Por
S. K.
El
2 de abril volvió a ser feriado nacional, como en la última
dictadura militar. Lo que Reynaldo Bignone hizo por decreto el 28 de marzo
de 1983 y Raúl Alfonsín reemplazó por el 10 de junio,
el gobierno de Fernando de la Rúa volvió a hacer pasando
por el Congreso. La restauración de la fecha en que Leopoldo Fortunato
Galtieri y sus cómplices de la junta militar realizaron el desembarco
en las islas Malvinas como feriado fue producto de otro avance militar
sobre el gobierno de la Alianza, mediado por el ex ministro de Defensa
y efímero ministro de Economía Ricardo López Murphy.
La misión era elevar el rango del tema Malvinas para
compensar a los militares por el previsible repudio que despertaría
el 25 aniversario del golpe del 24 de marzo de 1976.
Como reveló la semana pasada Página/12, la operación
comenzó el año pasado cuando López Murphy empezó
a marcarle a De la Rúa que el aniversario del golpe iba a ser un
verdadero problema para las Fuerzas Armadas. Según confirmaron
a este diario tanto fuentes militares como ex funcionarios de Defensa
de la época, el Presidente planteó inmediatamente los términos
de la negociación. Lo mejor será que ni el Ejército,
ni la Armada, ni la Fuerza Aérea digan una sola palabra sobre esa
fecha, dijo De la Rúa. Y explicitó la contraprestación:
Entonces podemos hablar de elevar el rango del tema de las islas
Malvinas.
Desde el Ejército, las fuentes confirman que, si bien no
se puede hablar de una negociación con todas las letras,
claramente se hizo llegar al Gobierno la intención de que
se toque otra campana no tan negativa como la del 76. El diagnóstico
de los uniformados es que Malvinas es un sentimiento de todos.
Las fuentes definieron la Operación Feriado como una movida
grande del Estado Mayor Conjunto.
Los veteranos de guerra fueron el paraguas para que todo pareciera un
trámite normal. Como explica Héctor Beiroa, titular de la
Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina,
hace diez años que veníamos pidiendo que se cambiara
el feriado. Cuando Bignone declaró el día de la invasión
una fecha nacional, lo llamó burocráticamente Día
de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Alfonsín
derogó la fecha militar porque memora un hecho cuya celebración
resulta incongruente con los sentimientos que evoca. Ya en 1984
se obvió el dos de abril y se marcó el 10 de junio, día
en que Luis Vernet había sido nombrado gobernador de las islas,
en 1833. Ambiguamente, el feriado se llamó día de
la afirmación de los derechos argentinos sobre las Malvinas e islas
del Atlántico sur.
A este gobierno radical la fecha le debe evocar otros sentimientos menos
incongruentes, y el 2 de abril vuelve transformado en día
del veterano y de los caídos en la guerra de Malvinas. El
actual ministro de Defensa, Horacio Jaunarena de inolvidable actuación
en el mismo puesto en el gobierno de Alfonsín jura que los
militares no tuvieron nada que ver ni hubo ninguna intención de
reivindicar a la dictadura. Fue algo promovido por los veteranos.
A la comprensible voluntad de los que combatieron en las islas de recibir
un reconocimiento que no se les dio en 1982, se le suma otro elemento.
La gente confunde el 10 de junio con el 14 de junio, día
de la rendición a los ingleses, explica Beiroa.
El principal acto de hoy será a partir de las 11 en el Regimiento
de Patricios, encabezado por Jaunarena, por el jefe del Estado Mayor Conjunto,
general Juan Carlos Mugnolo, y los titulares de las tres fuerzas armadas.
Frente al general Ricardo Brinzoni, al almirante Joaquín Stella
y al brigadier general Walter Barbero desfilarán tropas y veteranos.
De la Rúa no asistirá porque partió anoche en visita
oficial al Vaticano. Ya anoche comenzó un festival organizado en
Quilmes por los veteranos con las actuaciones de Mercedes Sosa, León
Gieco, Kapanga, Eladia Blázquez, JuliaZenko, Yamila Cafrune, Piero
y el Trío Laurel, que duró hasta la madrugada.
También habrá dos escraches: a las 14, la juventud de la
CTA lo hará frente a la Torre de los Ingleses, en Retiro; y a las
18 el Movimiento Socialista de los Trabajadores se concentrará
en Pueyrredón y Las Heras para marchar hasta la cercana embajada
británica.
OPINION
Día de duelo
Por Miguel Bonasso
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El dos de
abril debe ser día de duelo y no de feria. Porque la guerra
desatada a partir de la ocupación de las Malvinas el 2 de
abril de 1982 fue un segundo genocidio del Partido Militar, perpetrado
esta vez contra una nueva oleada generacional, la de los muchachos
de 18 años que cumplían el servicio militar. Y esto
es así, concluyentemente, al margen de que muchos de esos
muchachos pelearan heroicamente y que incluso lo hicieran algunos
de sus jefes. Es así a pesar de la pericia y el coraje de
los pilotos argentinos que causaron graves preocupaciones a los
británicos y es así a pesar de la indudable razón
histórica que le asiste a la Argentina en relación
con las islas.
El
dos de abril comenzó un conflicto bélico con el cual
los jefes de las FF.AA. intentaron hacer olvidar los crímenes
perpetrados durante la guerra sucia y la grave destrucción
de la economía industrial causada por José Alfredo
Martínez de Hoz y sus secuaces. Lo iniciaron irresponsablemente,
suponiendo que Estados Unidos los apoyaría por su papel de
cómplices en las acciones terroristas contra el gobierno
sandinista de Nicaragua, olvidando algo elemental: que Washington
jamás le soltaría la mano a Gran Bretaña, que
era y sigue siendo su principal aliado mundial. Y lo continuaron
irresponsablemente, enviando a conscriptos que en muchos casos ni
habían aprobado las condiciones de tiro a enfrentarse con
un enemigo mucho más poderoso y experimentado. Lo agravaron
tratando a esos soldados como si fueran el enemigo: hambreándolos,
estaqueándolos, castigándolos con todas las taras
brutales que usaron secularmente en la colimba. Olvidando que el
soldado de infantería es el alma y la definición de
la guerra y una conducción estratégica humana e inteligente
está obligada a contenerlo y cuidarlo. La logística
falló a extremos brutales. Cuando cayó Puerto Argentino,
por ejemplo, se descubrieron galpones llenos de comida que nunca
llegaron a los pozos de zorro o a los frentes de Goose
Green y Mount Longdon. Como tampoco llegaron las encomiendas que
mandaban los familiares y los espectadores de tanto programa televisivo
convocando a la solidaridad con nuestros muchachos.
Artilleros como el teniente general retirado Martín Balza
podrían contar, por ejemplo, cuán pronto se les acabó
el parque, frente a un enemigo que no era mezquino a la hora de
hacer fuego.
También es evidente que los que fueron buenos
para la represión clandestina no podían serlo en el
combate verdadero. Así el Cuervo Alfredo Astiz
se rindió de manera innoble en las Georgias y el general
Mario Benjamín Menéndez, el gobernador militar que
desafiaba al Pincipito, recibió con su uniforme bien planchado
(de burócrata) al general inglés Jeremy Moore, que
venía cubierto de barro, mierda y sangre. Como cuadra a un
oficial superior de verdad.
Y éstas no son apreciaciones de un militante setentista,
reproducen las conclusiones fundamentales a que llegó el
Informe de la Comisión que presidía el teniente general
retirado Benjamín Rattenbach, un oficial serio, honesto y
profesional que condenó de manera implacable a su camarada
Leopoldo Fortunato Galtieri y los otros militares que ejercieron
el comando estratégico, político-militar, del conflicto
en el Atlántico Sur.
En Malvinas fue derrotada también una concepción del
Ejército: la que fomentaron las clases dirigentes para mantener
a raya el conflicto social. Ese Ejército criminal que se
impuso en la guerra sucia robando, violando y asesinando prisioneros
indefensos debía hacer un gigantesco papelón en su
primer desafío profesional serio en el siglo veinte. Sufriendo
una derrota que ponía grandes paréntesis a su propia
razón de ser institucional. Y por ese motivo determinante
la dictadura tuvo que retirarse. Aunque no todo lo rápido
que debiera, gracias al año de plazo que le otorgó
una dirigencia política que supo arrimarse a la puerta delos
cuarteles y apañó la quema de archivos y el ocultamiento
de los crímenes de lesa humanidad.
Por eso, resulta otra muestra notable de perversidad e idiocía
profunda que el gobierno presidido por Fernando de la Rúa
(e integrado en su momento por el cadete de liceo Ricardo López
Murphy) haya convertido el 2 de abril en feriado obligatorio, premiando
lo que Rattenbach proponía castigar y Carlos Menem indultó
en la persona del temulento Galtieri.
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