Un blindaje llamado
Domingo
El regreso de la campaña permanente. La escenografía dispuesta
por el
Superministro. Una oferta al Frepaso. Ruckauf, el canciller, Alfonsín
y
Chacho en medio del terremoto. En tiempos de Cavallodependencia.
Domingo Cavallo se reunió con el español José
María Aznar y emprenderá vuelo al Canadá. Para
no ser menos Fernando de la Rúa convocó a Raúl
Alfonsín, Carlos Menem y Carlos Alvarez y ya se está
yendo a por el Papa Juan Pablo II. La agenda del superministro es
abierta pero está claro que en estos días volverá
a colmarse. Pues bien, el Presidente aspira a no ser menos: verá
al primer ministro italiano, de visitante, y pronto recibirá
de local al francés Lionel Jospin.
Somos Cavallodependientes describe aliviado, atónito,
curioso un funcionario de primer nivel del Ejecutivo. Los
creativos que asesoran al Presidente reformulan a su modo esa lectura:
si se entregó el poder, que no se note. El entorno familiar-publicitario
ha regresado a su mayor berretín: la campaña permanente.
La instalación de la imagen presidencial, dirían los
Agulla boys. La ratificación de su liderazgo, prefería
el propio De la Rúa. Es, diría Joan Manuel Serrat,
el juego que más les gusta. Pese a su obstinación
es casi imposible aceptar que es el que mejor saben. Los resultados
que han venido obteniendo con esa tozuda táctica vienen siendo,
por decir lo menos, poco felices.
El vértigo de los acontecimientos a veces lo disimula o complejiza,
pero lo cierto es que el actual gobierno tiene recurrentes patrones
de conducta, producto seguramente de su inestabilidad institucional
y de las características temperamentales del Presidente.
La conducta más recurrente es el tránsito sin
escalas del pánico a la soberbia autosuficiente (o
viceversa) casi sin escalas. Ocurrió con la crisis que desembocó
en la renuncia del vicepresidente, omnipotencia primero, miedo después.
Produjo recidiva cuando el blindaje hizo sentir a los ocupantes
de la Rosada en estado de gracia tras el terror del default. Y vuelve
a ocurrir ahora cuando, tras el terror de caer en cesación
de pagos, surge un nuevo blindaje hecho de carne y hueso. Macizo,
calvo, de penetrantes ojos celestes.
Números que
duelen
En el entorno presidencial sueñan competir, foto contra
foto, contra Supermingo. Convocamos a los gobernadores, a
los ex presidentes, lanzamos el subsidio a jefes de hogar, conseguimos
que Moyano levantara el paro, se ufanan los allegados al Presidente
y fantasean de estar disputando el centro de la escena.
La experiencia indica que esa táctica, que una y otra vez
emprende el disco rígido delarruista, está condenada
al fracaso. Las encuestas en esto no difieren las que maneja
el Gobierno y la que se publica en la página 6 de esta edición
fotografían un campo de distancia entre la imagen de Cavallo
y la de De la Rúa. Nadie cree que los poderes especiales
se otorgaron al Presidente. Es más: muy pocos ciudadanos
hubieran estado de acuerdo en esa delegación como sí
están con la derivación de facultades a Mingo.
Ciertos funcionarios de primer nivel celebraron casi a gritos una
encuesta de Gallup que dejó muy abajo en imagen a los frepasistas
Alvarez y Aníbal Ibarra. Tal vez no advirtieron que según
ese sondeo la buena imagen nimba sólo a Cavallo y a
los presidenciables del peronismo: Carlos Ruckauf, Carlos Reutemann,
José Manuel de la Sota. Y que el otro prestigio fuerte, que
esa consulta no midió, es el de Elisa Carrió puesta
en marcado rol opositor.
Los consultores cercanos al Presidente sudaron frío cuando
analizaron otros números: los de la elección de Catamarca
del domingo pasado. La Alianza ganó, pero sufrió una
fenomenal merma de votos en la capital provincial. La interpretación
de los analistas de la Alianza es que las ciudades reflejan más
el estado medio de opinión de la Argentina y son el punto
fuerte de la coalición gobernante. El interior provincial
es más manejable vía el clientelismo político.
O sea la Alianza perdió peso en loque fue su puntal en 1997
y 1999 y zafó de perder gracias a los rebusques del clientelismo.
Rebusques que sólo maneja en 7 de los 24 distritos electorales,
lo que le augura un futuro muy opaco.
Casi no hacen falta números sino un mínimo sentido
común para percibir dónde están el poder político
y el consenso en estos momentos. No precisamente en la Casa Rosada
o en la residencia de Olivos. Tampoco en el Congreso, que tras
insufribles megasesiones que poco favor le harán a su prestigio
le dio a Cavallo menos de lo que pedía pero casi todo lo
que quería. Los parlamentarios tendrán de ahora en
más un año sosegado, aliviados de los agobios que
implica gobernar. Podría usarse para describir su futuro
inmediato aquella metáfora de la figura decorativa
si no ocurriera que muchos representantes del pueblo y de las provincias
son entre antiestéticos e impresentables. Las imágenes
de TV, sus discursos con escasas pero ostensibles excepciones
(Carrió, Raúl Baglini, Oscar Lamberto, los más
conspicuos) daban entre vergüenza ajena y pena.
El estilo es el hombre
Se fue a España, volvió, pasó por el Congreso
un par de veces. Indultó a los senadores justicialistas de
las sospechas por las coimas que lubricaron la reforma laboral,
se pronunció contra la judicialización de la
política (una movida que encontró catatónicos
a sus aliados frepasistas). Presentó un libro de su autoría.
Anunció un blanqueo fenomenal. Reducirá los encajes
bancarios. Regañó en público a los banqueros
más poderosos. Y, dicen algunos progres de la Alianza que
lo alientan desde la tribuna, que no trepidará en exigir
bajas de tarifas a las privatizadas de servicios públicos.
Está en todas partes y en todos los detalles. El martes,
en medio del fárrago parlamentario, presentó a su
equipo. Lo hizo rodeado también por integrantes del gabinete.
Los dispuso a su alrededor en forma de U, los que ya estaban de
un lado, el staff entrante del otro. Y se encargó, minucioso,
de mandar poner un sticker en cada silla indicando quién
la ocuparía. La liturgia sugería afectos o importancia
directamente proporcionales a la cercanía física con
el Superministro. En el gobierno Chrystian Colombo quedó
al lado, luego dos de la tropa cavallista, Armando Caro Figueroa
y Carlos Bastos. A continuación Enrique Olivera, Pedro Pou,
lejos Patricia Bullrich. Mingo y la Piba se conocen desde hace años,
fueron aliados políticos durante el gobierno peronista, pero
ahora el titular de Hacienda recela de la de Trabajo. Le molestó
la jugada que -el mismo día de su jura casi pone a
Bullrich a cargo interinamente de Desarrollo Social. Está
convencido de que Bullrich desea para ella o para algún
sector afín del radicalismo ese ministerio. Cavallo
prefiere allí a un frepasista, si es Marcos Makón
mejor, y se ha dado tiempo para hacérselo saber (entre requirente
e imperativo) a alguno de los chachistas con quien tiene mejor trato.
Por el lado de los economistas la escenografía tampoco tuvo
desperdicio. Marx fue el más cercano, seguido del secretario
de Hacienda Jorge Baldrich. El frepasista Enrique Martínez
quedó a siete sillas de distancia y Débora Giorgi,
ex integrante del equipo Machinea, apenas mejor: sexta.
Todos al borde del
ataque de nervios
El ministro recién llegado desde la oposición es
la mejor (la única, la última) carta del Gobierno.
Por añadidura, quiere ser presidente. Una situación
digna de ser estudiada en cualquier facultad de ciencias políticas
del mundo. Los dirigentes de la Alianza Raúl Alfonsín
y Alvarez incluidos dicen estar más cerca que nunca
de cumplir laspromesas de la Carta a los Argentinos. Una esquizofrenia
digna de ser estudiada en cualquier Facultad de Psicología
del mundo.
Cabe reconocer algo: hasta el más pintado queda al borde
del ataque de nervios tratando de procesar tantos datos nuevos.
La hiperquinesis, el neodesarrollismo, el discurso y las acciones
volcados a la economía real, la centralidad asumidos por
Cavallo. Con contadas excepciones, a oficialistas y opositores se
les han quemado los papeles y a todos les cuesta reencontrar su
lugar en medio del huracán Mingo.
Carlos Ruckauf, aseguran
fuentes aliancistas y alguna del primer nivel de su gobierno, está
francamente preocupado y hasta destemplado. Coinciden en que Cavallo
lo trató con dureza, que no pudo alinear a su tropa en Diputados,
que Duhalde se le está rebelando y armando su juego propio.
Los aliancistas agregan que la provincia (y el Provincia) atraviesan
dificultades económicas muy severas. Los hombres del gobernador
replican que todo está bajo control, que la imagen de Ruckauf
sigue bien alta, que la relación con el hiperministro (manejada
por el presidente del Banco Provincia y ex miembro de su equipo
Ricardo Gutiérrez) es razonablemente buena. En cualquier
caso, queda claro que las versiones sobre la situación financiera
bonaerense preocupan a Ruckauf quien convocó a los corresponsales
de diarios extranjeros para transmitirle su visión de los
hechos y prepara un road show a Estados Unidos para mediados de
mes con fines similares.
Adalberto Rodríguez
Giavarini es conspicuamente menos expresivo que Ruckauf.
Pero quienes lo rodean narran su visible crispación cuando
Supermingo aparece o es nombrado. Cavallo ya le tiró un misil
al número dos de Cancillería Horacio Chighizola. Giavarini
se opuso a que lo removieran, con éxito. Pero Cavallo que
tiene en menos al canciller como economista y le guarda una añeja
bronca porque polemizó con él con energía y
bastante éxito en un programa de Mariano Grondona allá
por 1995 siempre está dispuesto a una revancha.
Raúl Alfonsín
no ha podido recuperarse del shock y como todo el radicalismo acompaña
a Cavallo sin entusiasmo pero sin alternativas. Volvió a
reunirse con De la Rúa pero sin poder derretir la barra de
hielo que se interpone desde siempre entre ellos. Conversó
con el ex vicepresidente con quien conserva buen diálogo
pero con quien no logra articular movidas conjuntas.
A su vez Chacho Alvarez
trata de evitar la diáspora de su tropa (que al cierre de
esta edición producía una de sus primeras catarsis
y sangrías) convencido de que el Frepaso no debe volver
a empezar sino seguir en la Alianza. A su ver, una ruptura
no sería acompañada por los intendentes frepasistas
y significaría un salto al vacío. El camino elegido
es un apoyo crítico, difícil de comprender y transmitir.
El ex vice se reunió con De la Rúa, por quinta vez
desde su renuncia, lo que arroja un módico promedio: una
vez por mes. Alvarez intentó convencer a su ex compañero
de fórmula que si se plasmaba la nueva Alianza
su líder sería Cavallo y no De la Rúa. Que
para contrapesar el poder del hiperministro era necesario reflotar
la Alianza original. De la Rúa asintió. Aunque vale
recordar que, como señaló en sus recientes y aceradas
declaraciones Federico Storani, De la Rúa siempre dice que
sí. Que lo cuente, si no, Ricardo López Murphy, el
breve.
Sin preguntas
Un crecimiento del PBI de 4 o 5 puntos antes de fin de año.
Reprogramación del pago de los intereses de la deuda externa.
Recuperación del consenso y la buena onda colectivas. Renacer
de la industria automotriz, entre otras. Los aliancistas miran a
Cavallo, su campeón, y se atreven a imaginar horizontes que
su gobierno jamás alcanzó. En el camino le han derivado
una cantidad de poderes que, o violan la Constituciónnacional
o pegan en el poste. Y lo han facultado expresa o tácitamente
para arriar varias banderas que no sean las del crecimiento. Por
ejemplo, la de la transparencia macillada por el blanqueo y el manto
de neblina ofrecido a la tropa senatorial pejotista.
Nadie se pregunta qué pasa si las promesas del ministro no
se hacen realidad en el breve plazo que le dará la esperanza
colectiva. Nadie se formula siquiera otras preguntas más
pragmáticas. Por caso, cómo jugará Acción
por la República en las próximas elecciones, cómo
intentará traducir en el Parlamento su actual situación
y su actual peso institucional. Qué nuevas ingestas
hará ese Pac Man del poder apodado Mingo.
Los integrantes del Gobierno, como suele ser su costumbre cuando
aminora el pánico, buscan reacomodarse sin elaborar mucho
sus errores y sin hacerse muchas preguntas
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