Por María Moreno
Ella: ¡No puedo
creer haberme embarazado!, porque hace ocho años me saqué
el DIU y nunca... y a él... le pusieron una vez sus espermatozoides
a un montón de hamsters y sólo le prendió a uno.
Yo le decía vos solamente podés embarazar a una hamster.
El: Y... sí... mis espermatozoides eran poco potentes... bueno,
ella tiene problemas de endometrosis y el doctor dijo que había
que hacerlo con un óvulo donado. Ella: ¡No! ¡Si yo
ovulo siempre! El doctor dijo in vitro. ¡El óvulo es mío,
mío! Este testimonio tragicómico forma parte de la
experiencia clínica de los coautores de Eva Giberti, Gloria Barros
y Carlos Pachuk, en la selección de artículos que integran
Los hijos de la fertilización asistida, un libro que la Editorial
Sudamericana presentará el 5 de abril a las 19.30 en Cúspide
Libros (Vicente López 2050).
En la presentación, las doctoras Florencia Luna y Silvia Bleichmar
hablarán del significado que tiene respectivamente para la bioética
y el psicoanálisis la posibilidad de engendrar fuera de la actividad
sexual humana. Los tres autores de Los hijos... vienen de prácticas
diversas, pero convergentes. Eva Giberti viene acompañando con
su discurso teórico varias décadas y formas de paternidad.
Gloria Barros es psicóloga y formó parte del equipo de esterilidad
matrimonial de la Cátedra de Ginecología del Hospital Rivadavia.
Carlos Pachuk es médico psicoanalista y miembro de la Asociación
de Psicología y Psicoterapia de Grupo.
Para Eva Giberti resulta inadecuado, cuando se implanta en una mujer un
embrión con el cual no tiene parentesco, hablar de adopción
de embriones: Esto sucede quizá por la angustia al reconocer
en ese embrión a un extraño ser que quedó detenido
en el tiempo: mientras los demás crecían y morían,
ellos fueron mantenidos vivos y ausentes del tiempo cronológico.
Sin embargo esos embriones, una vez implantados, resultan miméticos
respecto de los embriones que se desarrollan en el cuerpo de las mujeres
que conciben.
Giberti no deja de advertir también la inadecuación al hablar
de tratamiento de la pareja. Es la mujer la que sufre las a menudo dolorosas
técnicas de fertilización asistida. En el caso de que exista
una donante de óvulo, existe una alianza corporal entre dos
mujeres. Giberti expone el testimonio de Laura Vess quien, amén
de describir las complejas entrevistas de selección que sufren
las potenciales donantes, relata el sufrimiento físico: Será
necesario hacer visitas a la clínica dos o más veces por
semana antes de que el huevo sea cosechado. Usted tendrá que concurrir
casi a diario durante una semana. Durante este tiempo, se le requerirá
que usted misma se inyecte (comúnmente en el muslo) con diversas
drogas de fertilidad... Los profesionales dicen que no es
doloroso, pero yo disiento. Estas drogas también vienen con efectos
colaterales: dolor y enrojecimiento en el área de inyección,
inflamación, náuseas, calambres, destellos calientes y cambios
de humor (en mi caso, hostilidad extrema hacia otros).
Vess describe la cosecha del huevo en los términos
en que una donación se convierte en sacrificio: Una aguja
larga se pasa mediante la pared del ovario (¡ouch!) con un caño
de succión. Los huevos se sacan muy lentamente y a veces dolorosamente.
Una serie de inyecciones serán necesarias para que la donante recupere
su período normal.
En su artículo Una senda sin fronteras, Barros y Pachuk
organizan los métodos de fertilización asistida en 4: 1)
Implantación en el cuerpo de la mujer de un embrión obtenido
a partir de un óvulo y un espermatozoide de la pareja. 2) Uno de
los elementos es ajeno a la pareja y sustituido por el de un/una donante.
3) Los dos elementos son ajenos a la pareja, es decir se implanta en el
cuerpo de la mujer un embrión con el que genéticamente no
tiene parentesco. 4) Un embrión de la pareja se implanta
en un vientre alquilado. Estas formas de engendrar fuera del acto
sexual generarían nuevas constelaciones de relación que
despiertan los interrogantes de los psicoanalistas. Cuando es la potencial
abuela la que presta el vientre, ¿tienen un sentido incestuoso
o es un acto solidario? Si el congelamiento de óvulos permite la
maternidad póstuma, ¿tiene derecho el donador de espermatozoides
a saber que éstos no serán destinados a engendrar un niño
en una mujer viva? ¿Cómo escuchar esa angustia? ¿Qué
lugar tienen en el origen el deseo de los expertos? Los hijos de la fertilización
asistida denuncia un peligro: que la fertilización asistida se
convierta en un problema exclusivamente médico o que se la visualice
únicamente a través de la óptica del deseo.
No estamos en contra de la técnica, dice Gloria Barros.
Antes de estas técnicas había muchas parejas que hacían
tratamiento y tenían hijos. Y era muy bueno. Pero hay que tener
en cuenta qué significa esa demanda en cada pareja. Para las mujeres
lo más doloroso es aceptar que no quieren tener hijos. Están
condicionadas a unir maternidad y femineidad. En el hombre, en cambio,
están unidas paternidad, potencia y reproducción. A veces
se puede recurrir a estas técnicas por sexofobia, por ejemplo,
o por un fantasma de partogénesis. Por eso lo ideal es que se trabaje
en equipos interdisciplinarios, ya que los terapeutas de una institución
que se ocupe de fertilización asistida apoyarán el proyecto
de la pareja o del individuo sin preguntarse por la demanda.
Para Eva Giberti las nuevas técnicas son un desafío a los
conocimientos adquiridos: Es preciso eludir la repetición
de los cánones propios de los sistemas cerrados y la aplicación
del psicoanálisis podría transformarse en uno de esos sistemas
y repensar en la demanda de quien nos convoca de acuerdo con algunas características
propias del nuevo milenio y según la propia historia. Lo cual no
siempre nos evitará el error, además de recordar que no
es posible cerrar todos los caminos de la conflictividad que en estos
consultantes los que desean ser asistidos en la reproducción
adquiere características específicas. Giberti habla
de la necesidad de un pensamiento nómade que, en lugar de anclar
en las propias certezas en el disco rígido de la teoría,
sólo podría utilizar lo sabido como un lugar para tomar
aliento y continuar. Si en Pachuk y en Barros la preocupación es
por el lugar que la palabra, fundamentalmente la que el psicoanálisis
tendrá ante los que decidan someterse ala fertilización
asistida, la preocupación de Giberti es cómo ser nuevo ante
lo nuevo en el sentido de una continuidad que no implique un corte con
el pasado teórico. La metáfora del pensamiento nómade
¿implicará deshacerse de la narrativa edípica o más
bien que ésta se enriquezaca con elementos barrocos? Giberti se
instala un poco en el oasis del que los nómades dependen para sobrevivir,
para reconocer la vigencia de algunos episodios como la escena primaria:
Dada la existencia de estos hijos, el deseo de los padres respecto
de ellos buscará enlaces que legitimen la circulación de
estas elecciones que hombres y mujeres realicen en pos de su descendencia
y de su trascendencia, más allá de la verificación
cromosomática del origen. La ineludible eficacia de la escena primaria
encontrará otros caminos para afincarse en el psiquismo.
Fertilidad de la ficción
Para Carlos Pachuk, las nuevas ténicas reproductivas agitarían
el fantasma de una sociedad selectiva de corte autoritario.
Aunque no hay casuistica suficiente, en la clínica aparecen
estas preguntas porque son parte del imaginario social. Lo que en un momento
era una temática reservada a unas pocas parejas estériles
en este momento es una preocupación universal porque está
sucediendo un cambio científico, un cambio genérico, un
cambio de paradigma. Ahora la partenogénesis, por ejemplo, no es
solamente un fantasma. Lo que sucede en el campo de la fertilización
asistida es un dato más de lo que está cambiando la familia.
Por eso Eva Giberti habla de la familia. La mayor ruptura
de paradigma es salir del cuerpo de la madre. Lo que puede verse como
amenaza es el término de la reproducción sexuada. La reproducción
al no estar ligada a la sexualidad puede que aumente el campo del deseo
o que éste caiga al no estar la fantasía de fecundidad que
parece estar siempre presente en el coito. Pachuk parece preocupado
por un mundo de deseos congelados aunque concede: Si lo que define
lo humano es el acceso a la palabra, la pregunta y el amor a través
del contacto humano puede que, en el futuro, todo se dé simultáneamente,
que exista una sociedad donde haya reproducción sexuada, seres
clonados y una diversidad de orígenes.
Sin embargo las profecías suelen hablar de fantasmas presentes
mucho más que de realidades futuras. En 1981 apareció en
castellano El futuro de la vida, del doctor Michel Salomon, precedido
por subtítulos catástrofe: Lo que veremos y seremos en el
año 2000 Una encuesta decisiva con veinte científicos de
fama universal, siete de ellos premios Nobel. Las preguntas del cuestionario
Salomon dan cuenta de miedos que aún son vigentes: ¿La
ingeniería genética es la promesa de una edad de oro o la
del apocalipsis? ¿Podemos imaginar un universo donde, gracias a
las prótesis y los injertos, los órganos caducos se puedan
reemplazar como las piezas de un automóvil? ¿Qué
ética puede encerrar la organización de los bancos de órganos
que serán entonces necesarios? ¿La salud de los hombres,
manejada por la informática, no es el preludio de una concepción
más policial y sin escapatoria posible en la sociedad del mañana?
¿Podrá el hombre realizar un control biológico sobre
su propio cuerpo con el uso de aparatos miniaturizados gracias a los microprocesadores?.
Todos los cálculos de este libro sobre el futuro, en cuanto al
estado actual de las investigaciones y prácticas científicas,
se han cumplido. Pero no previno la existencia del sida, por eso es posible
decir que las profecías no tienen en cuenta ni la política,
ni la resistencia a las imposiciones de los más fuertes, ni el
azar.
Gloria Barros y Carlos Pachuk han escrito para Los hijos de la fertilización
asistida dos textos proféticos hechos en clave humorística.
Destino de los pasajeros del frío cuenta las tres entrevistas
terapéuticas realizadas mediante un sistema denominado Virtual
Video que un tal XX tiene con un tal doctor Epson. XX ha sido engendrado
y congelado en la Argentina en 1980 por padres que decidieron conservar
el anonimato. Iba a ser implantado en el vientre de una mujer, pero se
le diagnosticó tuberculosis, así que ésta fue desechada
como madre de alquiler. Enviado a un Banco de Embriones de Londres, XX
fue rescatado de una destrucción masiva por una científica,
la doctora Smith, cuando estaba en la cuarta edad tenía 120
años, quien lo implantó en el vientre de una mujer
sudafricana y luego lo adoptó. XX ha conocido contacto
humano aunque no pueda pronunciar con certeza la palabra mamá.
A los seis años la Dra. Smith muere y XX es adoptado por una transexual
que además tiene otros hijos: uno judío, otro chino y otro
musulmán. Su consulta se debe a que sufre de afanisis (falta de
deseo). El final de la ficción es edificante: el paciente se transforma
en militante del Movimiento de Retorno a la Palabra y Recuperación
de la Historia. Epson reemplaza su psicoanálisis virtual por un
encuentro cuerpo a cuerpo.
Otro relato de Barros y Pachuk, La réplica, cuenta
la historia de Aa, hijo por clonación del doctor Grayne, gestado
en una computadora prenatal y destinado a ser líder de clanes de
clones. Un conflicto político hace que se destruyan los sistemas
de computación de los centros de experimentos, haciendo que Grayne
deba recurrir a la ayuda de una madre biológica. La angustia de
Aa se debe a que ha sentido deseo sexual por una mujer, Ada, artista y
nativa de una Ciudad de la Diversidad, quien ha quedado embarazada. Al
revés de quienes se someten a la fertilización asistida,
para Aa la posibilidad de tener un hijo biológico es fuente de
angustia: lo excluiría de su clan, de ideología hitleriana.
Los dos relatos son edificantes pues los personajes, quienes a lo largo
de sus sofisticadas peregrinaciones se han encontrado con esa antigüedad
el arrullo de una hembra humana logran experimentar esa otra
antigüedad: el deseo. Barros y Pachuk han deslizado en sus textos
algunos chistes: XX ha nacido el 6 de octubre, día de la disolución
de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional); el
doctor Epson da sesiones de pocos minutos, al igual que los psicoanalistas
lacanianos, aunque dice no acordarse de dónde se tomó esa
costumbre.
Por otra parte, Pachuk y Barros pueden reconocer en la demanda de fertilización
asistida la vigencia de ciertos fantasmas. En Una senda sin fronteras
dicen: Para la pareja en sí, sería volver a una etapa
anterior a la monogamia representada por un macho potente (figura erotizada
del dador) que engendra hijos con variedad de mujeres. Para el género
femenino sastisfaría la aspiración máxima del poder
originario: tener un hijo por sí sola, sin participación
del hombre.
A los autores Los hijos de la fertilización asistida no se les
escapa que los descubrimientos científicos se desarrollan en ámbitos
determinados por la política y la distribución económica.
Tampoco que las transformaciones ocurridas en el seno de la familia padres
del mismo sexo biológico, transexuales o monopadres,
hijos engendrados fuera del vientre materno, biológicos o adoptados
pueden ponen en discusión la palabra familia. Sin embargo, mientras
el sistema simbólico dependa del aprendizaje de la lengua y el
amor en relación con un humano, ¿será todo tan diferente?
¿Cuánto tiempo deberá pasar para que el sujeto humano
se desarrolle fuera de ese triángulo burgués que el niño
en edad preescolar dibuja en el interior de una casita de cuya chimenea
sale un humo que llega hasta el cielo?
Si pudiera sentarse en el diván a un libro, podría decirse
que Los hijos de la fertilización asistida destila cierta angustia
por la fertilidad del psicoanálisis y que la elabora de dos
modos. En el caso de Eva Giberti, llamando a poner en jaque a la
teoría a través de la certeza de que hay un saber más
allá de lo sabido y que exige una disposición nómade
que impida transmitir un deber ser inmutable para padres e
hijos. En el caso de Barros y Pachuk, de una ficción que conjura
la utopía de un mundo sin deseo y que se puede leer en continuidad
con cualquier relato de Ray Bradbury.
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