Por
Luciano Monteagudo
Fue
más que significativo. Habían pasado casi tres horas y media
de show, el empate entre Gladiador, El tigre y el dragón y Traffic
hasta entonces era absoluto con cuatro estatuillas cada una
y sólo faltaba dirimir el Oscar a la mejor película. Aun
así, y a pesar del esfuerzo en resaltar el momento que ponían
los animadores locales (ver aparte), el suspenso y la expectativa previa
casi no parecían existir en el Shrine Auditorium, como si desde
el animador Steve Martin hasta la alicaída platea a nadie le importara
demasiado lo que sucediera este año con los resultados de la Academia
de Hollywood. El frígido, indiferente recibimiento que tuvo el
anuncio del triunfo final de Gladiador pareció confirmar lo que
hasta entonces ya se sabía desde mediados del año pasado:
la temporada 2000 fue una de las más mediocres que recuerde Hollywood
en mucho tiempo.
El hecho
de que fuera Gladiador al fin la película ganadora del gran premio
de la noche puso las cosas en su lugar, como si el consenso de los casi
6000 socios de la Academia hubiera sido no sacar los pies del plato. ¿O
es que acaso esos mismos miembros de la industria hubieran permitido que
una película de artes marciales, realizada íntegramente
fuera de Hollywood, y hablada en mandarín, se llevara la mayoría
de los lauros -estuvo cerca y dejara completamente al descubierto
la crisis creativa que viven los grandes estudios? El tigre y el dragón
debió conformarse con el lugar que ya le estaba reservado, el Oscar
al mejor film extranjero, más otras tres estatuillas por rubros
técnicos: fotografía, banda de sonido y dirección
artística.
Por otra parte, Gladiador viene a confirmar también los tiempos
que corren, el Zeitgeist que refleja Hollywood, como un espejo. Celebración
primaria de un héroe de una masculinidad elemental, glorificación
de un guerrero que pone por encima de cualquier valor la tradición,
la familia y la propiedad (en esto no difiere demasiado de otros héroes
ganadores del Oscar, como el William Wallace de Corazón valiente),
Gladiador es también un film que mira hacia el pasado, y no precisamente
porque transcurra en tiempos del Imperio Romano. Es como si Hollywood
hubiera entrado en el túnel del tiempo y regresara, de manera devaluada,
a las viejas glorias de Ben Hur (1959), de la misma manera que la imagen
de George Bush Jr. en la Casa Blanca parece una caricatura de la belicosa
presidencia de su padre.
La actitud
de Russell Maximus Crowe que se llevó finalmente
el Oscar al mejor actor, por encima de las posibilidades que tenían
Tom Hanks y Javier Bardem estuvo, a su vez, a tono con la ceremonia:
su visible irritación y malhumor parecían reflejar una incomodidad
general que ni siquiera los buenos oficios del comediante Steve Martin
(limitado por un libreto sin los destellos de otros años) pudo
disipar. Mientras se sucedían los premios a los documentales y
los cortos, o los galardones técnicos que iba acumulando Gladiador
mejor vestuario, sonido, efectos visuales, se extrañaba
la presencia en la platea de figuras como Jack Nicholson, que siempre
sabe darle a la reunión una cuota de humor y crudo cinismo, que
esta vez estuvo definitivamente ausente. Su amigo Danny DeVito lo quiso
reemplazar, calzándose unos exagerados anteojos negros durante
toda la noche y haciendo sonrisas socarronas, pero él también
pareció una mala copia del original.
El caso Traffic tiene sus particularidades. En primer lugar, obtuvo cuatro
de las cinco estatuillas a las que aspiraba (Gladiador ganó cinco
de doce y El tigre... cuatro de diez), lo que no es poco y menos si se
tiene en cuenta que entre ellos cosechó los Oscar al mejor guión
adaptado y mejor director. La estatuilla al libretista Stephen Gaghan
parece premiar el esfuerzo del film por pretender una aproximación
seria al tema de la droga, pero termina sobre todo celebrando el moralismo
de una película tan reaccionaria como Gladiador. El Oscar a Steven
Soderbergh, por su parte, viene a consagrar a un director que, habiendo
empezado comoun adalid del cine independiente, se ha revelado como uno
de los servidores más versátiles que actualmente tiene la
gran industria de Hollywood, como lo prueba la doble candidatura en su
rubro, en el que participaba también a través de Erin Brockovich.
De hecho, Soderbergh estableció anoche un nuevo record para la
Academia. El único caso anterior equivalente al suyo había
sucedido en 1938, cuando el prolífico artesano de la Warner Michael
Curtiz compitió por partida doble con Angeles con cara sucia y
Cuatro hijas. Pero en aquella oportunidad, el ganador fue otro: Frank
Capra, por Vive como quieras. Dedico mi premio a todos los creadores,
en cualquiera de las disciplinas, estén donde estén,
se envaneció Soderbergh durante su breve pero presuntuoso discurso
de agradecimiento. El mundo sería inhabitable sin el arte,
sentenció finalmente, dando por sentado que él es un artista
y que con su cine contribuye a una vida mejor.
Otra que agradeció a escala planetaria fue Julia Roberts, cuando
subió al escenario a recibir su Oscar a la mejor actriz, el único
premio que no tenía apuestas en contra en las mesas de juego de
Las Vegas. Después de agradecer a sus competidoras de rubro que
no tenían chance alguna, a sus compañeros de elenco,
a su familia y a todo aquel que se le apareciera por la cabeza (en un
monólogo que excedió en mucho los 45 segundos estipulados
por los organizadores), la mujer bonita lanzó una risa histérica
y gritó: Amo al mundo.
¿Sorpresas?
Muy pocas. La más destacable, quizás, el Oscar a Cameron
Crowe por su guión original de Casi famosos, en un rubro en el
que la corrección política y la demagogia de Erin Brockovich
y Billy Elliot convertían a estos títulos en rivales serios.
Desde Australia, en conexión vía satélite, Bob Dylan
declaró sentirse sorprendido por su Oscar a la mejor canción
(Things have changed, de Fin de semana de locos) y agradeció
el coraje de los miembros de la Academia que votaron un tema no precisamente
complaciente. Pero la mirada desconfiada con la que desde la inmensa pantalla
del Shrine Auditorium miraba a la platea parecía recordar aquella
vieja broma de Groucho Marx: No quisiera pertenecer a un club que
me acepte como socio.
Hablando de clubes y socios, los pocos momentos de la ceremonia que parecieron
tener algún contenido fueron aquellos dedicados a homenajear a
tres miembros vitalicios de la Academia, el virtuoso fotógrafo
Jack Cardiff, el infatigable productor Dino De Laurentiis y el olvidado
guionista Ernest Lehman, quien señaló el anonimato que tantas
veces sufre su oficio y reclamó, tanto a la crítica como
a los miembros de la industria, que recuerden que una película
empieza y termina por el guión. Las imágenes que los
acompañaron y que parecían provenir de épocas pretéritas
Lawrence de Arabia, La Strada, Intriga internacional, Amor sin barreras
daban toda la impresión de sugerir un secreto perdido, una extraña
alquimia que la mayoría de los presentes en el Shrine Auditorium
ya no sabía cómo conjurar. Peor aun, venían a confirmar
esa máxima retrógrada e inaceptable, pero que cada año
que pasa parece más cierta para Hollywood, como si allí
ya no les afectara el hecho de que todo tiempo pasado fue mejor.
LOS GANADORES
Mejor Película: Gladiador.
Director: Steven Soderbergh,
por Traffic.
Actriz: Julia Roberts,
por Erin Brockovich.
Actor: Russell Crowe,
por Gladiador.
Actriz secundaria:
Marcia Gay Harden, por Pollock.
Actor secundario: Benicio
del Toro, por Traffic.
Película extranjera
(en idioma no inglés): El tigre y el dragón (Taiwan),
de Ang Lee.
Guión original:
Cameron Crowe, por Casi famosos.
Guión (adaptado):
Stephen Gaghan por Traffic.
Fotografía:
Peter Pau, por El tigre y el dragón.
Montaje: Stephen Mirrione
por Traffic.
Dirección artística:
Tim Yip por El tigre y el dragón.
Banda musical: Tan
Dun por El tigre y el dragón.
Canción: Bob
Dylan, por Things have changed, de Fin de semana de
locos.
Sonido: Scott Millan,
Bob Beemer y Ken Weston, por Gladiador.
Vestuario: Janty Yates
por Gladiador.
Maquillaje: Rick Baker
y Gail Rowell-Ryan por El Grinch.
Efectos visuales: John
Nelson, Neil Corbould, Tim Burke y Rob Harvey, por Gladiador.
Montaje sonoro: Jon
Johnson, por U-571.
Largometraje documental:
Into the Arms of Strangers: Stories of the Kindertransport, de
Mark J. Harris y Deborah Oppenheimer.
Corto documental: Big
Mama, de Tracy Seretean.
Corto de acción
viva: Quiero ser (I want to be), de Florian Gallenberger.
Corto de animación:
Father and Daughter, de Michael Dudok de Wit.
Hubo también premios honoríficos al director e iluminador
Jack Cardiff y al guionista Ernest Lehman.
Premio Irving G. Thalberg a Dino De Laurentiis.
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Declaraciones
de algunas de las principales estrellas de la velada, a su término:
Me hacían
señas para que terminara mi discurso, pero todos intentan callarme
siempre y no resultó con mis padres: ¿por qué
iba a resultar allí? Pero no puedo creer que me olvidé
de agradecer a Erin Brockovich, es una vergüenza. Ella fue el
centro de todo, así que la reconozco profusamente y con gran
humildad. Soderbergh me infundió mucha confianza, nos enseñó
a todos que se puede trabajar en una colaboración conjunta,
en forma expeditiva y sin sentirse uno torturado por la situación.
Me enseñó que también se puede disfrutar de este
trabajo. (Julia Roberts).
No pensé que
ganaría yo, creía que quizá lo hiciera Javier
Bardem, que realizó un trabajo fantástico. En realidad
pensé que sería para Michael Douglas por Fin de semana
de locos, pero no lo nominaron. Cuando anunciaron mi nombre no me
pasó absolutamente nada por la cabeza. No tenía conexión
con el mundo, ni siquiera sentía mis piernas. Cuando uno crece
en los suburbios un sueño como éste parece ridículo,
pero este momento se relaciona directamente con esas imágenes
soñadas y eso me demuestra que hay que confiar en el propio
coraje. (Russell Crowe).
Creo que lucí
sorprendido ahí arriba porque realmente lo estoy. No esperaba
este premio, me llevará un tiempo procesarlo. Yo utilicé
siempre la misma metodología, en mi primera película
al igual que en la última. No creo que pudiera cambiar mi forma
de trabajar. No distingo entre películas independientes y hollywoodenses,
sólo diferencio las buenas de las malas. (Steven Soderbergh).
Esta película
tiene que ver con la música y con mi familia, y de alguna forma
reunió a mi familia. Estoy feliz de tener hoy aquí conmigo
a mi madre y mi hermana... y también quiero decir que tengo
mucha simpatía por los guionistas que preparan la huelga, porque
recuerdo haber sido uno de ellos y tener que luchar duro por mis derechos.
(Cameron Crowe).
No saben lo feliz
que me hicieron. Acepto este honor en nombre de todos los guionistas
que, desafortunadamente, suelen pasar desapercibidos, cuando una producción
cinematográfica empieza y termina con un guión.
(Ernest Lehman).
Tuve mucha suerte
en mi vida porque trabajé con los más grandes genios
del cine. Tengo la esperanza de volver a ver nuevos talentos e ideas
frescas. Por eso creo en los jóvenes, porque son el futuro.
(Dino de Laurentiis). |
La
televisación tuvo poco rating
Podría
haber sido uno de esos escandaletes que levantan las marcas de rating,
pero no ocurrió asi. Me siento un pelotudo, dijo
Axel Kutschevatzky cuando la emisión de Azul iba a una tanda
y el micrófono no había llegado a cerrarse. El comentario
de estudio tuvo que ver con una confusión de cámaras,
en el marco de una transmisión por demás correcta.
Pese a la ineficacia de María Susini como movilera en la
carpeta roja, el piso que completaron Juan Castro y
Cristina Pérez se diferenció gracias a una buena carga
de información, a menudo no del todo procesada pero siempre
efectiva. Sin embargo, las cifras no acompañaron: las más
de cuatro horas promediaron 6.9 (con un pico de 10.5 a las 24),
detrás de Telefé (13.8 con el film Rambo III y 9.5
con Versus) y Canal 13 (10.6 con Solos en la casa
y 17.1 con Fútbol de Primera). Pero a los directivos
de Azul les queda un consuelo: los índices de Estados Unidos
marcaron un 29,2% de público, con un descenso del 8% con
respecto al año pasado. Los analistas se encargaron de remarcar
que fue la peor medición desde 1986, y que quizá demasiada
gente se tomó en serio que Steve Martin dijera: Estamos
bien, sólo quedan cinco horas.
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Las
estrellas en alcohol
El
champán, la cerveza mexicana y las limusinas fueron los mejores
compañeros de las estrellas de Hollywood, que hasta altas
horas de la madrugada no dejaron de desplegar belleza, glamour
y trajes de alta costura. Tras la ceremonia, ganadores y perdedores
se unieron en la noche del domingo en un objetivo común:
olvidarse de la tensión en las numerosas fiestas organizadas
en Los Angeles. Ellos, vestidos la mayoría con Armani, como
Javier Bardem, Russell Crowe o Benicio del Toro, y ellas, con algunos
trajes espectaculares, como el que diseñó Valentino
para Julia Roberts o el modelo cisne de Björk,
al que no le faltaba un bolso con forma de huevo. Los más
afortunados llevaban un Oscar en la mano, pero los actores a los
que la Academia llama, con su lenguaje políticamente correcto,
no ganadores, la ocuparon con champagne, canapés
de caviar, tequila o cerveza mexicana, según la fiesta.
Pero no hubo champagne para Javier Bardem, quien se proclamaba un
Corona Man en la fiesta organizada por los productores
de la película mexicana Amores perros, a la que acudió
junto a Sean Penn. Cuéntenlo, a ver si me mandan unas
cajas, pedía a los periodistas Bardem, a quien se le
cayó una caja entera de cerveza cuando intentaba meterla
en la limusina. Entre el estupor de clientes y empleados del hotel
Four Seasons, la actriz Pilar Bardem, vestida con un espectacular
traje negro de lentejuelas, se apresuraba a recogerlas mientras
su hijo lograba salvar dos botellas. Quiero terminar borrachísimo,
confesó horas después Gael García Bernal, protagonista
de Amores perros, que perdió el Oscar a la mejor película
extranjera ante El tigre y el dragón. Pero en el rubro de
rarezas de fiesta pos Oscar, Julia Roberts tuvo un Oscar
extra: ante la larga cola de los baños de damas, la protagonista
de Erin Brockovich decidió ir al de hombres, lo que fue acogido
con gritos de júbilo y aclamaciones por sus ocupantes.
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�Bardem
es el sucesor de Marlon Brando�
Esta
es la visión de cuatro directores argentinos sobre el Oscar:
Me pareció
superinteresante la presencia de lo latino. Si cuantitativamente
ésta va a ser la primera minoría en los EE.UU., no
es raro que dos latinos Benicio del Toro y Bardem hayan
llegado, que Traffic haya tenido una presencia importante y que
Amores perros esté entre las nominadas. El trabajo de Bardem
me partió la cabeza, me parece que será un digno sucesor
de Marlon Brando: pasar del basquetbolista lisiado de Carne trémula
a esta composición de Reynaldo Arenas sólo lo hace
un actor genial. Cuando hablo de lo latino no me refiero a Ricky
Martin sino a estas ideas nuevas que, como Amores perros, aparecen
como el agua que corre por la Juan B. Justo cuando llueve
(David Blaustein).
La mayoría
de los premios me parecen justos. Gladiador es excelente, muy buena
en su género. El Oscar a mejor director es lo que más
ruido me hizo. Porque Scott está en su punto justo con Gladiador
y lo de Ang Lee es un trabajo superior. No me gustó que fuera
para Soderbergh por Traffic. Esperaba mucho más de esa película.
Vi el documental inglés sobre el que él monta una
historia de ficción y queda claro que abusa de sensacionalismo.
No me parece un director consecuente. Sin embargo Erin Brockovich
es buena, es sólida. Y Julia Roberts está fenomenal,
y lo digo sin ser devoto de su estrella. Para mejor actor mi favorito
era Javier Bardem. Entre las extranjeras, quizá figure de
nuevo una argentina cuando la comisión que selecciona decida
mandar algo que pueda gustar a la Academia y no algo que les guste
sólo a ellos (Alejandro Agresti).
No esperaba que
ganara Gladiador porque es un producto de marketing, aunque sólido.
Pensé que ganaba Traffic como mejor película y Soderbergh
como director por su doble nominación era previsible. Me
parece llamativo que gane Russell Crowe cuando todas las fichas
las tenía Tom Hanks. Lo de Crowe en Gladiador tiene más
trabajo de composición que Náufrago. Por el lado de
Julia Roberts sí lo esperaba, a ella la quieren mucho, ejerce
la seducción de protagonista indiscutida cada vez que aparece,
aunque me hubiese gustado que ganara Ellen Burstyn, por Réquiem
por un sueño (Alberto Lecchi).
Me gustó
Steve Martin, su monólogo de apertura fue maravilloso. ¿Por
qué acá no hay esa clase de monologuistas? Y uno sabe
que ese papel es difilísimo porque lo están viendo
ochocientos millones de personas y porque además estaba reemplazando
a Billy Crystal. Del resto me quedo con las caras de los perdedores.
Porque odio los festivales, pienso en los que pierden y en los nervios
que pasan y eso no tiene que ver con el cine sino con el exitismo.
Me dolió que hayan perdido las dos mujeres de Casi famosos.
Y odié cada premio que se llevó Gladiador. Me hubiera
gustado que ganara El tigre y el dragón como mejor película
y Amores perros como extranjera. Mala leche. No creo en la justicia
de los hombres (Flavio Nardini).
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