Por Gustavo Veiga
Julio Grondona quizás
haya leído a Bacon, aquel filósofo inglés que decía:
Las casas han sido construidas para habitarlas, no para contemplarlas.
La AFA es, para su presidente, su segundo hogar desde hace casi 22 años.
La última dictadura duró mucho menos, los gobiernos democráticos
no han cumplido todavía los 18 que indican la mayoría de
edad y él, quien de sí mismo dijo una vez, me tocó
actuar durante muchas épocas, pero jamás mezclé la
política con el fútbol, es el último dirigente
de peso que perdura en su puesto desde la etapa más oscura y sangrienta
que recuerde nuestro país. Ya no están más, por diversas
razones, Alfredo Cantilo, Alberto J. Armando, Rafael Aragón Cabrera,
Santiago Saccol y Julio Casanello y tampoco siguen a su lado los militares
Fernando De Baldrich, Carlos Michel, Julio César Santuccione y
Luis Fagés, quienes lo secundaron en distintas funciones. Ni siquiera
quedaron rastros del vicealmirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre que
ejercía el verdadero poder durante los primeros años de
su mandato en la AFA. Pero Grondona siempre está.
Grondona es, por las razones apuntadas, como una bisagra en la historia
del fútbol argentino durante el último cuarto de siglo.
Pero antes de que fuera ungido presidente el 7 de abril de 1979 habían
pasado demasiadas cosas en el edificio de luces mortecinas y aspecto lóbrego
donde siempre gobernó y que ahora luce por dentro reciclado y más
luminoso.
Una semana después del 24 de marzo de 1976 el Comité Ejecutivo
de la AFA presentó su renuncia en pleno, con el peronista David
Bracutto a la cabeza. Acaso muy pocos recuerden que durante casi un mes,
la entidad que hoy conduce Grondona estuvo a cargo de su gerente, Ernesto
Alfredo Wiedrich. Recién el 3 de mayo resultó elegido un
nuevo presidente, el doctor Alfredo Cantilo, un abogado cuyos antecedentes
en el fútbol se remontaban a 1969, cuando el interventor Juan Martín
Oneto Gaona lo designó al frente del Colegio de Arbitros. Socio
de Vélez Sarsfield y hasta hoy representante de la AFA en la Comisión
Disciplinaria de la FIFA, Cantilo prolongó su mandato hasta abril
de 1979, gracias al respaldo de Lacoste y luego de una votación
en la que derrotó al otro candidato, Gregorio Trimarco, hermano
de Domingo Trimarco, un general que gobernó Neuquén.
De ese modo, la junta encabezada por Jorge Rafael Videla desechó
el camino de una intervención como había sucedido
durante los gobiernos de facto, desde la denominada Revolución
Libertadora hasta el de Alejandro Agustín Lanusse y evitó
un conflicto con la FIFA cuando restaban dos años para el Mundial
de 1978, declarado de interés nacional el 6 de julio de 1976. En
rigor, la AFA conservó una autonomía formal ya que la organización
del torneo quedó bajo el control del Ente Autárquico Mundial
78 (EAM), dominado por el marino Lacoste y en el que se desempeñaron,
entre otros, los periodistas José María Muñoz, Carlos
Fontanarrosa, Aldo Proietto y Daniel Galotto.
Una de las medidas que adoptó la AFA mientras en el país
desaparecían miles de argentinos fue la negativa a transferir jugadores
(resolución N 309) de una lista de 66 que había confeccionado
el técnico del seleccionado nacional, César Luis Menotti.
Ese era el tipo de decisiones reservadas para los dirigentes del fútbol
argentino y no otras. La obsecuencia hacia el régimen quedaría
reflejada en la Memoria de la AFA correspondiente a 1978. En ella se transcribieron
tres discursos de Videla (el del 1° de junio en la Apertura del Mundial,
el del 25 de junio desarrollado en la cena de Clausura y uno más,
del 29). Tampoco faltarían las reflexiones del ejército
tomadas de un editorial de la fuerza y hasta una frase elogiosa de Henry
Kissinger sobre el torneo, a quien la AFA definió como destacada
figura de la historia mundial durante los últimos diez años.
Abril del 79 todavía estaba lejos. Julio Grondona esperaba
su turno en la secretaría de Finanzas y Hacienda de la AFA y seguía
administrando Independiente. Mientras tanto, Carlos Guillermo Suárez
Mason controlaba Argentinos Juniors por intermedio del cabo sastre del
ejército, Próspero Cónsoli. Su influencia era tal
que, por medio del dinero inyectado desde dos empresas estatales que por
entonces dominaba, YPF y Austral, consiguió retener hasta 1980
en el humilde club de La Paternal a Diego Armando Maradona.
River se había convertido en el patio trasero de Lacoste, donde
hacía y deshacía a su antojo gracias a la pleitesía
que le rendía el presidente Aragón Cabrera. En esta institución,
entre el 13 de octubre de 1978 y el 24 de abril de 1997, los genocidas
Videla, Massera y Agosti gozaron de una distinción reservada para
pocos: fueron socios honorarios hasta que -demasiado tarde los expulsaron.
San Lorenzo tenía como representante ante la AFA al coronel Fernando
De Baldrich, responsable de un intento de levantamiento contra Lanusse
en 1971 y discípulo de Jordán Bruno Genta, un ideólogo
derechista. Durante el transcurso del Mundial 78 también
emergía un ignoto personaje que cobraría triste fama años
más tarde. Francisco Ríos Seoane oficiaba como enlace con
la delegación de España mientras presidía al Deportivo,
que jugaba en la Primera C.
Grondona, un radical oblicuo y sin ligaduras comprometedoras con la dictadura,
poseía una extensa trayectoria en el fútbol que lo convertía
en uno de los aspirantes naturales para suceder a Cantilo. Había
presidido Arsenal de Sarandí durante casi veinte años y
conducía a Independiente que, por entonces, era el último
campeón (había ganado el título del Nacional 78).
Su candidatura al máximo cargo posible en la AFA contó con
el beneplácito de los militares, que equivalía a decir:
tenía la venia de Lacoste. Más adelante, para el vicealmirante
quedaría reservado el mismo lugar que ahora ocupa Don Julio en
la FIFA, una de las vicepresidencias.
El marino fue el primer argentino que ocupó un cargo relevante
en la Federación que en aquella época guiaba el brasileño
Joao Havelange. Mientras tanto, el empresario ferretero de Sarandí
consolidaba su liderazgo en la AFA durante la transición: en noviembre
de 1983 era avalado por el presidente electo Raúl Alfonsín
y, durante 1985, resistía una solicitud de intervención
de dos diputados, los peronistas Miguel Unamuno y Héctor Maya.
Grondona retuvo su cargo, siendo cada vez menos acosado por su actitud
durante los años de la dictadura. El perfil dominante del conductor
de la AFA se fue afirmando día a día. Su condición
de primer hombre de la institución se tornó más notoria
a medida que transcurrió el tiempo... se sostiene en Fútbol:
pasión de multitudes y de elites, de Héctor Palomino y Ariel
Scher, un libro clave para comprender el desarrollo institucional de la
AFA a través de su historia.
Ayer se cumplieron 25 años del golpe de Estado que sumió
al país en la etapa más atroz de nuestra historia. Grondona,
mal que le pese, ha quedado ligado a esa etapa como uno de los personajes
centrales del fútbol. Tal vez no haya transcurrido demasiado tiempo
para definir si se trató de un rehén o de un partícipe
voluntario. La historia todavía no se ha puesto de acuerdo para
exculparlo o condenarlo. Sí, en cambio, para afirmar que se acomodó
a los dictados de aquel poder mejor que nadie. A tal punto, que todos
pasaron, menos él.
El coronel Rodríguez
tiene quien lo banque
Por G.V.
Una semana antes del 24 de marzo de 1976, el coronel Antonio
Rodríguez cumplió 50 años. Algunos meses después,
el militar presidiría la delegación argentina que
participó en los Juegos Olímpicos de Montreal. Este
no sería el último paso trascendente en su trayectoria
como dirigente deportivo. Al hombre de armas que también
había escogido templar su espíritu en diversas competencias
mientras transcurría su juventud fue esgrimista, tirador
y jinete, todavía le faltaba recorrer un largo camino.
En 1977 accedió a la presidencia del Comité Olímpico
Argentino (COA) y, desde entonces, continuó en ese cargo
hasta hoy. Apenas lleva un año menos desempeñándose
en esa tarea, que el cuarto de siglo del golpe que se conmemoró
ayer. Rodríguez ha sabido mantenerse en su puesto pese a
las críticas recibidas, las irregularidades denunciadas la
atleta Ana María Comaschi sufrió una de ellas cuando
no pudo competir en Barcelona 92 y una gestión
que nació bajo la dictadura y ha perdurado en el ámbito
deportivo más que ninguna otra, hasta el presente.
Junto a él, también permanece en su cargo el doctor
Julio Ernesto Cassanello es el vicepresidente 1ª del
COA, ex presidente del club Quilmes, ex intendente municipal
del régimen militar en esa localidad y miembro de la mesa
directiva del COA en representación del taekwondo. El coronel
Rodríguez es, además, el hombre del Comité
Olímpico Internacional (COI) en la Argentina desde 1990.
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