Por Julio Nudler
Los dueños del abundante
capital negro argentino que, según estimaciones de mínima
y máxima, fluctuaría entre 110 y 200 mil millones de pesos
enfrentan una vez más el gran dilema: blanquear o no blanquear.
Domingo Cavallo les ofrece, de entrada, una oportunidad particular, a
través de un mecanismo que funcionó bien en España
diez años atrás (ver recuadro al pie), pero que no necesariamente
será exitoso en esta Argentina en riesgo de quiebra. Lo que se
les propone a los evasores es que le presten al fisco argentino, bajo
determinadas condiciones, el capital que deseen blanquear, para recuperarlo
dentro de cinco o seis años. Lo lógico es que sólo
se decidan a aceptar el convite quienes confíen en que Hacienda
les devolverá la plata al vencer el bono que adquirirían,
para lo cual será necesario que en estos años el fisco pase
del déficit al superávit, o como mínimo que, llegado
el momento, tenga crédito suficiente para conseguir el dinero en
otra parte. En principio, el Congreso Nacional eliminó de la ley
de Competitividad una delegación pretendida por el Ejecutivo: la
de garantizar operaciones de crédito público mediante la
afectación de recursos o activos estatales, con lo que el bono
a crear carecería de un respaldo específico. Como este partido
recién empieza, la credibilidad recuperada por Cavallo para el
desfalleciente gobierno de Fernando de la Rúa no parece bastar
todavía.
En la decisión de las evasores pesarán, además, otros
factores. Uno muy importante es el premio que se ganarían blanqueando.
Básicamente consiste en el olvido para sus pecados, y el correlativo
perdón de multas, actualizaciones, punitorios y todo otro castigo.
Pero ese premio sólo será apreciado si el evasor evalúa
como alto el riesgo de que los inspectores de la AFIP le echen el guante.
Si no, preferirá seguir en las sombras, porque es más barato.
Hasta el momento Cavallo no dio con ningún nuevo Carlos Tacchi
capaz de infundir real temor entre los negreadores.
También incidirá el costo de blanquear, equivalente a la
diferencia entre la renta que ofrecerá el bono especial intransferible
y la tasa de mercado que debería pagar el Tesoro por un crédito
similar. Si se tratara de un título de renta fija, similar al español,
ésta debería tomar en cuenta la posibilidad de que, si el
programa de Cavallo tiene éxito, la tasa de mercado que se le carga
al país disminuya en los próximos años. Se supone
que el rendimiento del bono no debería superar en ningún
momento al de otros títulos normales. Otra opción, teóricamente
posible, es que la renta sea variable, ajustándose periódicamente
por las fluctuaciones en la tasa de mercado. No está claro, por
otra parte, si la exteriorización del capital subterráneo,
producida al adquirir el bono, obligaría a pagar desde ese mismo
momento el impuesto a los Bienes Personales.
Según anunció Cavallo, con la recaudación del blanqueo
serán saldadas las deudas ocultas o no documentadas que mantiene
el Estado con el sector privado. Como calculó este pasivo en unos
8000 millones de pesos, la deducción es que espera conseguir con
la regularización por lo menos esa plata. No parece demasiado dinero
en comparación con la masa de capital negro, pero de ésta
sólo habría que considerar la generada por evasión
aún no prescripta. Históricamente, los blanqueos rindieron
alrededor de un punto del Producto Bruto, un nivel que hoy llevaría
a esperar unos 3000 millones, o con mucho viento a favor mil o dos mil
millones más. Aún así sería una extraordinaria
inyección keynesiana para la economía, opinaba ayer
un experto en política tributaria, pensando en la posibilidad de
que el Estado cancele deudas por ese monto con el sector privado.
Como el blanqueo abarcará todo capital no declarado, y buena parte
de éste emigró del país, la regularización
podría generar un significativo ingreso de dólares. Sin
embargo, la anunciada eliminación del impuesto a los intereses
de los créditos, que había establecido Roque Fernández
para combatir la evasión de Ganancias, volverá a premiar
la maniobra de disfrazar de préstamos tomados en entidades financieras
los autoaportes decapital propio. Se reducirá así la necesidad
de blanquear para invertir, siempre y cuando haya planes de inversión.
Solchaga blanquea
mejor
Por J.N.
Carlos Solchaga, entonces ministro de Economía del reino,
aseguró en 1991 que después de ese blanqueo no habría
otro. Y hasta ahora no lo hubo, y tampoco hay perspectivas de otra
regularización. Además, lo lanzó junto con
una amplia reforma del impuesto a la Renta (Ganancias), vigente
desde el primer día de 1992, y luego de haber afinado la
administración tributaria para cerrarle los caminos a la
evasión. Hecho todo lo cual fueron emitidos unos títulos
especiales intransferibles (salvo en caso de muerte del suscriptor),
que por tanto carecían de liquidez, con una renta de apenas
el 2 por ciento anual, alejada de los rendimientos de mercado, que
entonces oscilaban entre 6 y 8 por ciento. Sin embargo, la renta
de aquellos bonos estaba exenta, lo cual la hacía mucho más
apetitosa en un país como España, donde la tasa marginal
del impuesto a la Renta es del 56 por ciento.
Los interesados compraban los bonos en entidades gestoras, que les
tomaban el nombre, para luego informárselo, bajo rigurosa
confidencialidad, al Banco de España. Si durante los seis
años siguientes, hasta el vencimiento del título en
1997, el dueño de los fondos recibía una inspección,
podía detener el procedimiento mediante la obtención
de un certificado del Banco de España, siempre que el capital
irregular detectado por los sabuesos no superase al que hubiese
santificado.
Además de una eficacia recaudatoria superior a la conocida
hasta hoy en la Argentina, el régimen impositivo hispano
es mucho más severo con los réditos. Mientras aquí
los dividendos no tributan, en España pagan una tasa del
28 por ciento, pese a que la alícuota de Ganancias para las
sociedades es del 35 por ciento, similar a la argentina.
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LA
TASA SOBRE CUENTAS BANCARIAS SERA VARIABLE
El Cavallo tax nace con 2,5
El impuesto a las
transacciones financieras, herramienta clave del plan de Domingo Cavallo,
debutará el martes 3 de abril con una tasa del 2,5 por mil. Pero
no será definitiva, ya que en el futuro se podrá cambiar
de acuerdo con la variación de la recaudación, según
señaló el secretario de Hacienda, Jorge Baldrich, minutos
después de haber jurado en el cargo. Ratificó así
lo que conceptualmente había definido Cavallo en su discurso ante
empresarios en el Banco Nación, el martes: el impuesto a los débitos
y créditos bancarios será el instrumento de excelencia de
financiación del sector público, incluso para eludir a los
mercados de crédito cuando las tasas, como en la actualidad, estén
demasiado elevadas.
Baldrich adelantó además que se fijará una tasa diferencial
del 0,075 por mil para sectores que operan con fondos de terceros (comisionistas,
consignatarios o corredores) o con baja tasa de rentabilidad con respecto
al monto de operaciones bancarias (supermercados, expendedores de combustibles,
entre otros). La ley votada durante el fin de semana en el Congreso faculta
al Ejecutivo a aplicar una tasa de hasta el 6 por mil y contempla la posibilidad
de que el tributo pueda ser acreditado como pago a cuenta de Ganancias
o IVA, alternativa que fue descartada en una primera etapa.
Toda acreditación o débito en cuenta corriente quedará
alcanzado por el impuesto, que será percibido (debitado en cuenta)
directamente por la entidad bancaria, que a su vez las liquidará
periódicamente al fisco. Fuentes del propio sistema financiero
aseguran que mensualmente se realizan movimientos en cuenta corriente
por un monto aproximado a los 250 mil millones de pesos (con un saldo
promedio de 60 mil millones), pero ese monto incluye las cuentas de los
Estados nacional, provinciales y municipales (exentos del pago). Tampoco
estarán gravadas las acreditaciones de los sueldos y su retiro,
aunque lo tradicional sea que los pagos de remuneraciones se hagan por
cajas de ahorro (no alcanzadas por el impuesto). Como, a su vez, tampoco
se ha estimado cuál será la incidencia de la baja del monto
máximo de los pagos que podrán hacerse en efectivo (de 10.000
pesos pasa a 1000), el cálculo de lo que pueda llegar a recaudarse
es azaroso. Las previsiones más cautelosas estiman una recaudación
probable en torno a los 200 millones mensuales (de 2 mil a 3 mil millones
anuales).
En consonancia con la utilización del nuevo gravamen como mecanismo
de financiación de corto plazo del Estado, Baldrich anunció
ayer que el Gobierno podría modificar el calendario de licitaciones
de Letras y Bonos del Tesoro (Letes y Bontes).
La DGI tiene informante
Jorge Baldrich, que ayer asumió como secretario de Hacienda,
describió al nuevo impuesto a las operaciones en cuenta corriente
como el nudo gordiano de las transacciones financieras, que
actúa como el principio del reloj de arena. La metafórica
figura se refiere al rol de informante o base de datos
en el que oficiará el gravamen, al nutrir a la DGI de los
datos sobre los movimientos bancarios de millones de titulares de
cuentas corrientes. Por la misma razón, la conducción
económica optó por no otorgarle la exención
a los agentes cuya baja tasa de rentabilidad (calculada sobre los
montos operados) hubieran quedado descolocados con la tasa del impuesto,
sino que les concedió una tasa diferencial muy baja (0,75
por mil). Así, sus datos también quedarán cargados
en las computadoras de la oficina recaudadora, y permitirán
un cruzamiento de información que, inteligentemente utilizado,
posibilitaría dar un combate más eficaz contra la
evasión.
El secretario de Hacienda admitió que, por un tiempo, el
gravamen a las transacciones bancarias no podrá acreditarse
a cuenta de otros tributos. En esta primera etapa, nuestro
mayor énfasis estará radicado en la lucha contra la
evasión, indicó. Baldrich justificó el
criterio de manejar una tasa flotante para el impuesto
arranca en el 2,5 por mil, pero podrá subir o bajar
en el futuro en el esquema de política económica
vigente. No hay política monetaria ni política
cambiaria, por la ley de Convertibilidad, y es necesario tener,
desde el punto de vista fiscal, una gran flexibilidad, partiendo
de una coyuntura tan difícil como la actual, explicó.
Por eso, señaló, esta tasa del impuesto, y las
de otros impuestos, no debe ser vista como una tasa fija desde ahora
y hacia el futuro.
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