Página/12
en Francia
Por
Eduardo Febbro
Desde París
Adulado
por esa nueva generación urbana de burgueses y bohemios
pero abandonado por la clase obrera y los medios populares, la formación
más amplia de la izquierda francesa, el Partido Socialista (PS),
enfrenta la última línea de las elecciones presidenciales
y legislativas del 2002 con una hipoteca en las urnas. A pesar de las
victorias obtenidas en París y Lyon en el ballottage municipal
del domingo pasado, algunos dirigentes socialistas se inclinan hoy por
que las elecciones fueron un fracaso. Nada dejaba presagiar
que el veredicto de las urnas iba a ser tan severo para el socialismo
francés. En vez de recoger los frutos de una gestión gubernamental
exitosa, el PS apareció cortado de las bases del pueblo al tiempo
que recuperó un electorado influyente, refinado y con poder adquisitivo
pero lejos de formar una mayoría.
Allí donde la izquierda era mayoritaria en votos entre las dos
vueltas de las elecciones municipales, la segunda terminó con un
resultado contrario a la matemática electoral: los obreros, las
clases pobres, los grandes centros populares y la extrema izquierda se
abstuvieron de votar por los socialistas y, en muchos casos, pusieron
su voto en las listas alternativas de izquierda radical. En términos
de poder, eso le costó unas 40 ciudades a la llamada izquierda
plural que gobierna Francia, mientras que en términos de
arquitectura política la dejó expuesta a sus propias contradicciones.
En medio de una tormenta de críticas y postulados, Lionel Jospin
insiste en decir que no existe ninguna alternativa a la estrategia
de la mayoría plural. Sin embargo, en el seno del PS las
corrientes se agitan para reclamar otra política. El
Secretario General del PS, François Hollande, piensa que la
izquierda pierde cuando las capas populares la abandonan. El club
Socialismo y Democracia, integrado entre otros por el ex Ministro de Economía
y Finanzas Dominique Strauss-Kahn, resume un argumento contrario cuando
afirma que las elecciones se ganan atrayendo los votos del centro.
La sentencia de las urnas no le da razón y más bien afianza
los argumentos de hombres como Jean-Pierre Chevènement, ex Ministro
de Interior, quien dice: el gobierno lleva a cabo una política
demasiado alejada de las expectativas populares. No veo cómo un
candidato puede ganar solamente con los votos de los bobos (apodo de los
burgueses-bohemios). A esa interna socialista se le suman las voces
de los ecologistas, otro de los grandes ganadores de las elecciones municipales.
Su líder nacional, Noël Mamère, afirma: es preciso
que la izquierda sea capaz de producir una nueva oferta social a quienes
sufren la exclusión. A falta de males, el PS no sólo
perdió la simpatía de las clases populares sino que también
asistió al ocaso de uno de sus aliados tradicionalmente más
asociados con esos sectores, es decir los comunistas. Votado por la burguesía
urbana, presionado por los ecologistas, cortado del mundo del trabajo
y la exclusión, rengueando con la pierna comunista que le falta
y vapuleado por la izquierda crítica, el socialismo de Lionel Jospin
atraviesa una delicada fase de refundación. En menos
de una semana resurgió todo un vocabulario enterrado desde hace
años: aspiraciones populares, expectativas de
los barrios excluidos, voto popular, trabajo en
el terreno social. Los militantes empiezan incluso a gritar sí
a los prolos (proletarios), no a los bobos. Estos últimos,
oriundos de las nuevas tecnologías, sensibles al liberalismo chic
y las ideas humanistas, son la oveja negra de las críticas.
Jospin no hace sino pagar por la mala distribución de los recursos
que él mismo prometió corregir. Detrás de las ganancias
espectaculares de los grupos franceses se mueve todo un sector social
que recibió migajas. Es innegable que el premier bajó el
desempleo en más de un millón y medio de personas, pero
ese descenso no significó el retorno del pleno empleo
sino del empleo precario. Viven hoy en Francia 4,2 millones de personas
bajo el umbral de la pobreza monetaria, es decir, unos 660
dólares por mes: son jóvenes, obreros, y quienes gozan
de un trabajo precario, según el estudio realizado por el Instituto
francés de Estadísticas y Estudios Económicos.¿Y
quiénes son los abstencionistas que no votaron socialista o votaron
por la extrema izquierda? Los mismos jóvenes y obreros. El 37 por
ciento de los simpatizantes de la izquierda plural no votó en la
segunda vuelta. Cuando se analizan los ingresos del electorado la sanción
es proporcional a las ganancias. El voto chic contra el voto popular.
Se trata de formular otra política sacándole a un sector
aquello que lo llevó a las urnas para darle un poco a aquellos
que se fueron.
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