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“GLADIADOR”, UNA DE ROMANOS, SE LLEVO EL PREMIO MAYOR DE UNA CEREMONIA DEVALUADA
Demasiadas estatuillas para un año sin grandes películas

La 73ª ceremonia de los premios de la Academia confirmó lo que parecía irrefutable desde las nominaciones: Hollywood vive un momento por lo menos preocupante. La gran triunfadora fue una película con ecos del pasado y lejos está de ser una obra maestra la otra bien premiada, �Traffic�.

Por Luciano Monteagudo

Fue más que significativo. Habían pasado casi tres horas y media de show, el empate entre Gladiador, El tigre y el dragón y Traffic hasta entonces era absoluto –con cuatro estatuillas cada una– y sólo faltaba dirimir el Oscar a la mejor película. Aun así, y a pesar del esfuerzo en resaltar el momento que ponían los animadores locales (ver aparte), el suspenso y la expectativa previa casi no parecían existir en el Shrine Auditorium, como si desde el animador Steve Martin hasta la alicaída platea a nadie le importara demasiado lo que sucediera este año con los resultados de la Academia de Hollywood. El frígido, indiferente recibimiento que tuvo el anuncio del triunfo final de Gladiador pareció confirmar lo que hasta entonces ya se sabía desde mediados del año pasado: la temporada 2000 fue una de las más mediocres que recuerde Hollywood en mucho tiempo.
El hecho de que fuera Gladiador al fin la película ganadora del gran premio de la noche puso las cosas en su lugar, como si el consenso de los casi 6000 socios de la Academia hubiera sido no sacar los pies del plato. ¿O es que acaso esos mismos miembros de la industria hubieran permitido que una película de artes marciales, realizada íntegramente fuera de Hollywood, y hablada en mandarín, se llevara la mayoría de los lauros -estuvo cerca– y dejara completamente al descubierto la crisis creativa que viven los grandes estudios? El tigre y el dragón debió conformarse con el lugar que ya le estaba reservado, el Oscar al mejor film extranjero, más otras tres estatuillas por rubros técnicos: fotografía, banda de sonido y dirección artística.
Por otra parte, Gladiador viene a confirmar también los tiempos que corren, el Zeitgeist que refleja Hollywood, como un espejo. Celebración primaria de un héroe de una masculinidad elemental, glorificación de un guerrero que pone por encima de cualquier valor la tradición, la familia y la propiedad (en esto no difiere demasiado de otros héroes ganadores del Oscar, como el William Wallace de Corazón valiente), Gladiador es también un film que mira hacia el pasado, y no precisamente porque transcurra en tiempos del Imperio Romano. Es como si Hollywood hubiera entrado en el túnel del tiempo y regresara, de manera devaluada, a las viejas glorias de Ben Hur (1959), de la misma manera que la imagen de George Bush Jr. en la Casa Blanca parece una caricatura de la belicosa presidencia de su padre.
La actitud de Russell “Maximus” Crowe –que se llevó finalmente el Oscar al mejor actor, por encima de las posibilidades que tenían Tom Hanks y Javier Bardem– estuvo, a su vez, a tono con la ceremonia: su visible irritación y malhumor parecían reflejar una incomodidad general que ni siquiera los buenos oficios del comediante Steve Martin (limitado por un libreto sin los destellos de otros años) pudo disipar. Mientras se sucedían los premios a los documentales y los cortos, o los galardones técnicos que iba acumulando Gladiador –mejor vestuario, sonido, efectos visuales–, se extrañaba la presencia en la platea de figuras como Jack Nicholson, que siempre sabe darle a la reunión una cuota de humor y crudo cinismo, que esta vez estuvo definitivamente ausente. Su amigo Danny DeVito lo quiso reemplazar, calzándose unos exagerados anteojos negros durante toda la noche y haciendo sonrisas socarronas, pero él también pareció una mala copia del original.
El caso Traffic tiene sus particularidades. En primer lugar, obtuvo cuatro de las cinco estatuillas a las que aspiraba (Gladiador ganó cinco de doce y El tigre... cuatro de diez), lo que no es poco y menos si se tiene en cuenta que entre ellos cosechó los Oscar al mejor guión adaptado y mejor director. La estatuilla al libretista Stephen Gaghan parece premiar el esfuerzo del film por pretender una aproximación seria al tema de la droga, pero termina sobre todo celebrando el moralismo de una película tan reaccionaria como Gladiador. El Oscar a Steven Soderbergh, por su parte, viene a consagrar a un director que, habiendo empezado comoun adalid del cine independiente, se ha revelado como uno de los servidores más versátiles que actualmente tiene la gran industria de Hollywood, como lo prueba la doble candidatura en su rubro, en el que participaba también a través de Erin Brockovich. De hecho, Soderbergh estableció anoche un nuevo record para la Academia. El único caso anterior equivalente al suyo había sucedido en 1938, cuando el prolífico artesano de la Warner Michael Curtiz compitió por partida doble con Angeles con cara sucia y Cuatro hijas. Pero en aquella oportunidad, el ganador fue otro: Frank Capra, por Vive como quieras. “Dedico mi premio a todos los creadores, en cualquiera de las disciplinas, estén donde estén”, se envaneció Soderbergh durante su breve pero presuntuoso discurso de agradecimiento. “El mundo sería inhabitable sin el arte”, sentenció finalmente, dando por sentado que él es un artista y que con su cine contribuye a una vida mejor.
Otra que agradeció a escala planetaria fue Julia Roberts, cuando subió al escenario a recibir su Oscar a la mejor actriz, el único premio que no tenía apuestas en contra en las mesas de juego de Las Vegas. Después de agradecer a sus competidoras de rubro –que no tenían chance alguna–, a sus compañeros de elenco, a su familia y a todo aquel que se le apareciera por la cabeza (en un monólogo que excedió en mucho los 45 segundos estipulados por los organizadores), la mujer bonita lanzó una risa histérica y gritó: “Amo al mundo”.
¿Sorpresas? Muy pocas. La más destacable, quizás, el Oscar a Cameron Crowe por su guión original de Casi famosos, en un rubro en el que la corrección política y la demagogia de Erin Brockovich y Billy Elliot convertían a estos títulos en rivales serios. Desde Australia, en conexión vía satélite, Bob Dylan declaró sentirse sorprendido por su Oscar a la mejor canción (“Things have changed”, de Fin de semana de locos) y agradeció el coraje de los miembros de la Academia que votaron un tema no precisamente complaciente. Pero la mirada desconfiada con la que desde la inmensa pantalla del Shrine Auditorium miraba a la platea parecía recordar aquella vieja broma de Groucho Marx: “No quisiera pertenecer a un club que me acepte como socio”.
Hablando de clubes y socios, los pocos momentos de la ceremonia que parecieron tener algún contenido fueron aquellos dedicados a homenajear a tres miembros vitalicios de la Academia, el virtuoso fotógrafo Jack Cardiff, el infatigable productor Dino De Laurentiis y el olvidado guionista Ernest Lehman, quien señaló el anonimato que tantas veces sufre su oficio y reclamó, tanto a la crítica como a los miembros de la industria, que recuerden que “una película empieza y termina por el guión”. Las imágenes que los acompañaron y que parecían provenir de épocas pretéritas –Lawrence de Arabia, La Strada, Intriga internacional, Amor sin barreras– daban toda la impresión de sugerir un secreto perdido, una extraña alquimia que la mayoría de los presentes en el Shrine Auditorium ya no sabía cómo conjurar. Peor aun, venían a confirmar esa máxima retrógrada e inaceptable, pero que cada año que pasa parece más cierta para Hollywood, como si allí ya no les afectara el hecho de que todo tiempo pasado fue mejor.

LOS GANADORES

Mejor Película: Gladiador.
Director: Steven Soderbergh, por Traffic.
Actriz: Julia Roberts, por Erin Brockovich.
Actor: Russell Crowe, por Gladiador.
Actriz secundaria: Marcia Gay Harden, por Pollock.
Actor secundario: Benicio del Toro, por Traffic.
Película extranjera (en idioma no inglés): El tigre y el dragón (Taiwan), de Ang Lee.
Guión original: Cameron Crowe, por Casi famosos.
Guión (adaptado): Stephen Gaghan por Traffic.
Fotografía: Peter Pau, por El tigre y el dragón.
Montaje: Stephen Mirrione por Traffic.
Dirección artística: Tim Yip por El tigre y el dragón.
Banda musical: Tan Dun por El tigre y el dragón.
Canción: Bob Dylan, por “Things have changed”, de Fin de semana de locos.
Sonido: Scott Millan, Bob Beemer y Ken Weston, por Gladiador.
Vestuario: Janty Yates por Gladiador.
Maquillaje: Rick Baker y Gail Rowell-Ryan por El Grinch.
Efectos visuales: John Nelson, Neil Corbould, Tim Burke y Rob Harvey, por Gladiador.
Montaje sonoro: Jon Johnson, por U-571.
Largometraje documental: Into the Arms of Strangers: Stories of the Kindertransport, de Mark J. Harris y Deborah Oppenheimer.
Corto documental: Big Mama, de Tracy Seretean.
Corto de acción viva: Quiero ser (I want to be), de Florian Gallenberger.
Corto de animación: Father and Daughter, de Michael Dudok de Wit.
Hubo también premios honoríficos al director e iluminador Jack Cardiff y al guionista Ernest Lehman.
Premio Irving G. Thalberg a Dino De Laurentiis.

 

Declaraciones de algunas de las principales estrellas de la velada, a su término:
“Me hacían señas para que terminara mi discurso, pero todos intentan callarme siempre y no resultó con mis padres: ¿por qué iba a resultar allí? Pero no puedo creer que me olvidé de agradecer a Erin Brockovich, es una vergüenza. Ella fue el centro de todo, así que la reconozco profusamente y con gran humildad. Soderbergh me infundió mucha confianza, nos enseñó a todos que se puede trabajar en una colaboración conjunta, en forma expeditiva y sin sentirse uno torturado por la situación. Me enseñó que también se puede disfrutar de este trabajo.” (Julia Roberts).
“No pensé que ganaría yo, creía que quizá lo hiciera Javier Bardem, que realizó un trabajo fantástico. En realidad pensé que sería para Michael Douglas por Fin de semana de locos, pero no lo nominaron. Cuando anunciaron mi nombre no me pasó absolutamente nada por la cabeza. No tenía conexión con el mundo, ni siquiera sentía mis piernas. Cuando uno crece en los suburbios un sueño como éste parece ridículo, pero este momento se relaciona directamente con esas imágenes soñadas y eso me demuestra que hay que confiar en el propio coraje.” (Russell Crowe).
“Creo que lucí sorprendido ahí arriba porque realmente lo estoy. No esperaba este premio, me llevará un tiempo procesarlo. Yo utilicé siempre la misma metodología, en mi primera película al igual que en la última. No creo que pudiera cambiar mi forma de trabajar. No distingo entre películas independientes y hollywoodenses, sólo diferencio las buenas de las malas.” (Steven Soderbergh).
“Esta película tiene que ver con la música y con mi familia, y de alguna forma reunió a mi familia. Estoy feliz de tener hoy aquí conmigo a mi madre y mi hermana... y también quiero decir que tengo mucha simpatía por los guionistas que preparan la huelga, porque recuerdo haber sido uno de ellos y tener que luchar duro por mis derechos.” (Cameron Crowe).
“No saben lo feliz que me hicieron. Acepto este honor en nombre de todos los guionistas que, desafortunadamente, suelen pasar desapercibidos, cuando una producción cinematográfica empieza y termina con un guión.” (Ernest Lehman).
“Tuve mucha suerte en mi vida porque trabajé con los más grandes genios del cine. Tengo la esperanza de volver a ver nuevos talentos e ideas frescas. Por eso creo en los jóvenes, porque son el futuro.” (Dino de Laurentiis).

 

La televisación tuvo poco rating

Podría haber sido uno de esos escandaletes que levantan las marcas de rating, pero no ocurrió asi. “Me siento un pelotudo”, dijo Axel Kutschevatzky cuando la emisión de Azul iba a una tanda y el micrófono no había llegado a cerrarse. El comentario de estudio tuvo que ver con una confusión de cámaras, en el marco de una transmisión por demás correcta. Pese a la ineficacia de María Susini como movilera en la carpeta roja, el “piso” que completaron Juan Castro y Cristina Pérez se diferenció gracias a una buena carga de información, a menudo no del todo procesada pero siempre efectiva. Sin embargo, las cifras no acompañaron: las más de cuatro horas promediaron 6.9 (con un pico de 10.5 a las 24), detrás de Telefé (13.8 con el film Rambo III y 9.5 con “Versus”) y Canal 13 (10.6 con “Solos en la casa” y 17.1 con “Fútbol de Primera”). Pero a los directivos de Azul les queda un consuelo: los índices de Estados Unidos marcaron un 29,2% de público, con un descenso del 8% con respecto al año pasado. Los analistas se encargaron de remarcar que fue la peor medición desde 1986, y que quizá demasiada gente se tomó en serio que Steve Martin dijera: “Estamos bien, sólo quedan cinco horas”.

 

Las estrellas en alcohol

El champán, la cerveza mexicana y las limusinas fueron los mejores compañeros de las estrellas de Hollywood, que hasta altas horas de la madrugada no dejaron de desplegar belleza, “glamour” y trajes de alta costura. Tras la ceremonia, ganadores y perdedores se unieron en la noche del domingo en un objetivo común: olvidarse de la tensión en las numerosas fiestas organizadas en Los Angeles. Ellos, vestidos la mayoría con Armani, como Javier Bardem, Russell Crowe o Benicio del Toro, y ellas, con algunos trajes espectaculares, como el que diseñó Valentino para Julia Roberts o el “modelo cisne” de Björk, al que no le faltaba un bolso con forma de huevo. Los más afortunados llevaban un Oscar en la mano, pero los actores a los que la Academia llama, con su lenguaje políticamente correcto, “no ganadores”, la ocuparon con champagne, canapés de caviar, tequila o cerveza mexicana, según la fiesta.
Pero no hubo champagne para Javier Bardem, quien se proclamaba un “Corona Man” en la fiesta organizada por los productores de la película mexicana Amores perros, a la que acudió junto a Sean Penn. “Cuéntenlo, a ver si me mandan unas cajas”, pedía a los periodistas Bardem, a quien se le cayó una caja entera de cerveza cuando intentaba meterla en la limusina. Entre el estupor de clientes y empleados del hotel Four Seasons, la actriz Pilar Bardem, vestida con un espectacular traje negro de lentejuelas, se apresuraba a recogerlas mientras su hijo lograba salvar dos botellas. “Quiero terminar borrachísimo”, confesó horas después Gael García Bernal, protagonista de Amores perros, que perdió el Oscar a la mejor película extranjera ante El tigre y el dragón. Pero en el rubro de “rarezas de fiesta pos Oscar”, Julia Roberts tuvo un Oscar extra: ante la larga cola de los baños de damas, la protagonista de Erin Brockovich decidió ir al de hombres, lo que fue acogido con gritos de júbilo y aclamaciones por sus ocupantes.

 

�Bardem es el sucesor de Marlon Brando�

Esta es la visión de cuatro directores argentinos sobre el Oscar:
“Me pareció superinteresante la presencia de lo latino. Si cuantitativamente ésta va a ser la primera minoría en los EE.UU., no es raro que dos latinos –Benicio del Toro y Bardem– hayan llegado, que Traffic haya tenido una presencia importante y que Amores perros esté entre las nominadas. El trabajo de Bardem me partió la cabeza, me parece que será un digno sucesor de Marlon Brando: pasar del basquetbolista lisiado de Carne trémula a esta composición de Reynaldo Arenas sólo lo hace un actor genial. Cuando hablo de lo latino no me refiero a Ricky Martin sino a estas ideas nuevas que, como Amores perros, aparecen como el agua que corre por la Juan B. Justo cuando llueve” (David Blaustein).
“La mayoría de los premios me parecen justos. Gladiador es excelente, muy buena en su género. El Oscar a mejor director es lo que más ruido me hizo. Porque Scott está en su punto justo con Gladiador y lo de Ang Lee es un trabajo superior. No me gustó que fuera para Soderbergh por Traffic. Esperaba mucho más de esa película. Vi el documental inglés sobre el que él monta una historia de ficción y queda claro que abusa de sensacionalismo. No me parece un director consecuente. Sin embargo Erin Brockovich es buena, es sólida. Y Julia Roberts está fenomenal, y lo digo sin ser devoto de su estrella. Para mejor actor mi favorito era Javier Bardem. Entre las extranjeras, quizá figure de nuevo una argentina cuando la comisión que selecciona decida mandar algo que pueda gustar a la Academia y no algo que les guste sólo a ellos” (Alejandro Agresti).
“No esperaba que ganara Gladiador porque es un producto de marketing, aunque sólido. Pensé que ganaba Traffic como mejor película y Soderbergh como director por su doble nominación era previsible. Me parece llamativo que gane Russell Crowe cuando todas las fichas las tenía Tom Hanks. Lo de Crowe en Gladiador tiene más trabajo de composición que Náufrago. Por el lado de Julia Roberts sí lo esperaba, a ella la quieren mucho, ejerce la seducción de protagonista indiscutida cada vez que aparece, aunque me hubiese gustado que ganara Ellen Burstyn, por Réquiem por un sueño” (Alberto Lecchi).
“Me gustó Steve Martin, su monólogo de apertura fue maravilloso. ¿Por qué acá no hay esa clase de monologuistas? Y uno sabe que ese papel es difilísimo porque lo están viendo ochocientos millones de personas y porque además estaba reemplazando a Billy Crystal. Del resto me quedo con las caras de los perdedores. Porque odio los festivales, pienso en los que pierden y en los nervios que pasan y eso no tiene que ver con el cine sino con el exitismo. Me dolió que hayan perdido las dos mujeres de Casi famosos. Y odié cada premio que se llevó Gladiador. Me hubiera gustado que ganara El tigre y el dragón como mejor película y Amores perros como extranjera. Mala leche. No creo en la justicia de los hombres” (Flavio Nardini).

 

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