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COMO Y PARA QUE SE APROPIA CAVALLO DE LOS SUPERPODERES
Nada tan convincente como el miedo

El temor a que mañana, si
Cavallo no obtiene las atribuciones extraordinarias que reclama, haya una corrida imparable impregna la negociación con el Congreso. Los puntos de la discordia.

Cesantías: Cavallo admitió ante
los legisladores que va a despedir empleados públicos, pero en un número �políticamente sostenible�.

Domingo Cavallo, tercer ministro económico de De la Rúa.

Por David Cufré

“La situación es límite. Estamos a punto de soportar una corrida contra el peso y una estampida de depósitos.” Así presionó Domingo Cavallo a los legisladores con quienes negocia la obtención de facultades extraordinarias. “Si el lunes el riesgo país llega a 1500 puntos el escenario será completamente distinto al de hoy (por el viernes) y la crisis será inmanejable”, añadió el ministro. Los diputados dudaron. La descripción de un escenario tan catastrófico les sonó a extorsión, más cuando Cavallo completó su análisis considerando que la única forma de evitar semejante caos es que le concedan los superpoderes de inmediato. Sin embargo, tanto aquellos legisladores como el Gobierno evaluaron que el único anclaje de la crisis es hoy la sanción de la ley de competitividad. “No sólo porque Cavallo lo quiera, sino porque así está planteada la realidad. Sin ley, la crisis no para”, señaló a Página/12 un funcionario muy cercano al jefe de Gabinete, Chrystian Colombo.
Más allá de cómo se resuelva políticamente el debate por las atribuciones especiales, la pregunta clave es para qué las quiere o cómo piensa usarlas Cavallo. “Yo no le voy a sacar plata del bolsillo a la gente. Les voy a poner plata. Confíen en mí”, les dijo el ministro a sus interlocutores parlamentarios y del Gobierno, lo cual los sacó de quicio. “Nosotros somos el oficialismo. Tenés que decirnos qué pensás hacer porque si no es imposible convencer a nadie. Ni a la propia tropa ni mucho menos a la oposición. No nos das espacio para negociar”, le reclamaron a Cavallo los diputados Horacio Pernasetti y Darío Alessandro, jefes de los bloques del radicalismo y el Frepaso en Diputados.
El ministro accedió a darles algunos indicios de sus próximos pasos una vez que obtenga los superpoderes. Hay tres aspectos que resultan casi imposibles de pasar por el Congreso: las reformas previsional, laboral y la derogación del estatuto del empleo público. Respecto a las jubilaciones, Cavallo estaría satisfecho con la ratificación parlamentaria del decreto de necesidad y urgencia que firmó De la Rúa el 30 de diciembre pasado. Esto implica la derogación de la PBU (Prestación Básica Universal, de 200 pesos) a todas los haberes mayores a 800 pesos y su disminución para las jubilaciones de entre 300 y 800 pesos. También incluye el aumento de la edad jubilatoria de la mujer. Pero Cavallo aceptó que este punto se elimine, como prenda de cambio de la negociación. Sin embargo, para el Frepaso es un tema “límite”. Sus diputados no ratificarán el decreto.
Pernasetti y Alessandro le dijeron a Cavallo que tal vez sea posible lograr la aprobación de esa reforma sin el apoyo del Frepaso, pero que sería una pésima señal política. El Frepaso ya quedó fuera del Ejecutivo y si confronta abiertamente por la reforma previsional, la Alianza puede quedar definitivamente muerta. Los diputados le explicaron a Cavallo que la crisis política derivada de esa ruptura lo terminaría perjudicando, pues su sustento político se vería debilitado. En función de ese análisis, le pidieron que acepte resignar la reforma previsional a cambio de obtener el resto de los poderes. Los legisladores tienen alguna esperanza de que sea posible llegar a un acuerdo. Recuerdan que el propio Cavallo les comentó hace quince días –cuando se negociaba en secreto su incorporación al Gobierno– que “fue una estupidez que el Gobierno se haya comprado tremendo conflicto sólo para dar una señal a los mercados”.
En cuanto a la reforma laboral, Cavallo pretende eliminar ya mismo la ultraactividad de los convenios colectivos de trabajo. La ley vigente fija un plazo de dos años para que ello ocurra. La ultraactividad es la renovación automática de los convenios mientras no haya nuevos acuerdos entre empresarios y sindicatos. A ese esquema le quedan dos años de vida, pero Cavallo exige su cese de inmediato. Con la elevadísima tasa de desempleo actual, la apertura de paritarias generalizadas para discutir condiciones de trabajo resultaría altamente desventajosa para los trabajadores. La medida, seguramente, recalentaría al máximo el conflicto entre el Gobierno y los sindicatos. De allí que su aprobación por el Congreso sea poco menos que imposible y que Cavallo demande superpoderes para instrumentarla.
Otra obsesión del ministro es la derogación de los estatutos especiales, que resguardan mejores condiciones laborales a los trabajadores de un puñado de actividades, como viajantes de comercio, periodistas, porteros, docentes y empleados públicos. Las versiones respecto a la anulación de los estatutos docente y de prensa que recogió este diario fueron contradictorias. Mientras algunas fuentes dijeron que caerían en la volteada, otras lo negaron. En cambio, coincidieron que Cavallo irá a la carga contra el estatuto de los empleados públicos. Por esto fue que pusieron el grito en el cielo los diputados de todos los bloques, quienes dijeron que se debe respetar la garantía de la estabilidad laboral.
Para Cavallo la reforma de ese estatuto va acompañada de la reestructuración profunda que pretende introducir en la administración pública, para lo cual también pidió poderes especiales. Respecto, a este último punto, la conducción de los bloques de Diputados de la Alianza y el Gobierno no ponen mayores reparos. Especialmente, cuando Cavallo les aseguró que no habrá una avalancha de despidos como pretendía López Murphy. Igualmente, les dijo que habrá gente que quedará en la calle, aunque indicó que será un número “políticamente sostenible”, y que se mantendrá el esquema de pago de sueldos por un año –como había diseñado López Murphy– para reentrenar a los despedidos. Al Gobierno no es esto lo que más le preocupa, sino que en este momento el único tema que lo desvela es si mañana estallará o no una crisis total.

 

Un impuesto para los acreedores

Por J. N.
Aunque exista la intención, hay dificultades legales, según pudo saber Página/12, para que el gravamen que percutirá sobre las transacciones financieras funcione como un impuesto de asignación específica, en este caso no para favorecer a docentes ni a pequeños productores tabacaleros sino para “garantizar el crédito público”, lo cual significa asegurar el pago de la deuda. Con la recaudación que generará, y que no será coparticipada con las provincias, se alimentaría un Fondo de Emergencia Pública, concebido como un medio para tranquilizar a los acreedores del país y alejar el temor de una cesación de pagos. Se establecería así, por primera vez, una relación prácticamente directa entre el contribuyente argentino y los tenedores de los bonos emitidos por el país: cada depósito en cuenta corriente y cada extracción de ella, por cualquier medio, sufrirá una quita destinada a la caja de los acreedores.
Los bancos, encargados de efectuar la deducción y acreditársela al fisco, asumirán la tarea con suma satisfacción ya que son, precisamente, grandes tenedores de los títulos de deuda argentinos. En el fondo, estarían recaudando dinero destinado a ser cobrado por ellos mismos. Cada cuentacorrentista de su clientela estará garantizándole al banco el cobro de la deuda contraída por el Estado. Además, aunque se anunció que esta nueva carga funcionaría como pago a cuenta de otros impuestos nacionales (Ganancias e IVA), esto sólo regiría en una segunda etapa. Al comienzo será una presión tributaria adicional neta.
La alícuota tope prevista es del 0,6 por ciento, que en la práctica se convierte en un 1,2 por ciento al aplicarse tanto sobre el debe como sobre el haber del resumen de cuenta. La impresión es que Economía manejará la tasa para lograr una combinación óptima entre el objetivo de recaudar lo más posible, por un lado, y el de evitar un desmedido estímulo a la evasión y la elusión de este tributo. Este último es un punto estratégico, porque se pretende usar el gravamen como una rica fuente de información para combatir la evasión en su conjunto. Lo que está por verse es si la AFIP estará en condiciones de procesar tantos datos y extraer algún provecho práctico de ellos.

 

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