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EN LA CUMBRE DE LA LIGA ARABE, EL GRAN TEMA ES LA INTIFADA
Piedras contra Washington y Tel Aviv

Hoy los líderes de 22 países árabes inaugurarán un encuentro con Palestina e Irak como prioridades. La elección de Ariel Sharon al gobierno israelí y los esfuerzos norteamericanos de aislar a Bagdad polarizan la política regional.

Evacuan un campo de palestinos, inundado por una cloaca israelí. Arafat fue bienvenido ayer en Amman por el rey Abdulá de Jordania.

Por David Hirst *
Desde Amman

La cuestión palestina fue siempre lo que justificó la mayoría de las cumbres de la Liga Arabe. Hoy no será ninguna excepción cuando los líderes de 22 países árabes se reúnan en la capital jordana de Amman. Pero también Irak está en la agenda. En realidad, el conflicto palestino-israelí y el del Golfo Pérsico constituyen los dos epicentros de una crisis general del Medio Oriente. El ex embajador norteamericano a la ONU, Richard Holbrooke, advirtió que ambos problemas “podrían hacer metástasis y convertirse en un gran incendio que envuelva a la región”. La promesa de Saddam Hussein de enviar miles de voluntarios a combatir contra Israel en la Intifada palestina “podría generar la mayor amenaza a la paz mundial desde la crisis de los misiles cubanos de 1962”, concluyó.
Estas crisis jamás han estado tan estrechamente vinculadas. Hay dos razones por esto. Una es la Intifada palestina, que ya va por su sexto mes, y la elección como primer ministro israelí del superhalcón Ariel Sharon, quien trajo al poder los elementos más intransigentes y belicistas de la sociedad israelí. Pero el segundo y quizá más importante motivo es la aparente convicción de la nueva administración republicana en Washington de que el golfo es la zona más peligrosa en la crisis regional. Los líderes árabes no comparten esa prioridad, ya que la Intifada les ha traído un sinnúmero de dolores de cabeza. Teóricamente, sus gobiernos deberían celebrar una cumbre “ordinaria” una vez por año, pero las divisiones que dejó la invasión iraquí a Kuwait aseguraron que esto se postergara por una década. La Intifada hizo que el problema palestino recobrara repentinamente el lugar central en la política y conciencia árabes que por tantos años pareció menguar. Manifestantes propalestinos llenaron las calles del Atlántico hasta el golfo. Su principal reclamo era la solidaridad con la Intifada, pero no muy atrás quedaba su hartazgo con la incompetencia y el inmovilismo de los regímenes árabes. Esta presión popular fue suficiente para que sus reyes y presidentes celebraran una cumbre de urgencia en El Cairo en octubre del año pasado.
El único resultado concreto de esa cumbre fue la creación de un fondo de 1000 millones de dólares para auxiliar a la Intifada palestina. Ya en ese momento la decisión, junto con las resoluciones en pos de protección internacional para los palestinos, fue mucho menor de lo que se esperaba. Pero su posterior implementación suscitó críticas aun mayores. El Banco Islámico de Desarrollo, encargado de transferir el dinero votado, admitió que hasta ahora sólo entregó 23 millones de dólares a los palestinos. Estos últimos denuncian que la cifra es más cercana a 3 millones. A todo esto, su economía ha sufrido pérdidas de 1150 millones de dólares; el desempleo en los territorios trepó al 38 por ciento y aproximadamente un millón de sus habitantes vive por debajo de la línea de pobreza. Los gobiernos árabes, citando la corrupción de la Autoridad Palestina de Yasser Arafat, argumentan que quieren estar seguros de que el dinero llegue a quienes lo necesitan. Pero un editorial del diario jordano Al-Rai preguntó: “¿Ha impedido alguna vez la corrupción que los empleados públicos árabes cobren sus salarios? Hay que evitar que los que manejan el dinero en el mundo árabe hagan creer que han sacrificado una sola noche de apuestas, una fiesta o una mansión en aras de la Intifada”.
Pero los líderes árabes son también conscientes de que la asunción de Sharon como primer ministro israelí sólo agravó la situación desde su último encuentro. “Hemos regresado a la vieja polarización entre árabes e israelíes: el colapso del proceso de paz ha llevado a toda la región al borde de la guerra, no como una decisión deliberada sino casi por error, por una crisis que se sale de control”, editorializó el diario egipcio alAhram. Es igual de significativo el cambio de gobierno en Washington. El ex presidente Bill Clinton siempre priorizó llegar a una paz entre palestinos e israelíes; Irak no era más que una distracción y una molestia. El actual primer mandatario revirtió el orden de prioridades. George W. Bush, o al menos figuras importantes de su gabinete, realmente quiere implementar la Ley para la Liberación de Irak –que requiere que el Estado norteamericano apoye a la oposición iraquí para crear un “gobierno representativo” en el país–, la cual Clinton sólo impulsó verbalmente. Para Bush es Saddam, no Sharon, el problema en torno del que todos deben “focalizarse y unirse”. Y el componente clave de esta política es revivir la coalición internacional con la que su padre expulsó al Ejército iraquí de Kuwait en 1990-91.
Esto ya le conviene mucho a Sharon, pero el premier va por más. Y hasta ahora ha logrado bastante. Durante su primera visita oficial a Washington la semana pasada, argumentó que Arafat había vuelto a ser un líder terrorista, cuyo aliado natural no podía ser otro que Saddam Hussein. Según el premier, ambos se refuerzan mutuamente, y –junto con Irán y los grupos Hezbolá y Hamas– amenazan a Israel, Estados Unidos, y todos los países moderados en el campo de la paz. Bush no respaldó del todo la posición de Sharon, pero concedió mucho. Concordó en que “no puede haber negociaciones bajo fuego” (es decir que la Intifada no es una reacción legítima a la ocupación israelí) y que “los líderes deben condenar la violencia” (o sea que Arafat aprueba de los ataques contra Israel). Y Bush enfatizó que las partes debían resolver el problema bilateralmente, una posición muy proisraelí dada la enorme disparidad militar entre ambos pueblos.
Muchos líderes árabes estarían de acuerdo con Washington en que Saddam es una amenaza, para ellos más que para Israel. Pero argumentan que lo que más refuerza esta amenaza es el conflicto entre palestinos e israelíes y la evidente parcialidad de Washington hacia estos últimos. No hay nada que le dé más oportunidades al líder iraquí para transformarse en el paladín de los palestinos, después de años en los que fue el principal responsable de sabotear sus esfuerzos. “Sabemos que la propaganda de Saddam de movilizar a millones de voluntarios es estúpida, pero sus palabras impresionan a la gente común porque es el único que habla en términos militares: hace que los otros líderes parezcan cobardes y sumisos”, explicó un político jordano. Es por esto que la presión sobre los gobiernos árabes para rehabilitar a Irak es casi tan poderosa como la presión por apoyar la Intifada. Irónicamente, son los países que ya hicieron la paz con Israel –Egipto y Jordania– los que están más a favor de permitir que Saddam entre de nuevo a las filas de la Liga. Es sólo la oposición de los países del golfo, que ven en Saddam una amenaza mucho mayor que Sharon, lo que impide que hoy mismo esté participando de la cumbre. Pero estos recelos no son suficientes para revivir la coalición contra Irak y los esfuerzos norteamericanos de hacerlo, según el diario saudí al Watan, “son como vender un producto que ya venció”.
Así, cuanto más duro golpee Sharon a los palestinos y cuanto más asedie Bush a Irak, más se acerca la posibilidad de que Saddam pase de las palabras a la acción y, con Palestina como su campo de batalla, lance la última y más peligrosa de las apuestas que marcaron su tumultuosa carrera.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

Los bebés de la guerra

Nada hacía pensar que la víctima más joven de la intifada palestina sería israelí, mucho menos que sería un bebé, pero eso fue precisamente lo que sucedió ayer en el asentamiento judío de Avraham Avinu, con 400 colonos rodeados de más de 100.000 palestinos de la ciudad de Hebrón. Una beba de diez meses fue muerta cuando un francotirador palestino disparó contra su padre, quien la llevaba en brazos. Según un portavoz militar israelí, “Yitzhak Hass y su hija se encontraban en la puerta de su casa cuando un tirador de élite palestino los tomó por objetivo y disparó dos veces: el padre fue herido en la pierna y la bebé murió alcanzada por una bala en la cabeza”. El gobierno israelí no perdió tiempo. El primer ministro Ariel Sharon denunció que “considero que la Autoridad Palestina de Yasser Arafat es responsable de la violencia y el terrorismo que condujeron al asesinato en Hebrón de un bebé, cuyo padre fue herido”. Bajo sus órdenes, el ejército israelí impuso el sitio y toque de queda en Hebrón, y comenzó la evacuación forzosa de los habitantes del promontorio desde donde se efectuaron los disparos. Mientras tanto, en la Franja de Gaza la fractura en la cisterna sanitaria de una colonia judía inundó tierras palestinas con 3,5 millones de metros cúbicos de agua residual. Cuatro palestinos fueron heridos, se ahogaron 400 ovejas y 1500 pollos, y los residentes de la barriada afectada debieron ser evacuados.

 

 

 

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