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Murió Lalo de los Santos, rosarino y canalla de ley

A los 44 años, víctima de cáncer, se fue el autor del emblemático �Tema de Rosario�, y uno de los exponentes de la trova que, con Baglietto a la cabeza, llegó a Buenos Aires a principios de los �80.

Por Mariano Blejman

”Quiero ser lo que para mí fueron Los Beatles, sin ninguna pretensión: que mi música, sin rótulos ni géneros, llegue al corazón de la gente”, solía decir Lalo de los Santos, creador del mítico “Tema de Rosario”. Lalo falleció ayer, a los 44 años, víctima de cáncer. Su historia fue también la historia de un sueño generacional, el que se apoderó de ese puñado de artistas que patentaron la trova rosarina, un movimiento que desembarcó en el Buenos Aires de los primeros 80, de la mano de Juan Carlos Baglietto, Fito Páez, Rubén Goldín y Adrián Abonizio, entre otros. Su perfil artístico podría sintetizarse a partir de sus fuentes musicales: fue un historiador antropológico de Los Gatos desde su adolescencia, y le gustaba plantarse frente a los demás como un ahijado artístico de Litto Nebbia, el primer rockero rosarino exitoso.
Lalo tenía 12 años cuando –escapado del colegio– escuchó un tema de Los Gatos que había compuesto Nebbia, allá por 1968. Era “Un día de fiesta”, y el hecho de que lo pasaran por la radio lo animó a pensar que el puñado de canciones que había compuesto también podía ser algún día objeto de difusión. Desde 1973 perteneció al movimiento Amader (Ateneo de Músicos y Amigos de Rosario), que nucleaba a grupos como Amalgama, donde estaba el Topo Carbone, una especie de Tanguito rosarino, Nuevo Día de Jorge Fandermole, o El Principio con Adrián Abonizio. En la Rosario de entonces todos los días se armaba una banda. En 1976 surgió AMI, Asociación de Músicos Independientes, liderado, entre otros, por el grupo Irreal, donde cantaba Baglietto.
Dieciocho años después, ya instalado en Buenos Aires, De los Santos esperaba que sus canciones fueran para sus oyentes lo que, para él, era “Yesterday” a los 14, “salvando las distancias”, solía decir. Llegó a editar tres discos: El final de cada día (1984), Hay otro cielo (1987) y Canciones rosarinas (1996), y además de ese emblemático “Tema de Rosario” fue creador de muchas melodías versionadas por otros artistas y tarareadas por medio Rosario, como “No te caigas campeón” o “Señales del alma”. Tocó con Baglietto, integró la primera banda de Raúl Porchetto y fue compañero de Goldín, desde 1974, en la legendaria banda Pablo el enterrador. También trabajó como arreglador de Silvina Garré, y muchos artistas requirieron de sus servicios como sesionista, desde Litto Nebbia hasta León Gieco, pasando por Fito Páez y el Cuarteto Zupay, entre otros. Encaró un dúo con Abonizio y fue mentor de mil proyectos, pero el que logró mayor trascendencia en los últimos años fue Rosarinos, que en 1997 compartió con Fandermole, Abonizio y Goldín, y que se tradujo en un disco y en una excusa para tocar y tocar.
Era muy buen jugador de fútbol, y le gustaba ocupar la posición de número cinco, al estilo del “centrojás” antiguo. Su pasión por Rosario Central lo hizo participar en 1999 de un disco llamado Música para canallas. Allí interpretaba un hermoso tema dedicado a Aldo Pedro Poy, “Vuela Aldo, vuela”, un homenaje explícito al gol de “palomita” que el brillante futbolista de Central le hiciera a Newell’s, en la semifinal del campeonato nacional de 1971. Allí, en ese disco, puede asegurarse que Lalo cumplió uno de sus sueños mayores: en la tapa se lo ve junto a Mario Alberto Kempes y Poy, con la camiseta de Central. Y se los ve abrazados, en un gesto de triunfo compartido, con los ojos bien despiertos.

 

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