Por Gabriel Alejandro Uriarte
La Doctrina Rumsfeld
para la modernización de las fuerzas armadas norteamericanas tiene
varios propósitos. Quizá el menos importante de ellos sea
la modernización de las fuerzas armadas norteamericanas. O, para
decirlo de otro modo, la reforma no es tanto un objetivo sino un medio,
hacia una serie de objetivos ulteriores y más inmediatos para el
Pentágono de Donald Rumsfeld. Su aspiración inicial fue
precisamente ocultar la maniobra que estaba realizando, y en eso puede
decirse que tuvo éxito. Casi todas las reacciones hacia el planteo
que el secretario de Defensa realizó la semana pasada ante el Estado
Mayor Conjunto se centraron en los detalles técnicos de éste,
lo que derivó en un arcano debate que casi nadie, fuera de círculos
de defensa, tiene interés en seguir. Pero los crípticos
términos de esta discusión superportaaviones
clase Nimitz contra Trindents lanzamisiles stealth, aviones
no tripulados (UAV) contra cazabombarderos F-22 y el Joint Strike Fighter
(JSF) son apenas una traducción, al lenguaje militar al que
constitucionalmente se limita el secretario de Defensa, de un proyecto
mucho más amplio para la política exterior norteamericana.
Así, analizar la Doctrina Rumsfeld se vuelve mucho
más sencillo. Y crucial. Usando los conceptos más cotidianos
de la política internacional, puede comenzar a distinguirse lo
que podría ser la verdadera dirección de la diplomacia norteamericana
bajo George W. Bush.
La piedra angular de la Doctrina Rumsfeld es la reorientación hacia
el Pacífico. Todas las propuestas de la comisión que formó
a principios de año para estudiar la reforma militar se centran
en esa premisa. La crítica al anacronismo de pensar en términos
de grandes ejércitos acorazados, su reemplazo conceptual por un
campo de batalla futuro de enormes distancias y pocas barreras naturales,
el predominio de las armas de largo alcance, todos estos conceptos se
centran en sacar el foco de las fuerzas armadas del frente central
en Alemania y reubicarlo en el Pacífico. Este desacople
de la OTAN deriva del debilitamiento de Rusia, el enemigo que le daba
cohesión a la Alianza, de la misma manera que la atención
hacia el Pacífico parte de la identificación de un nuevo
enemigo: China. Este es el elemento central de la nueva política
exterior que Rumsfeld busca imponer en la Casa Blanca.
Una bella amistad
Su enemigo primordial será, como siempre, el secretario de Estado
Colin Powell. Tomando posiciones más moderadas que sus colegas
en el gabinete de Bush, Powell ha visto sus declaraciones sistemáticamente
desautorizadas (clarificadas) por el ala más dura del
gobierno. China no fue una excepción. Bush remarcó varias
veces que China no era el socio estratégico de la administración
Clinton, sino un competidor estratégico que debía
ser contenido. Powell intentó, sin éxito, diluir esa posición
afirmando que China no era ni una ni otra cosa. A diferencia de sus choques
con Powell sobre Europa e Irak, Rumsfeld se mantuvo en silencio sobre
este tema. Pero ya lanzaba sus primeras jugadas. Poco después de
que se efectuara el bombardeo contra Bagdad, que arruinó la gira
de Powell por el Medio Oriente, Rumsfeld dejó filtrar por la prensa
que China habría suministrado tecnología de avanzada a las
defensas aéreas iraquíes, lo que causó un incidente
diplomático entre ambos países. Y al conocerse los primeros
detalles de su reforma militar la semana pasada, el ataque de Rumsfeld
contra la concepción centrista de China que maneja Powell ya era
inconfundible.
El crecimiento de China significa que el Océano Pacífico
será el campo de batalla para las fuerzas norteamericanas.
Según el Washington Post, ésta habría sido la premisa
básica de la comisión de reforma. Cuando Rumsfeld le transmitió
esta conclusión preliminar a Bush, el presidente habría
indicado que es precisamente lo que tenía en mente.
Ambos sabían que instaurarla como la política oficial del
Pentágono equivalía a uncambio radical en la política
hacia China, abandonando toda ambigüedad y nombrando explícitamente
a ese país como el enemigo número 1 de Estados Unidos. Al
hacerlo, reducirá drásticamente el margen de maniobra de
Powell para implementar su propia política de gradualismo hacia
Pekín.
Solo contra todos
Sin embargo, puede exagerarse el grado de apoyo con el que cuenta Rumsfeld.
De hecho, sus reformas lo están enfrentando al alto mando de las
mismas fuerzas armadas, junto con el tenebroso complejo militarindustrial.
Es que sus propuestas son en cierto sentido un recorte encubierto, o bien
un freno al aumento indefinido del presupuesto de defensa. Los generales
norteamericanos sostienen que su presupuesto debe aumentar de los actuales
60.000 millones de dólares a 70.000 o incluso 100.000 millones
para financiar la modernización del equipo. El aumento que Bush
previó en su presupuesto es mucho menor, ya que respetar los deseos
de los militares implicaría menos recursos para su enorme recorte
de impuestos y para el desarrollo del sistema NMD de defensa antimisiles
(ver notas en págs. 28 y 29).
El plan de Rumsfeld le ofrece una salida. En aras de la modernización,
las fuerzas armadas serían obligadas a abandonar varios de sus
proyectos más preciados y costosos. La Armada, por ejemplo, debería
suspender la construcción de superportaaviones clase Nimitz (que
cuestan 4000 millones cada uno, y 2000 millones anuales en mantenimiento)
y abocarse a la construcción de barcos lanzamisiles más
pequeños, menos vulnerables, y mucho más baratos (500-700
millones). La Fuerza Aérea debería ordenar menos cazabombarderos
F-22 (395 millones cada uno) y considerar cancelar el proyecto JSF, que
sólo este año consumiría 856 millones en investigación.
Todo esto permitiría ahorros a largo plazo de 20.000 millones,
según Andrew Krepinevich, uno de los integrantes de la comisión,
y aseguraría que Estados Unidos esté preparado para la guerra
del futuro.
Estas propuestas garantizaron que las críticas más duras
contra Rumsfeld vinieran de sus supuestos aliados en las fuerzas armadas
y la industria de defensa. Un grupo de consultores externos y burócratas
desempleados nos dicen que estamos contra el cambio... Fueron electos
con una plataforma pro-militar y ahora excluyen a los militares de la
reforma, fulminó un general al Washington Post. William Arkins,
un corresponsal de ese diario en el Pentágono y también
probablemente un corresponsal del Pentágono en ese diario
enfatizó que los consultores piensan lo que sus contratos
dicen que tienen que pensar. En una carta abierta, un analista de
Science Applications International Corporation, una compañía
de defensa, disparó que no debemos eliminar el F-22 y el
JSF; no se puede decidir eliminar armas basándose en opiniones
erróneas y anacrónicas. El instrumento de estos sectores
para frenar la reforma será el Congreso, especialmente los congresistas
de estados con presencia de la industria militar. Estas reformas
chocan de frente contra las bases políticas de la administración
Bush, enfatizó un analista del Lexington Institute. Efectivamente,
poco después de publicarse el informe preliminar de Rumsfeld, el
senador John P. Warner de Virginia (donde se construyen los superportaaviones)
salió a declarar que los portaaviones son y serán
un elemento esencial de nuestra fuerza militar. Subrayó que,
más allá de lo que planee Rumsfeld, el presidente
propone, pero es el Congreso el que aprueba.
Adiós a las armas
Este feroz contraataque hace difícil calcular el valor real de
las reformas. Algunos puntos no son discutidos. El superportaaviones tiene
cada vez menos partidarios, y desde los 80 muchos analistas no se cansan
de señalar los inmensos recursos que deben dedicarse para protegerlo
de ataques misilísticos (como los misiles Exocet) o submarinos.
Sin embargo, la solución que propone la comisión de Rumsfeld
es problemática. Planteael reemplazo del portaaviones y el avión
piloteado por el buque misilístico y las naves no tripuladas (UAV).
Estas son mucho menos vulnerables, no requieren tantas naves para protegerse,
son más baratas, emplean tripulaciones mucho menores, y parecen
ser (en términos de dinero) la única respuesta viable contra
un país decidido a aumentar su arsenal de misiles crucero. Sin
embargo, no es claro cómo estas flotas podrán proteger los
intereses norteamericanos en el exterior. La guerra de Kosovo, por ejemplo,
vio el uso intensivo de misiles crucero Tomahawk (los mismos que llevarían
las nuevas naves), pero uno mucho mayor de aviones tripulados, volando
desde bases en Italia y portaaviones en el mar Adriático. Lo mismo
se aplica mucho más a la Guerra del Golfo de 1990-91, como también
los últimos bombardeos contra Bagdad.
En suma, no es en absoluto seguro que la actual tecnología de misiles
sea tan eficaz como los métodos tradicionales. Por lo tanto, basarse
puramente en el uso de misiles podría ser insuficiente para las
eventuales acciones armadas norteamericanas. Contra esto, los seguidores
de Rumsfeld tienen dos respuestas. Primero, que la tecnología mejorará
cuando se le dedique más fondos a su investigación, y que,
en todo caso, los próximos diez años serán tranquilos
y no pondrán en jaque la transición. Segundo, que Estados
Unidos no puede contar con las bases en el exterior que permitieron la
Guerra del Golfo y Kosovo. La primera respuesta es previsible, y probablemente
dominará el debate en los próximos meses, lo que se traducirá
en una discusión muy técnica y difícil de seguir
por la opinión pública. La segunda respuesta es mucho más
significativa, sin embargo. Es que más allá de su lenguaje
militar, revela la concepción del futuro que manejan Rumsfeld y
sus adherentes en la Casa Blanca.
Crónica de una potencia
sola
Es una perspectiva altamente pesimista. Plantea que Estados Unidos perderá
todos sus aliados ante la intimidación de sus enemigos. No significa
que sus aliados se le volverán en contra, sino que simplemente
quedarán paralizados por los arsenales de misiles balísticos
y armas de destrucción masiva de sus contrincantes. Esto es lo
que hace indispensable crear fuerzas de largo alcance, capaces de operar
en zonas lejanas de Estados Unidos sin bases próximas. Difícilmente
puede exagerarse lo revolucionario de esta idea. Sugiere que el actual
sistema de alianzas norteamericano es poco más que un resabio de
la Guerra Fría, que podrá ser barrido por cualquier Estado
con misiles balísticos. En su principal hipótesis de conflicto,
una ofensiva de China en el Pacífico, esta doctrina implica pensar
que Estados Unidos perdería el uso de sus bases en Corea del Sur,
Japón, las Filipinas, y Tailandia. Dicho así, es fácil
desestimar todo esto como una exageración, quizá nada más
que un arma retórica para usar en los debates con el Congreso.
Pero la premisa que la subyace sigue siendo alarmante: es una visión
de Estados Unidos como una superpotencia que deberá prepararse
y acostumbrarse a actuar sola, unilateralmente, en cualquier parte del
plantea que considere necesario. Es la misma idea que está detrás
del sistema antimisiles. Y es imposible distinguir si se debe a una soberbia
de superpotencia o al terror de una administración que no se percibe
aislacionista, sino aislada en un mundo irremediablemente hostil.
HOY
SI SERIA DETENIDO SLOBODAN MILOSEVIC
¿La segunda es la vencida?
Hemos quedado de acuerdo
en que si el pasado 5 de octubre logramos derrocar a Milosevic sin derramamiento
de sangre, tenemos que cuidarnos de que eso no ocurra ahora. Las
palabras del presidente yugoslavo Vojislav Kostunica, reunido con parte
de su gabinete y con el jefe del Estado Mayor del ejército yugoslavo,
general Nebojsa Pavkovic, intentaban recuperar el tono heroico de aquel
octubre para enfrentar una situación muy delicada. Es que en la
noche del viernes, el ex presidente yugoslavo Slobodan Milosevic resistió
con gente armada, atrincherado en su casa de Belgrado, su arresto por
los cargos de corrupción y abuso de poder ordenado por la Justicia
serbia. El gobierno yugoslavo anunció que habrá una
acción rápida de la policía serbia para detenerlo.
Los alrededores de su residencia ya lograron ser despejados para la operación.
El arresto sería inminente.
La detención fallida de Milosevic pareciera indicar que su derrocamiento
en octubre no significa que haya perdido todas las riendas del poder.
Lo del viernes a la noche fue elocuente: de un lado, la policía
serbia, fuerza que se negó a obedecer la orden de Milosevic de
reprimir en aquel octubre a las masas que coparon las calles de Belgrado
denunciando el fraude contra Kostunica. Del otro lado, 54 guardaespaldas
del ex presidente, militantes armados de su partido, grupos juveniles
socialistas dirigidos por su esposa Mira Markovic, y algunos miembros
del ejército, cuyo jefe, Pavkovic, fue designado en 1998 por el
propio Milosevic. Fue el premier serbio, Zoran Djindjic, quien denunció
la presencia de algunos militares defendiendo a Milosevic.
La intención de Kostunica es poner paños fríos a
la situación. El gobierno yugoslavo aclaró que la detención
de Milosevic no esconde la intención de extraditarlo, porque los
cargos son formulados por la Justicia yugoslava y no tienen que ver con
los que plantea el Tribunal de La Haya. Pero el ex presidente dijo ayer
a la mañana que no iría a la cárcel vivo.
Kostunica dijo firmemente que nadie puede escapar a la justicia.
PAUL
ROGERS, EXPERTO BRITANICO
Un peligro real
Por Marcelo Justo
Desde
Londres
Paul Rogers es académico
del prestigioso Centro de Estudios para la Paz de la Universidad de Bradford
y autor de Losing Control: Global Security in the XXI Century.
En diálogo con Página/12 calificó como peligro
para la paz al polémico Programa de Defensa Nacional Antimisiles
(NMD, por sus iniciales en inglés).
¿Cuál es la justificación real del NMD?
La explicación oficial estadounidense es que lo protege contra
una serie de gobiernos que considera parias, como Irak, Corea del Norte
o Irán. Pero hay otras razones. La industria armamentística
ha presionado mucho por este proyecto porque significará una gigantesca
inversión en investigación y desarrollo. Hay también
una razón de seguridad nacional. Le va a permitir a Estados Unidos
intervenir con más facilidad cuando lo crea necesario para proteger
sus intereses. Por ejemplo, si quiere intervenir contra Irak, que tiene
un número reducido de misiles, le será mucho más
sencillo hacerlo porque sabrá que está perfectamente protegido.
El otro problema es el internacional ya que el Tratado de Misiles
Antibalísticos de 1972 prohíbe expresamente la creación
de un sistema misilístico de defensa.
El NMD ya ha causado problemas a nivel internacional y seguirá
causándolos, especialmente si Rusia no acepta modificar ese tratado,
que a mi juicio es lo que ocurrirá. Ya generó considerable
tensión con China que no está dispuesta a aceptar que Estados
Unidos tenga un sistema defensivo de misiles y una enorme capacidad ofensiva
militar. Si Estados Unidos persiste con el sistema, es posible que Rusia
no ratifique otros tratados, como el Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias
en Europa. Esto tendrá claras consecuencias porque para funcionar
el NMD necesita tener radares y otros sistemas en países como Gran
Bretaña y Groenlandia y los misiles de mediano alcance que desplegará
Rusia apuntarán a estos blancos europeos.
De modo que nos hallaríamos en una carrera armamentística.
Esa es una de las paradojas. Si un país tiene armas ofensivas
y un sistema defensivo que lo hace invulnerable, y otros países
no tienen ese sistema el resultado es que estos países incrementan
su potencial armamentístico ofensivo para sentirse más seguros.
En lo que hace a Europa, por el momento su reacción al NMD
ha sido más bien tibia.
Europa está atrapada por una contradicción básica.
Están preocupados por el NMD, pero no quieren un enfrentamiento
con Estados Unidos. En este sentido, el anuncio de Bush de que abandonará
el protocolo de Kioto puede cambiar las cosas porque Europa está
muy preocupada por el tema del calentamiento global y si percibe que Estados
Unidos tiene una política muy agresiva e unilateral en una serie
de temas, puede adoptar una actitud similar.
OPINION
Por Rosendo Fraga *
|
El NMD y América Latina
El proyecto de los Estados Unidos de articular un escudo
antimisiles es materia de controversia a nivel internacional.
Se trata de una iniciativa tendiente a proteger el territorio norteamericano
de cualquier amenaza derivada de la utilización de misiles
de largo alcance, los que pueden portar tanto armas atómicas
como químicas o bacteriológicas.
Es probable que esta decisión tenga referencia con la crisis
de la política tendiente a evitar la proliferación
de las altas tecnologías con uso bélico, que fue puesta
en evidencia el último año del milenio, cuando Pakistán
y la India realizaron exitosas experiencias nucleares, rompiendo
en los hechos el control sobre este tipo de armamentos que la política
de Occidente pretendía mantener.
Cabe mencionar que el informe Cultura Militar estadounidense
en el Siglo XXI, elaborado por el CSIS, aconseja mayor
atención a los efectos potencialmente devastadores en el
territorio de EE.UU. de ataques de misiles balísticos intercontinentales,
armas de destrucción masiva, terroristas y guerra de la información.
Los Estados Unidos son la única superpotencia en términos
militares a nivel mundial y ello es hoy indiscutible.
Pero la historia muestra que este tipo de hegemonía no se
mantiene indefinidamente en el tiempo.
Desde esta perspectiva, el informe mencionado expresa que, si bien
el poder militar de los Estados Unidos hoy no puede ser desafiado
por una superpotencia rival, una posibilidad más probable
de competencia sería la formación de coaliciones contrarias
a los EE.UU. o, por ejemplo, China y Rusia aliadas entre sí
y con una o más de las potencias de segundo sector,
entre las que menciona a la India, Irak e Irán.
En América latina, uno de los intelectuales brasileños
más reputados, Helio Jaguaribe, ha coincidido con esta apreciación.
Es así como en su trabajo El Nuevo Sistema Internacional
y América del Sur sostiene que si bien ningún
país del mundo está en condiciones de desafiar el
poder militar de los Estados Unidos por sí solo, los
EE.UU. gozan de una franca e incontrastable superioridad económica,
tecnológica y militar, con relación a cualquier otro
país, marcadamente en los casos de China, India, Rusia, Irán
o Irak. Pero agrega que la constitución entre estos
países de una coalición antihegemónica
exigiría por parte de los Estados Unidos esfuerzos
y sacrificios incomparablemente superiores a los empleados en la
Segunda Guerra Mundial, entre otras razones por comprometer la posibilidad
de un amplio conflicto nuclear.
Ello explica por qué tanto Rusia como China han considerado
al proyecto del escudo antimisiles no sólo como el posible
reinicio de una carrera armamentista, sino también como el
resurgimiento del clima de la guerra fría, al considerar
que los Estados Unidos con su proyecto están reconociendo
la existencia de amenazas militares contra su territorio, las que
provendrían de estos países.
En este contexto es claro que, para la concepción norteamericana,
la amenaza potencial proviene del Asia, lo que necesariamente obliga
a su permanencia en Europa y de allí la vigencia de la OTAN.
Por todo lo dicho es claro que los países de América
latina no son considerados como potenciales integrantes de esta
posible coalición antihegemónica.
Es en este sentido que los acuerdos firmados primero entre Brasil
y la Argentina, tendientes a poner sus desarrollos de alta tecnología
bajo supervisión internacional, y la declaración de
zona de paz del Cono Sur, firmada por los cuatro países
del Mercosur más Chile y Bolivia, hacen que esta región
del mundo quede fuera del eventual conflicto mundial, que podría
derivar de la articulación de la mencionada coalición
antihegemónica. Que América latina no
sea percibida como una amenaza, peligro o riesgo por el hemisferio
norte, la hace una de las zonas más seguras del mundo y ello
es una ventaja relativa que la región no debe desestimar.
El haber sacado fuera de la competencia nacional los desarrollos
de alta tecnología ha sido un acierto estratégico
por parte del Cono Sur de América que hoy le permite presentarse
ante el mundo como la región de menor riesgo potencial, en
materia de conflictos internacionales.
* Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.
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OPINION
Por Carlos Escudé
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El fin de la disuasión
La lucha por el poder y la permanente acumulación de tecnología
son constantes a lo largo de la historia universal. Cuando el hombre
inventa algo nunca lo desinventa. Por el contrario, una invención
es apenas un paso para la próxima, se trate de armas o de
medicamentos. En 1945 nacieron las armas de destrucción masiva.
Y con los misiles intercontinentales se globalizó la capacidad
de destrucción: por primera vez, la humanidad podía
aniquilarse como especie si volvía a producirse una guerra
total.
Incluso en el campo de la capacidad de defendernos contra un arma
mortífera, el desarrollo es ofensivo, porque la capacidad
de sobrevivir a un arma biológica lleva consigo la capacidad
de usarla contra un enemigo, así como la capacidad de desarrollar
un escudo anti-misiles implica poder usar impunemente misiles con
ojivas nucleares. El arma defensiva rompe el equilibrio de la disuasión
y aumenta el riesgo de que quien la posee use armas ofensivas.
Este predicamento es paradójico porque nos muestra que el
desarrollo de armas defensivas contra las de destrucción
masiva es a la vez indeseable e inevitable. El plan de escudo nuclear
Clinton-Gore era modesto: significaba apenas la inversión
de 60 mil millones de dólares para desarrollar interceptores
basados en Alaska y Dakota del Norte. El de George W. Bush es más
ambicioso: 240 mil millones para interceptores basados en su territorio,
barcos, aviones y en el espacio exterior. Pero en ambos casos, el
principio es el mismo: asegurar la hegemonía militar norteamericana
desarrollando armas defensivas que inutilicen los misiles nucleares
del enemigo, y hagan posible el lanzamiento de los propios sin temor
a una retaliación inmediata y apocalíptica.
El proyecto enfrenta fuertes reservas de los aliados de Estados
Unidos, entre otras cosas porque implica violar un tratado de 1972,
y enfurece a los rusos, que amenazan con denunciar todos los tratados
de desarme vigentes. Pero es tan inevitable como el progreso de
la clonación. El quid de la cuestión es antropológico
y es parte de la condición humana. Cuando el rey hitita regaló
al faraón egipcio una daga enjoyada cuya hoja no era de bronce
sino de hierro, éste tembló, porque comprendió
que un ejército armado con armas de un metal tanto más
duro inevitablemente destruiría al suyo. Desde entonces,
y antes de ello también, el hombre es el mismo. Como dijera
el ateniense Tucídides, creador del realismo periférico,
los fuertes hacen lo que pueden; los débiles sufren
lo que deben.
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