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DOS ATENTADOS EN JERUSALEN EN SOLO CINCO HORAS
Israel vivió un día de terror

Organizaciones terroristas palestinas hicieron estallar un coche bomba y poco después enviaron a un kamikaze para tratar de volar un ómnibus, redoblando las demandas
de una respuesta militar dura.

Policías y médicos forenses israelíes ante lo que quedó del terrorista suicida en Jerusalén.

Por Suzanne Goldenberg *
Desde Hebrón

El premier israelí Ariel Sharon juró ayer que tomaría represalias contra el asesinato el lunes de una bebé en Hebrón y un doble atentado ayer en Jerusalén. Mientras que los padres de Shalhevet Pass afirmaban que no enterrarían a su hija de 10 meses hasta que Sharon invadiera la zona palestina que rodea su asentamiento, en Israel varios políticos de derecha llamaban a que el gobierno respondiera duramente a los ataques en Jerusalén que dejaron 33 israelíes heridos y un terrorista palestino muerto. “Considerando lo que ha sucedido, creo que ya no hay lugar para la moderación”, disparó el alcalde derechista de la ciudad, Ehud Olmert. Incluso el canciller laborista Shimon Peres revirtió su latiguillo habitual al conceder que ahora “hay que combatir al fuego con el fuego”. En Cisjordania, un niño palestino fue muerto por disparos israelíes.
El primer ministro se rehusaba a revelar cuáles eran sus planes. “Yo sé cómo lidiar con esto, y sé cuándo lidiar con esto: mi moderación es algo momentáneo”, aseguró a la radio estatal. Se interpretó que estaba esperando a que finalizara la cumbre de la Liga Arabe antes de anunciar las medidas de represión, evitando así un contraataque coordinado desde los países árabes. Pero al hacerlo tiene que contener a un gabinete a punto de estallar por la furia de sus integrantes de derecha. Ayer, el ministro de Seguridad Interior, Uzi Landau, hablaba por muchos cuando recalcó que “todos en este país estamos siendo atacados por Arafat y debemos hacer algo al respecto”. Sharon aseguró que era plenamente consciente de que “Arafat es el principal responsable y sus guardaespaldas de la Fuerza 17 son los autores directos de los atentados”.
Esto podía o no ser cierto dado que un sinnúmero de organizaciones palestinas se atribuyeron ayer los dos atentados en Jerusalén. Ambos ocurrieron en el lapso de cinco horas. El primero tuvo lugar en el barrio industrial de Talpiot, donde una bomba colocada debajo de un auto estalló hiriendo a tres personas. Más tarde, un palestino con varios kilos de explosivos atados a su cintura se hizo detonar mientras pasaba un autobús israelí en la carretera de la Colina Francesa, que conecta las mitades Occidental y Oriental de Jerusalén. El terrorista murió de inmediato –”vi su cuerpo partido por la mitad”, afirmó una testigo– y 30 personas dentro del autobús fueron heridas. El conductor se encontraría en estado crítico. Las notorias organizaciones Hamas y Jihad Islámica se atribuyeron los ataques, pero también lo hicieron las hasta ahora desconocidas “Células Especiales de la Resistencia Armada”. La mayor parte de los políticos israelíes culparon directa o indirectamente a Arafat.
Sin embargo, las explosiones no bastaron para desviar la atención en Israel de la muerte de la bebé de 10 meses en Hebrón. El comandante local del ejército, coronel Noam Tibon, reveló que había pedido formalmente a Sharon autorización para ocupar la colina de Abu Sneineh, donde está el barrio palestino desde el cual vinieron los disparos que mataron a Shalhevet Pass. “La solución es tomar la colina”, enfatizó el militar, quien agregó que el francotirador palestino sería capturado vivo o muerto. La reocupación de tierras cedidas a los palestinos bajo los acuerdos de Oslo marcaría una peligrosa escalada en la Intifada y, puntualmente, no sería conveniente para Sharon mientras dure la cumbre árabe en Jordania.
Pero esto es exactamente lo que piden los colonos de Hebrón, quienes alegan tener permiso rabínico para rehusarse a enterrar a la bebé antes de que el ejército entre en acción. “Creo que la sangre está hirviendo en Hebrón, y algunas personas están buscando activamente causar enfrentamientos: el peligro de personas buscando venganza es muy serio”, subrayó el coronel Tibon. En efecto, en la mañana después del asesinato de Shalhevet se vieron los primeros resultados de la venganza. Entre el tableteo de ametralladoras que venía desde la colina de Abu Sneineh, los colonos pisoteaban lo que quedaba de un mercado palestino al que prendieron fuego durante la noche. Lo único que impedía que los colonos hicieran lo mismo con los edificios palestinos de la colina era una delgada línea de soldados israelíes con cascos y chalecos antibala. Una mujer soldado intentaba contener el llanto cuando una colona le gritó: “¿Quieres que vuelva con la camisa ensangrentada de Shalhevet y te la frote en la cara?”. Las tropas tuvieron que repeler una serie de intentos de los colonos de desbordar el retén, al mismo tiempo que disparaban contra manifestantes palestinos que tiraban piedras del otro lado. Fueron los disparos contra estos últimos que mataron a un niño palestino de 12 años. “No sería difícil retomar Abu Sneineh: durante la noche, decenas de niños treparon por ella, y si ellos pudieron, nosotros también”, estimó David Wilder, un portavoz de los colonos. Wilder agregó que Sharon es una gran desilusión para los colonos: “Habla mucho, pero no nos interesan las palabras; hay un límite a cuánto podemos esperar y él está agotando nuestra paciencia”. Se expresaron sentimientos similares en la Colina Francesa: “Hay que asediarlos hasta que estén hambrientos”, “debemos tratarlos como las bestias que son hasta que se comporten como seres humanos”, “si quieren un Estado, que vayan a Jordania”.

* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

Claves

A menos de 24 horas de que una bebé de diez meses fuera muerta por un francotirador palestino en Hebrón, dos bombas estallaron ayer en Jerusalén. En total dejaron un palestino muerto (que detonó la segunda bomba) y 33 israelíes heridos. Un niño palestino fue muerto en Hebrón.
Muchos políticos israelíes exigen que se endurezca la represión contra los palestinos y Arafat. El premier Ariel Sharon dio a entender que sólo esperaba al final de la cumbre árabe de Amman para desencadenar represalias.

 

OPINION
Por Yossi Melman

Un país que se contiene

Ayer fue otro día normal en Israel. La gente se apuraba para llegar a sus trabajos. Las rutas estaban embotelladas por el tránsito. La agitación de las calles de Tel Aviv era la típica. Dos semanas antes de Pésaj las ciudades israelíes estaban a toda marcha: ésta es la estación de las compras. La gente recorre shoppings y galerías. Algunos se sientan en cafés y restaurantes mientras disfrutan el sol primaveral. En Jerusalén, un coche bomba explotó cerca de un shopping. Cuatro personas resultaron heridas. Seis meses después de que los palestinos lanzaron una nueva rueda de violencia política, los israelíes parecen más impasibles que nunca.
La Intifada está organizada para persuadir al público israelí que debe poner fin a 33 años de ocupación en Cisjordania y Gaza y la continua humillación diaria de cuatro millones de habitantes palestinos.
La Autoridad Palestina y su líder, el presidente Yasser Arafat, creyeron que si los israelíes pagaban un pesado precio en víctimas y en inconvenientes a su vida cotidiana se verían forzados a cambiar su actitud. Los palestinos, por su parte, estaban dispuestos a soportar un peso aún más pesado: el costo humano que están pagando es altísimo. Setenta civiles y soldados israelíes murieron y cientos fueron heridos en decenas de atentados con coches bomba, ataques suicidas y disparos realizados desde vehículos en fuga en los territorios ocupados y dentro de Israel. Del lado de los palestinos, 350 fueron muertos y miles heridos a manos de las tropas israelíes. Pero el logro de los objetivos palestinos nunca estuvo más lejos.
El mes pasado, los israelíes eligieron al guerrero Ariel Sharon como primer ministro, para que liderara un gabinete de unión nacional. La reacción israelí a la serie de ataques que no parece tener fin es sorprendente. Es una respuesta inusual en una nación famosa por sobrerreaccionar. Esta vez los israelíes mostraron que sabían contenerse y que estaban dotados del sentido de la proporción. El resultado es un notable contraste entre la percepción exterior, que ve a Israel como una sociedad que vive bajo asedio, y la realidad interna de la relativa tranquilidad de la vida diaria. La mayoría de los israelíes, en especial las generaciones más jóvenes, lo único que quieren es llevar una vida normal.
En verdad, Israel no es una sociedad homogénea. Tiene al menos dos caras. Tel Aviv representa una: secular, pluralista, vital y tolerante. La otra cara de Israel es Jerusalén, a la que proclama su capital: una ciudad donde reinan las tensiones políticas, la intolerancia, y las divisiones sectarias, religiosas e ideológicas. Sin embargo, las dos ciudades representan el deseo sincero del israelí medio de vivir y dejar vivir, como en cualquier sociedad moderna y occidental. Pero la “normalidad” de gran parte de esa vida cotidiana puede ser destruida muy pronto. El segundo ataque terrorista –por un suicida que fracasó en su intento de detonar una bomba en el interior de un autobús, pero que se mató a sí mismo e hirió a varios pasajeros– podría cambiar esta frágil realidad.
La sociedad sigue tranquila, a pesar de informes de prensa e imágenes televisivas sensacionalistas y del tono casi histérico de los noticieros radiales. Pero la presión de los medios sigue creciendo. Como primer ministro, Sharon todavía puede ser empujado a volver a la vieja respuesta típica de buscar venganza.

* Columnista del diario israelí Haaretz.

 

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