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De la Hoya batió a Arturo Gatti en el quinto y adelantó la noche del Oscar

Contundente regreso del Golden Boy, que le apunta al título de los medianos junior.

Por Daniel Guiñazú

Oscar de la Hoya volvió para ocupar su lugar. Después de nueve meses de parate y de tres derrotas sentidas (dos en los rings ante Félix Trinidad y Shane Mosley, una ante Shakira por el Grammy al mejor cantante latino), a los 28 años el Golden Boy californiano abrió un nuevo capítulo de su vida boxística (¿el último quizás?). Sobre el ring del MGM Grand Hotel de Las Vegas y en la madrugada de ayer, derrotó por KOT al minuto y 16 segundos del 5º round al canadiense Arturo Gatti e inició un periplo que parece llevarlo más rumbo a su quinto título del mundo, como mediano junior, que a lavar aquellas dos afrentas que frenaron su carrera inmaculada.
No era el resultado lo que importaba. Se sabía que De la Hoya tenía que ganarle al bravo Gatti y que debía hacerlo de la manera concluyente en que lo hizo. Lo que interesaba era comprobar si la llegada al rincón de Floyd Mayweather Sr., su quinto entrenador luego de Roberto Alcázar, Emanuel Steward, Gil Clancy y Jesús “Cholain” Rivero, disparaba un nuevo proyecto de De la Hoya o si por el contrario, era uno más en la larga lista de segundos que, a cambio de un porcentaje suculento, se limitaron en todo este tiempo a darle agua en los descansos y a gritarle instrucciones que al Golden Boy le entraron por un oído y le salieron por el otro. Con una mano en el corazón, no se vio nada nuevo. De la Hoya fue el mismo de siempre. Eso sí: mucho mejor que el que perdió ante Trinidad y Mosley.
Si una diferencia hubo entre aquel De la Hoya y éste, fue de convicción: De la Hoya estaba seguro de que Gatti, un ex campeón de los liviano juniors de la FIB que había subido tres categorías y que había ganado por nocaut sus tres peleas como welter, no tenía forma de ganarle. Y peleó en consecuencia, consciente de que la gracia no era vencer porque resultaba obvio y que la clave pasaba por convencerse a sí mismo y convencer a la exigente crítica de los EE.UU, que aquello había sido nada más que el producto de un par de malas noches.
Así, De la Hoya salió a barrerlo a Gatti. Y lo consiguió. Probó rápido en el primer round que la ágil izquierda de Gatti en gancho y en cross no era capaz de dañarlo y sobre el final de la vuelta, se puso en marcha. Lo llevó al canadiense contra la cuerdas y con un perfecto uppercut de izquierda no sólo lo derribó, sino también le abrió el pómulo derecho y le inflamó el párpado del ojo del mismo lado.
Lo que siguió fue un concierto de De la Hoya y una demostración de lo distinta que hubiera sido su historia reciente si hubiera mostrado siempre esta decisión de pelear y no aquel ánimo especulador que tanto acabó por perjudicarlo. Sus combinaciones fueron insuperables por su velocidad y precisión. Pegó casi todo lo que tiró. Y fue notable verlo distribuir el castigo tanto a los planos bajos como a los altos. Si algo caracterizó la carrera de Gatti fue su asombrosa absorción de los golpes a la cabeza. Por eso, De la Hoya le hundió tantos y tan profundos ganchos al hígado.
En el tercer round, la médica de la Comisión Atlética del estado de Nevada revisó el rostro malherido de Gatti y le dio el pase. Pero no era la del sábado una noche apta para los milagros. Gatti no tenía forma de pararlo a De la Hoya. Y en el 5º asalto, sobrevino la definición. De la Hoya clavó seis ganchos consecutivos al hígado, luego combinó cinco golpes seguidos a la cabeza y puso un último gancho abajo. Gatti amarró y en medio del clinch, los segundos de Gatti invadieron el ring y decretaron que De la Hoya había ganado su 27º pelea por fuera de combate.
Después se supo que a De la Hoya no lo obsesiona tanto un eventual desquite ante sus vencedores Trinidad y Mosley como ir en procura de su quinto título del mundo: la idea, en principio, es subir de categoría y buscar ante el español Javier Castillejo, la corona de los mediano juniors del Consejo, el 9 de junio en lugar a designar. Y en setiembre, quizás, podría llegar la revancha ante Mosley (Trinidad irá el 12 de mayo en el Madison de Nueva York por el campeonato de los medianos de la AMB frente a William Joppy). Pero para eso todavía falta. Y no es conveniente hacerse demasiadas ilusiones.

Explosivo debut de “Rocky” Giménez

Por D.G.

Hace mucho tiempo que en el boxeo argentino no aparece un boxeador con la convicción ofensiva del cordobés Diego “Rocky” Giménez. El liviano de Bell Ville (61,500 kg) hizo su debut internacional en la madrugada del domingo ante el mexicano Roberto Vera Ibarra (60,800 kg) y se estrenó a lo grande, con un nocaut que llegó a los 2 minutos 23 segundos del primer round y que elevó su record a 14 triunfos consecutivos, 13 por fuera de combate, 6 de ellos en el asalto inicial.
Electrizante, inquieto, desbordante, capaz de lanzar 100 golpes por minuto, dueño de una par de piernas que parecen preparadas sólo para ir hacia adelante, una cintura flexible y del suficiente criterio como para no concentrar todo su poder en los planos altos (dispara excelentes ganchos al cuerpo), Giménez le pasó por encima al mexicano, lo corrió a golpes por el ring del Polideportivo Carlos Cerutti de Córdoba y lo terminó con una derecha cruzada y un gancho a la cabeza. Vera Ibarra pudo haber seguido. Pero prefirió perder por nocaut a continuar recibiendo una paliza inmisericorde.

 

 

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