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ESTRENOS DE LA SEMANA

“SALUZZI”, NOTABLE OPERA PRIMA DE DANIEL ROSENFELD
Un bandoneón por el mundo

El documental dedicado a
Dino Saluzzi asume los mismos riesgos formales que la música del gran bandoneonista y compositor salteño.

La música del bandoneonista Saluzzi abre su propio camino.
El film lo sigue en su recorrido geográfico y artístico.

Por Luciano Monteagudo

Descubierta en el Forum del Cine Joven de la Berlinale 2000 y luego exhibida en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos es un documental infrecuente en el panorama local, un film que no da nada por cierto o definitivo. El carácter amplio, abierto en todo sentido de la ópera prima de Daniel Rosenfeld (27 años) queda expresado en el comienzo mismo del film. Un silencio tenso, expectante acompaña la imagen de unas partituras en blanco, que parecen caminos por recorrer. De pronto, una pluma aparece en el plano y tiembla, duda en estampar la primera nota, la huella inicial.
“Hay una cosa primera: no se puede asegurar absolutamente nada antes de la obra”, dirá más adelante Dino Saluzzi, el excepcional bandoneonista y compositor a quien está dedicado el film. “El arte siempre es riesgoso.”
Sobre esta premisa, Rosenfeld construyó alrededor de la figura de Saluzzi un film que evita deliberadamente la biografía de su protagonista –aquello que hubiera hecho de la película un documental convencional, prosaico, como tantos– para correr esos mismos riesgos, para ir en busca del acto creador, del momento en que se produce un extraño estado de comunión con el público o de los motivos conscientes e inconscientes que están en el origen de su música.
El documental de Rosenfeld consigue algo más aún. De una manera muy sutil, con gran discreción, sin alardes de ningún tipo, el film va buscando su forma un poco de la misma manera con que Saluzzi busca la forma de su música. Saluzzi, como Saluzzi mismo, comienza a trabajar a partir del silencio y a partir de allí va creciendo en apuntes, digresiones y colores, hasta irse homologando poco a poco a su objeto de estudio, a las composiciones plenas de matices de este músico salteño que borra constantemente las fronteras entre folklore, jazz y tango. Le basta con seguir siempre su propio camino, un poco como va señalando la película cuando lo sigue de una ciudad a otra y lo acompaña no sólo en la ruta sino también en sus sueños.
De pronto, un árbol, un paisaje, una figura humana que asoman en color –en un film en el que casi la mitad de su metraje está registrado en un bellísimo blanco y negro– sugieren en medio de Europa de qué manera Saluzzi tiene presente sus raíces salteñas. Y así como Rosenfeld lo había seguido antes por el circuito de conciertos y festivales europeos, también acompaña a Saluzzi en su vuelta al pago, en su visita al pueblo de Camposanto, en la provincia de Salta, donde el músico se reencuentra con sus hermanos para ensayar una nueva composición denominada, justamente, “Saluzzi Familia”.
Allí Saluzzi no sólo ejecuta de manera más íntima su bandoneón –del cual en algún tramo también se queja burlonamente, por su peso excesivo y por sus dificultades de ejecución– sino también comparte una fiesta pueblerina con su gente, una procesión religiosa o una charla distendida en familia. Son muy pocos los momentos en que Saluzzi se dirige directamente a la cámara; prácticamente uno solo, cuando acompañado apenas por su bandoneón va repasando los distintos estilos que determinaron la identidad del instrumento, al cual él también le aportó una marca distintiva. Por lo demás, Saluzzi siempre deja que la música hable por sí misma y que el film se convierta en su mejor aliado: Rosenfeld parece saber siempre cuál es el mejor lugar para poner la cámara para que así sea.

PUNTOS

 


 

“HOMBRES DE HONOR”, DE GEORGE TILLMAN JR.
Reto al destino fuera de época

Por Martín Pérez

Allá lejos y hace tiempo, el film Reto al destino grabó en la memoria cinéfila el rito del sargento más malo que el demonio y el recluta a merced de sus caprichos. Pero sólo por el bien común. O sea: para que el recluta sea un buen soldado, o –en aquel film– un buen oficial. Y así servir mejor a la patria, o -.también con respecto a aquel film.- casarse bien casado, y así ser felices y comer perdices. En aquella película, la víctima del ejército era blanca, mientras que el sargento malo era negro.
Lo primero que hace la épica y correctísima políticamente Hombres de honor es invertir los papeles en semejante pareja: aquí el recluta a martirizar es negro, el ascendente Cuba Gooding Jr., estrella desde Jerry Maguire. Y su jefe blanco es nada menos que Robert De Niro, encarnando nuevamente –como lo viene haciendo en los últimos tiempos– a una caricatura antes que a un personaje.
Sobre los hombros de sus dos actores principales es que se apoya el film de George Tillman Jr., una producción de Bill Cosby que cuenta la verdadera historia de Carl Brashear, el primer hombre de color en formar parte de los buzos de la marina de Estados Unidos. Comenzando como corresponde por la heroica infancia de Brashear, el film se aferra al recuerdo de un padre sacrificado e inflexible, pero capaz de inspirar a su hijo para que sirva –cuándo no– a su patria. Y no regrese jamás al infierno de donde pudo escapar gracias a las sonrisas de sus reclutadores.
Pero sus sueños dentro del ejército son limitados: por entonces los negros dentro de la marina sólo podían aspirar a la cocina o a ser asistentes de oficiales. Claro que el viejo código del soldado estará de lado del buen Carl y su decisión lo llevará a retar su destino frente al heroico pero indisciplinado personaje encarnado por De Niro, quien lo hará lo que puede llegar a ser.
Anacrónica en su heroísmo y conservadora a la hora de plantear la lucha entre lo nuevo y lo viejo dentro del ejército –pese al racismo del estado inicial de las cosas, el progreso es presentado apenas como un cruel eficientismo–, Hombres de honor pretende ser un clásico, pero termina siendo apenas un film totalmente fuera de época.

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