Por
David Hirst *
Desde Amman
La
cuestión palestina fue siempre lo que justificó la mayoría
de las cumbres de la Liga Arabe. Hoy no será ninguna excepción
cuando los líderes de 22 países árabes se reúnan
en la capital jordana de Amman. Pero también Irak está en
la agenda. En realidad, el conflicto palestino-israelí y el del
Golfo Pérsico constituyen los dos epicentros de una crisis general
del Medio Oriente. El ex embajador norteamericano a la ONU, Richard Holbrooke,
advirtió que ambos problemas podrían hacer metástasis
y convertirse en un gran incendio que envuelva a la región.
La promesa de Saddam Hussein de enviar miles de voluntarios a combatir
contra Israel en la Intifada palestina podría generar la
mayor amenaza a la paz mundial desde la crisis de los misiles cubanos
de 1962, concluyó.
Estas crisis jamás han estado tan estrechamente vinculadas. Hay
dos razones por esto. Una es la Intifada palestina, que ya va por su sexto
mes, y la elección como primer ministro israelí del superhalcón
Ariel Sharon, quien trajo al poder los elementos más intransigentes
y belicistas de la sociedad israelí. Pero el segundo y quizá
más importante motivo es la aparente convicción de la nueva
administración republicana en Washington de que el golfo es la
zona más peligrosa en la crisis regional. Los líderes árabes
no comparten esa prioridad, ya que la Intifada les ha traído un
sinnúmero de dolores de cabeza. Teóricamente, sus gobiernos
deberían celebrar una cumbre ordinaria una vez por
año, pero las divisiones que dejó la invasión iraquí
a Kuwait aseguraron que esto se postergara por una década. La Intifada
hizo que el problema palestino recobrara repentinamente el lugar central
en la política y conciencia árabes que por tantos años
pareció menguar. Manifestantes propalestinos llenaron las calles
del Atlántico hasta el golfo. Su principal reclamo era la solidaridad
con la Intifada, pero no muy atrás quedaba su hartazgo con la incompetencia
y el inmovilismo de los regímenes árabes. Esta presión
popular fue suficiente para que sus reyes y presidentes celebraran una
cumbre de urgencia en El Cairo en octubre del año pasado.
El único resultado concreto de esa cumbre fue la creación
de un fondo de 1000 millones de dólares para auxiliar a la Intifada
palestina. Ya en ese momento la decisión, junto con las resoluciones
en pos de protección internacional para los palestinos, fue mucho
menor de lo que se esperaba. Pero su posterior implementación suscitó
críticas aun mayores. El Banco Islámico de Desarrollo, encargado
de transferir el dinero votado, admitió que hasta ahora sólo
entregó 23 millones de dólares a los palestinos. Estos últimos
denuncian que la cifra es más cercana a 3 millones. A todo esto,
su economía ha sufrido pérdidas de 1150 millones de dólares;
el desempleo en los territorios trepó al 38 por ciento y aproximadamente
un millón de sus habitantes vive por debajo de la línea
de pobreza. Los gobiernos árabes, citando la corrupción
de la Autoridad Palestina de Yasser Arafat, argumentan que quieren estar
seguros de que el dinero llegue a quienes lo necesitan. Pero un editorial
del diario jordano Al-Rai preguntó: ¿Ha impedido alguna
vez la corrupción que los empleados públicos árabes
cobren sus salarios? Hay que evitar que los que manejan el dinero en el
mundo árabe hagan creer que han sacrificado una sola noche de apuestas,
una fiesta o una mansión en aras de la Intifada.
Pero los líderes árabes son también conscientes de
que la asunción de Sharon como primer ministro israelí sólo
agravó la situación desde su último encuentro. Hemos
regresado a la vieja polarización entre árabes e israelíes:
el colapso del proceso de paz ha llevado a toda la región al borde
de la guerra, no como una decisión deliberada sino casi por error,
por una crisis que se sale de control, editorializó el diario
egipcio alAhram. Es igual de significativo el cambio de gobierno en Washington.
El ex presidente Bill Clinton siempre priorizó llegar a una paz
entre palestinos e israelíes; Irak no era más que una distracción
y una molestia. El actual primer mandatario revirtió el orden de
prioridades. George W. Bush, o al menos figuras importantes de su gabinete,
realmente quiere implementar la Ley para la Liberación de Irak
que requiere que el Estado norteamericano apoye a la oposición
iraquí para crear un gobierno representativo en el
país, la cual Clinton sólo impulsó verbalmente.
Para Bush es Saddam, no Sharon, el problema en torno del que todos deben
focalizarse y unirse. Y el componente clave de esta política
es revivir la coalición internacional con la que su padre expulsó
al Ejército iraquí de Kuwait en 1990-91.
Esto ya le conviene mucho a Sharon, pero el premier va por más.
Y hasta ahora ha logrado bastante. Durante su primera visita oficial a
Washington la semana pasada, argumentó que Arafat había
vuelto a ser un líder terrorista, cuyo aliado natural no podía
ser otro que Saddam Hussein. Según el premier, ambos se refuerzan
mutuamente, y junto con Irán y los grupos Hezbolá
y Hamas amenazan a Israel, Estados Unidos, y todos los países
moderados en el campo de la paz. Bush no respaldó del todo la posición
de Sharon, pero concedió mucho. Concordó en que no
puede haber negociaciones bajo fuego (es decir que la Intifada no
es una reacción legítima a la ocupación israelí)
y que los líderes deben condenar la violencia (o sea
que Arafat aprueba de los ataques contra Israel). Y Bush enfatizó
que las partes debían resolver el problema bilateralmente, una
posición muy proisraelí dada la enorme disparidad militar
entre ambos pueblos.
Muchos líderes árabes estarían de acuerdo con Washington
en que Saddam es una amenaza, para ellos más que para Israel. Pero
argumentan que lo que más refuerza esta amenaza es el conflicto
entre palestinos e israelíes y la evidente parcialidad de Washington
hacia estos últimos. No hay nada que le dé más oportunidades
al líder iraquí para transformarse en el paladín
de los palestinos, después de años en los que fue el principal
responsable de sabotear sus esfuerzos. Sabemos que la propaganda
de Saddam de movilizar a millones de voluntarios es estúpida, pero
sus palabras impresionan a la gente común porque es el único
que habla en términos militares: hace que los otros líderes
parezcan cobardes y sumisos, explicó un político jordano.
Es por esto que la presión sobre los gobiernos árabes para
rehabilitar a Irak es casi tan poderosa como la presión por apoyar
la Intifada. Irónicamente, son los países que ya hicieron
la paz con Israel Egipto y Jordania los que están más
a favor de permitir que Saddam entre de nuevo a las filas de la Liga.
Es sólo la oposición de los países del golfo, que
ven en Saddam una amenaza mucho mayor que Sharon, lo que impide que hoy
mismo esté participando de la cumbre. Pero estos recelos no son
suficientes para revivir la coalición contra Irak y los esfuerzos
norteamericanos de hacerlo, según el diario saudí al Watan,
son como vender un producto que ya venció.
Así, cuanto más duro golpee Sharon a los palestinos y cuanto
más asedie Bush a Irak, más se acerca la posibilidad de
que Saddam pase de las palabras a la acción y, con Palestina como
su campo de batalla, lance la última y más peligrosa de
las apuestas que marcaron su tumultuosa carrera.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Los
bebés de la guerra
Nada
hacía pensar que la víctima más joven de la
intifada palestina sería israelí, mucho menos que
sería un bebé, pero eso fue precisamente lo que sucedió
ayer en el asentamiento judío de Avraham Avinu, con 400 colonos
rodeados de más de 100.000 palestinos de la ciudad de Hebrón.
Una beba de diez meses fue muerta cuando un francotirador palestino
disparó contra su padre, quien la llevaba en brazos. Según
un portavoz militar israelí, Yitzhak Hass y su hija
se encontraban en la puerta de su casa cuando un tirador de élite
palestino los tomó por objetivo y disparó dos veces:
el padre fue herido en la pierna y la bebé murió alcanzada
por una bala en la cabeza. El gobierno israelí no perdió
tiempo. El primer ministro Ariel Sharon denunció que considero
que la Autoridad Palestina de Yasser Arafat es responsable de la
violencia y el terrorismo que condujeron al asesinato en Hebrón
de un bebé, cuyo padre fue herido. Bajo sus órdenes,
el ejército israelí impuso el sitio y toque de queda
en Hebrón, y comenzó la evacuación forzosa
de los habitantes del promontorio desde donde se efectuaron los
disparos. Mientras tanto, en la Franja de Gaza la fractura en la
cisterna sanitaria de una colonia judía inundó tierras
palestinas con 3,5 millones de metros cúbicos de agua residual.
Cuatro palestinos fueron heridos, se ahogaron 400 ovejas y 1500
pollos, y los residentes de la barriada afectada debieron ser evacuados.
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