Por José Natanson
Nunca perdió el tono
pausado y calmo. Ni siquiera cuando tuvo que salir a explicar las salvajadas
de un grupo de policías represores frente al Congreso. Igual, ahora
se lo ve más relajado, como si se hubiera sacado un peso de encima.
Definitivamente alejado del Gobierno, Federico Storani recibió
a Página/12 en su antiguo estudio de la calle Uruguay. Fue durante
un año y tres meses ministro del Interior de Fernando de la Rúa,
tuvo que defender un par de represiones, bancar un par de ajustes, lidiar
con el entorno que rodea al Presidente. Tuvo, también, que poner
la cara en momentos difíciles, como cuando Carlos Chacho
Alvarez pegó el portazo histórico. Hasta que, al final,
no toleró el recorte educativo que quería imponer Ricardo
López Murphy y se fue. Sin portazo, pero se fue.
Usted dijo que le advirtió a De la Rúa cuáles
podían ser las consecuencias del recorte.
Sí, más de quince veces.
¿Y por qué cree que lo hizo igual?
No sé. No creo en las teorías maquiavélicas,
que haya estado todo calculado. El lunes, el Presidente viajó con
LM a Chile y lo confirmó. Al regreso, a la madrugada, se produjo
el relevo, en un movimiento muy deslucido. Si hubiese sido una jugada
calculada se podrían haber ahorrado esa parte. Igual que la crisis
de octubre: fue una impericia muy grande.
¿No puede haber sido una operación para desembarazarse
del Frepaso y de algunos sectores de la UCR que no le respondían
directamente?
Si ese fue el cálculo, no hay correlación de costos-beneficios.
Tomemos mi caso. Es obvio que yo estaba en representación del partido.
Si los que no quieren la Alianza, que los hay en el Gobierno, querían
que yo me fuera porque era un obstáculo para su estrategia, lo
más fácil era que el Presidente me pidiera el lugar. Pero
semejante crisis, con el país patas para arriba, paro nacional,
piquetes en las rutas, universidades tomadas, riesgo país en las
nubes, para sacarme a mí, me parece desproporcionado. No me creo
tan importante.
¿Hubo en todo esto una falta de liderazgo por parte de De
la Rúa?
Ese es otro tema. Hay una cuestión que es casi patológica
en un grupo que rodea al Presidente: no hay conversación en donde
no aludan al liderazgo. Y la verdad es que yo nunca creí que De
la Rúa fuera un líder. Y está bien que no sea un
líder a la usanza tradicional: carismático, de calidez en
la adhesión de la gente. De la Rúa tiene muchas virtudes,
pero su liderazgo es más bien institucional. Tenía ocasión
de ser un líder moderno, de un gobierno de coalición. Y
una coalición implica compartir el poder, delegar, buscar consensos.
¿Y qué pasó?
Que algunos creyeron que por vía del marketing lo iban a
convertir en un líder carismático. Hablaban de reafirmar
al Presidente, su liderazgo. Y con eso le hicieron meter la pata hasta
el caracú. En la crisis de octubre quedó claro. Contra los
que dijeron que fue a propósito, yo estoy seguro de que no fue
así. Si no, hubieran tenido pensadas las jugadas que seguían.
Pero la desazón y la desorientación del grupo consejero
demostraba que no sabían cómo seguir. Y ahora ocurrió
igual.
¿Cree que es posible que De la Rúa haya caído
dos veces en el mismo error, aconsejado por la misma gente?
Eso es humano. Las medidas no alcanzaron ni a ponerse en marcha,
ni siquiera hubo decreto. Insisto: respecto de los que piensan que De
la Rúa es un genio maquiavélico que quiso forzar esta crisis
para terminar en Cavallo, aún así es una burrada. En ese
caso se podría haber declarado la emergencia y llamado a un gobierno
de coalición nacional. Pero una cosa es convocar a Cavallo como
una parte más, manteniendo la sartén por el mango. Y otra
muy distinta es convocarlo con el poder licuado.
Es decir, en lugar de reafirmar el poder se lo diluyó. Exactamente.
Seamos sinceros: la calle hoy dice que gobierna Cavallo. En vez de ser
Cavallo una parte más de la unidad nacional, termina siendo el
factótum.
¿El entorno fue determinante en todo esto?
Es tan difícil definir el entorno. Yo no creo que haya un
grupo organizado. Creo que algunos miembros del gabinete se ganaron la
confianza del Presidente porque son dinámicos, ejecutivos, lo cual
es bueno. Pero en cuanto a política son muy pobres, muy limitados.
¿Por ejemplo?
El tándem Bullrich-Colombo, que planteaba ir a fondo con
las medidas porque había que reafirmar la autoridad del Presidente.
Esos eran los argumentos. Es evidente que de política saben poco.
Colombo creía que porque hablaba con los gobernadores justicialistas
ya tenía su adhesión. Y yo decía que el recorte era
inviable política y socialmente. No pasaba por el Parlamento y
produciría una convulsión social inmanejable. Mi pregunta
era: ¿qué ecuación económica resiste esta
crisis política y social? Yo me acordaba de los piquetes del año
pasado en La Matanza, y pensaba: esto va a ser La Matanza por mil.
Usted habla de recrear la Alianza, pero el Presidente expulsó
al Frepaso y a sectores de la UCR del Gobierno.
Hace apenas quince días me mandaba a negociar con el Frepaso
para una integración plena. Y como resultado ingresaron Mitre y
Makón. De la Rúa es contradictorio: puede ser que ahora
se esté tomando unos días para hacer un planteo de integración.
Es elemental, tiene que gobernar con algo. No creo que vuelva a comprar
el buzón que algunos le quieren vender: que los gobernadores justicialistas
van a respaldar esto. Ellos van a acompañar coyunturalmente. En
una año electoral, es casi una ingenuidad creer que van a dar un
apoyo patriótico.
De la Rúa es aliancista por momentos y antialiancista por
otros.
Sí. Me permitió llevar adelante la iniciativa del
grupo de trabajo, pero después vinieron los antialiancistas del
Gobierno a soplarle que es un poder paralelo, que el liderazgo, que la
autoridad, que la decisión... todas pavadas. Eso es ver la política
desde un lado mezquino, pequeño.
¿Qué importancia cree que tuvo Enrique Nosiglia en
todo esto?
No tiene tanta impericia. No creo que haya sido el consejero de
semejante error.
¿Cuál debería ser la posición de la
UCR respecto del Gobierno?
La que sacó el partido. Si se produce una integración
plena tiene que haber reglas claras en cuanto a los políticas.
Los representantes en el Gobierno tienen que ser representantes del partido
y funcionar como un gobierno de coalición, que haya un grupo de
trabajo que funcione. Y que se dejen de jorobar con eso del poder paralelo.
¿Y si no?
Vamos a apoyar lo que estamos de acuerdo y criticar lo que no. Porque
también hay que pensar en acumular para una propuesta que pueda
plantearse como alternativa si esto no funciona. Hay dos líneas
gruesas en la política argentina: alianzas conservadoras y la posibilidad
de una alianza popular. Esta alianza popular, en muchos aspectos, se ha
expresado en este gobierno.
¿La incorporación de Cavallo no significa abandonar
definitivamente esta idea de que hay dos líneas diferenciadas?
Estamos realmente en una situación de emergencia. Además,
hoy aparece como más reactivante e intervencionista el planteo
de Cavallo que el de otros. Pero no hay que quedar prisioneros del posibilismo,
hay que pensar cosas diferentes y acumular en función de eso.
¿Eso significa que la Alianza debería pensar un proyecto
de poder por si el Gobierno fracasa?
Sí. Hay que salir de la extorsión del establishment,
de la propaganda antipolítica, de los golpes de mercado. Hay que
plantear una alerta y acumular para algo diferente, para una alternativa.
¿Eso es un proyecto alternativo al del Gobierno o todavía
hay espacio para hacerlo desde el Gobierno?
Todavía hay espacio. Pero sólo si se recrea la Alianza.
¿Cómo analiza a futuro la relación con el Frepaso?
La UCR ha actuado coordinadamente con el Frepaso. Esa tiene que
seguir siendo la impronta, ya sea para reintegrarse al Gobierno como para
acumular para una alternativa. La relación con el Frepaso a veces
es difícil, porque ellos vienen de un ejercicio demasiado lejano
del poder.
El delarruismo suele quejarse de eso.
A veces daba la sensación de que nunca se comprometían
del todo. Había en ellos un reflejo de oposición, incluso
con cuestiones trascendentes, como el blindaje. Eso dificultaba mucho
las cosas. Lo que pasa es que del lado de ellos también hay una
desconfianza muy razonable, porque saben que hay sectores del Gobierno
que trabajan para romper la Alianza, para hacer una depuración
étnica.
¿No fue un error de su parte privilegiar a LM frente a Cavallo
sólo porque es un afiliado?
No se sabían cuáles eran los programas de cada uno.
Además, cuando yo dije eso la Argentina era otra: en una situación
de emergencia como la de hoy, dentro de una propuesta de unidad nacional,
yo no hubiera tenido ese prejuicio con Cavallo. Pero sólo si era
parte de un gobierno de unidad. Yo no sabía cuál era la
propuesta de LM. Además, cuando se discutía el plan, él
dijo que los límites políticos los ponía el Presidente,
que estaba dispuesto a flexibilizar su posición. De hecho, al lunes
siguiente no había quedado ninguna medida y él seguía.
Es evidente que había que mandar: decir esto sí y esto no.
Nadie lo hizo. Y así estamos.
La reforma política
¿Por qué aún no es ley la Reforma Política?
Hubo una gran hipocresía: todos dicen que sí,
porque su contenido es inobjetable y porque la sociedad lo demanda,
pero todavía reaccionan como corporación. Igual soy
optimista: tiene dictamen de comisión y los legisladores
de la Alianza se comprometieron a impulsarla.
Pero no es sólo responsabilidad del PJ: la Alianza
tiene mayoría en Diputados.
En eso la culpa es mía. Yo mandé el proyecto
por Senado.
¿Por qué?
Porque, después del escándalo de las coimas,
los senadores me pidieron una oportunidad de reivindicación.
Pero todavía está ahí.
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