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EL EZLN REABRIO AYER EL DIALOGO CON EL GOBIERNO
Encendiendo la pipa de la paz

En una histórica sesión extraordinaria del Congreso mexicano, la comandante Esther anunció que retomaran el diálogo con el gobierno. Esperan la sanción de la Ley de los Derechos Indígenas.

La Cámara de Diputados del Congreso mexicano escucha al EZLN.

La comandante Esther pronunció
el discurso principal.

“A una señal de paz no responderemos con una señal de guerra.” Con estas palabras de semiótica bélica, la comandante Esther anunció ayer la reanudación del diálogo de la guerrilla zapatista con el gobierno. Finalmente se produjo así el encuentro cara a cara entre el mayor movimiento de protesta extraparlametaria en la historia mexicana moderna y el Congreso de la Unión. O casi. Sin el Subcomandante Marcos, una delegación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) pudo defender la ley de derechos indígenas en el recinto mismo del Congreso, un privilegio que la clase política y empresarial mexicana les había denegado insistentemente por inconstitucional. La aprobación de la ley es la más importante de las condiciones que los zapatistas pusieron al gobierno del presidente Vicente Fox para llegar al desarme en la guerrilla de baja intensidad que desde 1994 libran en el sureño estado de Chiapas. “La gente cuando habla se entiende”, fue la gozosa respuesta del ministro mexicano del Interior, el secretario de Gobernación Santiago Creel.
“El hecho de que los zapatistas hablen desde el podio de la Cámara de Diputados está revestido de una significación política inconmensurable. Retóricamente, es el punto más alto de la nación”, explicó el analista político Alfonso Zárate. La primera fila del recinto estuvo reservada para la delegación zapatista, a la que se le permitieron 220 invitados especiales. La lista estaba dominada por representantes de las 56 etnias indígenas de México e incluía a varios de los mártires de la agrupación. Las cinco horas que la sesión duró, según estaba planeado, fueron puntuadas por los discursos reivindicatorios en favor de la autonomía (política, jurídica y aun, y más problemáticamente, territorial) de las comunidades indígenas, tal como está concebida por la ley que surgió de los Acuerdos de San Andrés de Larraínzar de 1996 bloqueados por el priista Ernesto Zedillo.
El anuncio de reanudación del diálogo lo hizo la “comandante Esther”. Las medidas de distensión adoptadas por Fox “no pueden pasar desapercibidas” para la guerrilla. Es así que la comandancia del EZLN “ordenó” al “Subcomandante Marcos”, su estratega militar, que no se realice ningún avance militar zapatista sobre las posiciones que el ejército federal, siguiendo órdenes de Fox, abandonó en la zona de conflicto. Además, pidió a su enlace político, el arquitecto Fernando Yáñez (un ex guerrillero urbano de la década de los ’70), ponerse en contacto con el comisionado de paz, Luis Héctor Alvarez, y con la legislativa Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa).
La comandante también explicó la ausencia de Marcos, el carismático subcomandante de pasamontañas y pipa, del histórico encuentro: él es jefe militar del EZLN, pero la de ayer era la hora de los jefes civiles. “No está en esta tribuna el jefe militar de un ejército rebelde. Nosotros (por los cuatro líderes zapatistas presentes) somos los comandantes, los que mandamos en común. Los que mandamos obedeciendo a nuestros pueblos. Al Sub le dimos la misión de traernos a esta tribuna”, precisó Esther.
En el interior del opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI, que gobernó México por 71 años hasta que fue derrotado por Fox) y también en el gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN, minoritario en el Congreso), las posiciones son poco favorables a la ley indígena, que sin embargo goza de amplio consenso público. Los legisladores temen que su aprobación sin retoques sea el principio de la balcanización de México y el fin del imperio de los derechos individuales, sumergidos en los “usos y costumbres” comunitarios y aborígenes. A estos adversarios se refirió Esther. “Los que no están ahora ya saben que se negaron a escuchar lo que una mujer indígena venía a decirles”, sostuvo. “Nadie tendrá por qué sentirse humillado, agredido, rebajado porque yo ocupe hoy esta tribuna.”
El comandante Tacho centró su discurso en el valor de la palabra cumplida y que cuando termine la negociación sobre “bienestar ydesarrollo”, “democracia y justicia” y “derechos de la mujer” pactadas en 1996, “se acaba el diálogo porque allí se acaban las causas del conflicto que comenzó en 1994”; el comandante David relató cómo sobrevivieron los últimos 500 años resistiendo la imposición de culturas, y el comandante Zebedeo describió la miseria en la que viven. Tacho, quien cerró la presentación de los zapatistas, criticó el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica aduciendo que ese acuerdo ignoraba las diferencias. Las diferencias que, si se sanciona como los zapatistas esperan, consagrará entre indígenas y mestizos la ley de San Andrés.

 

Claves

Ayer fue recibido con aplausos en el Congreso mexicano y con posteriores parabienes del Ministerio del Interior el anuncio que hizo la comandante Esther de que el EZLN reanudará el diálogo con el gobierno.
La sociedad mexicana consideró un hecho histórico sin precedentes que se permitiera a los cuatro comandantes zapatistas defender desde el mismo podio de la Cámara de Diputados la ley de Derechos Indígenas redactada en los acuerdos de San Andrés Larraínzar de 1996.
La sanción de la ley indígena es la principal condición impuesta por los zapatistas al presidente mexicano Vicente Fox para llegar al desarme de la guerrilla cuya acción comenzó en Chiapas en 1994.

 

OPINION
Por Jorge Edwards *

Políticas indígenas

La inquietud en las regiones mapuches del sur de Chile, la marcha de Chiapas, la polémica entre el subcomandante Marcos y la clase política y empresarial mexicana son sucesos relacionados, importantes, de proyecciones largas. Nosotros, aquí en Chile, tendemos a pensar que somos, a diferencia de los países de más al norte, un pueblo homogéneo, sin mayores diferencias culturales, sin problemas de integración. Es una ilusión que comenzó en los años de la República Conservadora, desde la década de 1830 en adelante, y que todavía sigue.
México, a diferencia de nosotros, tuvo a lo largo del siglo XX una etapa de indigenismo, de algo que podría llamarse toma de conciencia de las realidades no españolas, no europeas. Basta pensar en los grandes murales de Diego Rivera y de José Clemente Orozco, inspirados en una revisión de la conquista y en una crítica acerba de la acción de los conquistadores y de la Iglesia católica. Todavía recuerdo a un cura español con una cruz que remata por abajo en una lanza de acero y que se clava en la espalda de un indio, figura central de una de las pinturas murales de Orozco más conocidas. Da la impresión, sin embargo, de que todo esto fue más bien una retórica, un gran alarde y un gran gesto de los primeros revolucionarios mexicanos más que una verdadera proposición política.
En sus declaraciones de los comienzos de la sublevación de Chiapas, el subcomandante Marcos se proponía derribar la fortaleza en apariencia inexpugnable del PRI. El asunto tenía una lógica estricta. La revolución mexicana, convertida en institución, con régimen de partido único, dictadura disfrazada o, como dijo Vargas Llosa, dictadura perfecta, se había olvidado por completo de los pobres y de las minorías indígenas. Se daba prioridad al desarrollo económico de algunos sectores del país, con la idea clásica de un “derrame” de riqueza en un futuro indefinido, y se mantenía la estabilidad por medio de la corrupción y de la mano dura.
El levantamiento de Chiapas fue una consecuencia inevitable y una advertencia muy seria, no sólo para México, sino para todo el mundo latinoamericano. Es una paradoja que Chile, antípoda de México en más de algún aspecto, se vea enfrentado ahora a uno de los conflictos indígenas más serios de América del Sur. Es, también, una razón para reflexionar y para tratar de ir más lejos. El México de los comienzos de la Revolución tuvo una política indígena y terminó por abandonarla, con las consecuencias que están a la vista. El Chile moderno, en cambio, fue engañado por una especie de ilusión europeizante.
Como ocurre en casi todos los conflictos modernos, el tema es muy antiguo, tiene una larga historia. Es el resultado de situaciones arrastradas a lo largo de años y décadas y que nunca tuvieron una solución de fondo. Si llevamos el análisis a un extremo, se podría sostener que el imperio español, a su modo, dentro del contexto de la época, con todo el dogmatismo de los tiempos, tuvo una política frente a los indios americanos. Hubo un esfuerzo organizado de asimilación, de educación religiosa, de integración a la civilización europea de la época en su vertiente hispánica y católica. El puritanismo anglosajón enfocaba el tema de un modo muy diferente. Mientras los norteamericanos trataban de borrar las culturas indígenas, pero aceptaban perfectamente que los indios, como personas, olvidados de su pasado, sometidos a las nuevas leyes y las nuevas costumbres, se convirtieran en ciudadanos de los Estados Unidos, los colonizadores españoles, civiles y religiosos, ensayaban formas inéditas de sincretismo.
El subcomandante Marcos, después de la marcha de su gente desde Chiapas hasta el Distrito Federal, exigió hablar frente al Congreso Pleno de México. Es un reconocimiento suyo, después de todo, de la dignidad y de la fuerza de una gran institución europea –el Parlamento–, trasplantada con dificultades, con tropiezos y retrocesos, en América indígena. Si estas instituciones de la vieja Europa hubieran echado verdaderas raíces entre nosotros, habría representantes de las minorías indígenas en nuestros parlamentos en la diplomacia, en los gobiernos, en los ejércitos. Nos encontramos a veces, por ahí, con un nombre zapoteca, mapuche, aymará, pero parece que sólo estuvieran de muestra, como excepciones que sólo confirman la regla contraria. La fuerza con que han entrado en estos años los norteamericanos de origen africano en la vida pública de su país es incomparablemente mayor, aun cuando todavía subsistan focos importantes de segregación.

*Escritor chileno, último premio Cervantes de Literatura.

 

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