Página/12
en España
Por
Eduardo Febbro
Desde Madrid
¿Por
qué un título tan romántico, Baltasar Garzón,
el hombre que veía amanecer, para un personaje tan polémico
e inflexible?
Es un recuerdo, un homenaje a su padre. Los padres de Garzón
eran labradores, agricultores y, cuando era pequeñito, el padre
de Garzón le decía: Baltasar, si quieres llegar a
la cama de noche, cansado pero contento, tienes que haber visto amanecer.
Esa norma la tomó él siempre en su vida como una norma de
trabajo, de esfuerzo, de tesón, de hacer rendir, cundir los días
y las horas. Luego, en su vida como juez, es así. Es un hombre
que ordena las entradas y registros, las detenciones y redadas de los
criminales. Porque el criminal nunca duerme y suele actuar... al amanecer.
Y él dice que tiene que detener a los narcotraficantes y a los
terroristas cuando están en pijama. Por otra parte, el libro pone
veía el amanecer y no el hombre que ve
porque mientras yo estuve escribiendo el libro siempre tuve el pálpito
de que un hombre tan amenazado podía morir y me podía quedar
con un protagonista muerto. Quería entonces que no hubiese un compromiso
de ponerlo en presente sino en presente histórico.
¿Usted tiene la impresión de haber penetrado la vida
de un juez o de un justiciero?
No, Garzón no juzga sino que instruye las causas. La sala
que aplica la sentencia es otra. El no puede aplicar la venganza
legal contra un delincuente, porque él no le impone una sentencia,
sólo le corresponde investigar el crimen y buscar todo el aparato
probatorio. Pero, en lo que tiene de filosófico su pregunta, que
quiere decir si él se siente un mesías, o sea un verdadero
hombre que tiene que poner a un lado los buenos y a otro los malos y decir
la última palabra sobre la verdad o la maldad de los hombres, no,
estoy segura de que no. Garzón es un hombre que únicamente
se mueve con dos imperativos y dos sometimientos: la ley y su conciencia.
Si la ley le permite actuar y su conciencia le manda actuar, Garzón
actúa y eso aunque no sea conveniente. El no se mueve nunca por
la moral o la justicia de la conveniencia sino de la convicción.
El tema de Chile, de Argentina, el tema del dispositivo Cóndor
afecta a países con los que España tiene gran volumen de
negocios, de créditos y de líneas comerciales. Y resulta
molesto que haya un juez tocando esos temas, tanto como lo es que toque
el tema de Berlusconi en Italia, que abra el tema del GAL, que es el terrorismo
de Estado en torno del cual aquí en España hay muchas fuerzas
interesadas en pasar la página. Pero aunque ésa sea la conveniencia
Garzón actúa por convicción, investiga, actúa,
busca la verdad, y la verdad es la imparcialidad, la entereza, la objetividad,
es ver el amanecer para llegar hasta el fondo.
En este contexto, y dada la multilateralidad de los intereses en
juego, Garzón es mucho más especial que el juez del Mani
Pulite en Italia.
Si el delincuente está en las altas esferas o en la bóveda
del poder, a él no le importa. Garzón no hace excepción
de las personas. Persigue el delito sea quien sea y en el lugar donde
se produzca. Garzón va a la internacionalización de la Justicia,
a que no haya fronteras. En esto es punta de diamante, innovador.
Supongo que lo que pasó con todo el caso ETA y con Pinochet
le debe haber provocado una satisfacción muy íntima. En
un caso tenía a todo el aparato en contra; en el otro, a la mitad
del mundo.
Yo no soy Garzón, pero puedo decirle que en el libro se nota
que son temas de humanidad que lo golpean. Está el delito y la
gran lección a la humanidad, que a él le golpea la conciencia.
No puede quedarse frío ante esto, aunque otra cosa es que sea imparcial
en la búsqueda de la prueba. Pero se trata de temas que golpean
la conciencia del hombre Garzón, temasmuy complejos que llegan
a sus manos, que no los quiere cualquiera debido a las numerosas diligencias
que era preciso hacer. Imagínese, hubo que hacer que, a través
de los consulados y las embajadas, las víctimas hicieran declaraciones
y hasta que incluso salieran un poco del estupor, de la decepción
de que ya habían tirado la toalla. Era difícil movilizar
a las víctimas; muchas tenían la desesperanza de que se
fuera a arreglar su tema; otras tenían miedo. Había que
movilizar conciencias para que vinieran a declarar y contaran su caso.
No era fácil.
¿Qué sustenta el empeño que puso en los casos
de Argentina y Chile?
Con el tema de Argentina y de Chile a él no le interesaba
hacer justicia aquí, no. A Garzón le interesaba la lanzadera,
o sea, ser punta de lanza de modo que el tema rebotara, se revistiese
a la nación matriz para que se hiciera justicia allá. El
está satisfecho porque en Chile se juzga a Pinochet, aunque otra
cosa es lo que están haciendo ahora con esto de cambiar el cargo
de la acusación a encubridor... En opinión mía, no
sé si es una estrategia, pero parece una burla. En cuanto a la
Argentina, bueno, es él quien sigue el tema y fue él quien
pidió a México la extradición de Cavallo. A mí
me parece que la gran satisfacción que tuvo fue cuando la Audiencia
Nacional en pleno resolvió que España tenía competencia
jurídica para poder instruir los casos de Chile y Argentina. Aquí
en España había una oposición política y fiscal
muy fuerte a que Garzón, por lo tanto España, pidiera la
extradición de Pinochet y se ocupara de perseguir a las juntas
militares argentinas. A Garzón se le negaba la competencia jurídica
con el argumento de que España no era competente. El propio Felipe
González decía que eso era colonialismo. Para Garzón
fue una satisfacción inmensa que se reconociera la realidad, la
verdad, o sea que nosotros, por las convenciones internacionales que hemos
suscrito, tenemos competencia para perseguir esos delitos.
Lo que su libro transmite al lector es la sensación de que
se trata de alguien que nunca renuncia. Eso, si me permite, suscita sospechas.
Uno termina preguntándose ¿qué persigue Garzón?
¿Honor, justicia, gloria?
Se lo he dicho hace un momento, es su conciencia. Este hombre duerme
poco, pero le gusta dormir como un niño, es decir en paz. Si su
consciencia le dice: si no lo hago no se entera nadie, pero me entero
yo, y yo no podría dormir en paz. Es una cuestión
de prurito, de mandato de la conciencia. Es un juez muy vocacionado, cuando
tiene pruebas, indicios de delitos y la ley le manda a seguir adelante
no cesa. Otra cosa: cuando lo presionan y le ponen obstáculos,
de alguna manera se crece como esos toros bravos cuando los castigan.
El es igual. Ante las caras torvas, los obstáculos, los palos en
las ruedas, la obstrucción y las presiones políticas, Garzón
crece. No es que vaya de provocador. Es una cuestión de imperativo
de conciencia. Cuando más difícil más fuerte se hace.
Fíjese aquí el caso de ETA. En España, incluso la
propia Audiencia Nacional, le ponen muchos obstáculos. Garzón
tiene que proveerse de muchas pruebas en una organización terrorista
donde los diseñadores del terror, los que mandan, dejan muy pocas
huellas. Es dificilísimo demostrar que ésos son criminales.
Y Garzón debe dotarse de un aparato probatorio muy importante porque
a los primeros que tiene que convencer es a los juzgadores, a los magistrados
de la Audiencia Nacional.
Siempre persiste una duda respecto de uno de los casos que trató
Garzón ligados a la Argentina. Me refiero al juicio que se le siguió
en España al sirio Monzer Al Kassar. Este traficante de armas y
otras cosas, amigo de Menem, protegido con un pasaporte argentino y residente
en España durante mucho tiempo... no es lo que se llama un inocente.
Garzón lo arrestó y al final Monzer Al Kassar se salvó
de ser condenado.
La palabra sobre su inocencia la tiene la Justicia... Garzón
ha promovido instrucciones suficientes contra Monzer Al Kassar, muchas
de ellas vinculadas precisamente con Argentina. Desde el Acchile
Laurohasta la operación dólar, o sea la falsificación
de billetes en América, existe una batería de episodios
criminales por los que Baltasar Garzón procesa y lleva a prisión
a Monzer Al Kassar. Pero este hombre mueve muchos hilos, muchos y muy
poderosos, además de tener poderosos padrinos a niveles internacionales.
Al Kassar cuenta además con un magnífico flete de abogados
aquí, en Inglaterra, en Suiza, en Argentina... Sus asesores jurídicos
saben moverse muy bien. Garzón conoce la catadura de Al Kassar
y ha tenido elementos de prueba para procesarlo y decretarle prisión.
Otra cosa es la buena suerte o los buenos padrinos que tenga Monzer Al
Kassar.
Más hago la cuenta de las cosas que usted relata en el libro,
más me asombro. Garzón no sólo buscó poner
en jaque a la ETA sino también a quienes montaron los GAL, o sea
la estructura terrorista impulsada por el Estado español para terminar
con ETA... en pleno gobierno socialista.
La historia de los GAL está recién empezando. Garzón
ya se ha llevado por delante a un ministro de Interior, Barrionuevo, a
una serie de altos cargos policiales, pero todavía hay 29 muertes
por aclarar y esos casos se acaban de reabrir. Ese es un tema que está
casi virgen. Yo me he comprometido bastante en demostrar que el GAL se
diseña desde los servicios de inteligencia del Estado por encargo
del gobierno.
Usted detalla episodios espeluznantes de toda la instrucción
que llevó a cabo Garzón en los casos de las juntas militares
argentinas. Uno de ellos resalta por su hipocresía. Es el testimonio
que prestó Isabel Perón, quien dijo no estar al corriente
de nada...
Sí, por lo visto Isabel Perón se hacía la tonta.
Ella fingía no saber nada, ignorarlo todo. En un momento le salió
el buen genio que tiene y dijo bueno, quien manda manda.
En la biografía usted vuelve sobre la posible existencia
de los archivos de la dictadura argentina microfilmados por los servicios
secretos españoles, el Cesid. ¿Esa información sigue
siendo veraz?
Bueno, Garzón lo investigó y había algo, pero
no está acreditado. En el libro yo doy incluso el nombre de la
tripulación del avión que trajo los documentos a España
(8 militares: Maldonado Suelvo, Hernández, Reyes Sosa, Freire,
el piloto-jefe, Sancho Tena, y tres personas más). Sé que
hay más datos, pero eso hay que acreditarlo. El Cesid lo negó,
desde luego. Una de las diligencias que hizo Garzón fue precisamente
preguntar al Cesid si el avión argentino había aterrizado
en la base de las Canarias y todo eso. Pero el Cesid negó lo de
los microfilmes. Sin embargo, existen dudas.
La biografía de Garzón muestra la poderosa enemistad
entre él y Felipe González.
Se ha dicho eso en España, pero éste no es un libro
contra Felipe González sino sobre un juez cuyos adversarios son
los delincuentes. Garzón tiene enfrente al narcotráfico,
a ETA, a Pinochet, el blanqueo de dinero y los genocidas. El no va contra
un partido o contra un gobierno sino contra el delito.
Una vez publicado, su libro provocó muchas controversias,
incluso sirvió para que se abriera una investigación contra
Garzón por su supuesta amistad con uno de los partícipes
en una de las causas, es decir Ernesto Sabato. Hasta el mismo Scilingo
presentó una querella en España contra usted por supuesta
revelación de secretos. Muchos la acusaron de parcialidad. ¿Siente
que tomó suficiente distancia con el juez como para preservar su
objetividad?
Garzón es un juez tenaz y mi libro es veraz. Mientras investigué
ejercí un continuo distanciamiento. Actué como si yo fuera
una enemiga escrupulosa. Garzón no me ha revelado nada, he sido
yo quien investigó. He tardado dos años en hacer este trabajo,
he visto a decenas de personas y manejado 9000 documentos. Pero me tuve
que dar por vencida, me encontrécon un hombre de una envergadura
vertiginosa. Al final, todas mis dudas cayeron una tras otra.
¿POR
QUE BALTASAR GARZON?
Por E. F.
El
juez internacional
|
Baltasar
Garzón es un hombre con suerte, un juez sin fronteras,
tenaz e inagotable. Cuando no husmea en la bóveda del poder
destapando las ollas del socialismo de Felipe González, cuando
no se empeña en guillotinar a ETA o desentrañar el terrorismo
de Estado en el caso de los GAL, cuando no persigue a Silvio Berlusconi,
en suma, cuando todas esas cosas que lo hicieron tan temido como famoso
no lo ocupan, el destino viene a golpear a su puerta. Según
cuenta la periodista Pilar Urbano en la vibrante y polémica
biografía que acaba de salir en España, Baltasar Garzón,
el hombre que veía amanecer, al juez español le tocó
por azar el legajo de las juntas militares argentinas: Yo no
lo busqué. Vino a mi mesa, como una denuncia más,
dice Garzón en el libro. La historia parece así tener
cita con él.
La denuncia contra las juntas militares de Argentina, impulsada por
el abogado argentino Carlos Slepoy y el fiscal español Carlos
Castresana, entró en su juzgado el día que Garzón
estaba de guardia: el 24 de marzo de 1996. La fecha, el personaje
y el lugar se aúnan. Envuelto en la maraña de la legislación,
Garzón buscó y terminó encontrando el argumento
que tornaba aceptable en España la querella: el principio
de justicia universal aplicando la Ley Orgánica del Poder
Judicial. Ahí comienza el otro Baltasar Garzón.
Los sobrevivientes, los familiares, tienen razón, dice el juez:
Todo Estado debe responder de sus desaparecidos.
Los capítulos de la biografía de Garzón sobre
las juntas militares de Argentina y el caso Pinochet son breves en
comparación con las casi 500 páginas que los preceden.
Incisivo, documentado y controvertido, el retrato que
Pilar Urbano hace del juez español es una condensación
vibrante de todas las impurezas que empañaron la
democracia española en los últimos 15 años, más
algunas perlas negras como Massera, Videla, Pinochet o el sirio Monzer
Al Kassar. El trabajo recoge episodios escalofriantes de la lucha
contra ETA, la investigación de esa estructura de terrorismo
de Estado que fue el GAL (Grupo Antiterrorista de Liberación)
y los indecorosos casos de corrupción en los que se empantanaron
los dirigentes socialistas durante la gestión de Felipe González.
Por las páginas de la biografía se pasean corruptos,
narcotraficantes, asesinos, terroristas, torturadores, jueces comprados
o fascistas, altos dirigentes de la Audiencia Nacional pactando
la inocencia o defensa de Pinochet (Eduardo Fungarino) y hasta los
agentes de la CIA que acudieron a Garzón para que el juez interceda
ante Monzer Al Kassar para saber quién está detrás
de la Operación Dólar (falsificación
en masa de dólares falsos). El hombre que veía
amanecer vio de todo, incluida una fallida y polémica
incursión en la política que hizo de él el peor
enemigo de Felipe González (y viceversa).
Interesada pero sincera, heredera del estilo del Nuevo Periodismo
de Thomas Wolfe, la biografía de Pilar Urbano (9 ediciones,
más de 500 mil ejemplares vendidos) es una suerte de reportaje
novelado basado en conversaciones con el protagonista y la exhaustiva
investigación de la autora. Como dice Pilar Urbano, escuchó
al hombre e investigó al juez. Con la reserva de las
causas que están siendo instruidas, el lector se entera de
casi todo. Aunque breve, el capítulo dedicado a la Argentina
hiela la sangre. Puestos unos tras otros, los pasos de la instrucción
delos crímenes cometidos por los militares argentinos dejan
sin aliento, incluso a quienes tienen la historia metida en el alma.
Vale oro el episodio de la audiencia de Isabel Martínez de
Perón. Ante Garzón, la ex presidenta dice no saber nada,
no acordarse de nada porque es una pobre mujer ignorante.
María Estela Martínez de Perón llega a confesar
que a mis consejos de ministros asistían los jefes militares.
Ni siquiera recuerda conocer a los altos mandos de la Triple A que
el juez le muestra junto a ella y López Rega en una foto. Garzón
pregunta:
¿Sabe usted quiénes eran los de la Triple A?
Sí... Unos que mataban.
¿Sabe quiénes eran los Montoneros?
Sí... unos que cantaban.
No es raro que los libros de Pilar Urbano tengan el impacto que se
les conoce en España. La biografía de Garzón
es una suma narrativa de acontecimientos narrados en un hilo continuo.
El perifrástico estilo español es un águila fina,
locuaz y convincente en las manos de una autora valenciana que pone
hechos en cada línea, como el de ese 26 de marzo de 1997, cuando,
al día siguiente de que Garzón ordenara el arresto de
Leopoldo Galtieri, Carlos Menem llamó a la Audiencia Nacional
a pedir... explicaciones. |
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