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“ESMA: EL DIA DEL JUICIO”, POR CANAL 7
El regreso del horror

El programa presentado por Magdalena Ruiz Guiñazú causó conmoción y cosechó 24 puntos de rating cuando se dio por primera vez, en 1988. Mañana, en otro contexto, se verá a las 22 por el canal estatal.

Magdalena Ruiz Guiñazú con Walter Goobar y Silvia Di Florio, guionista y editora, respectivamente.

Por Mariano Blejman

La primera emisión de “ESMA: El día del juicio” fue un acontecimiento, en 1988: tuvo 24 puntos de rating por Canal 13 y originó una catarata de repercusiones sociales. Mañana, en el contexto del 25º aniversario del golpe de 1976, se emitirá por segunda vez, ahora por el canal oficial, lo que no es un dato menor si se tiene en cuenta la historia de la televisión argentina. Magdalena Ruiz Guiñazú, conductora e ideóloga del programa que se verá mañana a las 22, recuerda que fue el primero que consiguió mostrar a la sociedad tramos centrales del Juicio a los Comandantes, que, por presiones de los militares de entonces, el gobierno de Raúl Alfonsín prohibió difundir a los canales en 1985. En una entrevista con Página/12, que comparte con el guionista Walter Goobar y la editora Silvia Di Florio, Ruiz Guiñazú, que fue miembro de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep), autora del informe Nunca más, que sirvió para enjuiciar a los genocidas, afirma que “si el juicio se hubiese pasado completo por televisión hubiera sido un buen reality show”.
–¿Cómo creen que impactará el documental, en el contexto de los 25 años del golpe?
–Goobar: –La primera emisión fue el prólogo de hechos que se sucedieron de manera vertiginosa: el arresto de Videla, el de Massera, el del “Tigre” Acosta. Más recientemente la derogación de la Obediencia Debida y el Punto Final, y la detención de Ricardo Miguel Cavallo en México, junto a una serie de movimientos de campañas de Abuelas con los nietos.
–Fue un prólogo de un libro abierto...
–Goobar: –Sin duda. Es que la memoria no debe cerrarse. Además, hay cosas muy curiosas. Por ejemplo, se vuelve a emitir este programa con un gobierno radical. Nuevamente está Horacio Jaunarena como ministro de Defensa, que es quien redactó las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Es un revival en muchos planos.
–¿Qué otros momentos mediáticos, piensan, han funcionado como catarsis, luego de la dictadura?
–Di Florio: –El paso del tiempo hace que esta procesión tenga la necesidad de salir a la gente. El mismo juicio se emitió y sin sonido, pero tuvieron que pasar muchos años para que se pueda hablar de nuevo. Hoy se está hablando de la pérdida de identidad de tantos chicos.
–Goobar: –Creo que el enfrentamiento entre Fernando Bravo y Etchecolatz en el programa de Grondona y las declaraciones de Scilingo también. Pero todos tuvieron características más fragmentarias que este trabajo. La presencia de los hijos es definitoria en este momento.
–Da la sensación de que este pasado tiene un presente muy fuerte...
–Ruiz Guiñazú: –Es tan increíblemente fuerte que parece imposible que sea cierto. Es un lugar donde la realidad supera la ficción. Si nosotros hubiéramos pensado que íbamos a filmar frente a la Casa Cuna a un chico dejado en un canastito, nos hubiera parecido irreal, imposible de imaginar, y medieval a esta altura del siglo.
–¿Por qué creen que, en su momento, el documental funcionó como catarsis?
–Goobar: –La diferencia de este con otros hechos mediáticos es que acá el juicio funcionó como escenario de un show aberrante, donde pasaron casi todos los protagonistas y desde lados muy distintos. Nadie había podido ver o escuchar en simultáneo la defensa mesiánica de Massera. Desde el punto de vista dramático es de una actuación única. Pero esta historia combinada de las distintas partes, también es un elemento movilizador hoy, por omisión, por la carencia de justicia que vive la gente. El momento del juicio fue un momento de mucha credibilidad de la Justicia, y hoy se puede pensar que es posible que haya justicia en este país.
–¿Cuál fue el argumento que utilizó el gobierno radical en su momento para no emitir los videos?
–Ruiz Guiñazú: –No había un argumento explícito. Lo que pasa es que la democracia era muy incipiente. Alfonsín pensó que las Fuerzas se iban a autodepurar, pero eso no sucedió y pasaron a la Justicia ordinaria.
–Goobar: –Alfonsín hizo grabar el juicio como carta de presión y negociación.
–¿Qué sienten hoy, ante los videos del juicio?
–Goobar: –No hay nada más dramático que lo que se muestra en el juicio. Se ha pretendido tapar, pero es el retorno de lo reprimido.
–Ruiz Guiñazú: –En setiembre del ‘84 hicimos un especial de la Conadep para Canal 13, y quisimos ilustrar nuestro trabajo con ese material. Cuando fuimos a emitirlo, nos tiraron una bomba. Y aunque tuvo 20 puntos de audiencia durante una hora y media, tuvo que ser prologado por el ministro Tróccoli para suavizar. Era un momento de debilidad y había un temor reverencial.
–¿Tuvo efectos colaterales?
–Goobar: –Este documental sirvió para identificar a Ricardo Miguel Cavallo en México. La gente del diario La Reforma nos contactó para ver el material que aparece en este programa. Cuando se emitió la primera vez el nombre de este Cavallo quería decir poco para la gente. A colación de esto, después de la detención de Cavallo, la televisión mexicana compró el documental y lo emitió.
–¿Cuál es el estado actual de las cintas originales?
–Ruiz Guiñazú: –Cuando hicimos el documental, denunciamos que las 530 horas del juicio estaban destruyéndose. El Archivo de la Nación dijo que iba a iniciar un proyecto para restaurarlo. Y lo iniciaron. Copiaron 100 de 500 horas, pero cuando se acabó la guita dejaron de hacerlo. Ahora las películas están en el mismo lugar, pero dos años después. Entonces, obviamente, es un doble discurso.

 

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