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U2 COMENZO EN MIAMI SU GIRA MUNDIAL 2001-2002
El período clásico de U2

La banda irlandesa privilegió la historia por sobre la novedad en los shows con que inicia la gira mundial de presentación de �All that you can�t leave behind�, su demorado disco del año pasado.

Página/12
en Estados Unidos

Por Esteban Pintos
Desde Miami

Esta ciudad fue escenario de los dos primeros shows de U2 en su etapa de la mediana edad, ya asumida desde el efectivo pero poco novedoso All that you can’t leave behind. O sea, una institución rockera que ingresa definitivamente al territorio sagrado de los clásicos del género, sin ruborizarse ni sentir culpa por ello, ni tampoco “trabajando de...” -.sobran ejemplos al respecto–, ni apelando a tics escénicos que verdaderamente hoy se verían decadentes. Cualquier pronóstico al respecto bien puede considerarse refutado de plano después de lo visto el sábado y ayer lunes en el confortable ámbito de la arena National Rental Car de Fort Lauderdale. Esta gira de U2 es la primera de una nueva década en su historia (la tercera, no es poco). Eso parece mucho más importante para los músicos que el hecho de que sea la de presentación de un nuevo disco. Porque para cuatro músicos que lo han visto, oído y tocado todo .ganando premios, viviendo vida de estrellas, vendiendo más de 100 millones de discos, haciendo canciones inolvidables, militando en causas sociales globales– es más importante la historia que la novedad.
Supervivencia en buen estado, con baja probabilidad de exhibir síntomas de senilidad conceptual. Este nuevo disco de U2, pero más que nada este nuevo show de U2 reafirman el concepto: he aquí una banda muy grande, de pie y en buena forma. Por otra parte y como metáfora perfecta, la misma buena forma de Bono para recorrer, a digno ritmo de carrera, la pasarela con forma de corazón que encierra el escenario y una pequeña zona para fans privilegiados, durante la irresistible épica musical y poética de “Where the streets have no name”.
El crack irlandés, devenido en los últimos años en uno de los lobbistas políticos más seductores del mundo –sus fotos con los líderes globales así lo testimonian– en su gestión por la reducción de la deuda externa de los países pobres del nuevo orden mundial, volvió a demostrar que lo suyo, por sobre todas las cosas, es la escena. Un cantante que patentó una manera única de gobernar un escenario, lució impecable en la cálida noche de la Florida, aun superando un momento de esos que luego se encuadran dentro del rubro “anécdotas de la primera noche de una gira”: durante “Until the end of the world”, la tercera canción de una lista total de veintidós, retrocedía mirando a The Edge para iniciar el jueguito de toreo que sobreviene a una intervención plena de distorsión del guitarrista. Retrocedía y así es que no vio que su próximo paso en reversa lo conducía al vacío. Trastabilló y se cayó, justo sobre los fotógrafos y fans que se apiñaban en el corazón del que hace las veces de extensión del escenario. Un momento de falibilidad al fin y al cabo, en el contexto de una notable performance de él y del resto de la banda.
El concepto de grupo humano pareció, al menos en los gestos públicos, también reafirmado. A su momento, Bono fue presentando a sus compañeros de veintipico de años con graciosas, pero también reveladoras introducciones, mientras éstos dejaban su lugar de trabajo para caminar hacia el extremo inferior del corazón, bañados por una ovación ensordecedora. Del siempre impertérrito baterista Larry Mullen Jr., Bono dijo que se trataba del hombre “que nos dio nuestro primer trabajo y no pierde oportunidad de dejar de recordarlo”. Sobre el largo bajista Adam Clayton, el que carga con una leyenda de excesos y romances explosivos con modelos y demás celebridades, el cantante eligió destacar –apelando al doble sentido, claro– que “tiene el instrumento más grande de la banda”. Por supuesto, hubo una nueva ovación. El griterío, sin embargo, creció aún más cuando llego el turno de Dave “The Edge” Evans. Ahí Bono se despachó con un gracioso discurso sobre las cualidades de su pareja ideal. “Tiene más niños que el mismísimo Abraham”, dijo y acto seguido destacó su calidad de”científico de la banda” y su “inmenso cerebro que ningún sombrero puede cubrir”. El rutinario momento de las presentaciones se convirtió así en un revelador instante de confraternidad y esparcimiento para hombres que, debe repertirse, lo han hecho casi todo en el rock.
Pero también hay que hablar del show, las canciones y la puesta en escena. Veintidós temas en dos horas de actuación. Con seis canciones del nuevo disco y el resto, un compendio de varias de las más grandes páginasU2 formando un bloque compacto que no detuvo su ritmo ni por un instante, el show de este Elevation Tour divierte, emociona, impacta y retroalimenta el fervor del público. En el caso de una probable próxima visita de la banda a la Argentina –seguramente en los primeros meses de 2002–, el detalle de la lista debe ser tenido muy en cuenta. Porque están “Until the end of the word”, “Discotheque”, “Staring at the sun”, “I will follow”, “Bad”, “Where the streets have no name”, “Mysterious ways”, “The Fly”, “Bullet the blue sky”, “With or without you” y “One”, al menos en ese orden presentado en esta primera noche en la ruta. Para fans y no tanto, esto significa lisa y llanamente una fiesta para los oídos. En todos los casos, sonaron poderosas y vitales como siempre. Aunque especialmente la intensidad emotiva de “Bad” y “With or without you”, con un virtuoso desarrollo instrumental que iba creciendo en paralelo a la profundidad de sus letras, se ubicaron alto en el ranking de los momentos cumbre de un show pleno de momentos cumbre. Cada uno de éstos, además, convenientemente acompañado por un diseño de luces y una sobria disposición de pantallas de video de perfecta definición –cuatro sobre el escenario y otras seis dispuestas a los costados y atrás– ofreciendo sólo imágenes en blanco y negro.
El color fue apareciendo de a poco y recién estalló cuando la introducción de “Where the streets have no name”, tal como podía verse en la película Rattle and Hum y como también sucedía con la megapantalla en el Pop Mart Tour. De rojo intenso se tiñó una fila de pantallas como fichas de dominó, que fueron elevándose hasta alcanzar la altura de los músicos, justo en el momento del clímax instrumental y del ya mencionado episodio de los aerobics de Bono. Otras luces estroboscópicas, proyectadas desde los extremos de cada lateral del estadio, provocaban –sobre telones blancos que cayeron desde el techo– un efecto de sombras chinas sobre la figura de cada uno de los cuatro protagonistas. En resumen, una puesta que resuelve en los hechos el inicial interrogante sobre cómo escapar del gigantismo exhibicionista de las giras Zoo TV y Pop Mart. Con sobriedad, buen gusto, elegancia (y medios tecnológicos, por supuesto), la respuesta apareció. Y funciona.

 

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