Por Mariano Blejman
La primera emisión de
ESMA: El día del juicio fue un acontecimiento, en 1988:
tuvo 24 puntos de rating por Canal 13 y originó una catarata de
repercusiones sociales. Mañana, en el contexto del 25º aniversario
del golpe de 1976, se emitirá por segunda vez, ahora por el canal
oficial, lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta la historia
de la televisión argentina. Magdalena Ruiz Guiñazú,
conductora e ideóloga del programa que se verá mañana
a las 22, recuerda que fue el primero que consiguió mostrar a la
sociedad tramos centrales del Juicio a los Comandantes, que, por presiones
de los militares de entonces, el gobierno de Raúl Alfonsín
prohibió difundir a los canales en 1985. En una entrevista con
Página/12, que comparte con el guionista Walter Goobar y la editora
Silvia Di Florio, Ruiz Guiñazú, que fue miembro de la Comisión
Nacional de Desaparición de Personas (Conadep), autora del informe
Nunca más, que sirvió para enjuiciar a los genocidas, afirma
que si el juicio se hubiese pasado completo por televisión
hubiera sido un buen reality show.
¿Cómo creen que impactará el documental, en
el contexto de los 25 años del golpe?
Goobar: La primera emisión fue el prólogo de
hechos que se sucedieron de manera vertiginosa: el arresto de Videla,
el de Massera, el del Tigre Acosta. Más recientemente
la derogación de la Obediencia Debida y el Punto Final, y la detención
de Ricardo Miguel Cavallo en México, junto a una serie de movimientos
de campañas de Abuelas con los nietos.
Fue un prólogo de un libro abierto...
Goobar: Sin duda. Es que la memoria no debe cerrarse. Además,
hay cosas muy curiosas. Por ejemplo, se vuelve a emitir este programa
con un gobierno radical. Nuevamente está Horacio Jaunarena como
ministro de Defensa, que es quien redactó las leyes de Obediencia
Debida y Punto Final. Es un revival en muchos planos.
¿Qué otros momentos mediáticos, piensan, han
funcionado como catarsis, luego de la dictadura?
Di Florio: El paso del tiempo hace que esta procesión
tenga la necesidad de salir a la gente. El mismo juicio se emitió
y sin sonido, pero tuvieron que pasar muchos años para que se pueda
hablar de nuevo. Hoy se está hablando de la pérdida de identidad
de tantos chicos.
Goobar: Creo que el enfrentamiento entre Fernando Bravo y
Etchecolatz en el programa de Grondona y las declaraciones de Scilingo
también. Pero todos tuvieron características más
fragmentarias que este trabajo. La presencia de los hijos es definitoria
en este momento.
Da la sensación de que este pasado tiene un presente muy
fuerte...
Ruiz Guiñazú: Es tan increíblemente fuerte
que parece imposible que sea cierto. Es un lugar donde la realidad supera
la ficción. Si nosotros hubiéramos pensado que íbamos
a filmar frente a la Casa Cuna a un chico dejado en un canastito, nos
hubiera parecido irreal, imposible de imaginar, y medieval a esta altura
del siglo.
¿Por qué creen que, en su momento, el documental funcionó
como catarsis?
Goobar: La diferencia de este con otros hechos mediáticos
es que acá el juicio funcionó como escenario de un show
aberrante, donde pasaron casi todos los protagonistas y desde lados muy
distintos. Nadie había podido ver o escuchar en simultáneo
la defensa mesiánica de Massera. Desde el punto de vista dramático
es de una actuación única. Pero esta historia combinada
de las distintas partes, también es un elemento movilizador hoy,
por omisión, por la carencia de justicia que vive la gente. El
momento del juicio fue un momento de mucha credibilidad de la Justicia,
y hoy se puede pensar que es posible que haya justicia en este país.
¿Cuál fue el argumento que utilizó el gobierno
radical en su momento para no emitir los videos?
Ruiz Guiñazú: No había un argumento explícito.
Lo que pasa es que la democracia era muy incipiente. Alfonsín pensó
que las Fuerzas se iban a autodepurar, pero eso no sucedió y pasaron
a la Justicia ordinaria.
Goobar: Alfonsín hizo grabar el juicio como carta de
presión y negociación.
¿Qué sienten hoy, ante los videos del juicio?
Goobar: No hay nada más dramático que lo que
se muestra en el juicio. Se ha pretendido tapar, pero es el retorno de
lo reprimido.
Ruiz Guiñazú: En setiembre del 84 hicimos
un especial de la Conadep para Canal 13, y quisimos ilustrar nuestro trabajo
con ese material. Cuando fuimos a emitirlo, nos tiraron una bomba. Y aunque
tuvo 20 puntos de audiencia durante una hora y media, tuvo que ser prologado
por el ministro Tróccoli para suavizar. Era un momento de debilidad
y había un temor reverencial.
¿Tuvo efectos colaterales?
Goobar: Este documental sirvió para identificar a Ricardo
Miguel Cavallo en México. La gente del diario La Reforma nos contactó
para ver el material que aparece en este programa. Cuando se emitió
la primera vez el nombre de este Cavallo quería decir poco para
la gente. A colación de esto, después de la detención
de Cavallo, la televisión mexicana compró el documental
y lo emitió.
¿Cuál es el estado actual de las cintas originales?
Ruiz Guiñazú: Cuando hicimos el documental,
denunciamos que las 530 horas del juicio estaban destruyéndose.
El Archivo de la Nación dijo que iba a iniciar un proyecto para
restaurarlo. Y lo iniciaron. Copiaron 100 de 500 horas, pero cuando se
acabó la guita dejaron de hacerlo. Ahora las películas están
en el mismo lugar, pero dos años después. Entonces, obviamente,
es un doble discurso.
|