente al Consulado General de
España en Buenos Aires también en el de Italia
para conseguir un pasaporte que les permita emigrar de la Argentina,
el país al que llegaron sus padres o abuelos huyendo de la
hambruna de una península ibérica subdesarrollada.
La aventura no es sencilla. La nueva Ley de Extranjería española
establece que, para ser aceptados, los inmigrantes deben llegar
con un contrato de trabajo. Y la diferencia entre oferta de puestos
y demanda es cada vez mayor. Por ejemplo, en la reciente convocatoria
que hizo Aguaviva, un pequeño pueblo rural de Aragón,
de 667 habitantes, respondieron unas 5000 familias para cubrir 13
puestos de trabajo. Por esa razón, la posibilidad de intentar
suerte, aunque sea como soldado o marinero, podría tentar
a muchos jóvenes afectados por la desocupación.
La propuesta de Aguaviva era para matrimonios con integrantes menores
de 40 años, de ascendencia española y con un mínimo
de dos hijos en edad escolar. Finalmente se radicaron diez familias.
Aguaviva, como otros poblados de la región, están
interesados en atraer inmigrantes: de otra forma estarían
condenados a desaparecer en un futuro cercano por falta de población.
Los puestos ofrecidos suelen ser principalmente oficios: carpinteros,
mecánicos, albañiles, plomeros, choferes, panaderos,
con suelos equivalentes a 660 o 770 dólares.
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