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el Kiosco de Página/12

Ya llegaron a Quilmes
Por Osvaldo Bayer

Mi Buenos Aires querido. Llegué de la vieja Europa. Me fui a dormir para superar la diferencia horaria. Cuando desperté mis pies tocaron el frío del agua. Mi casa se había inundado. Agua con barro y un olor insoportable. Todo pegajoso. Una recepción acomodada a nuestra realidad. Inundaciones eran las de antes. Me acuerdo cuando tenía siete años, en la misma calle Arcos. Por la calle de tierra bajaba un torrente de agua que parecía un arroyo. Agua limpia que causaba la algarabía infantil. Cruzábamos el torrente y salíamos con los pies limpios. Hoy es barro y agua podrida, si bien la calle está asfaltada. Y eso que todos nuestros representantes hablan de ecología en sus programas de gobierno. El cambio de condiciones ecológicas me dio la bienvenida a mi viejo barrio y a mi joven país. En patas embarradas me fui a la cocina a hacerme un café y puse la radio. Hablaban permanentemente de un salvador llamado López Murphy. Comentaristas y oyentes estaban exultantes. Se notaba una nueva euforia argentina. En el trasfondo se oían gritos aislados de ¡Murphy. Murphy! Sonaba a salvador, al “estamos salvados” propio de nuestra clase media, de fe firme en los providenciales. Un razonamiento algo evangélico, bien argentino, que parte del corazón o del miedo.
Recorrí lugares pero ya al anochecer el elegido había cambiado. Cavallo, Cavallo, era la consigna.
Me senté en un banco de plaza llena de perros y sus digestiones, cuando pasó una pareja que comentó una noticia oída en la radio: las ratas ya llegaron a Belgrano.
Podría haber pensado en ese momento: no falta mucho para que lleguen a la Rosada, si ya no han llegado. Pero me sonó a pesimismo. Franz Kafka tal vez lo hubiera escrito. Con su pesimismo fatal pero realista: ratas en la Rosada. Dejémolas por el momento en Quilmes, Kafka. Respetemos la Constitución, el Pacto de Olivos y a nuestros representantes elegidos por el pueblo (y también a los colados). En Diputados y el Senado se gritaba y se gritaba y luego se votó por el sí. Los hinchas de fútbol son más honestos, me dije, todavía pesimista y sin comprender mucho a la llamada política argentina (antes se le decía “política criolla”). Del maremágnum sobresalió Cavallo y ganó Cavallo. Y todos se fueron a dormir o a ver Venezuela-Argentina. Menos Cavallo. Un día agitado.
El 24 de marzo quedé conforme con mi Argentina. Un sector de la población, la que sigue marchando, ocupó la Plaza de Mayo y repudió a Videla y a sus torturadores, 25 años después. Se habló de los crímenes, de la estafa económica y de la actualidad donde la miseria y las ratas han llegado a Quilmes y avanzan sin prisa pero sin pausa, desde hace medio siglo o más. Se repudiaron los crímenes de la indignidad, el ser humano reducido a un guiñapo, época en que un señor gordito y calvo ocupó un lugar clave en el Banco Central para dar a los ricos con manos llenas mientras a su lado se mataba a estudiantes y obreros. Cuando el 24 se llenaba la Plaza de Mayo, en los salones de la Rosada los hombres del poder saludaban como salvador al mismo gordito calvo que había dado el golpe de banca en el tiempo de las cárceles llenas. Más, ahora se lo veía mejor aún, salvador, salvador. Otra vez, nuestros notables lo ponían en el trono. Mientras los hombres votados le sonreían sonrojados y le corrían la alfombra hacia adelante. En esos días nadie, ni siquiera los obispos, pronunciaron las palabras Etica, Dignidad, Dios y la Patria os lo demanden. Sólo dijeron amén. Cavallo, Cavallo, el rápido de la dictadura, ahora, el salvador de la democracia. Una carrera sin obstáculos. El presidente De la Rúa permaneció pálido. Los que lo votaron lo miraron esperando explicaciones. Pero también la democracia argentina es así. Política no es Etica, para los profesionales. Política es meramente lograr el poder o mantenerse en el poder. Hace poco una profesora universitaria protestó con voz airada porque existían opiniones que comparaban a la dictadura procesista con esta democracia. Y con razón decía que esa comparación era un pecado. Sí, lo es. Pero ésta no es una democracia, es apenas una democracia argentina. Entonces, no hay que comparar dictadura con democracia, sí, pero sí hay que decir con voz bien alta que a esta democracia hay que democratizarla. No hacernos los burros y los ciegos ante las coimas del Senado o ante los negociados de Moneta y sus amigos del poder, todos los cuales van a volver a ser candidatos. Apenas, un ejemplo. No, así no. Hay que acabar con el sistema de los dos partidos que desde 1916 se reparten el poder por turno. Ya basta. Han desaprovechado todos los tiempos. Hay que crear fuerzas nuevas y una Constitución que limite los mandatos no como la de Alfonsín-Menem. Limitar los mandatos a un solo período. Acabar con el político profesional. Ningún gobernante puede traicionar su programa por el cual fue votado; si lo hace, tiene que irse. Mañana nos van a meter de ministro del Interior al caralisa Rico y de ministro de Educación al torturador Patti. La letra con sangre entra. Todos aquellos que tienen antecedentes de haber colaborado con dictaduras o con gobiernos que manejaban fuerzas asesinas -.como el de las Tres A– no pueden aspirar a ningún cargo, ni nombrado ni electo. Hay que terminar con la elección de candidatos a dedo en la acostumbrada política de comité. Partidocracia, no; democracia con Etica y dignidad, sí.
Anote el lector la democracia que sufrimos hoy: hace una década denunciamos en el film Panteón militar que el retrato de Videla seguía colgado en el Colegio Militar como ejemplo a seguir por los futuros oficiales. Ni Alfonsín ni Menem ni De la Rúa fueron capaces de hacer retirar esa ignominia del lugar donde se enseña a los próximos oficiales. Ahora, por una gestión del CELS parece que lo irían a retirar. Cuando, de tener vocación democrática, no sólo el director del colegio sino todos los profesores -.muchos de los cuales son civiles– tendrían que haber bajado el macabro retrato del inventor del método de desaparición de personas y del robo de bebés. El radical Jaunarena no se dio por aludido ni tampoco Balza en sus tiempos. Pobre democracia. Un hecho que deja a las claras la hipocresía de nuestros demócratas, su cobardía, sus miedos, su arribismo, su falta total de coraje civil. Tampoco pueden ser nuestros representantes los hombres sin moral. Los que defendieron en el Congreso las leyes que llevaron a la protección de los criminales más feroces de nuestra historia. Esos diputados y senadores que tomaron los argumentos de los propios SS acusados en el juicio de Auschwitz: obediencia, para traicionar a nuestra República y enlodarla juntando la Biblia y el calefón. Hoy son ministros, presidente, legisladores, representantes de nuestra justicia.
Discépolo nos entregó nuestro verdadero himno, no aquel del grito sagrado: Libertad, ni el del increíblemente bello verso de: “Ved en trono a la noble igualdad”.
Defender a la democracia, por supuesto, pero limpiándola de los que roen sus raíces. No nos quedemos en Quilmes. Avancemos en la sagrada rebeldía. Los gansos de cogote duro no nos protegerán de las ratas.

REP

 

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