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LOS OTROS MOVIMIENTOS ADEMAS DE LOS ZAPATISTAS DE MARCOS
Rebelión en la américa india

Son más de la mitad de la población en Guatemala, Ecuador y Perú; en Bolivia son el 45 por ciento; en México el 30. Estos números coinciden con la ubicación de las grandes civilizaciones precolombinas: en México y Guatemala los mayas y los aztecas, en Ecuador, Perú y Bolivia los incas y los quechuas. Después de un olvido de cinco siglos, los indígenas de América latina se han vuelto visibles en su levantamiento contra la injusticia. En estas páginas, un informe exhaustivo sobre los movimientos que la insurgencia zapatista ha ayudado a iluminar, así como reportajes exclusivos con sus líderes en Bolivia, Ecuador... y la Argentina.

Por Pablo Rodríguez

”Los movimientos indígenas están obligando a reconsiderar y rediseñar la política. Ellos ya estaban aquí, esta tierra les pertenece, no a los europeos. Desde río Grande hasta la Patagonia tendrán que vivir ahora la ocupación de los indígenas en su propio hogar.” La sentencia es del Premio Nobel de Literatura José Saramago y las pronunció cuando la marcha zapatista llegaba por primera vez al Distrito Federal mexicano, vía Milpa Alta. Renglón seguido, advirtió al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que no debía convertirse nunca en un partido político. El problema no es mexicano, sino latinoamericano: los levantamientos de Ecuador, la lucha de los mapuches en Chile, los conflictos sociales en Bolivia y aun las protestas en Brasil parecen marcar una nueva era en la larga lista de las rebeliones indígenas desde el comienzo de la colonización española y portuguesa. Hay muchas más marchas como la zapatista.

Países

Sin dudas, para la etérea opinión pública, los casos más impactantes de levantamientos indígenas son los de Ecuador y México. En México, por lo que de algún modo es más conocido: la irrupción en el estado de Chiapas, el 1º de enero de 1994 (el mismo día que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México), de una guerrilla indígena autodenominada “zapatista” con un líder, “el Subcomandante Marcos”, portador de un discurso lo suficientemente florido como para atraer a europeos y norteamericanos bien pensantes (en este sentido, no son pocas las quejas de los propios indígenas mexicanos por la invasión turística a la marcha zapatista que llegó al DF, hace dos semanas). Desde la ruptura del diálogo entre el gobierno y los zapatistas en 1996 hasta hoy, Chiapas es un Estado militarizado en el que conviven autoridades “electas” (o sea, electas con métodos un tanto fraudulentos) con autoridades autónomas zapatistas que luchan por gobernar una localidad.
En Ecuador, el 21 de enero del año pasado, los movimientos indígenas, en alianza con algunos cuadros medios del ejército, directamente derrocaron al presidente Jamil Mahuad en protesta por su política de ajuste y su anuncio de una inminente dolarización de la economía. Los indígenas tomaron el Congreso en Quito y proclamaron una “Junta de Salvación Nacional” compuesta por el coronel nacionalista Lucio Gutiérrez, el líder indígena Antonio Vargas y Carlos Solórzano, ex presidente de la Corte Suprema. Duró apenas seis horas: Gutiérrez fue reemplazado por el general Carlos Mendoza, ex jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, quien desvió todo el proceso hacia la asunción del mismo gobierno de antes, sólo que en reemplazo de Mahuad quedaría el hasta entonces vicepresidente Gustavo Noboa. La dolarización y el ajuste ya son realidades pero la posición de Noboa, con levantamientos indígenas frecuentes, sigue siendo tan débil como la de Mahuad.

Visibilidades

Saramago decía que ahora “tendrán que vivir la ocupación de los indígenas en su propio hogar”. Esos “ellos” tácitos son los habitantes de las ciudades. Es evidente que las comunidades indígenas están en el interior de los países latinoamericanos y que los medios de comunicación sólo van a poner en primera plana “la cuestión indígena” cuando llegue a las ciudades. Los zapatistas se hicieron conocer a los tiros, pero para tratar la aprobación de la ley indígena debieron marchar al DF. La Comunidad de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) se hizo fuerte cuando invadió Quito. Y la invasión no es de minorías porque en muchos casos la cuestión indígena no pertenece a la categoría “minorías”. Según datos oficiales, en Guatemala, Ecuador y Perú, los indígenas son más de lamitad de la población de estos países. En Bolivia son el 45 por ciento, en México el 30. Estos números coinciden con la ubicación de las grandes civilizaciones precolombinas: en México y Guatemala los mayas y los aztecas; en Ecuador, Perú y Bolivia los incas y los quechuas.
Sin embargo, la visibilidad de la cuestión indígena no depende ni de la ocupación de las ciudades ni del porcentaje de la población. En Chile, por ejemplo, los mapuches y pehuenches constituyen el ocho por ciento de la población, pero qué ocho por ciento. De acuerdo con la “Cronología del conflicto social” que aparece trimestralmente en el Observatorio Social de América Latina (OSAL), editado por Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), se registran no menos de cinco conflictos por mes en donde los mapuches toman tierras, ocupan fincas, se manifiestan contra la tala de bosques y la construcción de represas hidroeléctricas, toman municipios del sur del país, cortan rutas y se enfrentan regularmente con los carabineros. En semejante despliegue, los mapuches reclaman la zona de Araucania, en el sur del país, cerca de Concepción, como territorio propio que el Estado chileno debe entregar. Es más: hasta se atreven a soñar con un Estado mapuche independiente. En Brasil, un grupo de indígenas liderados por la tribu pataxó logró aguar, el año pasado, los festejos por el Quinto Centenario de la llegada de los portugueses a América.
La visibilidad indígena tampoco depende sólo de poder exhibir conflictos actuales. En Bolivia, las rebeliones contra el gobierno de Hugo Banzer se produjeron por cuestiones dispares, como la privatización de servicios de agua potable en el centro del país o la política de erradicación de plantaciones de coca en la región de Chapare. Pero estas rebeliones fueron mucho más significativas cuando entraron en acción las organizaciones indígenas y pusieron en primer plano una cosmovisión quechua compartida por gran parte de la población boliviana. En este sentido, la presencia cotidiana de lo que fue reprimido durante cinco siglos en América latina es abrumadora. En Perú, durante la campaña electoral que enfrentó al ex presidente Alberto Fujimori y al opositor Alejandro Toledo, este último, de ascendencia inca, se postuló como representante de los “cholos” (indios) y el principal acto de su campaña se llamó “marcha de los cuatro suyos”; los suyos son las regiones en las que se dividía el Imperio Inca. En Paraguay, a pesar de que los datos oficiales indican una escasa presencia indígena, los mestizos (mezcla de indios y blancos) son el 90 por ciento de la población y el guaraní es un idioma tanto o más hablado que el castellano. En Venezuela, la presión de los grupos indígenas llevó a la nueva Constitución del presidente Hugo Chávez a reconocer en su Preámbulo a la República Bolivariana como “multiétnica y pluricultural”.

Reivindicaciones

¿Cuáles son las reivindicaciones indígenas? Más allá de las diferencias entre países, el reclamo principal es el respeto a todo lo que tiene que ver con la cultura de los pueblos indígenas, y sería un espejismo pensar que este reclamo es consecuencia exclusiva de la ola de indignación contra la colonización que estalló durante la celebración de los 500 años del “descubrimiento” de América, en 1992; la historia de las rebeliones indígenas durante la colonia es muy larga tanto en México como en Guatemala, Bolivia, Perú, Ecuador y Chile. Hoy, los indígenas demandan a los Estados que garanticen el desarrollo de los idiomas, la educación, el dominio territorial y aun las formas de organización políticas y económicas propias de cada grupo indígena. Estos derechos figuran en las Constituciones venezolana y ecuatoriana, y los zapatistas luchan para que este tipo de autonomía quede consagrada por ley. “Pero es obvio que las fuerzas de estas palabras depende del movimiento del que son producto: no se trata de que un decreto consagre los derechos indígenas sino de que éstos sean vistos como una conquista de la sociedad, pues ésa será la única manera de que puedan ser defendidos cuando no se cumplan”, advirtióa Página/12 Ana Esther Ceceña, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y directora de la revista Chiapas.
Sin embargo, no todos los movimientos indígenas se limitan a este tipo de demandas, de la cual los mapuches constituyen el ejemplo más nítido. Quizá lo que le otorgue más fuerza a algunos movimientos indígenas en América latina sea su paulatina conversión en opciones políticas a nivel nacional. Visto el enorme arrastre de la marcha zapatista, muchos analistas mexicanos sospechan que el EZLN está tomando las banderas de la izquierda que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) de Cuauhtémoc Cárdenas ya no puede levantar con eficacia.
El proceso de transformaciones en el movimiento indígena ecuatoriano es un buen ejemplo del paso de la reivindicación puntual a la movilización política amplia. Según escribe Pablo Dávalos, del Instituto Científico de Culturas Indígenas de Ecuador, en el primer número del OSAL, los indígenas reclamaron hasta los años ‘80 la posesión de la tierra, pero en los ‘90 el reclamo pasó a ser el reconocimiento a toda la cultura indígena. El levantamiento de 1990 puso a la Conaie como un actor político a nivel nacional, y en 1996 se funda el movimiento político Pachacutic, que logra representación parlamentaria. Para el levantamiento de 1999, los indígenas logran establecer “mesas de diálogo” con el gobierno, cuya agenda eran los problemas económicos del país. En el golpe de enero del 2000, la demanda era la disolución de los poderes del Estado y la reorganización política del país a partir de otras instituciones, como las Parlamentos Populares instauradas en algunos sectores del país.El proceso fue muy acelerado y hasta megalomaníaco, y por el momento los resultados son escasos. Pero haber llegado a derrocar a un gobierno con reivindicaciones que valen para todo Ecuador, y no sólo para el Ecuador indígena, es un indicador de la ampliación del espacio político de la Conaie que puede cundir en otros países latinoamericanos, como México. En esto pensó Saramago cuando le recomendó al EZLN que no se convierta en partido político. “El riesgo que se corre –señala Ana Esther Ceceña– es que entren dos diputados indígenas al Congreso y se acabe el problema. Los indígenas se constituyen en movimiento, entre otras cosas, rechazando la conformación política actual. Es un contrasentido plantearse un partido político indígena.”
La pregunta que cabría hacerse es cómo “la gente de las ciudades” puede adherirse a un proyecto que en principio viene “del interior”. Ceceña piensa que, por lo pronto, “para el caso de Ecuador, México y Chile, los levantamientos indígenas se producen en lugares codiciados por los Estados y las empresas capitalistas: hay riquezas energéticas (petróleo, áreas forestales, etc.) en juego”. En este sentido, los movimientos indígenas podrían encarnar el rechazo al neoliberalismo por fuera del sistema de partidos políticos y tomando algunas banderas dejadas por la izquierda y aun por el nacionalismo. Si es así, entonces habría que pensar cuál es la propuesta, más allá del rechazo a las políticas neoliberales. En Ecuador, el proceso fue tan rápido que se estrelló, pero sigue vigente. Los zapatistas, ahora, son los que siguen en la lista.

 

Claves

En 1994, dos años después del quinto centenario del “descubrimiento” de América, la irrupción de la guerrilla zapatista en el estado mexicano de Chiapas puso en primer plano la cuestión indígena en América latina y en el mundo. Hoy, el éxito de la estancia zapatista en la capital mexicana es un ejemplo de la importancia del tema siete años después.
Pero la cuestión indígena es mucho más amplia en espacio y tiempo. En el tiempo, sigue la línea de los levantamientos indígenas durante la colonia. En el espacio, los movimientos indígenas se extienden por toda América latina. El ejemplo más claro es Ecuador.
En principio, los movimientos indígenas sostienen reivindicaciones relacionadas con el respeto por su cultura (lengua, formas de organización social, etc.) y con la posesión de parte del territorio de los países en que viven. El caso más claro de este tipo de movimiento es el mapuche, en Chile.
Sin embargo, en los últimos años, estos movimientos también aparecen como una alternativa política amplia de lucha contra los modelos neoliberales en la región. Son los casos de Ecuador y México.
En otros países, como en Perú, Bolivia, Paraguay o Guatemala, lo indígena directamente forma parte de la identidad nacional.

 

ROSALIA GUTIERREZ, LIDER COLLA
“No somos violentos”

Por M. L. S. M.

”Tenemos la filosofía de la no violencia. Y quizás nos tenemos que ‘civilizar’ para usar la violencia” afirma contundentemente Rosalía Gutiérrez, miembro de la Comunidad de Mujeres Indígenas y fundadora de la Comunidad de Estudiantes de las Primeras Naciones de América. Aborigen colla de la provincia de Jujuy, dialogó con Página/12 a propósito del zapatismo mexicano y las reivindicaciones indígenas en Argentina.
–¿Cuál es su sensación con respecto a la marcha zapatista al DF y los reclamos por los derechos de la comunidad aborigen?
–Es una muestra más al mundo de lo que está pasando con los pueblos indígenas en Latinoamérica. Personalmente conozco a los indios chiapanecos, tuve conversaciones con ellos y tenían un gran trabajo hecho. Poco a poco me enteré de lo que fue haciendo el Subcomandante Marcos por la gente y las agrupaciones. Apoyo a toda la gente que trata de colaborar para dar a conocer la realidad de los pueblos indígenas. Pienso que el Subcomandante Marcos abrió una ventana al mundo. Su manifestación sirve para que los políticos se den cuenta de cuál es la realidad de los pueblos indígenas. Algunos casos se conocen como en Ecuador, Bolivia, Guatemala, donde hay mayoría indígena, pero también en Argentina hay población aborigen. Hay gente que piensa que no existimos más, que nos van a buscar a los museos. Me parece que éste es el momento de reivindicarnos. No hay que olvidarse de que la liberación del pueblo es cuando éste lo hace por sí mismo.
–¿Y cuáles son las reivindicaciones?
–Estamos pidiendo por lo menos que seamos valorados, que nos reconozcan, y después hay necesidades de urgencia. Un caso es la educación: hemos comprendido que a través de ésta se nos hace perder nuestros valores, dejamos de ser nosotros. Y somos 14 pueblos indígenas: guaraníes, chorotes, chané, tobas, mapuches, etc. Afortunadamente existen pueblos que conservan su lengua, pero por ejemplo los collas la hemos perdido. Acá hay una realidad: muchos de nosotros ya nos hemos capacitado, yo soy casi egresada en Sociología, estamos en condiciones de tener en nuestras manos nuestras cosas; podemos representarnos. También sabemos que mucha gente indígena fue usada como puntero político, pero sería bueno que el Estado se dé cuenta de que hay verdaderos representantes en las comunidades indígenas.
–¿Qué relación tienen con los partidos políticos?
–Yo pertenezco a una organización que nunca recibió subsidios porque muchas veces éstos te condicionan. No somos de ningún partido político, hemos luchado por nuestra autonomía en silencio. Aunque soy más frontal que otros, me paro frente a un político y le digo: “Si no me muero de hambre, es porque me mantengo con las artesanías, es mi medio para autofinanciar la lucha”. Yo me financio del conocimiento de mis ancestros. En mi organización trabajamos así, estamos vendiendo nuestras cosas, hemos recorrido colegios. Nosotros protestamos con el trabajo, tenemos un aula en la Universidad de Buenos Aires, en la Facultad de Sociales, desde donde informamos sobre nuestra cultura.
–¿Cuál es la relación con el Estado?
–Yo, porque soy inquieta, a veces me meto en las oficinas estatales para ver cómo está la situación en las instituciones, El INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) fue creado por una ley aprobada por Menem y algunos grupos indígenas en el año 1985 y fue reglamentada en 1989. El instituto funciona y no funciona: los cargos son ocupados, pero no se toman iniciativas para resolver los problemas indígenas. Al Estado le decimos que no nos tenga miedo, por eso que se ha inculcado de que somos malos y salvajes; si fuéramos malos ya nos hubiéramos levantado. Y no lo vamos a hacer porque tenemos la filosofía de la no violencia. Quizás nos tenemos que “civilizar” para usar la violencia.

 


 

HABLA FELIPE QUISPE, LIDER INDIGENA BOLIVIANO
“Queremos un Estado aymará”

Por Oscar Guisoni
Desde La Paz

Felipe Quispe Huanca no tenía el poder que tiene ahora, cuando dirigía una de las guerrillas más ignotas de América latina, el Ejército Guerrillero Tupak Katari, a principio de los ‘90, en Bolivia. Una organización armada que llevaba el nombre del mítico dirigente aymará que a finales del siglo XVIII sitió la ciudad de La Paz con el objeto de hacerla desaparecer. Por su participación en esta guerrilla fracasada, Quispe, alias “El Mallku” (cóndor, en lengua aymará), estuvo preso más de cinco años. En la cárcel decidió que la lucha más efectiva iba a ser sindical y política. En 1999 lo eligieron secretario general de la Central Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb). Y en el 2000 Quispe dejó de ser un personaje marginal de la política nacional, cuando se puso al frente de las dos protestas indígenas que hicieron tambalear al gobierno de Hugo Banzer. Un ejército de campesinos raquíticos bloqueó las carreteras del país durante abril y setiembre, poniendo en práctica la mitológica “guerra de las piedras”, una estrategia que consistía en llenar las rutas bolivianas de miles de piedras de todo tamaño, que eran vueltas a colocar en su sitio, quince minutos después que los militares desbloqueadores las sacaban de los caminos.
–¿Cuál es la situación del movimiento indígena en Bolivia en estos momentos?
–Está en muy buenas posiciones, aunque enfrenta grandes peligros. Hay dirigentes que están apostando a una división, enviados por el gobierno, al que no le interesa un movimiento indígena unido. Este gobierno tiene muy en cuenta ese principio de Nicolás Maquiavelo: “Divide y reinarás”. Pero no lo lograrán. Porque este movimiento no cayó del cielo, hemos dado vida por él. Porque el indio ya no está todo el día con la cabeza gacha, labrando la tierra. Ahora sabe cuáles son sus derechos.
–¿Cuáles son sus principales reivindicaciones?
–En primer lugar desmentir aquello que se creía de que el problema del indio es la propiedad de la tierra. No lo es. La Revolución del ‘52 nos devolvió esas tierras que nos habían robado los españoles, pero con eso no estamos conformes. Ahora luchamos por un territorio que es nuestro desde los tiempos inmemoriales. Ahora queremos también el subsuelo y el aire. Por eso peleamos el año pasado para que no nos cobraran el agua, que es sagrada. Y también la coca, que es una reivindicación muy importante. Es nuestra religión y nuestro alimento. No nos la pueden quitar. También queremos una universidad indígena. En definitiva, estamos reclamando el poder político que nos corresponde.
–¿Ustedes quieren construir un Estado aymará, con otras fronteras diferentes a las de la actual Bolivia?
–Claro, lo que era el antiguo Koyasuyo (imperio quechua). Donde también estaban los quechuas, los guaraníes... Tarde o temprano tendremos que tener nuestros propios símbolos, nuestra bandera, nuestro himno nacional, nuestra Constitución política, nuestras leyes. Pero eso no vendrá solo. Habrá sangre. Estamos conscientes de que vamos a dar vida.
–¿Qué relación tienen con el movimiento indígena ecuatoriano?
–Conozco a Antonio Vargas personalmente. Y coincidimos con él en que en los países en que todavía hay mayoría indígena, hace falta tomar el poder. Ya sea por la vía democrática, enmarcándonos en las leyes del blanco o por la violencia más honesta, siguiendo el camino de Tupak Katari. En Ecuador hay muchos intelectuales, ideólogos, indígenas. Aquí en Bolivia nuestros hermanos que han ido a la universidad, en muchos casos se han vendido alos partidos tradicionales y no han tomado conciencia. Pero esto también está cambiando.
–¿Y con los zapatistas de Marcos qué relación tienen?
–No tanta como con Ecuador, pero hemos enviado nuestros representantes para intercambiar ideas. Nosotros también optamos por la lucha armada en su momento, pero ahora creemos que la cuestión pasa por las masas, a través de reclamos sindicales más concretos. Creo que la guerrilla de Marcos ha hecho una mala planificación al concentrarse en un lugar extremo, donde su acción no afecta al gobierno central. Si la guerrilla hubiera atacado lugares neurálgicos del país, su suerte tal vez hubiera sido otra. Hay que saber cómo y dónde golpear al sistema imperante. Pero es una falla táctica, quizá. Con esto no quiero decir que no sirve, su lucha es muy valiosa. Admiro a Marcos y a todos los que lo han seguido en su posición revolucionaria, porque si no fuera por ellos no se sabría en el resto del mundo que en Chiapas hay hermanos indígenas que la están pasando muy mal.

 


 

HABLA ANTONIO VARGAS, DE LA PODEROSA CONAIE ECUATORIANA
“Existe el peligro de una guerra civil”

Por Mercedes López
San Miguel

Hay unos tres millones de aborígenes en Ecuador, lo que representa un 30 por ciento de la población que plantea reivindicaciones sobre su situación económica y social. Agrupados desde 1986 en la Confederación de Nacionalidades Indígenas (Conaie), se convirtieron en una organización poderosa de lucha que se articula a nivel nacional. El levantamiento más duro sucedió en enero del 2000, y fue en respuesta al ajuste y la dolarización impulsados por el gobierno de Jamil Mahuad. El estallido rebelde por parte de manifestantes indígenas, campesinos y coroneles disidentes desembocó en un golpe de Estado que dio salida a Mahuad. Su sucesor, Gustavo Noboa, no ha respondido a los reclamos del movimiento indígena, y se prevé un diálogo formal con el gobierno. Página/12 entrevistó telefónicamente al presidente de la Conaie, Antonio Vargas, líder de los actos de protesta con bloqueo de rutas que hoy persisten en Ecuador.
–¿Cuáles son las diferencias y las similitudes entre la Conaie y el movimiento zapatista?
–Los problemas sociales y económicos son los mismos. La diferencia está en cómo cada uno actúa de acuerdo a la situación geográfica en la que se encuentra; por eso las luchas han sido diferentes. Los zapatistas hacen la lucha solamente en un estado (Chiapas) y no a nivel nacional. Quizás porque el Ecuador es un país muy pequeño, nosotros controlamos casi todas las partes del país donde está la problemática indígena. Igualmente, los zapatistas y nosotros compartimos los reclamos concernientes a la pobreza indígena.
–Los zapatistas llegaron al fin de una larga marcha a Ciudad de México; ¿qué van a hacer ustedes con los cortes de carretera?
–Hemos hecho varios levantamientos y el último fue el más duro y existe el peligro de una guerra civil si el gobierno y los políticos no rectifican su actitud. Puede suceder que un nuevo levantamiento derive en una explosión social o incluso en una guerra civil. Además, con el Plan Colombia y los problemas sociales que estamos sufriendo, se radicalizan los grandes temas que no solucionamos a largo plazo. Nosotros acá comenzamos el diálogo y esperemos que funcione.
–¿Cuáles son los temas principales de la agenda para el diálogo formal con el gobierno?
–Los problemas de inmediato son la indemnización por los heridos y los muertos, revertir el aumento de las tarifas y el cumplimiento del convenio sobre la provisión de garrafas, éstos y otros convenios que aún no hemos firmado. Los asuntos a largo plazo son la deuda externa, el Plan Colombia, las migraciones; en fin, pedimos cambios en la política económica y social.
–¿A qué se oponen del Plan Colombia?
–Nosotros nos opusimos desde el inicio, pero lamentablemente Ecuador ya está metido en el Plan Colombia. Nosotros creemos que se va a suscitar una situación como la ocurrida en Africa y en Vietnam, porque es un problema a largo plazo y podría originar una Tercera Guerra Mundial. Vale decir, es un asunto no sólo de Ecuador, también compromete a toda América del Sur.
–¿Por qué ustedes quieren dialogar con el gobierno en la sede de las Naciones Unidas?, ¿sería como ser reconocidos por la ONU como parte beligerante?
–Muchos diálogos que hemos realizado en las sedes del gobierno no han sido fructíferos. Esto nos indica que debemos tener una suerte de testigo, por eso queremos que la ONU participe del diálogo, para lograr efectividad. De este modo, verificaremos en cumplimiento de los acuerdos que se logren.
–¿Existe algún grado de respaldo a la Conaie de parte de la oficialidad media del ejército? –No por parte del ejército. El 85 por ciento de la población ecuatoriana respalda a la causa indígena.
–Me refiero, por ejemplo, al caso del coronel Lucio Gutiérrez, que a principio del año pasado encabezó el asalto a las sedes de los tres poderes del Estado, horas previas al golpe de Estado.
–Con Lucio y su política nada tenemos que ver, sí tenemos el respaldo de algunos coroneles disidentes.
–¿Cuál es la posición de ustedes ante la dolarización?
–Siempre hemos estado en contra, primero porque defendemos la soberanía monetaria, segundo que cada año vamos a seguir pagando 500 millones de dólares por la soberanía de la moneda y además porque con la dolarización aquí en Ecuador la inflación no ha bajado, todo lo contrario, los bienes han subido. Nada se ha ganado con dolarizar.
–¿En qué consisten la reforma tributaria y la ley de seguridad social que plantea la Conaie?
–Con respecto a la reforma tributaria, no estamos de acuerdo con la suba del IVA el 15 por ciento, y un país dolarizado debe tener una tendencia a bajarlo, por ejemplo para que quede en un 6 o 7 por ciento. Es lo que conocemos de los países dolarizados como Argentina, pero acá no sucede lo mismo. Asimismo queremos que las aduanas sean controladas por servicios internos y no por los empresarios. En cuanto a la seguridad social, pedimos garantías de que no abarque sólo a un grupo privilegiado sino que el gobierno incluya a la mayoría de la población.
–¿Cómo cree que será la respuesta del gobierno?
–No voy a ser pesimista, espero que haya resultados pero no me adelanto, el destino lo sabrá decir.

 

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