Por Adriana Meyer
El resurgido Fernando de Santibañes
podría tener que dar explicaciones a la Justicia por haber firmado
un contrato de 1 millón 600 mil dólares con dos consultoras
norteamericanas vinculadas al asesor de imagen Dick Morris. El fiscal
federal Guillermo Marijuan pidió que el actual secretario de Inteligencia,
Carlos Becerra, fuera citado como testigo y ya tendría elementos
suficientes para solicitar la declaración indagatoria del ex jefe
de la SIDE por presunta malversación de caudales públicos.
El juez federal Jorge Urso coincide con el criterio del fiscal y ordenó
las medidas requeridas. Una de ellas se refiere a la forma en que cobraron
Morris y su ex socia, Mattie Lolavar.
En diciembre Urso allanó la Secretaría de Inteligencia del
Estado (SIDE) y secuestró el contrato firmado entre ese organismo
y las consultoras norteamericanas Ikon contactada por Morris
y Triumph propiedad de Lolavar para la realización
de una campaña que modificara la imagen negativa del Gobierno.
En la caja fuerte del despacho que había ocupado De Santibañes
encontró el documento que lleva su firma.
Mattie Lolavar, experta en imagen y comunicación, le dijo en diciembre
a Página/12: Nunca entendí por qué si estaban
mirando todas estas cuentas (de la SIDE), no encontraron el dinero que
cobramos nosotros, los norteamericanos. Lolavar fue contratada en
junio por la SIDE, pero renunció dos meses después. La había
convocado Dick Morris, un consultor que asesoró a De la Rúa
en la campaña electoral. La mujer asegura que iba a cobrar 25 mil
dólares mensuales de las cajas de la SIDE y que Morris recibió
1 millón 600 mil por ocho meses de trabajo. Fue una cosa
bien rara porque en principio me dijeron que mi contrato iba a ser firmado
directamente por el gobierno argentino, pero no fue así,
relató la mujer.
El fiscal Marijuan pidió que Urso convocara a Lolavar y Morris
como testigos. El magistrado ya había enviado un exhorto a los
Estados Unidos, pero ayer reiteró la solicitud porque hasta ahora
no tuvo respuesta. Además, los investigadores quieren saber en
qué consistió concretamente el trabajo de los consultores
extranjeros. Urso ordenaría en breve la declaración testimonial
de Becerra y seguramente se lo preguntará durante el interrogatorio.
El juez pidió informes al Banco Nación para saber si Morris
y Lolavar cobraron a través de alguna de las tres cuentas que la
SIDE tiene en esa entidad. Por su parte, Marijuan solicitó que
fueran citados los periodistas de la revista Noticias que escribieron
la primera entrevista a Lolavar, y pidió que fuera requerida al
periodista Román Lejtman una copia del video en que la mujer también
fue reporteada durante su programa. Como el subtitulado en castellano
no habría sido del todo correcto, Marijuan solicitó una
traducción de la nota.
OPINION
Por Roberto Gargarella *
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Economía y
silencio
Preocupado frente a la forma que tomaban las nuevas instituciones
en su país, Thomas Jefferson tal vez el político
más democrático dentro de la dirigencia norteamericana
alumbró, en los años fundacionales del constitucionalismo,
lo que dio en llamar un test del republicanismo. Conforme
con este test, un gobierno o una institución particular eran
evaluados como más o menos republicanos, de acuerdo
con el lugar que le den al elemento popular en su control y composición.
Para ilustrar el citado test con un ejemplo, Jefferson evaluaba
a la rama judicial como seriamente anti-republicana
en razón de que sus miembros no eran elegidos popularmente,
ni estaban sujetos a un control público directo.
Si hoy tomáramos en serio dicho saludable test, y lo empleáramos
para el análisis de nuestra vida institucional, deberíamos
destacar inmediatamente el carácter anti-republicano de las
políticas económicas que se nos aplican. Ellas como
pocas otras medidas de gobierno afectan nuestras vidas de
un modo inmediato y contundente, y sin embargo, notablemente, representan
las políticas sobre cuyo diseño tenemos menos injerencia.
Pero no se trata únicamente de que no se nos consulta a la
hora de que se las diseña: ocurre que se nos dice, directamente,
que no debemos animarnos siquiera a cuestionarlas.
Hace tiempo que los economistas vienen esforzándose por dotar
de plena autonomía a la esfera económica, pero sus
reclamos han sido pocas veces tan claros (y temibles) como en los
últimos tiempos. Ellos y junto con ellos muchos editorialistas
y políticos de primera línea se empeñan
en enseñarnos que el área que controlan es una sobre
la cual nosotros, simples mortales, no debemos opinar (o, en todo
caso, no debemos pretender que nuestras opiniones pesen).
La economía es asunto de expertos, sujeto como diría
Edmund Burke al juicio de los especialistas, y no a la mera
opinión del común de la gente.
La idea del ruido político resulta, en este sentido,
extraordinariamente ilustrativa: las críticas sobre la orientación
de las nuevas medidas económicas son descriptas como ruidos
que vienen a interrumpir el silencio, el aire limpio y despejado
que requieren las reformas económicas para poder desarrollarse.
Envalentonados con su prédica, muchos dirigentes y periodistas
han ido expandiendo su apocalíptico reclamo hacia otros terrenos.
Así, algunos se han animado a decir que las investigaciones
de corrupción sobre el presidente del Banco Central debían
interrumpirse porque creaban turbulencias sobre la economía;
o que la insistencia en las acusaciones sobre el narcolavado molestaban
la evolución del plan económico; o que la misma sentencia
del juez Cavallo declarando la inconstitucionalidad de las
llamadas leyes de la impunidad entorpecía
la administración de las cuentas públicas.
El nuevo ministro de Economía es un partícipe entusiasta
de esta revitalizada, silenciadora, corriente de pensamiento. Para
mostrarnos su fanática adhesión a la misma, ha solicitado
al Presidente la asunción de facultades delegadas extraordinarias
única forma, en su opinión, de llevar adelante
exitosamente el urgente programa económico requerido por
el país: nadie según nos dice debe interponerse
en su camino.
Frente a quienes adhieren a este credo político de la autoridad
poderosa, individual y aislada, Jefferson no podría mostrar
sino incredulidad. Para el ex presidente norteamericano, un gobierno
auténticamente republicano era pura y simplemente...
el gobierno de los ciudadanos... actuando directa y personalmente,
de acuerdo con las reglas establecidas por la mayoría.
Lo que los gurúes económicos y sus aliados llaman
turbulencia es lo que Jefferson denominaba libertad
de crítica. Lo que ellos llaman ruido es lo que
los republicanos denominamos, sencillamente, debate democrático.
Bajo todo punto de vista, debe evitarse que la definición
del rumbo económico quede al margen del intercambio de razones,
un intercambio que, para ser fructífero, exige de nuestra
presencia como partícipes activos y no como meros espectadores.
* Doctor en Derecho, UBA, Universidad de Chicago.
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