Por Raúl Kollmann
Esta semana se cumplen dos meses
de la muerte en Cariló del financista Mariano Perel y su esposa
Rosita. Fuentes muy cercanas a la fiscalía a cargo de Claudia Castro
reconocen que, por ahora, el caso sigue siendo un misterio: Seguimos
investigando un doble homicidio, porque eso es lo que dice la autopsia,
pero tenemos muchas dudas. No descartamos para nada la hipótesis
de que Perel haya matado a su esposa con un tiro en la nuca y que después
se haya pegado él mismo un tiro, también en la nuca.
El análisis de las fuentes concluyó: No vamos a dejar
abierta esta causa eternamente. En algún momento cerraremos la
investigación y la conclusiones posibles, hoy por hoy, son tres:
una, que haya sido un doble homicidio y logremos la detención de
alguien, cosa que vemos difícil; dos, que haya sido un doble homicidio,
pero que no encontremos al supuesto asesino profesional y, tres, que concluyamos
que Perel mató a su esposa y después se suicidó,
en cuyo caso no habrá imputado al que perseguir.
El matrimonio apareció muerto en la mañana del 4 de febrero
en una cabaña de un apart-hotel de Cariló. Hubo dos elementos
impresionantes en el hecho: las características de las muertes,
en ambos casos con un tiro en la nuca, y lo que se fue descubriendo de
Perel. El financista apareció vinculado a casos de extorsión,
lavado de dinero, deudas fabulosas y operaciones extrañas en las
que figuran personajes públicos notorios como Pedro Pou y María
Julia Alsogaray (ver aparte). Según la investigación oficial,
la escena de las muertes sugiere como más probable que Perel haya
matado a su esposa y que después se suicidara. Estos son los elementos:
u Las muertes se produjeron con la pistola de Perel.
u El arma apareció al lado de la nuca del financista.
u En la habitación se encontró un mensaje final: Soy
un colaborador gringo del Citibank, muerto por no pagar el rescate pedido
a Antfactory y al Citigroup. Está probado que ese mensaje
fue escrito por Mariano Perel en su computadora y la imprimió en
una impresora de la empresa en la que trabajaba, Antfactory.
u La trayectoria de los proyectiles indica que a Rosita la mataron con
un tiro a 40 centímetros, desde el lado de la cama en la que estaba
Perel y con un ángulo exacto a ras del lecho que se
corresponde con el lugar donde estaba acostado el financista. Ya está
claro que el tiro que tiene Perel fue disparado por esa misma arma apoyada
en la nuca del financista o a apenas uno o dos centímetros.
u No hubo movimiento en la cama: cuando dos personas están durmiendo
y le disparan a una de ellas, la otra se sobresalta y se mueve. No ocurrió
en este caso. Es más, el rostro de Rosita era de absoluta paz:
ni siquiera se enteró que la estaban por matar.
u Hay un testigo que estuvo fumando, sentado en la pileta del complejo,
hasta la una y media de la mañana. No vio que haya entrado ni salido
nadie de la cabaña que tenía a la vista. Ninguno de los
120 testigos vio a ningún sospechoso ni se verificó la llegada
o salida de algún vehículo.
Frente a estas pruebas hay dos que apuntan a la hipótesis de que
hubo un asesino profesional:
u Hay un estudio realizado por la Asesoría Pericial de la Corte
en el que se dice que la pareja pudo haber sido dormida con éter
y que por ello no hubo movimientos en la cama. Prestigiosísimos
profesionales como Mariano Castex, Mario Rosenfeld o Eduardo Frigerio
han señalado que eso es imposible. El dato más reciente
indica que los supuestos rastros de éter se encontraron en lo que
se llama muestra basura, es decir los restos que habitualmente
se descartan en los análisis que hace la máquina.
u Otro estudio indica que no se encontraron rastros de pólvora
ni de fulminantes en las manos de Perel, lo que podría indicar
que no disparó. Pero aparecieron novedades en este terreno: la
muestra de las manos no setomó con un hisopo de ácido nítrico
sino con cinta scotch, un método viejo e impreciso, y en el que
encima no estaba en condiciones el material.
De todas maneras, en la fiscalía no descartan estos dos estudios
y resolvieron llamar a declarar a los peritos para verlos cara a cara
y que expliquen cómo y por qué se sacaron las conclusiones.
¿Existen elementos objetivos en la escena de las muertes
que indican contundentemente el doble homicidio? preguntó
este diario a uno de los allegados a la investigación.
No, no hay elementos contundentes. Lo que apunta más al doble
homicidio es la personalidad de Perel: podría haber una cola de
gente que tenía razones para matarlo.
El interrogante entonces sería por qué el financista, si
efectivamente se suicidó, montó semejante escena.
La respuesta posible es que quiso simular un doble homicidio. Debe recordarse
que Perel era un maniático de las armas y las operaciones de inteligencia.
Lo que apareció en la cabaña no fue un asesino profesional
tratando de simular un suicidio, porque ese profesional hubiera pegado
los tiros en la sien o en la boca y le hubiera puesto la pistola a Perel
en la mano dando toda la impresión de un suicidio. Lo que se intentó
fue simular un crimen por eso los tiros en la nuca con el
objetivo de cobrar un seguro y sobre todo éste es el sentido
del mensaje de sentar las bases para un juicio millonario de los
hijos de Perel al Citigroup.
¿Tenía razones Perel para suicidarse?
Según parece, tenía una fuerte depresión, estaba
económicamente quebrado y varias veces había hablado de
suicidio. Hay un dato que algunos allegados resaltaron hace poco: cuando
su padre quedó postrado en un hospital, Perel gestionó que
le desconectaran el respirador artificial.
Pero en la causa judicial, el terapeuta de Perel que lo atendió
hasta octubre señala que el financista era un psicópata,
no un melancólico, por lo que no cree que se haya suicidado. El
terapeuta, al igual que muchos otros, cree que cualquiera de los extorsionados
por Perel, cualquiera de las personas con las que tenía fuertes
conflictos económicos, podría haber contratado un killer
para sacarlo de la cancha.
Como se ve, a dos meses de la muerte de los Perel el enigma sigue abierto
y los interrogantes son cada vez mayores.
TARJETAS
TRUCHAS, JUSTIS Y BANCOS OFFSHORE
El manual que escribió Perel
Por Irina Hauser
María Julia Alsogaray
fue una de las beneficiarias de las operaciones en negro del Banco Mercurio
cuando Mariano Perel formaba parte de su directorio, según pudo
corroborar la Unidad Fiscal de Investigación de Delitos Tributarios
y Contrabando (Ufitco). Para la ex funcionaria, el banco armó lo
que el financista muerto llamaba la justi, una maniobra para
evadir impuestos y blanquear dinero de la corrupción. El presidente
del Banco Central, Pedro Pou, figura en documentos hallados como uno de
las personas que entregó fondos sucios al Mercurio. Esos son sólo
dos ejemplos salientes de funcionarios y empresarios que sacaron provecho
de los manejos de Perel quien, de todas formas, terminó endeudado
con mucha gente. A la vez, los investigadores están convencidos
de que él era un gran extorsionador y una de sus principales herramientas
en esa tarea era recolectar y guardar mucha información sobre quienes
le entregaban dinero.
Perel dejó un escrito con explicaciones para su familia donde describe
el circuito financiero ilegal que utilizaba. Dejaba en claro que el Mercurio
trabajaba con dos bancos offshore de Uruguay y otro de Bahamas. Papeles
con más información que fueron apareciendo en la pesquisa
dieron pie a la apertura de causas judiciales. El juez Claudio Bonadío
y el fiscal Eduardo Taiano investigan a la familia Benadon, dueña
del Mercurio, y a otros personajes del mundo de los negocios por supuesta
asociación ilícita, en base a una denuncia de la Ufitco,
que comanda Maximiliano Rusconi. Es que Perel, en un documento, explicó
que la entidad manejaba fondos negros de los directores y de las
propias empresas, además de algunos amigos.
Las justis -.o justificaciones eran una de las especialidades
del banco, según los papeles hallados. Funcionaban así:
una empresa o un funcionario llevaba una contabilidad oficial en la Argentina,
pero en apariencia hacía malos negocios en Uruguay, de manera que
perdía dinero y eso reducía sus ganancias oficiales. Así,
pagaba menos impuestos y blanqueaba dinero proveniente, por ejemplo, de
coimas. Perel decía que una justi costaba 150 mil pesos
mensuales más un uno por ciento del volumen justificado. Otra oferta
del banco era la emisión de tarjetas de crédito para ocultar
consumos a la DGI: los resúmenes se hacían sin nombre ni
dirección. Unos 1000 ricos y famosos usan las tarjetas,
escribió Perel.
En 1989 ya se conocía la magnitud de los negocios del Mercurio,
pero Perel logró que se ocultara. La DGI le había reclamado
17 millones de dólares de impuestos porque detectó una diferencia
de 51 millones entre lo declarado y lo que figuraba en los libros. Sucedió
que habían mezclado la contabilidad blanca con la negra. Según
revela Perel en su instructivo, terminó sobornando al inspector
de la DGI Sergio Lemehlson con 200 mil dólares, electrodomésticos
y una tarjeta Gold para ocultar consumos. Al banco y a Lemehlson también
los investigan Bonadío y Taiano.
Perel escribió que por 1996 gente vinculada al ex titular de la
SIDE, Hugo Anzorreguy, lo contrató para espiar al abogado Luis
Moreno Ocampo. Pretendían obtener información
que lo incriminara en algo y lo desprestigiara. En la organización
del espionaje aparecían Carlos Diglioli (socio de Perel en la firma
Jac Seguridad) y el cuñado de Anzorreguy, Alejandro Mac Farlane.
Los equipos necesarios los contrabandearon. Moreno Ocampo hizo una denuncia
que quedó en manos del juez Rodolfo Canicoba Corral. Rusconi hizo
otra en representación de la Ufitco.
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