Página/12
en Estados Unidos
Por
Esteban Pintos
Desde Miami
Esta
ciudad fue escenario de los dos primeros shows de U2 en su etapa de la
mediana edad, ya asumida desde el efectivo pero poco novedoso All that
you cant leave behind. O sea, una institución rockera que
ingresa definitivamente al territorio sagrado de los clásicos del
género, sin ruborizarse ni sentir culpa por ello, ni tampoco trabajando
de... -.sobran ejemplos al respecto, ni apelando a tics escénicos
que verdaderamente hoy se verían decadentes. Cualquier pronóstico
al respecto bien puede considerarse refutado de plano después de
lo visto el sábado y ayer lunes en el confortable ámbito
de la arena National Rental Car de Fort Lauderdale. Esta gira de U2 es
la primera de una nueva década en su historia (la tercera, no es
poco). Eso parece mucho más importante para los músicos
que el hecho de que sea la de presentación de un nuevo disco. Porque
para cuatro músicos que lo han visto, oído y tocado todo
.ganando premios, viviendo vida de estrellas, vendiendo más de
100 millones de discos, haciendo canciones inolvidables, militando en
causas sociales globales es más importante la historia que
la novedad.
Supervivencia en buen estado, con baja probabilidad de exhibir síntomas
de senilidad conceptual. Este nuevo disco de U2, pero más que nada
este nuevo show de U2 reafirman el concepto: he aquí una banda
muy grande, de pie y en buena forma. Por otra parte y como metáfora
perfecta, la misma buena forma de Bono para recorrer, a digno ritmo de
carrera, la pasarela con forma de corazón que encierra el escenario
y una pequeña zona para fans privilegiados, durante la irresistible
épica musical y poética de Where the streets have
no name.
El crack irlandés, devenido en los últimos años en
uno de los lobbistas políticos más seductores del mundo
sus fotos con los líderes globales así lo testimonian
en su gestión por la reducción de la deuda externa de los
países pobres del nuevo orden mundial, volvió a demostrar
que lo suyo, por sobre todas las cosas, es la escena. Un cantante que
patentó una manera única de gobernar un escenario, lució
impecable en la cálida noche de la Florida, aun superando un momento
de esos que luego se encuadran dentro del rubro anécdotas
de la primera noche de una gira: durante Until the end of
the world, la tercera canción de una lista total de veintidós,
retrocedía mirando a The Edge para iniciar el jueguito de toreo
que sobreviene a una intervención plena de distorsión del
guitarrista. Retrocedía y así es que no vio que su próximo
paso en reversa lo conducía al vacío. Trastabilló
y se cayó, justo sobre los fotógrafos y fans que se apiñaban
en el corazón del que hace las veces de extensión del escenario.
Un momento de falibilidad al fin y al cabo, en el contexto de una notable
performance de él y del resto de la banda.
El concepto de grupo humano pareció, al menos en los gestos públicos,
también reafirmado. A su momento, Bono fue presentando a sus compañeros
de veintipico de años con graciosas, pero también reveladoras
introducciones, mientras éstos dejaban su lugar de trabajo para
caminar hacia el extremo inferior del corazón, bañados por
una ovación ensordecedora. Del siempre impertérrito baterista
Larry Mullen Jr., Bono dijo que se trataba del hombre que nos dio
nuestro primer trabajo y no pierde oportunidad de dejar de recordarlo.
Sobre el largo bajista Adam Clayton, el que carga con una leyenda de excesos
y romances explosivos con modelos y demás celebridades, el cantante
eligió destacar apelando al doble sentido, claro que
tiene el instrumento más grande de la banda. Por supuesto,
hubo una nueva ovación. El griterío, sin embargo, creció
aún más cuando llego el turno de Dave The Edge
Evans. Ahí Bono se despachó con un gracioso discurso sobre
las cualidades de su pareja ideal. Tiene más niños
que el mismísimo Abraham, dijo y acto seguido destacó
su calidad decientífico de la banda y su inmenso
cerebro que ningún sombrero puede cubrir. El rutinario momento
de las presentaciones se convirtió así en un revelador instante
de confraternidad y esparcimiento para hombres que, debe repertirse, lo
han hecho casi todo en el rock.
Pero también hay que hablar del show, las canciones y la puesta
en escena. Veintidós temas en dos horas de actuación. Con
seis canciones del nuevo disco y el resto, un compendio de varias de las
más grandes páginasU2 formando un bloque compacto que no
detuvo su ritmo ni por un instante, el show de este Elevation Tour divierte,
emociona, impacta y retroalimenta el fervor del público. En el
caso de una probable próxima visita de la banda a la Argentina
seguramente en los primeros meses de 2002, el detalle de la
lista debe ser tenido muy en cuenta. Porque están Until the
end of the word, Discotheque, Staring at the sun,
I will follow, Bad, Where the streets have
no name, Mysterious ways, The Fly, Bullet
the blue sky, With or without you y One,
al menos en ese orden presentado en esta primera noche en la ruta. Para
fans y no tanto, esto significa lisa y llanamente una fiesta para los
oídos. En todos los casos, sonaron poderosas y vitales como siempre.
Aunque especialmente la intensidad emotiva de Bad y With
or without you, con un virtuoso desarrollo instrumental que iba
creciendo en paralelo a la profundidad de sus letras, se ubicaron alto
en el ranking de los momentos cumbre de un show pleno de momentos cumbre.
Cada uno de éstos, además, convenientemente acompañado
por un diseño de luces y una sobria disposición de pantallas
de video de perfecta definición cuatro sobre el escenario
y otras seis dispuestas a los costados y atrás ofreciendo
sólo imágenes en blanco y negro.
El color fue apareciendo de a poco y recién estalló cuando
la introducción de Where the streets have no name,
tal como podía verse en la película Rattle and Hum y como
también sucedía con la megapantalla en el Pop Mart Tour.
De rojo intenso se tiñó una fila de pantallas como fichas
de dominó, que fueron elevándose hasta alcanzar la altura
de los músicos, justo en el momento del clímax instrumental
y del ya mencionado episodio de los aerobics de Bono. Otras luces estroboscópicas,
proyectadas desde los extremos de cada lateral del estadio, provocaban
sobre telones blancos que cayeron desde el techo un efecto
de sombras chinas sobre la figura de cada uno de los cuatro protagonistas.
En resumen, una puesta que resuelve en los hechos el inicial interrogante
sobre cómo escapar del gigantismo exhibicionista de las giras Zoo
TV y Pop Mart. Con sobriedad, buen gusto, elegancia (y medios tecnológicos,
por supuesto), la respuesta apareció. Y funciona.
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