Por
Juan Sasturain
Ayer,
River ganó muy bien un partido que se le facilitó desde
el momento -o los momentos en que se puso 3-1 y con un jugador más.
Y por obvios méritos propios y falencias del rival. A partir de
esa circunstancia -poco más allá de la media hora inicial
de un partido que empezó bueno y vistoso, se inauguró
la hora del toque. Porque la impresión visual más inmediata
fue que River le dio un toque bárbaro a San Lorenzo,
que lo paseó y que pudo pintarle la cara
con par de goles más durante el segundo tiempo, siempre tocando.
Vale la pena hilar fino.
1.
El tocólogo. Definiciones, primero. El toque es el viejo pase
de primera abreviatura por de primera intención
que se incorporó tarde a nuestro fútbol como alternativa
a dos formas ancestrales y antagónicas de utilización de
la pelota: tenerla y gambetear, o pegarle con destino incierto. El toque
de prima implica ganar un tiempo (no pararla) y tiene por supuesta finalidad
apurar un traslado seguro con dos premisas: más o menos corto y
por lo bajo. Pero no siempre River tocó igual. Sobre todo porque
el toque argentino el de Riquelme, el de Aimar no cree dogmáticamente
en la primera intención sino que suele incluir pausas de traslado
o giro protector. En general es lo que hizo River ayer largamente en todos
los sectores de la cancha.
2. Tac-tac-tac. Es la onomatopeya del toque progresivo, que sirve
para describir su uso en función ofensiva, agresiva, pero que se
permite el toque hacia atrás para volver profundo. No es muy común
en nuestro fútbol. Uno siempre se acuerda de Brasil del 70.
River lo usó donde se debe, de tres cuartos de cancha hasta la
zona de fuego, durante el primer tramo del partido: Coudet, Saviola, Ortega,
Cardetti y menos Zapata participaron de estas operaciones
que les dieron, en última instancia, los tres goles. Como siempre
en nuestro fútbol actual, el último pase suele arruinar
la construcción anterior pues se renuncia a la precisión
por el albur del centro dividido.
3. Tiqui-tiqui-tiqui. Es la onomatopeya del toque no progresivo
que tiene por objetivo prioritario la conservación del control
de la pelota: tenerla, es decir, evitar que la tenga el rival,
eso tan elemental. River lo usó en los alrededores de Astrada largamente
cuando estaba arriba en el marcador y tenía uno más. Se
defendió/atacó siempre con la pelota. De ahí, pasaba
sin aviso al tac-tac cuando debió y donde debió.
4. Toco y me voy. La frase acuñada por Pentrelli, el filósofo
de la Academia no la aristotélica, precisamente, entraña
otra verdad: para tocar efectivamente hay que moverse para ofrecerse como
potencial receptor en la segunda jugada. River ayer lo hizo y los que
se iban picaban en diagonal hacia adentro (Cardetti, Saviola, Ortega)
o la pedían por afuera como Zapata o Coudet: la clave es ofrecer
más de una opción al receptor y para eso hay que moverse.
5. Toco y se van. El buen toque de River ante el San Lorenzo diezmado
tuvo un efecto desmoralizador. Los dignos muchachos de rojo y azul se
cansaron de correrlos de atrás, de llegar tarde, de padecer un
loco nunca sobrador. Ni siquiera los alcanzaban para pegarles y al final
parecía que la diferencia era física, ya que River ganaba
siempre los mano a mano. Con todo respeto: parecía que se querían
ir. Es que el mal toque agranda rivales, pero el bueno los desalienta.
6. Toqueteo. River incurrió en parte, durante el último
tramo del segundo tiempo, al pecado de toqueteo, es decir, en la franela
que termina por no concretar lo que anticipa. Desprolijidades en la última
jugada, con remates de lejos y centros débiles y bajos. Por el
lado de San Lorenzo, el toqueteo resultó casi programático
en una zona media (hábiles como Romagnoli, Erviti y Santana sin
tener en quien descargar arriba) y se contrapuso al pelotazo para definir
por arriba. Sólo una se dio: la de Tuzzio-Romeo. Después,
lo de Abreu fue patético.
7. Toque de atención. Para San Lorenzo, del medio hacia
atrás. Hubo soberanos méritos de River, y también
colaboración involuntaria aunque sustancial de los de Boedo. Cuando
se fue Michelini, nervioso y golpeador, ya nadie supo cómo recuperar
una pelota en el medio ni cómo sacarla en el fondo sin comprometerla.
Hasta al banco le faltaron parecía respuestas de emergencia.
8. Toque de queda. El toque de queda, de triste memoria castrense,
implicaba la prohibición de salir y circular a partir de cierta
hora si uno no quería sufrir las consecuencias. Algo así
le pasó a la defensa de San Lorenzo que, ni bien asomaba la nariz
dos o tres metros fuera del área, quedaba sujeto a la Ley del Toque:
pagar y pagar. Además, por una extraña contaminación,
tardaban en salir jugando no la reventaban y cuando lo hacían
eran imprecisos.
9. Retoques. Es lo que le alcanza a River para poner todo lo que
tiene y ganar en solidez: Yepes, sobre todo, y acaso el arquero. Lo de
Coudet fue notable las figuras habituales ya se sabe, los
pibes Garcé y Gandolfi cumplieron. A San Lorenzo hay que retocarlo
tanto que mejor hacerlo de nuevo. Empezó bien con Leo más
el Pipi jugando y la prolongación del circuito con Estévez
por afuera y Romeo. Pero marcaron inexorablemente mal y los cambios en
el medio apuntaron a jugar, pero no sirvieron porque jamás tuvo
la pelota.
10. Un toco. Es lo que vale para River este triunfo, sumado a la
derrota de Colón. Todos se caen a pedazos y el equipo de Gallego
por lo menos tiene los pedazos pegados con convicción. Al menos
eso es lo que demostró ayer, de visitante, contra el segundo y
en un partido clave.
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