Por
Victoria Ginzberg
Para
los argentinos es natural que el 24 de marzo sea un día de repudio
al golpe militar, pero en otros países de Latinoamérica
todavía hay una lucha simbólica por la apropiación
de este tipo de fechas. La doctora en sociología e investigadora
del Conicet Elizabeth Jelín estudió estos fenómenos
desde un programa sobre memoria histórica y represión
en el Cono Sur que coordina desde hace tres años bajo el
auspicio del Social Science Researh. Jelín expone en este reportaje
algunas de sus conclusiones, explica que recordar no es suficiente para
no repetir hechos aberrantes si no hay una elaboración del
recuerdo y asegura que la justicia es la parte más
sólida de la memoria.
¿Qué es lo que observaron al comparar las conmemoraciones
de los golpes de Estado en los países latinoamericanos? El
programa de investigación tiene como eje la idea de que hay luchas
sociales por la memoria. Los actores sociales y políticos se enfrentan
por qué sentido le dan al pasado, y en distintos momentos históricos
hay alguien que tiene más voz que otros. Lo interesante es que
en Argentina a partir de 1984, quien ocupa la escena pública durante
los 24 de marzo es siempre el movimiento de derechos humanos. Los militares,
si hacen algo, lo hacen en los cuarteles y ni nos enteramos, pero más
bien no hacen nada. En Chile en cambio, los 11 de setiembre la confrontación
es en las calles. En algunos países el tema es qué fecha
se conmemora. En Brasil el golpe fue en la madrugada del 1º de abril,
pero ese día es el día de la mentira, como si fuera el Día
de los Santos Inocentes, entonces hicieron aparecer como que el golpe
fue el 31 de marzo. En Paraguay la conmemoración más importante
de la dictadura es el día del cumpleaños de Stroessner.
En Uruguay hay dos fechas, una conmemoran los militares y las fuerzas
políticas de derecha y otra conmemoran el movimiento de derechos
humanos y las fuerzas progresistas. En Argentina los militares no tienen
presencia en la esfera pública. Esto representa una batalla simbólica
que ha sido producto del accionar del movimiento de derechos humanos.
A partir de asunción de la jefatura del Ejército de
Ricardo Brinzoni hubo un avance de los militares, que quisieron volver
a reivindicar la dictadura.
Depende de si se lo mira en el corto o largo plazo. Este año
la sentencia del juez Gabriel Cavallo y el 24 de marzo son dos eventos
muy significativos en una historia de 25 años. Mi interpretación
es que Brinzoni es un incidente menor, en una historia que tiene sus puntos
fuertes. Eso no quiere decir que tengamos que negar la existencia de esos
incidentes menores o que no haya que estar alerta porque los incidentes
menores se pueden convertir en procesos mayores. Pero en términos
de los 25 años, está este 24 de marzo y la sentencia del
juez Cavallo que es un documento histórico.
¿Cuál es el rol del Estado en las conmemoraciones
de las dictaduras?
Una de las características de las conmemoraciones en Argentina
es la ausencia total del Estado. Ni el Estado militar decretó el
24 de marzo feriado nacional ni fecha patria, cosa que sí se hizo
en Chile con el 11 de setiembre. En Uruguay también fue fecha oficial
el 14 de abril. Ese día en 1972, todavía en democracia,
hubo un atentado tupamaro en el que se mató a cuatro personas de
derecha y, en represalia, el régimen mató a ocho tupamaros.
Ese día fue el día de los caídos por la insania
y en 1975, cuando los militares lo incorporaron en el calendario oficial,
lo llamaron día de los caídos en la lucha contra la
sedición. En la transición Sanguinetti buscó
resignificar la fecha y le cambió el nombre a día
de los caídos en defensa de las instituciones democráticas,
fecha que sigue existiendo.
Este año hubo algunos homenajes organizados por municipios
y el Gobierno de la Ciudad hizo una serie de actividades.
Pero acá el protagonismo central es un protagonismo social.
Puede ser que los políticos vayan a las conmemoraciones si quieren
que se los vea. Pero no es un momento de reconocimiento público
del Estado. Aunque esto está cambiando: en la provincia de Buenos
Aires existe una ley que establece que los chicos en las escuelas tienen
que tener una clase alusiva y en la Ciudad, para los 25 años, lo
llamaron el Día de la Memoria. Pero recién en 1996 empieza
a haber una respuesta del Estado, aunque no necesariamente del Estado
nacional en su conjunto.
En todos estos años, ¿cuánto se extendió
la conmemoración hacia la sociedad en general, más allá
de las víctimas y de los organismos de derechos humanos?
El asunto es quiénes tienen voz legítima para hablar.
Está claro que aquellos que tienen una cercanía especial
con las víctimas tienen voz. Pero ¿cómo se define
la cercanía? En Argentina se definió claramente por lazos
de sangre familiares: han tenido la voz fundamentalmente Madres, Familiares
y ahora HIJOS. Recién el año pasado salió por primera
vez un libro de testimonios de compañeras. Las mujeres y maridos
han estado un poco relegados. Ni qué hablar de los amigos y compañeros
de militancia. Pero la sociedad argentina ha estado acompañando,
ha incorporado el tema de derechos humanos como propio. El asunto es cómo
se establece el diálogo. Y ahí hay más abiertos y
más cerrados.
¿La legitimación primordial de los lazos de sangre
está relacionada con una primera despolitización de los
desaparecidos?
En el momento de mayor represión la legitimidad para actuar,
incluso jurídica, está basada en vínculos de parentesco.
Pero cuando se sale de ese momento la pregunta es ¿cuánto
se fue ampliando? De entrada el movimiento de derechos humanos en Argentina
fue plural; APDH se conformó en diciembre de 1975 con políticos,
gente de iglesias e intelectuales. Es cierto que en un primer momento
al definir el tema en términos de violaciones a los derechos humanos
hubo una tendencia a desdibujar la militancia, los proyectos y la participación
social. Pero hay cierta dinámica temporal en los procesos de memoria
que no son sólo de Argentina. Y hay ciertas cosas que necesitan
de tiempo para ser recuperadas. No es que a medida que pasa el tiempo
se va olvidando, al contrario, hay activaciones que tienen que ver con
procesos sociales, especialmente con el momento en que entra a la vida
activa una nueva generación que interpela y hace preguntas.
¿Cómo fue cambiando el sentido del 24 de marzo?
El 24 de marzo de 1984 se hizo una actividad totalmente ligada al
movimiento de derechos humanos, donde no hubo ninguna presencia estatal.
Al contrario, el día anterior Alfonsín hizo el discurso
de cien días de su gobierno y no mencionó el aniversario
del golpe. En la medida en que a lo largo de la década del 80,
y especialmente después de los indultos, toda la actividad ligada
a los derechos humanos tuvo un bajón, quedaron pequeñas
cosas. Y lo que lo reactivó claramente fue el cambio en el 95
a partir de las declaraciones de Scilingo. La gran marcha en contra del
indulto fue masiva y el indulto fue un baldazo de agua fría. Pero
Scilingo pasó a los 19 años del golpe y después vino
Balza con el reconocimiento oficial. Y ahí se amplía el
movimiento de derechos humanos a un movimiento social más amplio.
Lo interesante es la multiplicidad de voces. En Chile también está
ocurriendo que en las manifestaciones del 11 de setiembre hay más
diversidad social y hay muchos que no quieren ver al movimiento de travestis
ni al de los homosexuales ni al de los sin techo. ¿Quién
va a decir si corresponde o no? El que lo diga es un autoritario. A partir
de los noventa en Argentina hay una diversificación de sentidos
con voces que van a hablar de la reivindicación de la militancia
y de los proyectossociales que fueron reprimidos por la dictadura, otras
voces que hablan de la represión de las personas y de las violaciones
a los derechos humanos y otras voces que hablan de la reivindicación
de los derechos de otros grupos oprimidos en democracia.
Se dice que hay un boom de la memoria a nivel mundial. ¿A
qué se debe? Andreas Huyssen hace una explicación
de este boom vinculado a lo posmoderno, donde los tiempos son mucho más
fragmentarios y fugaces y al mismo tiempo uno busca raíces en algo
que no está. También hay una moda retro, una búsqueda
de antigüedades. Pero eso a mí no me interesa tanto, lo que
me parece es que en momentos de crisis, en donde hay fuertes incertidumbres
personales y sociales necesitamos algunos anclajes éticos, históricos
y que en parte estas búsquedas tienen que ver con revisar ciertas
modalidades de esos anclajes que parecen que no nos sirven más.
La bandera, el escudo tienen sus límites. Ahora hay una búsqueda
de la dignidad humana y un anclaje en la condición humana. Hay
una revitalización de la valorización de la condición
humana y un cuestionamiento sobre qué es ser humano. Para muchos
lo humano no está en la nacionalidad sino en una integridad y a
la posibilidad de elegir y de ser parte de una comunidad.
Es casi un lugar común decir recordar para no repetir.
¿Es suficiente recordar para no repetir?
La primera cuestión es recordar qué, quién
y cómo. El que piensa que transmitir una información va
a cambiar la orientación frente a la vida de la gente es un ingenuo.
La memoria es un fenómeno subjetivo donde cada uno de nosotros
y los grupos en los que estamos construimos un sentido del pasado. Cada
generación, cada grupo, va a darle un sentido en función
de las condiciones y de las circunstancias que le toca vivir. En un sentido
estricto recordar para no repetir no me evoca nada. En otro sentido uno
podría decir que hay un aprendizaje a partir del pasado. Porque
sino, en términos psicoanalíticos más banales, recordar
es repetir. Si el recuerdo es simplemente la evocación del pasado
y esa evocación es siempre la misma, es repetir. Recordar puede
ser repetir si no hay una elaboración del recuerdo, si no hay un
trabajo de ese recuerdo.
¿Cuál es el rol de la Justicia en el proceso de la
memoria?
Para mí está claro que hay distintos planos y niveles
en los que se juegan las memorias. El plano institucional es central.
Lo que de las memorias del pasado se incorpora a las estructuras y al
funcionamiento institucional es central y ahí la Justicia es muy
importante. La opción no es entre memoria o justicia, justicia
es parte de la memoria y es la parte más sólida.
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