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OPINION

A la hora señalada

Por Claudio Uriarte

A partir de esta semana, el subcomandante Marcos y el presidente Vicente Fox entran en México al núcleo duro de lo que sigue siendo una disputa dentro de otra: vista desde arriba, la puja común de Marcos y Fox contra las resistencias del Congreso a la ley de derechos indígenas; en un nivel más profundo, la guerra entre Marcos y Fox para ver quién sobrevive y quién muere después del triunfo o la derrota de esta ley.
Vista desde afuera, es la lucha de los antagonistas Marcos y Fox contra sus enemigos comunes –la mayoría, dentro de las filas parlamentarias del presidente– que la semana pasada perdieron en la Cámara de Diputados la votación contra la presentación del zapatismo ante el Congreso, y que imaginan la aprobación de las facultades autonómicas de la ley indígena como el principio de la balcanización de México. Vista desde adentro, la disputa se proyecta a los distintos porvenires concebidos para las autonomías indígenas cuando se haya aprobado esa ley: los proyectos de promoción industrial de Fox, las comunidades autosuficientes de Marcos. El ex gerente de la Coca-Cola busca aquí superar condiciones semifeudales con recetas neoliberales, mientras el enmascarado universitario blanco denuncia como culpable de los males de Chiapas a un neoliberalismo que en rigor no existe en la región. El hacendado de Guanajuato busca integrar al México olvidado en un gran diagrama capitalista integral; Marcos, preservar su liderazgo antineoliberal e indigenista pidiendo siempre un poco más de lo que el poder puede conceder, y sobre todo conservando en Chiapas –cuyos problemas indigenistas se vinculan más a la fronteriza Guatemala que al resto de México– la misma singularidad que le permitió emerger en primer lugar. Intentará, por eso, mantener el estado de “ni paz ni guerra” que lo alimentó desde 1994, aunque la legitimidad de esta insurgencia de baja intensidad se encuentre ahora en duda, tras la primera elección nacional libre en 70 años –que es casualmente la de Fox–.
El problema, sin embargo, también es grave para Fox, ya que si Marcos decide radicalizar sus demandas autonómicas y panindigenistas se planteará el mismo problema de cambio de fronteras contra el cual los conservadores votaron la semana pasada, y cuyos enemigos de fondo son unos EE.UU. muy sensibles a los puntos de traslado de drogas, y unas multinacionales todavía más sensibles ante la pérdida de control por los Estados de territorios con potenciales riquezas naturales. La amistad entre Marcos y Fox, por todo esto, es todavía una cuestión de fechas.


 

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