Por Suzanne Goldenberg
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Desde Ramalá
Yasser Arafat se enfrentó
ayer a nuevas presiones internacionales para terminar con la Intifada
palestina que ya lleva seis meses, mientras visitaba el lugar atacado
con misiles por los israelíes en los cuarteles de su equipo personal
de guardias de seguridad. El ataque efectuado por helicópteros
artillados en Ramalá sobre Fuerza 17 confirmó la reputación
de la unidad como la más selecta de la docena o más de organizaciones
de seguridad en Cisjordania y Gaza. Subrayando el hecho, ayer Arafat se
bajó de su helicóptero y marchó directamente hacia
una guardia de honor de Fuerza 17, vestidos con uniformes oliva y boinas
negras. Mientras saludaba, una banda tocaba el himno palestino.
Arafat dijo que la intifada continuaría hasta que la bandera
palestina flamee sobre las paredes, iglesias y mezquitas de Jerusalén.
En los últimos días, el primer ministro israelí,
Ariel Sharon, acusó regularmente a la Fuerza 17 y por extensión
a Arafat mismo de los ataques en las carreteras contra los colones
judíos, e indirectamente de los ataques con bombas dentro de Israel
de los que se han hecho responsables grupos militantes como Hamas y el
Jihad Islámico. A comienzos de este mes, los oficiales militares
israelíes dijeron que habían establecido un vínculo
entre el comandante de Fuerza 17 en Cisjordania y las emboscadas a lo
largo del camino que une Jerusalén y Ramalá en las que murieron
ocho judíos motoristas. En la Franja de Gaza, los israelíes
acusan a Fuerza 17 de montar ataques con morteros.
El 14 de febrero, helicópteros artillados israelíes dispararon
una andanada de misiles a un automóvil de un coronel de Fuerza
17 en la Franja de Gaza, el segundo miembro de la fuerza que fue muerto.
Otro miembro de la fuerza fue muerto por disparos de las fuerzas israelíes
en choques ayer en la Franja de Gaza, donde también murieron dos
jóvenes palestinos. Fuerza 17 surgió a mediados de la década
de 1970 y tomó el nombre de una extensión telefónica
de su fundador, Ali Hassan Salameh, en los cuarteles palestinos del barrio
Fakhani de Beirut occidental. Para los palestinos, Salameh fue una
figura legendaria. Casado con una reina de belleza libanesa coronada Miss
Universo, inspiró un personaje en la novela de John le Carre, La
chica del tambor. Para los israelíes era unos de sus enemigos más
peligrosos: el hombre responsable de los ataques a sus atletas en las
Olimpíadas de Munich de 1972. Fue asesinado por un coche bomba
israelí en 1979. Pero la fuerza que creó, sobrevivió:
una unidad comando con una lealtad incuestionable hacia Arafat y otros
líderes de su movimiento Fatah.
Después de tres meses de entrenamiento físico y de armas,
los miembros de Fuerza 17 son enviados a destinos lejanos de sus ciudades
natales y aislados de los miembros de sus familias para asegurar su total
lealtad al líder palestino. Cuando Arafat regresó a Gaza
en 1994, 300 soldados de Fuerza 17 llegaron también, y este núcleo
de veteranos endurecidos en la batalla, venidos del Líbano, sigue
siendo el centro de la milicia, que se cree está compuesta por
3500 personas.
Mahmour Damara, el jefe de bajo perfil de la guardia presidencial de Arafat
en Ramalá, describe a sus hombres como el primer círculo
de defensa alrededor del líder palestino. Los israelíes
claramente apuntan al presidente Arafat y a Fuerza 17, dijo Damara
ayer, de pie ante los destrozados edificios de la unidad. Pero esperamos
cualquier cosa de ellos. Este es un gobierno de guerra. A su vez,
los militares israelíes declaran que Damara proveyó a los
miembros de su fuerza con armas y definió las políticas
para los ataques terroristas. Damara niega este rol. Nuestro deber
es defender al presidente, dijo a la agencia de noticias Associated
Press.
Pero a pesar de la reputación de Fuerza 17, muchos de sus nuevos
reclutas son de mucho menor calibre que lo que imagina Israel. Afuera
de una oficina de Fuerza 17 en la vecina Beituniya ayer, había
un único centinela: Ibrahim al-Nafar, un muchacho flacucho de 18
años vestido en ropas civiles. El joven de Gaza, que recibe un
sueldo de 230 dólares más hospedaje y comida, dijo que lo
habían dejado atrás cuando se les dijo a sus camaradas que
se dispersaran por temor a que los israelíes continuaran los ataques.
Arafat, cuyas apariciones en Cisjordania han sido escasas desde que comenzó
la intifada, estaba ayer de un humor desafiante. Pero enfrentó
un nuevo llamado del presidente norteamericano George Bush condenando
a los terroristas suicidas que provocaron los ataques aéreos sobre
Ramalá y Gaza. El líder palestino debe hablar pública
y enérgicamente en un lenguaje que los palestinos puedan comprender
para condenar la violencia y el terror, dijo Bush. Pero una amenaza
de una mayor escalada de violencia fue hecha por Ahmad Helles, el secretario
general del Fatah en Gaza. Si atacan a nuestras ciudades y a nuestros
civiles, entonces cada lugar de Israel es un blanco legítimo para
nuestro combatientes, dijo en una manifestación.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12
Traducción: Celita Doyhambéhère
DIA
TAWIL, QUIEN SE VOLO A SI MISMO EN JERUSALEN
Cómo se fabrica un kamikaze
Por S.G.
Desde
Ramalá, Cisjordania
Para los Tawil, una familia
no particularmente religiosa de profesionales de clase media, la noticia
de que su hijo Dia, de 19 años, era el atacante suicida que se
voló a sí mismo en Jerusalén llegó como un
shock. Ayer, en una manzana de edificios de departamentos en Ramalá,
Cisjordania, envuelto en enormes pancartas con el rostro del muchacho
y las banderas verdes de los fundamentalistas islámicos, su madre
sollozante recibía sentada a una larga fila de deudos. Iba
a cumplir 20 años el 26 de abril. No había visto nada de
la vida aún decía su hermana Nida. Nunca supe
lo serio que era cuando decía Adoro a la gente que hace estos
atentados por su país y entrega su alma a Dios. Yo solía
decirle: ¿Tendrías el coraje?. Para la
penuria de su familia pero también para su orgullo
lo tenía.
Luego de volverse crecientemente religioso en sus últimos años
en la escuela secundaria, Dia se unió secretamente a Hamas y abandonó
su objetivo de completar el curso en ingeniería eléctrica
que seguía en la Universidad Bir Zeit, para volverse un terrorista
kamikaze. El único indicio de un cambio fue su agitación
creciente en las batallas diarias que se libraban frente a la casa de
la familia cerca del hotel City Inn, una esquina que ha producido una
de las cifras más altas de bajas de la Intifada en la acción
de los francotiradores del ejército israelí desde edificios
a medio construir contra los pistoleros y tirapiedras palestinos. Desde
nuestra casa podíamos verlo todo, y él se enfurecía
si veía que lo alcanzaban a alguien dijo la hermana.
Ese chico de nueve años al que mataron mientras estaba sentado
en una habitación: cuando él vio eso en TV, le vino un ataque
de nervios y lloró por una hora. Y dijo: No quiero volverme
loco pero me están forzando a volverme loco.
El martes, su hermano se ajustó un cinturón de explosivos,
caminó hacia la parada del bus número 6 en French Hill,
un asentamiento judío en el norte de Jerusalén, y se hizo
explotar. Otro atentado kamikaze, ocurrido anteayer en el centro de Israel,
había matado a dos niños que iban a la escuela y había
herido a otro, pero Tawil sólo logró matarse a sí
mismo, aunque hirió a más de 30 personas. Sin embargo, en
su pueblo natal, Tawil ya era ayer un héroe. Su imagen adornaba
la oficina central del barrio AlBireh y un video suyo era expuesto por
la televisión palestina. Tawil estaba en la vanguardia de la nueva
ola de atentados suicidas planificada por el ala armada del movimiento
islámico Hamas, que amenaza con la presencia en Israel de otros
siete aspirantes a mártires dispuestos a seguir su suerte.
Nida Tawil, que estudió en Florida durante dos años, puede
entender por qué, desde fuera de la sociedad palestina, los demás
pueden ver el último acto de Tawil con odio. Pero agrega que fueron
los hechos de los últimos seis meses los que lo llevaron a matar
civiles. Cuando alguien se pregunta por qué mató a
civiles, yo digo: ellos (los israelíes) también matan a
civiles. Entonces, ¿por qué lo que hacemos nosotros es un
crimen y lo que ellos hacen no?
DEBATE
Por Edwin Yabo *
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Del estado de la palabra
Con una mezcla de disgusto y dolor, leímos el artículo
Del estado del Estado de Israel firmado por el poeta
Juan Gelman y publicado en estas páginas el pasado domingo
18/3, sobre las circunstancias que rodearon su arribo al aeropuerto
Ben Gurion cuando visitó Israel recientemente. Dolor, porque
como Embajada del Estado de Israel hubiéramos preferido que
haya sido otra la sensación de Gelman al llegar a nuestro
país, y disgusto, porque el lector pasa del relato de una
injusticia tal vez cometida contra el señor Gelman a ser
testigo de otra injusticia cometida por él mismo. La injusticia
de la generalización, de la comparación que surge
del enojo, de la maldición que no es otra cosa que la palabra
mal dicha.
En el supuesto caso que los hechos hayan sucedido como Gelman los
relata, el artículo hubiera debido titularse Lo que
me pasó en Israel y no El estado del Estado de
Israel.
El judaísmo le otorga a la palabra una fundamental importancia.
Fundamental, porque según las escrituras Dios
no creó al mundo agitando una vara ni utilizando otros efectos
especiales. Simplemente dijo: ... y se hizo.
La palabra tiene en el judaísmo un valor que nos sobrepasa,
un poder no ordinario, muchas veces oculto. Con la palabra se crea
y se destruye. Desde el comienzo de la historia hasta nuestros días,
sobre las espaldas de los escribas de los rollos de la Torá,
pesa la responsabilidad de no cometer errores en su tarea de copiado,
ya que el cambio de una sola palabra puede resultar en la destrucción
del mundo. Este respeto por la palabra hace que la polémica
y la discusión de textos e ideas sean parte de la cultura
judaica. En una misma página del Talmud son capaces de convivir
opiniones opuestas de distintos exégetas. La misma página,
no en otra, ni en otro libro.
Este es el verdadero sustrato de la democracia israelí moderna.
El respeto por la idea ajena está atávicamente presente
en las bases de la cultura civil de la sociedad israelí.
La democracia del Estado de Israel, activa, vibrante, imperfecta
también, se traduce en un parlamento pluralista que incluso
da lugar a voces de quienes están en contra del propio Estado.
El poder judicial es la institución con más credibilidad
del país. Su compromiso con la libertad y la justicia ha
sido uno de los factores que explica la inaudita posibilidad de
una democracia sin constitución o carta magna.
Teniendo en cuenta lo expuesto, resulta un exceso de imaginación
lo que sospecha Gelman, que el Estado de Israel a falta de
otros problemas se dedica a revisar las ideas de sus dos millones
de visitantes anuales (muchos de ellos en peregrinaje, provenientes
de países hostiles o que no tienen relaciones con Israel).
Sin perjuicio de que tal vez Gelman haya sido víctima del
mal proceder de algún uniformado (sic), la democracia se
caracteriza también por la aplicación de la ley sobre
todos. No existen personas por encima de la ley, ni el presidente,
ni el primer ministro, ni los ciudadanos, ni los policías
ni tampoco... los poetas. No existe contradicción alguna
entre democracia y que un uniformado solicite documentos identificatorios
antes o después del control de pasaportes.
Si no fuera porque las palabras son el arte y oficio del señor
Gelman sus aseveraciones serían menos dolorosas. Al cambiar
las palabras se ha destruido el mundo. Al variar su debido significado,
todo da igual. Todo puede ser llamado por el mismo nombre y calificado
con el mismo adjetivo. Es así como se llega a que gris es
negro (porque hay blanco o negro nada más) y se pone a Hitler
junto a Stalin y a un guardia israelí. Problemas con la policía
resultan en persecución ideológica, la denuncia de
una azafata remite a crímenes de genocidio, y se pasa de
la Rusia zarista y el asesinato de judíos al problema palestino
israelí.
La disyuntiva no está entre ser perseguido o perseguidor
como indica en su artículo Gelman. Estas no son
las opciones del ser judío. No somos o fuimos perseguidos,
alguien nos persiguió y tenemos el derecho de que no nos
persigan. Por otro lado tenemos el derecho a defendernos y de que
por ello no seamos tildados de perseguidores. Según el señor
Gelman, el permitir que se nos masacre con bombas suicidas en los
autobuses, que disparen sobre nuestras casas, que nos ataquen con
coches bombas, serían políticas que tendrían
más que ver con el judaísmo. Pero otros pensamos distinto:
tenemos derechos a no extrañar al ghetto zarista ni a los
cosacos y tenemos derecho a que Gelman nos crea verdaderamente judíos
también.
Nadie confunde opiniones o críticas al Estado de Israel con
antisemitismo, como presupone Gelman. Pero el artículo revela
más que una opinión o una crítica
la intención de denostar y generar daño y confusión.
Que un poeta asegure que el Estado de Israel tiene políticas
genocidas es malversación de fondos en un administrador,
abuso de poder en un político, mala praxis en un médico.
En Israel no existen políticas de exterminio. Sí tenemos
un conflicto armado, duro y sangriento donde sufrimos palestinos
e israelíes y se trabaja con tenacidad en el arduo camino
de la negociación.
Gelman escribió su artículo; el daño ya está
hecho. No hay juzgado que condene las malas comparaciones y las
adjetivaciones ofensivas.
* Primer secretario de la Embajada de Israel para asuntos de
prensa y cultura.
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